FUENTE: El Español
30 de marzo de 1968. Cerca de Utrera (Sevilla), en un secarral a un kilómetro de la desconocida zona del Palmar de Troya, cuatro niñas acuden a coger flores. Cuando vuelven todas dicen que allí ha pasado algo raro, una visión, un milagro. Cuentan que han visto un toro con cuernos verdes, un hombre ahorcado y a una señora muy guapa que creen que era la Virgen. Los relatos de todas aquellas chavalas no coincidían, pero no importaba, en una época crucial para España, en pleno tardofranquismo y en un país y una zona de fervor religioso, aquello fue una chispa suficiente para encender un fenómeno. Así comienza el artículo de Javier Zurro en El Español.
Aquella aparición, que como todas suele comenzar con unos niños, convirtió la zona en un lugar de peregrinación. Pero pronto evolucionó, y allí surgieron videntes que entraban en éxtasis en aquella zona, provocando que miles de curiosos se acercaran a la zona a ver el espectáculo y que se colocara la primera piedra de lo que posteriormente se convertiría en la basílica de una religión propia con tintes de secta. Entre aquellos personajes, uno fue fundamental, Clemente Domínguez, al que desde el comienzo se veía pulular por allí y tomar notas, y que junto a su amigo Manolo creó un negocio de todo aquello.
En verano de 1969 Clemente pasó de curioso a vidente, y comenzaron sus apariciones. Se había ganado la confianza de todo el mundo, y era la persona más carismática de la zona, de aquellos que pasaban horas y días allí esperando nuevos milagros. Lo único que ocurría allí eran momentos de supuesto éxtasis en los que los ‘videntes’ decían lo que les transmitía Jesús, la Virgen o Dios. Pero eso cambió con él. Apareció con estigmas, los fotografió, y aunque nadie estudió si eso era real o no, todos lo creyeron. Se le llegaron a aparecer 70 santos diferentes, y sus devotos dicen que un día perdió 15 litros de sangre en un acto sobrenatural.
Con todo ese currículum era normal que se convirtiera en el líder de todos aquellos seguidores que no contaban con que Clemente crearía de aquella aparición divina un negocio y una iglesia paralela a la católica, que llegó a excomulgarle por desafiarles y formar una secta llamada ‘La orden de los Carmelitas de la Santa Faz’.
Toda la historia del Palmar de Troya y lo que ocurrió dentro de esta nueva religión es lo que cuenta la nueva serie documental de Movistar+ (“El Palmar de Troya”) que ha llegado el jueves 6 y para la que sus directores (Israel de Santo y Daniel Boluda) han investigado durante tres años. Sólo así era posible tener acceso a material inédito, fotografías, grabaciones y testimonios tan importantes como creyentes y seguidores de la secta, detractores y hasta del último Papa que tuvo, Ginés Hernández, que comenzó una relación con una de las monjas de su orden y acabaron presos por intentar llevarse por la fuerza el dinero de su secta.
Una de las características más peculiares de esta orden es que tiene Papas autoproclamados, algo que nace en 1976, cuando tras la muerte de Franco –y años después del Concilio del Vaticano II– la orden se posiciona del lado reaccionario. No quieren cambios en la sociedad, tampoco en la Iglesia. Así que desafían el orden establecido y consiguen que un arzobispo vietnamita les ordene sacerdotes y les consagre obispos sin el consentimiento del Vaticano. Por ello serán excomulgados. Muchos creen que realmente creían en los valores pre concilio, aunque otros creen que Clemente vio aquí una posibilidad de oro para aumentar su negocio y su estafa.
Él mismo se autoproclamó Papa y creo una religión propia de la que excomulgaron a todos los socialistas, a Juan Pablo II o a la Familia Real, y que tenía sus propios santos, entre ellos Francisco Franco, del que incluso hay una estatua con una aureola en el Palmar. Ya en noviembre de 1976 comenzaron los primeros problemas. Jesús Hernández, que había sido nombrado obispo, se separó de esa congregación y declaró a la prensa que Clemente Domínguez y su mano derecha Manuel Alonso se estaban enriqueciendo con todo aquello. Daba lo mismo, era el comienzo de una historia truculenta en la que cada persona que salía contaba una historia más escabrosa que la anterior. Dentro de sus dominios parecía que no pasaba el tiempo, y que las normas de una época feudal se mantenían.
Los que conseguían salir de sus fauces denunciaban abusos sexuales, estafas… Pero dos casos se llevan la palma. El primero ocurrió en 1982, cuando un novicio de la orden se cortó los testículos con un trozo de espejo roto y luego los tiró por el retrete. También se mutiló el pene y clavó puás de su cilicio en sus ojos. Aunque quizás lo que más ha marcado han sido las acusaciones de abusos sexuales. Muchas veces en forma de rumores, pero posteriormente han sido los propios sacerdotes de la secta los que lo han denunciado, es el caso del padre Tobías, que había abandonado la Orden y denunciado abusos sexuales hace más de 20 años.
Su caso fue muy sonado, pero más su trágico final. En 2016, con 49 años, le convencieron para que regresara a El Palmar. Dos días después, misteriosamente, sufrió un infarto y murió. Su familia llegó a demostrar que había habido negligencia, ya que nunca llamaron a una ambulancia y su certificado de defunción sólo estaba firmado por el médico de la propia orden del Palmar. Cuando pidieron una autopsia les dijeron que el cuerpo ya había sido enterrado allí. Historias sombrías de uno de los lugares más oscuros de nuestro país, donde la visión de cuatro niñas provocó el nacimiento de una secta que más de 50 años sigue en activo.
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