FUENTE: El Confidencial
Videntes, apariciones y una gran dosis de ingenio son los ingredientes principales de la delirante historia de la Iglesia Palmariana. Una escisión de la fe cristiana –con relato apocalíptico incluido– ideada por Clemente y Manuel, dos amigos que vieron un exitoso negocio en los mensajes celestiales. Juntos crearon una orden religiosa que insistía en que todos en Roma estaban equivocados y que únicamente los miembros de su iglesia tenían asegurado el perdón de Dios y el cielo eterno. Lo cuenta Cristina Anta en El Confidencial.
La llegada a la cima del poder de Clemente no tardó en llegar y rozó el cielo autoproclamándose Papa. Eso sí, sin ojos. Los perdió en un accidente. Los más de cincuenta años de existencia de esta congregación –a los que muchos denominan secta– han dado demasiado de qué hablar. Ahora Movistar+ traslada la historia a su serie de no ficción ‘El Palmar de Troya’, que cuenta con testimonios reales y exclusivos de algunos de sus protagonistas.
El caso
Marzo del 68. Cuatro niñas de 12 y 13 años aseguran que se les ha aparecido la Virgen María en la Finca de La Alcaparrosa cerca de El Palmar de Troya, en la provincia de Sevilla. Dicen haber visto, primero, la aparición de un toro con cuernos verdes, también un hombre ahorcado y, por último, una señora, la Virgen. Semanas después, varios vecinos relatan haber tenido otras apariciones.
Las apariciones no dejan de sucederse en el mismo lugar y la llegada de miles de peregrinos a la finca no para de aumentar. Empiezan a llegar videntes y el espacio se convierte en un escenario de lucha de poder donde todos quieren dar a conocer sus éxtasis místicos. A pesar de que el arzobispo difundió una pastoral negando la veracidad de los milagros que se sucedían en El Palmar, la llegada de Clemente Domínguez y Manuel Alonso fue clave en esta tragicómica historia de apariciones. Entre los dos, se hicieron con las riendas del asunto y acabaron fundando la Iglesia Palmariana.
“Mis queridos hijos: en estos momentos se funda la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz. Este es el momento, ahora” (Jesucristo a Clemente Domínguez). Las supuestas apariciones de Jesús y la Virgen a Clemente en los años 70 fueron el origen de la constitución de la orden. En un primer momento no se establecieron como iglesia separada, sino como una nueva orden religiosa que, con el paso del tiempo, se fue configurando como un ente antimarxista, antimasónico y contrario a todo lo que considerase una blasfemia.
Para ellos, el cisma no es cosa de ellos sino de la Iglesia Romana, que es la que se ha apartado de la verdadera fe. La orden, fundada por Clemente Domínguez, mezcló el integrismo con los buenos negocios y en 1988, tras unos cambios en sus estatutos, lograron inscribirse en el Registro de Asociaciones Religiosas.
La basílica
En mayo de 1975 una supuesta aparición del mismísimo Jesús pidió que se construyera un santuario en la finca de La Alcaparrosa. Y dicho y hecho. Clemente y Manuel empezaron a recaudar dinero entre los devotos para levantar el opulento templo que más tarde se convertiría en la sede principal de la orden de los Carmelitas de la Santa Faz.
Desde la carretera que une Utrera con El Palmar de Troya se pueden ver las imponentes torres de la basílica que muchos conocen por fuera, pero que muy pocos han podido acceder a su interior. Sus altos muros y las cámaras de seguridad que rodean todo el perímetro impiden ver lo que hay dentro. Es una obra faraónica que esconde en su interior espectaculares retablos, tallas y cuadros de un valor incalculable.
Hilo directo con el cielo
Los mensajes hacían hincapié en la eventual llegada del Apocalipsis donde, aunque el triunfo de Cristo estaba garantizado, se decía que se produciría una distinción entre buenos cristianos y los blasfemos. Los rocambolescos “recados” divinos que recibía Clemente incluían una condena a los obispos que criticaban a Franco, al que llegó a canonizar, o la octogenaria excomunión de Juan Pablo II por usurpador, apóstata, traidor y precursor del Anticristo.
Celoso de su intimidad, Clemente creó una organización en la que no se permitía la entrada al santuario a ninguna persona que no comulgara con su credo. Los palmarianos consideraban que ellos eran la auténtica Iglesia católica y que Roma se había apartado de la verdadera fe. Las misas de la Iglesia Palmariana debían ser en latín, las mujeres solo podían orar con el pelo cubierto por un velo y tenían prohibido usar pantalón. Además, se prohibió ver cine, vestir mangas cortas, votar en las elecciones y hablar con toda persona ajena a la Iglesia Palmariana y se les obligó a entregar todos los meses un diezmo a la orden.
Fábrica irregular de obispos
En enero de 1976, el clérigo vietnamita Pedro Martín Ngo-Dehn Thuc, nombró obispos a Clemente Domínguez y a sus socios en una ceremonia de tres horas celebrada en El Palmar de Troya. Pocos meses después, ese mismo arzobispo vietnamita se retractó pero en El Palmar se negaron a dejar de considerarse obispos. Las ordenaciones –ilícitas pero válidas a nivel jurídico– fueron la llave de un engaño que acabaría convertido en un próspero imperio económico. “Mi querido hijo: como Obispo que eres, has de ejercer tu potestad de imposición de manos, ya que es mi deseo que sean consagrados tres obispos” (Jesucristo a Clemente Domínguez).
Clemente esperaba que un milagro le devolviera la vista, y se envalentonó en pregonarlo entre sus fieles. Como el milagro esperado no llegaba, no le quedó otra opción que resignarse y considerar que lo que le había sucedido se trataba de un castigo divino. Algo que lejos de perjudicarle ante sus fieles, le convirtió en mártir. “Más vale entrar en el cielo sin ojos, que el infierno con ellos” (Clemente Domínguez).
Hasta que muere Pablo VI en el año 1978, la Iglesia Palmariana reconoce a todos los santos canonizados por Roma, pero a partir de este momento prefieren tener los suyos propios y se encargan de canonizar a Francisco Franco, Carrero Blanco, José Antonio Primo de Rivera, Josemaría Escrivá de Balaguer, Calvo Sotelo, el Cardenal Cisneros, Don Pelayo o Cristóbal Colón. También crear sus propios Papas dentro de su iglesia: Clemente se autoproclamó Gregorio XVII a finales de los 70. Tras su muerte, su mano derecha, Manuel Alonso, se convirtió Pedro II y, tras el fallecimiento de este, llegaría el penúltimo Papa de la Iglesia Palmariana: Ginés Hernández se convirtió en Gregorio XVIII.
Los escándalos
El nuevo Papa de la Iglesia Palmariana, Gregorio XVII, puso en práctica una doble moral. Por un lado, sostenía que el sexo era algo diabólico y proclamaba los beneficios espirituales de la castidad y, por otro, su promiscuidad le hizo tener relaciones sexuales con varios obispos, llegando incluso a acosar en alguna ocasión a novicios. La sombra de los abusos siempre estuvo presente y hubo testimonios que así lo confirmaban.
Las donaciones a la organización llegaban desde distintos puntos del planeta. Clemente y Manuel hicieron un buen trabajo de captación de socios y llenaron España y otros países de filiales de su iglesia. Fueron muchos a los que convencieron de que el movimiento había que hacerlo grande y que, para ello, se requería mucho dinero. Sus peregrinaciones proselitistas siempre iban unidas de un afán lucrativo. Con el tiempo, documentos internos y testimonios de obispos y fieles destaparon la supuesta evasión fiscal de esta organización nacida en El Palmar de Troya.
Clemente gozaba de plena libertad para pecar. Aficionado a la buena comida y al buen vino, para él la gula nunca fue pecado. Sus antológicas borracheras en lujosos restaurantes sevillanos eran bien conocidas en el entorno. Sus salidas eran financiadas con los donativos de los fieles.
Los personajes: Clemente Domínguez
Protagonista de un espectacular ascenso social y religioso, Clemente Dominguez pasó en poco tiempo de ser un simple contable de la compañía eléctrica conocido en los ambientes homosexuales sevillanos de la época como ‘La voltio’, a colocarse en el cima del poder de la Iglesia Palmariana. “La Sede de la Iglesia radica ahora en el Palmar de Troya y lógicamente en Sevilla, la tierra de María Santísima. He aquí la nueva Roma” (La Virgen María a Clemente Domínguez).
Se autoproclamó Papa e hizo creer a sus fieles que El Palmar de Troya era la nueva sede del Vaticano. Tras conseguir el poder, utilizó todas las artimañas que pasaron por su perspicaz mente para controlar a sus adeptos y adueñarse así de sus pertenencias. Un papa cismático, estigmatizado y con seguidores por distintas partes del mundo cuyo recuerdo quedó marcado por la sombra de los abusos sexuales. La amenaza del pecado y del infierno siempre estuvo presente en sus mensajes.
Manuel Alonso
Abogado y mano derecha de Clemente, es quien graba, transcribe y vende octavillas sobre los frecuentes éxtasis y mensajes de este último. Un plan ideado en conjunto que acabó apareciendo en los periódicos de todo el mundo. Se encargó de poner en marcha el entramado jurídico y económico sobre el que se erigió la iglesia de El Palmar de Troya, pero su figura nunca despertó en los fieles la predilección que tenían por Clemente.
Sin el particular carisma de su compañero, fue Secretario de Estado de su iglesia y acabó siendo el segundo Papa bajo el nombre de Pedro II, entre 2005 y 2011 de forma automática, sin cónclave. Su amigo, el vidente megalómano que perdió la visión en un accidente, le eligió como sucesor natural antes de morir como recompensa por su labor.
Su pontificado produjo una fractura dentro de la Iglesia Palmariana ya que muchos obispos y fieles abandonaron la secta al conocer quién ocuparía el puesto de Gregorio XVII. Con él, la iglesia palmariana se hizo aún más hermética. Tanto, que un absoluto silencio rodeó su muerte y poco trascendió. Después de él, llegaría un nuevo ciclo con Ginés Hernández.
Ginés Hernández
El pontificado de Gregorio XVIII, el tercer Sumo Pontífice de El Palmar que duró cinco años, estuvo principalmente marcado por su peculiar comportamiento y se caracterizó por endurecer las normas de la orden. Esta actitud desató una crisis interna en la congregación y la fuga de fieles se sufrió tanto a nivel nacional como internacional. Se dice que empezó a preparase para ejercer como Papa desde la muerte de Clemente, pero su turno no llegó hasta el fallecimiento de Manuel Alonso.
Tenía fama de agresivo y sus sermones con tono autoritario y desafiante empezaron a llevar a la iglesia a la deriva. En abril de 2016, Ginés Hernández se desprendió de su anillo papal y renunció a sus cargos manifestando que había perdido la fe. Abandonó la orden y dejó plantados a sus fieles huyendo en su particular ‘papamóvil’ con la intención de empezar una nueva vida junto a su novia, Nieves Triviño.
Tras la huida, Ginés reveló el engaño de esta organización financiada con donaciones millonarias y confesó todas las mentiras relacionadas con sus textos religiosos. La codicia y el dinero entraron a formar parte de las acusaciones. El Palmar de Troya fue un lugar de idas y venidas de grandes sumas de dinero en metálico, tanto fuera como dentro de la basílica.
Nieves Triviño
Nieves Triviño fue monja de la iglesia palmariana y la mujer que abrió los ojos a Ginés Hernández. Considerada la Mata Hari de El Palmar, despertaba deseos entre algunos obispos, aunque ella solo tenía ojos para Ginés. Audaz, persistente y perfeccionista, Triviño entabló una relación sentimental con el papa Gregorio XVIII. El amor hizo saltar por los aires los pilares de la Iglesia Palmariana y ambos protagonizaron una fuga de película en un BMW de alta gama para vivir su amor lejos del estricto celibato. Una vez en los focos, se convirtió en un personaje mediático y llegó a ser portada de la revista Interviú.
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