Por Manuel Guerra
TODO SER HUMANO ES “RELIGIOSO”, también quienes dicen no serlo, los que se consideran ateos o agnósticos. En palabras del pensador español Xavier Zubiri, “el hombre no tiene religión, sino que, velis nolis, consiste en religación o religión”. Uno puede perder lo que tiene, pero lo que se es no se deja de serlo mientras se es o se existe; y el hombre es “religión”, o sea, religación respecto de lo divino, dependencia de Dios, sentido religioso. Por tanto, la religión no es un estadio de la evolución humana, sino que pertenece a la estructura misma del ser racional, de ahí que el hombre pueda definirse como “animal, racional, religioso”.
Por tanto, el sentido religioso es común a todos los seres humanos y no puede identificarse con una religión concreta, como hacen los musulmanes. Islam es una palabra árabe que significa “sometimiento a Alah”, “aceptación de Alah-Dios y de su voluntad”. Según el Corán, “religión” e “islam” son sinónimos; el hombre, en cuanto “religioso” es “islámico, musulmán” se llame así o no. Por eso, según un hadiz, “todo hombre nace musulmán. Son sus padres los que lo hacen judío o cristiano”. Quien no se llama “musulmán’ ni cree serlo, sino judío o cristiano, ha caído en la apostasía con todas sus consecuencias.
De ahí la aspiración islámica a convertir la “humanidad” en umma(“comunidad matriz”) mediante la sharia. Y de ahí la justificación del fundamentalismo islámico.
Sucede que, en nuestros días, el sentido religioso aparece desvinculado de las religiones positivas. El relativismo (la masonería, el rosacrucismo o la teosofía) da una primacía exclusivista al sentido religioso, desvinculándolo de las religiones positivas.
Por eso insisten sus defensores en la enseñanza escolar de lo común a todas las reli giones, dejando lo específico de cada una para sus miembros y para su docencia en sus templos y en los centros educativos de cada religión e iglesia.
Además, suelen propugnar la exposición de las diferentes religiones en plano de igualdad, como si todas las religiones fueran igualmente verdaderas e igualmente salvíficas.
Esta concepción la promovió la Ilustración, pues erigió la razón en valor absoluto y la actitud racionalista en la única verdaderamente humana, capaz de interpretar y estructurar el universo.
De ahí que establezca una dicotomía entre la llamada “religión de la razón o natural” y las “religiones positivas o institucionales”: aquella sería común, vigente y válida para todos los hombres; y estas, sólo para sus miembros.
Eugenio d’Ors definía al hombre como “animal hablador”. Tenía razón, si por palabras se entienden las interiores (pensamientos, ideas) y las externas. Pero no existe el habla, la lengua, ni lo común a las distintas lenguas. El ser humano piensa y habla necesariamente en un idioma concreto: español, griego o inglés. Y lo mismo puede decirse de la religión: el sentido religioso se concreta siempre en una religión determinada.
El hombre es religioso en virtud de su racionalidad. De los seres somáticos, sólo el hombre es capaz de religiosidad. Ni los minerales, ni los vegetales, ni los irracionales pueden tener creencias religiosas.
La razón básica de la religiosidad, innata en el hombre, es su esencial finitud, el sentido de su contingencia y la tendencia hacia lo Transcendente, el Misterio, lo Divino, único capaz de saciar su sed de ser o existir, de verdad, belleza, bondad, felicidad.
Buda sintió tan agudamente la “contingencia” humana (que él llama duhkha, palabra sánscrita mal traducida por “dolor, sufrimiento”) que no tuvo tiempo de conceptualizar lo divino, de ahí que el budismo sea agnóstico. Con palabras de Buda, “es como si un hombre fuera herido por una flecha envenenada y sus amigos y familiares llamaran a un cirujano, pero el herido dijera: No me sacarán la flecha hasta que sepa quién me hirió, si es de casta real o sacerdotal, ciudadano o siervo, alto o bajo”. Lo que debe hacerse es sacar la flecha cuanto antes para seguir con vida. Fue la tarea de Budadurante toda su vida, sin tiempo para pensar en Dios.
Pero hay interrogantes que sólo la religión puede contestar: ¿De dónde vengo? ¿Adónde voy? ¿Cuál es el sentido de la vida y de la muerte, del dolor, del ansia de verdad, de belleza? El hombre es religioso en virtud de su racionalidad, que le capacita para caer en la cuenta de su vinculación con lo divino.
Hagamos una afirmación más: el sentido religioso es una “necesidad” humana, no criterio de verdad religiosa. Aquí se plantea un problema, pues si resulta fácil saber que Dios existe, es muy difícil precisar cómo es Dios. Si un ciego de nacimiento pregunta cómo es el color rojo, nos obligará a aclarárselo a través de otro sentido: el oído, comparando el rojo, el color más fuerte y excitante, con el sonido fino, penetrante, del violín. Pero ¿qué diría un ciego de nacimiento si lograra ver?
El concepto de Dios
A la pregunta ¿cómo es Dios?, el cristianismo ofrece una respuesta maravillosa: Jesucristo, la misma “divinidad corporizada”. Por eso,Jesucristo, conocido desde la fe, es la demostración de que el cristianismo es la religión verdadera. Pero el sentido religioso difiere del sentido y de la fe cristianos. El sentido religioso es común a todos los hombres de todas las regiones y de todos los tiempos.
“A Dios (en cuanto Dios, Espíritu Purísimo) nadie le ha visto jamás”. Dios mismo en cuanto Dios está más allá (es superior) de nuestro concepto de Dios y de lo divino. Y aquí hay que distinguir tres asuntos: la realidad misma de Dios, el concepto que nosotros podemos formarnos de Dios y nuestra figuración o representación artística de Dios.
La mente humana llega a un conocimiento oscuro, impreciso, de Dios. De ahí la conveniencia de la Revelación divina. A Dios sólo se le ve en y desde Dios mismo, como al sol sólo se le puede ver en y desde la luz solar. Cuando la luz solar no llega a la tierra, de noche no se ve al sol. Claro que, si uno se acerca demasiado al sol, corre el riesgo de quedarse ciego no por falta, sino por sobra de luz. La retina es incapaz de aguantar tanta luz, queda deslumbrada y hasta invidente. Lo mismo ocurre con Dios. De ahí la inefabilidad de las experiencias místicas.
El sentido religioso y su “mística” natural no se identifica con la fe ni con la mística sobrenatural. De nuevo hay que insistir en que el sentido religioso es común a todos los seres humanos porque radica en su racionalidad. La fe cristiana es un don sobrenatural, una de las tres virtudes teologales infusas por el bautismo; transciende y desborda la capacidad racional del hombre.
La fe sobrenatural es la respuesta que, con la ayuda divina, el hombre da a la Revelación de Dios en Jesucristo. Se basa en un acontecimiento —la encarnación del Hijo de Dios en Jesús de Nazaret—y lleva al encuentro personal con Dios en Jesucristo por el Espíritu Santo.
Pero el sentido religioso, y su fruto, las religiones no cristianas, no es —como enseña el protestantismo, sobre todo su “teología dialéctica”— solamente “increencia” o “idolatría” y capacidad para llegar a una “caricatura del Dios verdadero”. Quienes así piensan, aplican la doctrina tradicional protestante de la corrupción de la naturaleza humana por el pecado original.
La mística consiste en el conocimiento experiencial de lo divino; un conocimiento no propio ni primeramente intelectivo, sino vivencial.
Y no hay que confundir la verdadera mística con los fenómenos externos, físicos o psicológicos —trance (mediúmico/espiritista, hipnótico...), éxtasis, levitación, bilocación, alargamiento corporal...— que a veces la acompañan, por muy extraños y maravillosos que nos parezcan.
Estos fenómenos se dan en el cristianismo y, al menos casi todos, también en la mística natural, la de las religiones no cristianas (hinduismo , sufismo islámico, etc.). Ni su presencia garantiza o autentifica una experiencia mística, ni su ausencia la descalifica.
En nuestros días, el ansia de lo místico es tan marcada, que algunos métodos y sectas identifican la realidad de la experiencia mística con sus concomitancias, como la paz, el gozo o la serenidad interiores.
De ahí que algunas sectas procuren provocar esas vivencias mediante, por ejemplo, drogas alteradoras del estado de conciencia o peculiares dietas alimenticias.
Las sectas subvierten el sentido cristiano
En los países tradicionalmente cristianos, las sectas van contra el cristianismo. Sus adeptos, de ordinario, son cristianos; si hablamos de España, católicos, bautizados. Su proselitismo aspira a que los cristianos dejen de ser cristianos y se hagan de una secta concreta —testigo de Jehová, mormón...— para eso suelen presentarse como “cristianas”.
Y lo hacen, de entrada, en su misma denominación: Salón del Reino de los testigos cristianos de Jehová, Movimiento gnóstico cristiano universal... De las sectas descritas en mi Diccionario, 171 se llaman Iglesia.
Además, adoptan la terminología y los signos cristianos, de ahí que encontremos estrechamente vinculadas a las sectas palabras como capellán, verdad revelada, jerarquía, servicios ministeriales, orden religiosa, confesión, confesional, feligrés, eclesiástico, ordenarse... Asimismo, en muchas se usa el clergyman riguroso, se habla de matrimonio, existen curso de retiro de cinco días en una Casa Diocesana de Ejercicios.
Terminología, signos... También los miembros de las sectas se presentan como cristianos. Por ejemplo, lo pueden hacer dos élderes mormones que te paran en la calle. Hay que saber mucho para decirles que, por ejemplo, son politeístas y que, por tanto, de cristianos nada.
Pero ¿qué no dirán esos élderes a quienes no conocen sus creencias? Practican, hablando claro, un proselitismo fanático. Por medio del fraude tratan de que los cristianos dejen de serlo y se hagan de su secta. Y de ordinario, ese proselitismo consigue que dejen de ser “cristianos” los que no lo eran de hecho, los denominados “cristianos sociales”, que sólo van a la iglesia para actos de sociedad: bodas, entierros...
Vamos a dar un paso más en esta línea argumental. Supongamos una parroquia de unos diez mil feligreses. ¿Cuántos asisten a Misa los domingos? Posiblemente, el 30 %, pero elevemos su número hasta el 40 %. ¿Qué pasa con los seis mil restantes?
Ahí está el campo abonado para el proselitismo sectario. En este sentido, puedo afirmar que, tras años de estudio, no he conocido a nadie que tratara de ser cristiano de veras —santo— que se haya hecho de una secta.
Las sectas reducen el sentido cristiano de los ya bautizados a mero sentido religioso con un matiz de signo diverso (jehovista, mormón, hindú, etc.). En cualquier supuesto, las sectas confirman la universalidad del sentido religioso.
Cuando el clima pagano o el laicismo se imponen a lo religioso, las sectas logran sacar de los individuos el sentido religioso. De ahí que el bautizado que no haya tenido un encuentro personal con Jesucristo termine por ser o de una secta, pagano, venerador de un ídolo llamado dinero, poder, placer, raza o razón.
Sectas, iglesia, religión
Suele decirse que “secta, iglesia, religión” son tres conceptos y realidades escalonados.
Los que piensan así, abordan el tema con una sencilla argumentación. Primero afirman que una religión puede componerse de varias iglesias —por ejemplo, en el cristianismo encontrariamos la Iglesia Católica, las iglesias ortodoxas, las anglicanas...—. El siguiente escalón es sencillo: de una iglesia o confesión se desgajan varias sectas. Ahí tenemos, por ejemplo, las de origen e impronta cristiana, sobre todo protestante.
Pero esta argumentación es falsa, pues se trata de realidades dotadas de consistencia propia. Aunque puede parecer verdad a primera vista, no se puede afirmar que toda iglesia comenzó siendo una secta y que toda secta tiende a convertirse en iglesia.
¿Por qué? De entrada, porque el mayor o menor número de miembros no determina que un grupo sea una secta o deje de serlo para convertirse en iglesia y luego en religión. En este punto, hay que darle toda la razón al adagio escolástico: mutat non (la cantidad/el número no cambia la condición de una cosa).
Hablando en términos sencillos: por muchas violetas que uno amontone, siempre serán eso, violetas, y nunca claveles silvestres o estriadas columnas jónicas. El cambio de “naturaleza” de algo o de alguien requiere y supone un cambio cualitativo, la “conversión”.
Llegados a este punto, cabe afirmar que los rasgos diferenciales de “secta/iglesia” no son definidores ni específicamente religiosos, sino socio-culturales. Desde Martin Weber, padre de la sociología religiosa, suelen proponerse cuatro rasgos diferenciadores de las sectas y de las iglesias:
a) Si la Iglesia admite a todos, también a los niños antes del uso de razón; las sectas sólo a los capaces de iniciación consciente.
b) Si la Iglesia es universal, abierta a todos, justos y pecadores, en la secta sólo tienen sitio los “puros’ los “salvados”.
c) Aunque todos los miembros de una iglesia son apóstoles y deben hacer apostolado, en la práctica no es así, pues se ha introducido la rutina y la formalización de la actividad religiosa. La iniciativa personal queda ahogada por la rutina y la institucionalización, la burocratización de lo religioso. En cambio, en las sectas todos deben hacer proselitismo. Y lo hacen. En las sectas no suele haber “creyentes, pero no practicantes” como ocurre en las iglesias, sino “iniciados” y “militantes”. (Aunque pueda haber casos que parecen contradecir esta tesis: en Burgos la asistencia de los mormones al servicio dominical no llega al 50 % —unos cincuenta de sus 112 bautizados—. Pero, claro, para ellos esa no asistencia no supone un “fallo grave”).
d) Si la iglesia procura vivificar el entorno socio-cultural, la secta reacciona generalmente contra ese entorno, contra la sociedad, así como contra las iglesias y religiones tradicionales en cada región. Se aprovecha de sus deficiencias, que resalta, para fines proselitistas. Precisamente las sectas se caracterizan por su actitud no dialogante.
¿Las sectas son verdaderas religiones?
Para discernir esta cuestión es necesario aplicar un criterio específicamente religioso, no sociológico. Si se aplica la definición de religión, hay sectas que verdadera o realmente son religión, o sea, “verdaderas religiones” aunque no la “religión verdadera” Por ejemplo, cabe calificar de verdaderas religiones al ahmadismo, al bahaísmo, al jehovismo o al mormonismo.
Y es religión el budismo, con sus doscientas cincuenta modalidades o ramas: hinayana, mahayana, vajrayuana (tibetano), zen… Y entre las sectas, lo son también la Meditación transcendental, la masonería regular, la Iglesia de la Cienciología (IC), aunque a primera vista puedan parecer simples métodos psicotécnicos.
Religiones alternativas
Las masas “descreídas” de nuestro tiempo se van apartando de las religiones tradicionales, mayoritarias en los diversos países.
Pero el hombre es religioso por su misma condición humana. Por eso, si se aparta de la religión mayoritaria, tradicional, necesita de una “religión sustitutoria”, al menos de un sucedáneo religioso.
De ahí el brote frondoso de “religiones alternativas”, las formas secundarias o degradadas de religión, tan florecientes en nuestro tiempo.
Veamos, por último, dos casos que favorecen estas “alternativas”:
1) La idolatrización de las ideologías, de actividades humanas, del propio cuerpo, lleva al nacimiento de —las “religiones políticas activas” (comunismo, socialismo, liberalismo, ...); —de las “pasivas” (ecologismo, anarquismo, pacifismo, algunas ONGs con su solidaridad filantrópica...); —de las “activistas” que se esfuerzan en alcanzar el éxito en el ámbito respectivo de cada uno de sus dioses o ídolos, ante los cuales se postran no sin reverencia y obsesión (la salud, el culto del cuerpo con sus “rituales” —masajes, jogging yoga, concursos de belleza, regímenes dietéticos, vegetarianismo, obsesión por “guardar la línea”—, que conducen a la anorexia, a la bulimia; y a la muerte).
Y piénsese también en el arte, la moda, los juegos de azar, en la idolatrización de la Razón (Ilustración, Revolución francesa), de la raza, del dinero, del poder, del placer...
Estamos ante formas que no tienen con la religión sino una semejanza externa. Pero el sentido religioso de las religiones “alternativas” será tanto menos metafórico cuanto sus adeptos más se dirijan a “algo” o a “alguien” realmente absolutizado, divinizado, idolatrado.
2) La idolatrización del yo. Aquí se pueden mencionar los métodos del llamado potencial humano: yoga (vinculado con el hinduismo), zen (budismo), dianética (Iglesia de la Cienciología), Meditación transcendental, Método Silva de control mental, Instituto Arca, 1 AM! YO SOY, Tai Chi (chuan) o actualmente el Taijijuan.
Publicado en el nº 552 de Nuestro Tiempo Edición autorizada de arvo.net
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