"La humanidad no encontrará la paz hasta que no vuelva con confianza a mi Misericordia" (Jesús a Sor Faustina)

viernes, 30 de julio de 2021

El Antiapóstol 1025, la infiltración comunista en la Iglesia

 

El Antiapóstol 1025, la infiltración comunista en la Iglesia



julio 30, 2021

Agentes comunistas se han infiltrado en la jerarquía católica para destruirla desde dentro

"Obispos, cardenales en Roma, se ha puesto en marcha un plan contra vosotros. Muchos han entrado desde la Unión de la República Socialista, Rusia, han entrado en la Iglesia para destruiros". - Nuestra Señora de las Rosas, 20 de noviembre de 1978

"Hijos míos, gran parte del mal que ahora se extiende en los Estados Unidos y en Canadá fue promovido por estos hombres y mujeres de satanás, conocidos como comunistas, a los que se les ha permitido entrar no sólo en vuestro país y en los países del mundo, sino también en la Iglesia de Mi Hijo en la tierra." - Nuestra Señora de las Rosas, 17 de mayo de 1986


INFILTRACIÓN COMUNISTA EN LA JERARQUÍA CATÓLICA

El Sr. Manning Johnson, antiguo funcionario del Partido Comunista en América, dio el siguiente testimonio en 1953 al Comité de Actividades Antiamericanas de la Cámara de Representantes:


"Una vez que la táctica de infiltración de las organizaciones religiosas fue establecida por el Kremlin... los comunistas descubrieron que la destrucción de la religión podía proceder mucho más rápidamente a través de la infiltración de la Iglesia por parte de los comunistas que operaban dentro de la propia Iglesia. Los dirigentes comunistas de Estados Unidos se dieron cuenta de que la táctica de infiltración en este país tendría que adaptarse a las condiciones estadounidenses y a la composición religiosa peculiar de este país. En las primeras etapas se determinó que, al disponer de pocas fuerzas, sería necesario concentrar a los agentes comunistas en los seminarios. La conclusión práctica a la que llegaron los dirigentes rojos fue que estas instituciones harían posible que una pequeña minoría comunista influyera en la ideología de los futuros clérigos en los derroteros propicios para los propósitos comunistas.... La política de infiltración en los seminarios tuvo un éxito que superó incluso las expectativas comunistas". - Manning Johnson

Albert Vassart, antiguo miembro del partido comunista francés, reveló en 1955 que Moscú había emitido una orden de 1936 que seleccionaba cuidadosamente a los miembros de las juventudes comunistas para que entraran en los seminarios y, tras su formación, recibieran la ordenación como sacerdotes. Algunos de ellos iban a infiltrarse en las órdenes religiosas, en particular en los dominicos (en su ensayo "Satanás en acción", el gran filósofo católico Dietrich von Hildebrand informó de que los dominicos franceses se habían vuelto tan comunistas en su "evangelización" que, en 1953, la Orden se libró a duras penas de la disolución por orden del Papa Pío XII).


GOLITSYN ADVIRTIÓ DE LA PENETRACIÓN COMUNISTA EN LA IGLESIA

Anatoliy Golitsyn fue un alto funcionario del KGB dedicado al espionaje y al contraespionaje que desertó a Estados Unidos en 1961. Convencido de que las interpretaciones occidentales de los acontecimientos en el bloque comunista eran muy erróneas, combinó su estudio de la estrategia soviética de largo alcance con su conocimiento interno del KGB y del pensamiento leninista en su libro de 1984 New Lies of Old. Durante más de treinta años ha presentado memorandos a la CIA, en los que ha proporcionado análisis y previsiones muy precisas sobre la evolución del Bloque.

Mark Riebling, en su libro Wedge: The Secret War Between the FBI and CIA (Alfred A. Knopf, Nueva York 1994), realizó un análisis metódico de las predicciones de Golitsyn en New Lies for Old. Riebling dice que "139 de las 148 se cumplieron a finales de 1993, un rango de precisión de casi el 94 por ciento". Las predicciones de Golitsyn incluían todos los cambios recientes en el Bloque Comunista, sus "reformas" económicas y políticas, el surgimiento de Solidaridad, la eliminación del Muro de Berlín, la reunificación de Alemania y el colapso de la Unión Soviética.

En 1985, Golitsyn informó de que los sacerdotes ortodoxos rusos son controlados y dirigidos por el KGB con el fin de promover la cooperación entre las iglesias soviéticas y los católicos y protestantes occidentales para ayudar a establecer un frente unido para el desarme (¿movimientos de paz y justicia?) y la convergencia. En 1990, Golitsyn advirtió de otro aspecto de la relajación religiosa:


"El Vaticano debería dar marcha atrás en su equivocado apoyo a la renovación de los regímenes comunistas... No comprende que una aparente mayor tolerancia oficial de la religión... va acompañada de un impulso secreto para aumentar la penetración del Partido y del KGB en la Iglesia católica y en otras iglesias y para utilizar a sus agentes con fines políticos y estratégicos... Como parte del programa para destruir la religión desde dentro, el KGB, a finales de la década de 1950 [otros ex comunistas dicen que en la década de 1930], comenzó a enviar a jóvenes comunistas a academias eclesiásticas y seminarios para formarlos como futuros líderes de la Iglesia. Estos jóvenes comunistas se unieron a la Iglesia... a petición del Partido Comunista... para aplicar su línea general [política inalterada] en la lucha contra la religión".

La evaluación de Golitsyn se corresponde con las amargas luchas del gran cardenal Mindszenty de Hungría cuando luchó contra los líderes comunistas de su país, soportando encarcelamientos y torturas para proteger a su rebaño. El cardenal Mindszenty escribió: "En un Estado ateo, una Iglesia que no mantiene su independencia sólo puede desempeñar el papel de esclava". 

 En una biografía sobre este heroico pastor apropiadamente llamada "El Pastor Valiente", Kevin Grant afirma:

"Es prudente recordar que cada acuerdo hecho con los ateos marxistas trae pérdidas a los hijos de Dios. Los comunistas rompen sus promesas. La tragedia es que después de [más de 80] años todavía pueden depender de nuestra credulidad con tanta seguridad como de su propia traición."


CONFIRMADO: EL PATRIARCA RUSO TRABAJÓ CON LA KGB 

Un reciente artículo de prensa confirma la afirmación de Golitsyn sobre la infiltración del KGB en la iglesia ortodoxa rusa. Tras estudiar los archivos del KGB, el Servicio de Noticias Keston confirmó la veracidad de las denuncias que desde hace tiempo se hacen de que los líderes de la Iglesia Ortodoxa Rusa colaboraron con la policía secreta soviética:

En respuesta a la negación por parte de un alto funcionario del Patriarcado de Moscú de que el Patriarca Alexei II hubiera colaborado con el KGB durante la época soviética, Keston News Service ha revisado todas las pruebas documentales disponibles de los diversos archivos del KGB, y ha concluido que las antiguas acusaciones de que el Patriarca y otros altos obispos de la Iglesia Ortodoxa Rusa colaboraron con el KGB están basadas en hechos. (Keston News Service, Felix Corley, 21 de septiembre de 2000)


6 Signos de un cura infiltrado:


Según Nuestra Señora de las Rosas:


"Si (los sacerdotes) te dicen que las palabras de la Biblia son sólo historias escritas por hombres, sabrás que son falsos.


"Si os dicen que es mejor creer lo que dicen los teólogos ahora en 1982 -de hecho, diciendo que todos los demás teólogos eran estúpidos-, sabed que es verdad. Y eso es un hecho. El sacerdote no es veraz.

Ahora bien, si te dice que no tienes que preocuparte por cometer un pecado porque Dios no te castigará: Él es un Dios todo amor, y como  Dios todo amor, no te castigará por tu pecado; si eso fuera cierto, entonces ¿por qué fue Lucifer fue expulsado del Cielo? ¿por qué fueron destruidas Sodoma y Gomorra?

Otro signo es "si un sacerdote te dice que no tienes que hablar, en contra de la homosexualidad, porque estás juzgando a otra persona, y debes amar a tu prójimo y por lo tanto nunca ponerte a juzgarlo. Si una persona está haciendo algo malo, y le dices de manera amable, de manera caritativa, que está cometiendo un pecado, y que perderá su alma e irá al purgatorio, o incluso al infierno, eso no es juzgar. Estás ayudando y amando a tu prójimo. ¿Qué es el amor?


"Cualquier sacerdote que te diga que debes amar a tu prójimo primero y a Dios después, no es un verdadero hombre de Dios ni es un verdadero sacerdote católico romano, ni es un verdadero ministro de ninguna denominación. Porque el primer mandamiento de Dios Padre es: 'Yo soy el Señor tu Dios, no tendrás dioses extraños delante de mí'. 'No tomarás el nombre del Señor tu Dios en vano'.

"Y si un sacerdote, o un ministro, incluso, tiene la osadía de blasfemar y decirte que no te preocupes por pecar, porque un día serás incluso un dios. Y tú dices: "¿un dios?". Si alguno de vosotros ha oído esto, hijos míos, sabéis que es verdad que muchos se han vuelto tan arrogantes que se sienten minidioses, pequeños dioses."

- Nuestra Señora de las Rosas, 18 de junio de 1982


ANTIAPÓSTOL 1025

Esta es la historia de un agente comunista que se infiltró en la Iglesia católica en 1938, fue al seminario, se convirtió en un sacerdote que ejerció un enorme poder entre bastidores y participó en el Concilio Vaticano II. Consiguió fomentar la adopción de documentos conciliares ambiguos que sentaron las bases para futuros experimentos de prelados y sacerdotes desprevenidos. Afirmó: "'El Espíritu del Concilio' se ha convertido para mí en un triunfo maestro".

La verdadera identidad de este agente es desconocida, salvo por el número de código AA-1025 que le dio la policía secreta rusa, es decir, el antiapóstol número 1025. Antes de él hubo 1024 agentes como él. Algunos alcanzaron el rango de arzobispo y cardenal, muchos de los cuales podrían haber sido jefes de departamentos en la curia (gobierno papal) y congregaciones religiosas.

Murió en el hospital tras un accidente de coche, y la enfermera que lo atendió (Marie Carre) descubrió providencialmente sus memorias personales en su maletín. Después de leer las memorias, decidió publicarlas para que el mundo supiera por qué la Iglesia católica ha sufrido cambios destructivos para lamento de sus fieles. La traducción al inglés se publica con el título AA 1025: The Memoirs of an Anti-Apostle.

En el diario del agente comunista hay muchos detalles escalofriantes que contienen planes para la destrucción de la fe dentro de la Iglesia católica. Este agente comunista escribe:


"Para debilitar más la noción de 'Presencia Real' de Cristo, habrá que dejar de lado todo el decoro. No más ornamentos costosos, no más música llamada sagrada, especialmente no más canto gregoriano, sino una música en estilo jazz, no más señal de la Cruz, no más genuflexiones, sino sólo actitudes dignas y severas… 

Además, los fieles tendrán que romper el hábito de arrodillarse, y esto estará absolutamente prohibido al recibir la Comunión... Muy pronto, la Hostia será puesta en la mano para que se borre toda noción de lo Sagrado."

"Los enemigos de Dios entraron en las casas de Mi Hijo hace muchos años. Su plan ha sido insidioso, y con mucha astucia avanzaron, llegando a los más altos puestos de poder dentro de las casas de Mi Hijo. De esta manera, hijos míos, han sido capaces de engañar, desorientar y poner a muchas almas en el camino de la destrucción de sus almas eternas." - Nuestra Señora de las Rosas, 5 de agosto de 1974


traducido por RELIGION LA VOZ LIBRE de tldm.org/directives/directives.htm



Satanista revela que el Nuevo Orden Mundial consiste en un Estado Comunista Universal.


Satanista revela que el Nuevo Orden Mundial consiste en un Estado Comunista Universal.
Y ya sabemos que el comunismo es, por esencia, satanista.
El Nuevo Orden Mundial consiste en el dominio mundial satánico.

viernes, 23 de julio de 2021

La lucha de la Iglesia contra el comunismo. De León XIII al Segundo Concilio Vaticano




 


Silvestre Manuel Hernández*10


 


Joseph Ferraro, México, UAM-Iztapalapa, 2009, 156 pp.


 


Tanto el quehacer político como el religioso parten de una concepción del bien o deber para la sociedad. Esta idea no se restringe al espacio público y privado de la acción de los individuos, también concierne a la orientación y construcción de la subjetividad. Este objetivo ha tomado distintos nombres en la cultura occidental, en una y otra disciplina, y se ha valido de éste o aquel medio (material o simbólico). Y, dentro de los sistemas de control forjados en la modernidad y los siglos posteriores que han hecho suyo tal principio, se puede hablar de capitalismo-liberalismo/Iglesia católica romana/socialismo-comunismo. En este esquema, las "justificaciones" del hacer social de cada instancia dependen del interés ideológico, material, de los fines que se persigan y del poder que se detente y ejerza. Por ello, no es de extrañar que a partir del segundo tercio del siglo XX se hayan presentado discusiones y luchas entre los extremos y el centro del trinomio por el control y dominio de los estratos social, político, económico y cultural.


Ahora bien, a partir de los supuestos y referentes que del quehacer político se exaltan y arguyen en el imaginario colectivo, tanto en su aspecto teórico como en el descriptivo, sostengo lo siguiente, fundado en la deducción que el acaecer histórico permite: la religión, en cuanto cúpula de poder dentro de un Estado, no sólo atañe a la "interioridad del individuo", sino a la relación del pensamiento con la realidad práctica de la cual se puede obtener cierto beneficio. De acuerdo con ello, constituye un fenómeno que pasa por la conciencia y expresa una representación del mundo, es decir, manifiesta una directriz de las estructuras que norman la conducta del hombre. De hecho, si se quiere tener una representación científica de la religión, habrá de elaborarse un diagrama racional de la representación de la sociedad en sus variantes primarias, política y economía, para ver de qué forma influye en los lineamientos de comportamiento de los seres humanos en su esfera personal y colectiva.


En el precedente entramado ideológico-político-económico-religioso, se inscribe el libro de Joseph Ferraro, La lucha de la Iglesia contra el comunismo.1 En él, el autor toma parte de las líneas del primer párrafo del Manifiesto del Partido Comunista, de Carlos Marx y Federico Engels, para contextualizar sus hipótesis. El discurso original sentencia: "Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo. Todas las fuerzas de la vieja Europa se han unido en santa cruzada para acosar a ese fantasma: el Papa y el zar, Metternich y Guizot, los radicales franceses y los polizontes alemanes" (Marx, 1983: 51).2


Ferraro subraya la fuerza de la Iglesia católica representada por el Papa, pues, según él, en 1846 Pío IX, en su encíclica Quipluribus, condenó a la doctrina comunista. Esta misma orientación siguió León XIII, quien en 1891 calificó al socialismo de "un cáncer que pretendía destruir los fundamentos mismos de la sociedad moderna" (p. 12); Pío XI hizo lo propio en 1937, al afirmar que el fin del comunismo es destruir la religión y la civilización; por su parte, Juan XXIII trazó los lineamientos del Concilio Vaticano II (1962-1965) (Wilde, 2007: 2-4), y pronunció el discurso inaugural, titulado "El principal objetivo del Concilio", el 11 de octubre de 1962, con miras a la supervivencia de la Iglesia y la contención del comunismo.3 Tras la muerte de este pontífice, ocurrida el 3 de junio de 1963, tomó su lugar Pablo VI, quien continuó las líneas rectoras de su predecesor y las expuso en su encíclica Ecclesiam suam, el 6 de agosto de 1964. En ella pidió que la Iglesia tomara conciencia de sí y de su importancia "para la salvación de la sociedad humana". En suma, los dos últimos discursos fueron relevantes por su anhelo de paz; pero, afirma Ferraro: "No era una paz neutral de los dos bloques ideológicos existentes en el mundo de sus días; la paz deseada, y para la cual trabajaba la Iglesia, era una paz orientada al rescate y a la reforma del capitalismo, y la eliminación del comunismo" (p. 95).


Al respecto, el Concilio se enfocó en la necesidad de una renovación espiritual por parte de los fieles, en la urgencia de que los laicos se dieran cuenta de sus obligaciones sociales, se preocuparan por los pobres, asumieran un compromiso político para cambiar las estructuras que hacían injusta la vida, que difundieran la doctrina social de la Iglesia, pues la finalidad del Vaticano II era conseguir la paz y la justicia, lo que incluía cambios litúrgicos y el movimiento ecuménico. Pero todo esto, en el fondo, sostiene Ferraro, estuvo encaminado a contrarrestar los adelantos socialistas. Por esta razón la doctrina social católica no condenaba al capitalismo, sino los abusos cometidos por la clase capitalista: "Se trataba de una doctrina de justicia social frente al comunismo en la que tanto el trabajo como el capital tenían derecho a participar en los beneficios; de tal forma se mantenía intacta la existencia de las relaciones productivas capitalistas y se proveía al capitalismo de una legitimación ética" (p. 13).


Antes de seguir con la exégesis pontificia en contra del comunismo, de León XIII, hasta la significación del Concilio Vaticano II, como se plantea en la obra en estudio, quiero fijar la atención en la génesis y el resultado del Concilio Vaticano I, para tener un continuum y cierta teleología de la Iglesia católica en los terrenos de la vida pública.4


La idea de un Concilio Vaticano nace en Pío IX el 6 de diciembre de 1864, durante la asamblea de la congregación de ritos. En esa ocasión el Papa interrumpió los trabajos, hizo salir a los funcionarios y se quedó con los cardenales, ante quienes expuso:


Le estaba dando vueltas a una idea relativa al bien de toda la Iglesia y era la de convocar a un concilio universal para con este medio extraordinario acudir a las necesidades también extraordinarias del pueblo cristiano. [Pues] existía la convicción de que la boga de opiniones contrarias a la doctrina de la Santa Sede y la situación de zozobra de la Iglesia hacían necesario el empleo del medio más extremado, pues la condenación de los errores contemporáneos por el Papa no era bastante (Ranke, 1988: 601).


Entre los preparativos de este Concilio estuvieron las sesiones de marzo de 1865, mayo de 1866 y julio de 1867. Estas reuniones previas, desde el punto de vista del Estado, tenían el supuesto de que "si se convoca a un concilio universal era con la intención de consagrar de nuevo las doctrinas y los intereses del papado y de condenar las doctrinas contrarias, por muy extendidas que estuviesen" (Ranke, 1988: 603). Además, a Pío IX le urgía el Concilio por dos motivos: a) la presión del poder civil de anexar el "Estado de la Iglesia" (Roma) a la Unidad Nacional (años después se conocería como Unificación Italiana, 1870), y b) el antagonismo con el rey de Italia, Francisco II (1836-1894), rey de las Dos Sicilias. Finalmente, el 8 de diciembre de 1869 se inauguró el Concilio Vaticano I en la basílica de San Pedro. Mas:


Los propósitos del Papa, que sólo pensaba en una consolidación del poder máximo en el sentido tradicional, se enfrentaban a las ideas de toda una serie de obispos y también de laicos, espiritualmente interesados, que esperaban una transformación del poder eclesiástico en un sentido que correspondiera a las exigencias del siglo (Ranke, 1988: 605).


Los trabajos se extendieron hasta el 18 de julio de 1870, cuando se aprobó la infalibilidad del Papa, con una votación de 533 a favor y dos non placet. Esto significó el reconocimiento de una autoridad apoyada en la acción divina, lo que contrastaba con los altercados político-sociales del mundo de aquella época, necesitado de un guía, de un poder conciliador de los intereses nacionales, estatales y grupales.5


Con sustento en lo anterior, y de vuelta con la argumentación de Joseph Ferraro, las "condenas" de la Iglesia hacia el comunismo inician con León XIII, quien sube al trono de San Pedro en 1875. Una vez ahí se enfrenta al mundo del capitalismo, donde el trabajador necesita del capitalista, y éste de alguien que venda su fuerza física: el obrero. El rechazo hacia el comunismo se ubica en 1891, con la encíclica Rerum novarum (define el concepto de justicia, coadyuva a la doctrina social de la Iglesia), donde León XIII encara "el prurito revolucionario que agita a los pueblos" y arguye que "cuando los socialistas, soslayando por completo la providencia de los padres, hacen intervenir a los poderes públicos, obran contra la justicia natural y destruyen la organización familiar" (p. 19). Lo importante, históricamente, y sin tomar partido de uno u otro lado, es ver cómo se introduce el comunismo en la "conciencia epocal" y de qué forma cambia la manera de hacer política y de ejercer la libertad de creencias de los sujetos,6 así como las trabas u obstáculos que la institución política más antigua de la modernidad, la Iglesia, pone para conservar sus privilegios.


Desde un enfoque formal, la tesis de La lucha de la Iglesia contra el comunismo es que el Concilio Vaticano II realmente no fue un concilio religioso, sino un congreso político que dictó cambios en su estructura para impartir el credo con fines ideológicos: los de conservar y fortalecer la existencia del capitalismo durante una época en crisis.7 Así, la renovación espiritual estuvo presente en el mensaje de apertura a todos los hombres (Ad omnes homines), de los padres conciliares, el 11 de septiembre de 1962; ahí Juan XXIII habló de los compromisos con la paz, la justicia, la renovación espiritual y la preocupación por el estado de los pobres. Su discurso se orientó a hacer la doctrina social católica más eficaz, más acorde con las necesidades y exigencias del sistema político predominante. En síntesis, los objetivos del Vaticano II pretextaban la fe y buena voluntad en su proceder, pero el interés encubierto era acrecentar su poder temporal, nada trascendente a lo económico y político.


El eje rector que sostiene la proposición del libro de Ferraro está en el develamiento de la raíz de las preocupaciones papales, llámense renovación cristiana de la sociedad, difusión de la doctrina del bien común, jerarquía católica abocada a los pobres, apostolado laico, concordia entre los católicos, ecumenismo, libertad religiosa, unidad en la diversidad, desasosiego por la paz y la justicia, lucha contra el ateísmo o cambio litúrgico. Ahí, afirma Ferraro, con el conocimiento crítico de fuentes directas, y a pesar del matiz humanitario y esperanzador que pudieran tener las consignas, subyacen en esencia objetivos políticos.


La contraparte de la tesis e hipótesis intuidas está en la conclusión a la que llega el autor:


Para el cristiano debe ser evidente que la transformación del orden temporal debe realizarse no para salvar al capitalismo durante una época de relativa crisis del sistema, sino para que los hombres y mujeres puedan relacionarse mejor con Dios. Dios en un fin, pero los teólogos del Concilio lo convirtieron en un medio; querían quedar bien con la sociedad burguesa para tenerla como aliada en contra del comunismo (p. 154).


Por consiguiente, la Iglesia se fue adaptando a la cultura moderna, principalmente en aquellos sectores que implicaban una ganancia. Como ejemplo se puede aludir a la inclusión de la autonomía de lo terreno, la libertad de conciencia y de pensamiento, el espíritu democrático, la subjetividad del ser humano, el uso del diálogo para llegar al consenso y el respeto al pluralismo, dentro de los postulados del Concilio. Esto, más allá de idealizaciones, significó el esfuerzo de la Iglesia por entender su lugar y misión en el mundo, pero, también, es el destello prolongado de una transformación pertinente con los capitales en pugna.


El pontificado de León XIII fue notorio por su acercamiento a la modernidad. Para él, la doctrina social de la Iglesia no era contraria al capitalismo, sino que se oponía a los abusos del "sistema". De ahí que se definiera la justicia de tal modo que las relaciones productivas capitalistas sigan operando y se consideren como parte del orden de Dios. En concordancia, la construcción de la paz deriva de tal noción, y, ya sea desde un punto de vista marxista o capitalista, la paz no es una categoría neutra, sino algo moldeable de acuerdo con las convicciones o prejuicios partidistas.


Ferraro señala que León XIII condenó el socialismo, pero no el capitalismo; sin embargo, censuró la avaricia de los potentados particulares en cuanto causa de sufrimiento, pobreza y desesperación en los proletarios. El autor enfatiza que su doctrina fue antisocialista y defensora de las relaciones productivas capitalistas, por tener éstas un origen divino. Además:


León XIII consideró que la Iglesia, en aquella época, tenía como parte de su misión combatir el comunismo; vio la íntima conexión entre la injusticia, la perturbación del orden social y el crecimiento del socialismo, y propuso la práctica de la justicia como medio para lograr la paz social y vencerlo (p. 24).


En el caso de Pío XI, el capitalismo no es condenable por sí mismo ni vicioso por naturaleza, sino violador del "recto orden" sólo cuando abusa de los obreros y de la clase proletaria. Empero, considera la propiedad privada (bienes sociales de producción) como un derecho natural, según la encíclica Quadragesimo anno, de 1931.


Mientras, en Divini redemptoris, de 1937, exhorta a los sacerdotes a ir al obrero, a los necesitados, como mandan las enseñanzas de Jesús, pero la enmienda no es humanitaria y desinteresada del todo. Ferraro se apoya en una sentencia de esa encíclica y hace saber que tal actitud respondió a que dicho sector social era el más expuesto a las maniobras de los agitadores que explotan la mísera situación de los menesterosos para encender en su alma la envidia contra los ricos y excitarlos a tomar por la fuerza lo que, según ellos, la fortuna les ha negado injustamente. "Pero si el sacerdote no va al obrero y al necesitado para prevenirlo o para desengañarlo de todo prejuicio y de toda teoría falsa, ese obrero y ese necesitado llegarán a ser presa fácil de los apóstoles del comunismo" (p. 42).


Entre tanto, la renovación espiritual era impostergable para hacer una doctrina social católica "más justa", para que los ricos practicaran la equidad con sus obreros, para que éstos no se convirtieran en revolucionarios y para que los laicos tomaran su responsabilidad en el apostolado social. Sin embargo, bajo este papado se promulgaron cuatro documentos con matices que obstaculizaban el comunismo: el Decreto sobre el ecumenismo, el Decreto sobre las Iglesias orientales católicas, la Declaración de las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas, y la Constitución sobre la sagrada liturgia.


Sumado a esto, la jerarquía católica impulsó una serie de cambios donde todos los hombres -sobre todo los cristianos- se unieran en un "escuadrón en contra del enemigo común". Para ello, el Concilio recalcó la importancia de la diversidad dentro de la unidad prevaleciente en el seno de la Iglesia. Además, propuso la posibilidad de la conservación de ritos, costumbres, tradiciones espirituales, etcétera, no sólo de los protestantes y ortodoxos, sino de las religiones no cristianas al convertirse cualquiera de éstas a la fe católica. Y, una vez satisfechas las posibles demandas, guiarlos en contra del comunismo.


Por esta razón, las modificaciones en la liturgia sobrepasaron la "practicidad del mensaje" y se perfilaron hacia la esfera sociopolítica. El reformismo posconciliar intraeclesial no fue algo netamente religioso, sino una estratagema cargada de ideología procapitalismo. Hechos desacreditados por Ferraro; así como las posturas papales relativas al derecho de propiedad, la comunidad de bienes, la concepción de la libertad, la enajenación del trabajo en unas cuantas manos y la organización familiar, pues le parecen puntos estratégicos del encausamiento de la subjetividad.


Para terminar, Ferraro hace suya la opinión de Rubén Dri respecto de que "con las encíclicas sociales la iglesia católica comienza la aceptación del sistema capitalista, al que se había opuesto desde posiciones feudalistas" (p. 141). Pero es más severo en su apreciación, pues para él no sólo se da el consentimiento de este modelo político-económico, sino que las encíclicas sociales se vuelven su justificación ética. Este proceso culmina en el Concilio Vaticano II, cuando la Iglesia "se pone al servicio" de ese sistema, en busca de un aggiornamento y una alianza, para salvarlo del comunismo en las convulsas décadas sesenta y setenta del siglo XX.


En sentido estricto, la significación del Concilio Vaticano II estuvo en que la Iglesia se transformó en una defensora de los derechos humanos, se empeñó en las cosas de este mundo e inició un movimiento ecuménico. Factores, entre otros, que no impiden a Ferraro reconocer lo positivo que ha surgido de tal obra, como la preocupación por los pobres y la búsqueda de una sociedad más justa. Pero también remarca lo negativo, como el hecho de que los teólogos que se apoderaron del Concilio II: Yves Congar, Karl Rahner, Hans Küng y Joseph Ratzinger, entre otros, hayan empleado la religión con fines contrarios a su espíritu: la volvieron un instrumento político para defender y servir a un orden socioeconómico determinado, el capitalismo.


Sobre la argumentación de Ferraro, me interesa exponer lo siguiente:


1. No precisa en qué hubiera beneficiado la no intervención ideológica de la Iglesia en la práctica del comunismo y en la conciencia del individuo respecto de la pertinencia o no de un cambio en el status quo. Pues, más allá de las dos citas de Carlos Marx: "Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo" y "la religión es el opio de la sociedad"; no hay un desglose básico de los fundamentos teóricos del comunismo vinculados al contexto que se vive en cada periodo pontificio y social, ni entra en detalle sobre la posibilidad de llevarlo a escena en sociedades distintas a los regímenes burocrático-demagógico-represores de países de la Europa del Este o de América Latina, mencionados en el texto más de forma relacional que a partir de un estudio puntual de la tesis concebida.


Debido al uso reiterado en este libro del término ideología, pero en ningún lugar definido, conviene puntualizar su acepción marxista; es decir, Ferraro lo utiliza desde la intencionalidad de las acciones y discursos cuya tarea es normar el comportamiento de los sujetos. Así, la crítica del autor tiene que ver con la dependencia de las creencias religiosas, filosóficas, políticas y morales hacia las relaciones de producción y trabajo, consustanciales a cualquier etapa económica de la historia.8


2. El individualismo, criticado en varios sentidos, es necesario para el desarrollo del capitalismo, pues en él se da la idea de "libertad de elección", aunque en el fondo sólo crea los mecanismos e instancias para controlar las acciones humanas y propiciar los espacios donde el sujeto "puede elegir", ejercer su libertad, de acuerdo con los intereses velados de tal sistema. La Iglesia, en la directriz proyectada por Ferraro, sería su aliado, en el aspecto de divulgar una moralidad conformista y prometedora de una recompensa o "cambio" de la "naturaleza del hombre" en otro ámbito de la existencia.


El comunismo, desde luego, se opone a esto, haciendo ver a las personas su condición existenciaria material, independiente de formulaciones post mórtem. Su fundamento es la re-evolución del sujeto en su entorno, construido y transformable a partir de una toma de conciencia de su estar-en-el-mundo y de una acción política.


Ahora bien, tanto en la doctrina de la Iglesia, a través de los papas y sus encíclicas, como en el capitalismo y el comunismo, se encuentran concepciones de "reconciliación", "paz", "armonía", "bienestar y fines compartidos". Lo importante, en cuanto al análisis discursivo que sustenta dichos términos, es develar los intereses ocultos desde los cuales se enuncian, y la finalidad que cada instancia organizativa comporta.


3. El autor no se ocupa de la relación entre el discurso y la práctica, tan propio del comunismo. No ejemplifica ni aborda las consecuencias reales habidas al "frenar" el comunismo y apoyar al capitalismo por parte de la Iglesia; al menos como "hipótesis", pues los hechos mostraron lo contrario a la perorata comunista.9 Su enfoque se queda en una interpretación sesgada, reflejo más de su inclinación política que de la proposición de tesis arraigadas en otros niveles del quehacer sociológico y político, desde los cuales se puede criticar los excesos y desvíos doctrinales de la Iglesia católica.


En este tenor, hay una interrogante sustancial que se le escapa a Joseph Ferraro en La lucha de la Iglesia contra el comunismo: ¿cuál es la experiencia humana que está en juego, tanto en las consignas de la Iglesia como en los preceptos cardinales del comunismo? Desde luego, esto trasciende la descripción que guía el libro, pero, en esencia, hubiera dado un valor extra al mero recuento "histórico-binarista": posturas papales vs. defensa del comunismo.


 


Bibliografía


Althusser, Louis 1990 Ideología y aparatos ideológicos de Estado, México, Ediciones Quinto Sol.         [ Links ]


Ferraro, Joseph 1992 Teología de la liberación: ¿revolucionaria o reformista?, México, UAM-Iztapalapa/Ediciones Quinto Sol.         [ Links ]


---------- 2000 Religión y política, México, UAM-Iztapalapa.         [ Links ]


Furet, François 1995 El pasado de una ilusión. Ensayo sobre la idea comunista en el siglo XX, México, FCE.         [ Links ]


Mardones, José María 2005 "Sociología del hecho religioso", en Manuel Fraijó, ed., Filosofía de la religión. Estudios y textos, Madrid, Trotta, pp. 133-155.         [ Links ]


Marx, Carlos y Federico Engels 1983 Manifiesto del Partido Comunista, México, Editores Mexicanos Unidos.         [ Links ]


Ranke, Leopold von 1988 Historia de los papas, México, FCE.         [ Links ]


Wilde, Melissa J. 2007 Vatican II. A sociological analysis of religious change, Nueva Jersey, Princeton University Press.         [ Links ]


 


Notas


1 En este trabajo se extienden y reafirman ideas ya planteadas en Teología de la liberación, obra de este mismo autor. Concretamente en los capítulos 5. "La importancia ideológica del Vaticano II: las finalidades temporales del Concilio"; 6. "La orientación política de los cambios religiosos del Vaticano II"; 7. "La significación del Vaticano II según los teólogos de la liberación" (Ferraro, 1992: 39-62). Asimismo, parte de estas nociones son vertidas en "El mensaje socio-económico de Juan Pablo II para América Latina" (Ferraro, 2000: 133-136).


2 La paráfrasis se encuentra en el "Prefacio" de la obra de Ferraro que se reseña (p. 11).


3 La exposición de Ferraro, aun sin que él lo señale, tiene de trasfondo el comunismo de raíz marxista-leninista. No se olvide que Vladimir Ilich Lenin le imprimió al marxismo un carácter moral. Sin embargo, el protagonismo del teórico ruso no sólo se constreñía al gobierno, la economía, la ciencia, la literatura y las artes, sino a todo lo que tuviera que ver con "el progreso humano", según sus dogmas. De esto se derivó la intolerancia hacia otras ideas y el fanatismo de sus principios. Pero lo propio de este binomio fue suponer que el comunismo tenía la convicción de que la sociedad capitalista, y sus instituciones políticas liberales, eran por naturaleza inestables y contenían la semilla de su propia disolución.


4 Téngase en cuenta que la religión, en este caso la católico-romana representada por el Papa, así como el comunismo, buscarán un sentido al hacer inmediato del hombre, después del desencantamiento del mundo en las primeras décadas del siglo XX y tras las secuelas de la segunda Guerra Mundial. Sin embargo, el sentido, en una y otra esfera, oculta intereses materiales e ideológicos, traslucidos en discursos y acciones.


5 José María Mardones, al comentar las apreciaciones del hecho religioso en el siglo XIX, resalta los juicios marxistas: "La religión conduce a una visión distorsionada de la realidad y, lo que es peor, a una vida poco racional y humana [...] porque proporciona, en su visión tergiversada, ideológica, de la realidad, un consuelo vano, que sirve para mantener la organización social, política y económica explotadora y opresora". Por ello, debe ser combatida mediante la crítica racional para desenmascararla en cuanto a ideología; es necesario desvelar sus condiciones sociopolíticas y económicas sobre las que se sustenta. "Porque la religión no vive de las proyecciones de la conciencia en un más allá ahistórico, sino de la refracción de la sociedad concreta, de su proceso vital" (Mardones, 2005: 135). Empero, Marx propugna por la transformación de las condiciones sociales para superar esa circunstancia, pues la religión depende de las condiciones del mundo económico-social existente.


6 Recuérdese que en el comunismo la personalidad humana está subordinada a la sociedad. Por su parte, los engranajes sociales están subsumidos a las relaciones de producción y de trabajo que posibilitan las expresiones del individuo: política, economía, religión, moral, etcétera. En este tenor, la lucha de clases será permanente mientras se viva en un sistema capitalista; de éste se deberá dar el paso hacia el comunismo, donde no habrá detentadores del capital ni clases sociales, según se postulaba.


7 De forma prospectiva, para la Iglesia, la amenaza comunista no sólo era una realidad para Europa y Asia, sino también para América Latina. Por ello, no se puede interpretar lo hecho por el Concilio y la Iglesia en Latinoamérica en un vacío histórico. Tanto la obra del Vaticano II como la de Medellín, Puebla y, en apariencia, la de varios teólogos de la liberación se dirige en contra de la penetración comunista en el mundo y, por tanto, se trata de teologías políticas, es decir, ideológicas, y de una doctrina reformista que busca la consolidación del capitalismo en el área. Véase Ferraro, 1992: 10-15, 57-71; 2009: 145.


8 En la década de los setenta del siglo pasado, Louis Althusser dio su propia versión, aseverando que: "la ideología religiosa se dirige precisamente a los individuos para transformarlos en sujetos". Los interpela desde su autoridad para despojarlos de su libertad y dejarles la aceptación de su sojuzgamiento, pues: "el individuo es interpelado como sujeto (libre) para que se someta libremente a las órdenes del Sujeto, por lo tanto para que acepte libremente su sujeción, por lo tanto para que 'cumpla solo' los gestos y actos de sujeción. No hay sujetos sino por y para su sujeción". Esto es necesario, de acuerdo con Althusser, para que la reproducción de las relaciones de producción sea asegurada cada día en la "conciencia", en el comportamiento de los individuos que ocupan los distintos espacios de la sociedad. Véase Althusser, 1990: 73-79.


9 Utilizo esta sustantivación convencido de que hay una diferencia innegable entre la historia objetiva y la idealización o mitificación de un proyecto político: el comunismo, que, en sus entrañas, llevó la dosis que "cancelaría una ilusión". Así, entre el devenir socialista y capitalista, la privación de Dios y el arrinconamiento en el túnel del destino, las esperanzas individuales y colectivas no rebasaron el horizonte de la decepción, y el ser humano se transmutó en la tangente del "sentido de la historia". El desencanto hacia el quehacer político se agigantó: "el fin del comunismo le hace regresar [al hombre], por el contrario, al interior de la antinomia fundamental de la democracia burguesa. La idea de otra sociedad se ha vuelto algo imposible de pensar y, por lo demás, nadie ofrece sobre este tema, en el mundo de hoy, ni siquiera el esbozo de un concepto nuevo. De modo que henos aquí, condenados a vivir en el mundo en que vivimos" (Furet, 1995: 570-571).


10* Investigador en Ciencias Sociales y Humanidades, UAM-I. Publicaciones en el área de filosofía, literatura, sociología y teoría literaria en revistas nacionales de investigación especializada; así como en Cuadernos sobre Vico, Universidad de Sevilla, España; Revista de Filosofía, Universidad del Zulia, Maracaibo, Venezuela; Bajo Palabra. Revista de Filosofía, Universidad Autónoma de Madrid, España. E-mail: silmanhermor@hotmail.com

(http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1870-23332010000200008)

El comunismo ha sido condenado cuatro veces por la Iglesia católica: PanAm Podcast

 

Vanessa VallejoVanessa Vallejo por Vanessa Vallejo

 

 

En el podcast de hoy recordamos que históricamente el catolicismo ha condenado el comunismo y que en general los principios del cristianismo son contrarios a esa ideología política.

Nuestro invitado es David Francisco Pérez, miembro de las juventudes católicas colombianas y de Únete por Colombia. Pérez nos recuerda que el comunismo ha sido condenado cuatro veces por la Iglesia católica, que San Pio X se refirió a esa ideología como «secta pestífera», y que, según Pio XII, los comunistas deben ser excomulgados.

'Holodomor', el genocidio cometido por la secta pestífera comunista que quiso ocultar Stalin

Los campesinos ucranianos sufrieron primero la confiscación de sus tierras y después de sus alimentos. DEBATE

Hasta la segunda mitad de los años 80 del siglo pasado eran muy pocos los que habían escuchado una extraña palabra de origen ucraniano detrás de la cual se ocultaba una de las mayores masacres del comunismo soviético. Como había ocurrido en los años 60 con la aparición de El Gran Terror, el primer estudio sobre las purgas estalinistas de los años 30, fue el historiador británico Robert Conquest quien, con la publicación de La cosecha del dolor en 1986, volvió a desafiar a los complacientes intelectuales occidentales (empeñados en presentar el despiadado régimen soviético como la realización política del paraíso revolucionario), desvelando lo que Stalin se había esforzado en ocultar mediante la destrucción de pruebas documentales: el genocidio ucraniano que acabó con la vida de casi cuatro millones de personas con un método especialmente cruel: el hambre. Porque eso es lo que literalmente significa el término Holodomor: exterminio físico a través del hambre.

La obra de Conquest, escrita antes de la caída del Muro en 1989, significó un primer acercamiento a un hecho histórico que define como pocos la naturaleza criminal y asesina del régimen totalitario surgido del golpe bolchevique de 1917. Esa es una de las conclusiones que se desprenden de la lectura de Hambruna Roja, publicado en España por la editorial Debate, la obra en la que la historiadora estadounidense Anne Applebaum detalla cómo se planificó y se llevó a cabo un programa conscientemente diseñado por el Estado soviético con una doble finalidad política: eliminar físicamente a los campesinos que se resistían a la colectivización forzosa de las tierra agrícolas, sobre todo a los kulaks, pequeños propietarios de tierras y ganado; y, además, reprimir cualquier síntoma de nacionalismo ucraniano.

"Stalin", explica Applebaum a EL MUNDO en la sede madrileña del Instituto Aspen, "conocía la hambruna que sufría el país a comienzos de los años 30. Sin embargo, tomó la intencionada determinación en 1932 de endurecer las condiciones en Ucrania, incluyendo decenas de granjas colectivas y aldeas en las listas negras, bloqueando las fronteras del país para que la gente no pudiera irse y creando unas brigadas de incautación que iban de casa en casa quedándose con la comida de los campesinos. No se trata, por tanto, de una hambruna provocada por la meteorología o por la sequía. Ni siquiera por el caos. Y eso es lo que causó ese repunte en la mortalidad que se produjo en la primavera del 33, un patrón completamente diferente en Ucrania a lo que ocurrió en otros lugares de la URSS como Rusia o Kazajstán, donde también afectó la hambruna. De hecho, de los casi cinco millones de muertos en todo el país, unos 3,9 millones eran ucranianos".

Anne Applebaum, ayer en Madrid.

Las causas de esa intervención fueron principalmente políticas, explica Applebaum, ganadora del Pulitzer en 2004 por su monumental Gulag. Historia de los campos de concentración soviéticos, columnista del Washington Post y especialista en los estudios sobre la URSS. "La hambruna fue un intento de acabar con el movimiento nacional ucraniano, porque Stalin tenía miedo de que volviesen a surgir las revueltas campesinas que en 1918 habían expulsado a los bolcheviques. El nacionalismo ucraniano se definía como proeuropeo y antiMoscú, es decir, cuestionaba la ideología bolchevique. No hay que olvidar que hoy hay mucha documentación de la que antes se carecía, incluidas cartas que escribió Stalin a dirigentes locales, en las que se habla de Ucrania como un problema muy concreto y muy especial. Stalin lo conocía bien, había estado allí durante la Guerra Civil y había sido comisario de Nacionalidades".

En una de esas cartas que Applebaum recoge en su obra, la destinada al escritor y dirigente Mijail Shólojov, Stalin no hablaba de los campesinos muertos como víctimas, sino como perpetradores. "Jamás negó, ni a Shólojov ni a nadie, que los campesinos hubiesen muerto por la hambruna causada por la política estatal de 1933, y desde luego, jamás se disculpó por ello (...) Al contrario, señaló con firmeza a aquellos que estaban muriendo como los responsables de la escasez de alimentos y las muertes en masa".

Porque después de la hecatombe que supuso el experimento, hubo que buscar culpables. "Stalin", continúa Applebaum, «que no hacía sino interpretar y continuar la línea de pensamiento de Lenin, partía de la teoría marxista sobre la colectivización. No hay duda de que él pensaba que tendría éxito. Por eso la puso en práctica. Y cuando vio el fracaso no quiso reconocer que la teoría era errónea, por lo que recurrió a los saboteadores, a los espías, a los nacionalistas ucranianos y a los viejos campesinos, empeñados todos en que no tuviera éxito la revolución. Gran parte de la violencia soviética se debe a esto, a que su interpretación del marxismo fue un fracaso y no querían admitirlo. Por eso, extrañó que en el 89 los comunistas tiraran la toalla y no intentaran resistirse. Cuando cayó el Muro, podían haber disparado contra la gente para impedir que cruzaran, pero no lo hicieron porque no creían ya en su propia ideología".

Las medidas especiales contra los ucranianos, que no se limitaron a los campesinos, sino que afectaron a la élite cultural, intelectual y religiosa de la república, se detuvieron en el verano de 1933, no porque Stalin tuviese ningún respeto a la vida, que no lo tenía, sino porque se dio cuenta de que faltaban agricultores para seguir trabajando la tierra más fértil del territorio y hubo que trasladar a miles de personas para reponer la mano de obra eliminada tras un genocidio cuyo objetivo era la aniquilación política y culturalmente de la nación ucraniana.

Campesinos expulsados de su vivienda y de sus tierras.


viernes, 16 de julio de 2021

Católicos VS satanistas (EEUU)

 

Católicos VS satanistas (EEUU)


julio 16, 2021

Los seguidores del Templo Satánico planearon una concentración el 10 de julio en la cruz de Bladensburg para atacar el controvertido monumento e intentar reclamarlo como propio.  Sin embargo, Satanás recibió un poderoso golpe cuando los miembros del templo se encontraron con la Virgen y con casi 130 guerreros de la oración que ya estaban en el lugar.

El 10 de julio, los miembros de la Sociedad Americana para la Defensa de la Tradición, la Familia y la Propiedad (TFP) organizaron una concentración de rosarios frente al monumento de la Cruz de Bladensburg. La cruz es un monumento solemne que honra a los veteranos estadounidenses de la Primera Guerra Mundial. Fue objeto de una batalla en el Tribunal Supremo en 2019, en la que los enemigos de la cruz intentaron derribarla. Afortunadamente, el Tribunal falló 7-2 a favor de este símbolo de salvación.

Los miembros del Templo Satánico intentaron dedicar la cruz a los satanistas que murieron en la Primera Guerra Mundial durante su manifestación. Sin embargo, los manifestantes católicos se opusieron a sus esfuerzos mientras los miembros y amigos del TFP ofrecían reparación y mostraban su devoción a la Cruz de Cristo. Los amigos de la cruz frente a la oposición fueron aproximadamente 130 participantes frente a 70.


Para ser coherente con su propósito declarado, la concentración del Templo debería haberse celebrado bajo la cruz en la isleta de tráfico donde se encuentra. Sin embargo, la policía mantuvo a la gente fuera de la isla de tráfico. La protesta de oración estaba justo al lado de la cruz. La concentración satánica estaba lejos de la cruz, a más de cien metros.  Esto puede considerarse una victoria, ya que los satanistas no tenían acceso directo a la cruz.

Reviviendo la antigua batalla angélica

La calle frente a la imponente cruz de hormigón de 12 metros estaba llena de católicos con carteles que reafirmaban su lealtad a Dios. Se podría comparar a la multitud católica con los ángeles que respondieron a la llamada de San Miguel a la batalla cuando dijo: "¡Quis ut Deus!" "¿Quién es como Dios?"

La escena se convirtió en una batalla entre dos polos opuestos. Por un lado estaban los partidarios del Templo Satánico. Iban vestidos de negro, tocando música esotérica e incluso llevando cuernos de diablo.  La ruidosa muchedumbre gritaba al unísono "Hail, Satan" con los brazos levantados y los dedos formando cuernos.

En el escenario de la batalla espiritual, cerca de la cruz, los católicos rezaban en voz alta el rosario y otras oraciones.

Nadie podía pasar por alto el cartel de 19 pies que decía: " ¡Vete Satanás! María aplasta a la serpiente". Los gaiteros tocaron himnos marianos. El entusiasmo de la multitud superaba con creces al del otro bando. La presencia de tantos católicos renovando su rechazo a Satanás humilló al Diablo. Una vez más, perdió.

La cruz es un símbolo religioso

La cruz es un símbolo religioso venerado por la Iglesia católica. A las fuerzas de la oscuridad les encantaría ver la Cruz de la Paz de Bladensburg convertida en un monumento bélico secular. Sin embargo, todos los cristianos saben Quién murió en la cruz hace tanto tiempo. Nuestro Señor dio su vida sobre la cruz, santificando su madera. Cada réplica de la Cruz de Cristo es siempre un recordatorio de servir a Dios hasta el final, con todas las fuerzas y el alma - exactamente lo contrario de lo que hizo Satanás.

Que el Templo Satánico intente apropiarse de este símbolo no sólo es blasfemo, sino también imposible.

Los estadounidenses eligen a Dios y rechazan a Satanás

Los carteles que decían: "Toca la bocina por la Cruz" causaron un alboroto en el tráfico. Muchos levantaron el pulgar, sonrieron o hicieron otros gestos de aprobación de la campaña. Muchos se animaron con el sonido de las gaitas que tocaban himnos tradicionales y religiosos.

Los miembros de la TFP, ataviados con sus hábitos ceremoniales, escoltaron una estatua de la Santísima Virgen hasta un lugar de honor, situándose en un bordillo frente a la cruz. Los participantes en la campaña se mostraron confiados al saber que Satanás es un eterno perdedor, mientras que los hijos de la luz tienen todos los motivos para esperar la victoria.

Al poner la campaña bajo el patrocinio de la Virgen, los participantes en la manifestación tenían asegurada la victoria y la protección. Al fin y al cabo, ningún malhechor tiene el encargo de Dios de ganar - mientras que Dios sí concedió tal promesa a la Santísima Virgen - la "Nueva Eva". 

En su libro La verdadera devoción a María, San Luis de Montfort escribe: "El más terrible de todos los enemigos que Dios ha puesto contra el diablo es su santa Madre, María".  Con una Reina tan augusta como su general, la manifestación tenía asegurada la victoria desde el principio.

Luchando por Dios y por el futuro de América

Este choque espiritual de dos linajes, entre la raza de la Virgen y la raza de la Serpiente, no es un hecho aislado. El Templo Satánico ha asomado la cabeza en muchos actos públicos en los últimos años. Lamentablemente, estas manifestaciones no parecen disminuir.

Así pues, los fieles deben oponerse legal y pacíficamente a estas manifestaciones de satanismo público a cada paso.


trad por RELIGION LA VOZ LIBRE de restore-dc-catholicism.blogspot.com/2021/07/bladensburg-md-literal-confrontation.html