FUENTE: Diario de Sevilla
Es una de esas tragicomedias que comienzan con unas presuntas apariciones marianas ante unas niñas, en un campo utrerano (Utrera, localidad de la provincia de Sevilla, España), en 1968, cuando el mundo (y la Iglesia) comenzaban a ponerse del revés, y terminan en una inmensa tragedia de fundamentalismos anacrónicos, estafas soterradas y abusos sexuales. Así comienza el artículo de Francisco Andrés Gallardo en el Diario de Sevilla.
Bienvenidos (o no) a los territorios del falso papa Clemente. Movistar+ presentaba el pasado 29 de enero “El Palmar de Troya”, serie documental de The Mediapro Studio (a través del trabajo conjunto de las productoras 100 Balas y 93 Metros) que se estrenó en #0 el jueves 6 y que no es el típico reportaje sensacionalista que recala durante unos minutos en el ahora término municipal.
El equipo de Israel del Santo (“Conquistadores. Adventum”) ha estado durante meses en El Palmar añadiendo documentación y nombres para sus recreaciones de ficción, con entrevistas que han llegado a durar tres días con valiosas voces para explicar cómo de una anécdota beata puede edificarse “una de la sectas más tóxicas y peligrosas del mundo”, añade el director.
En las cuatro entregas hay momentos para la comedia, la sorpresa surrealista, para el drama personal y para el horror. Entre los testimonios, el de Antonio León, el profesor de aquellas niñas que creyeron reconocer a la Virgen entre un toro con cuernos verdes y un hombre ahorcado en un lentisco. De ahí a los moscones oportunistas, gente impresionable, un pozo ‘santo’ y una concentración de videntes (entre los que está un taxista, Camilo León, que se extiende con sus vivencias en el documental) que terminaron siendo derrotados por Clemente Domínguez y su compadre Manuel Alonso. Fueron los dos primeros pontífices de esta opereta de fieles encapsulados en otro tiempo, con lavado de dinero y una basílica pastiche a la que los de Movistar+ accedieron sin grabar (“porque nosotros no somos de ir con cámara oculta”, ironiza Del Santo).
Entre tanto asombro, una repisa, que se encontraron “en un chabolo”, repleta de cassettes con la voz de Clemente en éxtasis, pronunciando los supuestos deseos marianos. Entre ellos, el de convencer a una exótica baronesa para que adquiriera La Alcaparrosa, 18 millones de pesetas de 1970. El primer pelotazo de la llamada Iglesia Palmariana, por entonces sólo berlanguiana orden religiosa.
A partir de ahí, de todo, un fugaz obispo vietnamita que ordena sacerdotes, hasta un tercer papa, Ginés, que acaba en la cárcel por asaltar los muros e intentar robar en su antigua casa junto a su amante, su monja de confianza. “Siempre parece que hay un penúltimo capítulo”, agrega Marias Recarte, responsable de contenidos de 93 Metros.
El equipo de “El Palmar de Troya” apenas ha utilizado el 1 % de su material para esas cuatro entregas de los jueves de febrero. El primer capítulo, “Bendita tú eres”, aborda los primeros años del fenómeno y los pilares de la secta. En el capítulo 2, “Entre todas las mujeres”, se exponen todos los excesos del ‘pontificado’ de Clemente hasta que los palmarianos alcanzan su esplendor.
En el capítulo 3, “Cuidaos de los falsos profetas”, se expone la decadencia, con los disidentes y los testimonios de tantos abusos; y cierra “Lobos con piel de cordero”, retrato de los últimos años de un lugar tan siniestro que aún tiene su influencia en centenares de incautos. El lema de la serie lo dice (casi) todo: “Verás cosas, y si no, dirás que las has visto”.
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