Por Carlos Esteban | 07 enero, 2020
A partir del 1 de febrero, según una nueva directiva de Pekín, todas las actividades, manifestaciones y programas de las comunidades religiosas deben contar con la aprobación de la Oficina de Asuntos Religiosos y “predicar los principios y políticas del Partido Comunista Chino”, formando al clero y a los fieles para que “apoyen el liderazgo del Partido Comunista Chino”.
Una vez más, ¿en qué consistía ese acuerdo secreto entre Roma y Pekín, por el que la primera ha reconocido las órdenes sagradas de sacerdotes y obispos de la Iglesia Patriótica, creada y gestionada por los comunistas oficialmente ateos? ¿Qué ventajas ha obtenido para los fieles chinos, que llevan décadas sufriendo persecución, acoso, marginación y martirio por fidelidad a Roma y a la fe?
Cada día que pasa es mayor el estupor. Ahora, las nuevas directivas no se conforman con la pasividad de la Iglesia: esta, a través de su clero, debe predicar una ideología que les condena y que afirma el materialismo y apoyar el liderazgo del mismo partido que les han perseguido y torturado desde la Revolución de Mao. ¿A cambio de qué?
Hoy mismo hemos podido ver a los funcionarios chinos saqueando una iglesia en la provincia de Jiangxi.
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