FUENTE: La Voz del Sur
Mikel Nájera Lorenzo fue expulsado de una congregación de los testigos de Jehová en Jerez de la Frontera (Cádiz, España) tras un juicio interno “cruel” y por un pecado que, diez años después, le devolvió su vida. “Tuve que resetearme por dentro, sigo yendo al psicólogo”, declara. Esta entrevista, publicada por La Voz del Sur, se la ha realizado Paco Sánchez Múgica.
—¿Ahora crees en Dios?
—No. Ahora no creo. No creo en Dios, ni en la Biblia.
—¿Por tu expulsión?
—Ahora veo que, por ejemplo, la Biblia tipifica la fornicación, la homosexualidad, el adulterio… como pecados sexuales, pero curiosamente no pone en ninguna parte que tener relaciones con un menor sea pecado. Incluso pone que el Rey David tenía concubinas muy jóvenes. Qué curioso que te digan un espectro de supuestos pecados sexuales y que de los abusos a menores no se diga nada. Conozco ahí dentro homosexuales que se han visto obligados a casarse o que han estado a punto de suicidarse. Les decían que podían cambiar…
Mikel Nájera Lorenzo, con 39 años, renació hace nueve. En los 29 años anteriores solo encuentra un gran vacío y una gran pregunta que revela su mirada: “¿Cómo no me di cuenta de esto…?”. Una enorme interrogante que no desaparece cuando da el primer mordisco a su tostada de jamón y sorbe el primer trago de café. Hace mucho frío este comienzo de enero. Ha pasado una parte de las vacaciones de Navidad en Andalucía, con los amigos que ha podido ir haciendo en estos años. No tiene pareja en la actualidad, pero podría tenerla, mantener relaciones sexuales, y no tener que casarse con ella.
Cerca de donde hemos quedado, hay un tenderete con revistas y folletos en los que puede leerse: ¿Conoces la Biblia? ¿Quieres una familia feliz? Mikel ahora está acabando la carrera de Ingeniería Informática porque hasta hace no mucho tener estudios superiores le estaba vetado. Este año ha podido comerse las uvas y, si quiere, el 7 de julio estará en el chupinazo para festejar, como buen pamplonica que es, los Sanfermines. El 11 de abril cumplirá 40 años. Mikel celebró su primer cumpleaños a los 30. Antes de eso, solo hay una elipsis y una enorme y devastadora pregunta: “¿Cómo no me di cuenta antes…?.
Antes de poder celebrar su cumpleaños o hacer el amor libremente, Mikel es captado a los cuatro años por los testigos de Jehová. El primero que entra es su hermano mayor. Luego su madre. Luego él, muy pequeño, “me adoctrinaron desde pequeñico, nunca conocí otra cosa”. A su padre, que murió cuando Mikel tenía 18 años, nunca le convencieron, aunque “por amor a mi madre acudía de vez en cuando a las reuniones en el Salón del Reino”. También les prestó alguna vez dinero, “siempre sacan algo”.
“Yo seguía todo a rajatabla, picaba las puertas (la típica imagen del testigo tratando de captar adeptos), hacía los estudios, iba a las reuniones…, te tienen muy, muy entretenido, hacen que estés muy ocupado para controlar tu forma de vida y que no tengas tiempo para pensar. Cuanto menos cuestiones, mejor”, relata en una céntrica cafetería de Jerez, donde da los últimos coletazos a las vacaciones con sus amigos para regresar a su puesto de trabajo en un instituto de FP de Pamplona.
Pronto hará diez años que Mikel fue expulsado de los testigos de Jehová. Mikel se casó virgen a los 25 años. Contrajo matrimonio en 2005 con una chica sevillana que, claro está, era testigo de Jehová. Ambos vivieron un año en Jerez. El padre de la chica trabajaba en El Puerto y era anciano en la congregación Norte jerezana. En esta ciudad del sur de Andalucía, donde los testigos llevan implantados más de medio siglo, hay alrededor de 600 adeptos. Anciano es el máximo estatus que puede tener un adepto en la congregación. Son una especie de líderes que, como en su caso, deciden si te destruyen y te expulsan. El hermano de Mikel ha llegado a anciano. Lleva diez años sin dirigirle la palabra. Ni él, ni su mujer, ni sus dos hijos.
—¿Cuándo se dio cuenta?
—En 2009. Es un tema bastante duro. Me hacen un comité judicial. Si cometes un pecado, que en mi caso fue ser infiel a la que era mi mujer, te sientes tan mal —Jehová “escudriña tu corazón y tu cabeza”— que te ves obligado moralmente a decir lo que has hecho; y ellos fueron extremadamente crueles…
—¿Quiénes?
—En mi caso, un comité judicial con cinco ancianos. Me encerraron a solas en el Salón del Reino y me hicieron una batería de preguntas abusivas: qué había hecho, qué posturas sexuales, qué había dejado de hacer… Esa parte de la religión no la había visto y me impactó. Se predica el amor y, de repente, me encuentro con una encerrona en la que no puedes ni defenderte. Lo pasé fatal, y me acabaron expulsando de la congregación, advirtiéndome: “Vuelve pronto porque si llega el Armagedón serás destruido”.
Acudimos a Wikipedia para ver si el milenarismo va a llegar. “Los Testigos de Jehová son una denominación cristiana milenarista y restauracionista con creencias antitrinitaristas distintas a las vertientes principales del cristianismo”. Santifican a Jehová, Jesucristo ya reina en la tierra, y rechazan el símbolo de la Cruz o la adoración de imágenes o fiestas de origen pagano. No hay infierno, solo el advenimiento del Armagedón que, paradójicamente, solo salvará a unos 144.000 ungidos, los testigos más especiales. Su entidad jurídica —la madre del cordero—, la Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania, fue fundada en 1881 por Charles Taze Russell, quien la presidió hasta su muerte, en 1916.
Según sus publicaciones oficiales, en la actualidad es dirigida por un Cuerpo Gobernante desde su sede principal en Warwick, Nueva York. Sus publicaciones se distribuyen en 240 países y cuentan con 8,4 millones de publicadores activos. Es ingente su patrimonio inmobiliario a base de construir y revender Salones del Reino que sufragan sus abnegados testigos. En El lado cómico de la Watchtower, John Henry Kurtz, su autor, trata de “abrir los ojos a los ciegos”. La confesión religiosa de los testigos cristianos de Jehová, desde su reconocimiento oficial en España en el año 1970 hasta el presente, no ha presentado un balance financiero a sus miembros, según diferentes publicaciones.
Lo peor para Mikel no llega con la culpa, los remordimientos, la humillación. Lo peor es la expulsión. El desierto. “Es un tema bastante cruel porque si te expulsan de la congregación, lo anuncian y todos los miembros de la congregación ya no pueden hablarte, ni te saludan, salvo que vuelvas, y volver es estar unos meses soportando en las reuniones que nadie te hable o te desprecien”.
—¿Contemplan el perdón?
—El perdón lo contemplan, pero con un severo castigo de exclusión social. Te dicen que como testigo solo puedes moverte y tener amistades que sean testigos de Jehová, por lo que si te echan lo pierdes absolutamente todo. Los ves en la calle y son personas amables, educadas, pero el control interno es muy férreo, muy totalitario, es sumisión total. Incluso mi hermano, que es anciano y no quiere perder su estatus, no me habla a día de hoy. Lleva diez años sin hablarme, ponen en contra hasta a tu propia familia.
—¿Y su madre le habla?
—Mi madre es testigo pero no es tan radical, aunque la relación se vio afectada. Mi hermano y su familia, en cambio, son como extraños. Cuando me echaron, no tenía a nadie con quien tomar café, no tenía amigos fuera. Estaba muy mal visto que tuvieras relaciones con quien no fuera testigo. A mi madre tengo que agradecerle que no fuera fanática y me siguiera hablando. Hay fanatismo. No todos lo son, pero sí hay mucho fanático, hasta el punto de preferir morir antes de que le hagan una transfusión de sangre.
—¿O que mueran sus hijos antes que eso?
—Eso es real, lo que pasa que ya la Justicia actúa y obliga al médico a hacer la transfusión necesaria. Pero es un auténtico conflicto, tienen un comité específicamente para eso. Si está consciente el enfermo y duda, van a presionar al médico y al adepto para que no se ponga sangre. Es terrible.
—¿Qué pasa cuando lo expulsan?
—Cuando me expulsaron me di cuenta del tiempo que me habían robado, no era consciente, tenía mucho libre. El día a día es estar muy ocupado, vas a varias reuniones a la semana, haces estudios personales, predicas un número de horas (para que estés bien visto dentro de esa presión social tienes que hacer unas doce horas semanales de picar puertas), estudias libros y revistas que llegan casi cada semana, compartes esos conocimientos con tu familia… Al final, si controlas la información de una persona, controlas a ese individuo. Cuando me echaron me puse a leer… vi que me habían engañado, fue terrible. Me sentía estúpido al ver que era tan obvio el engaño. Aquí intentan tenerte como un esclavo, es un chollo para la organización, consumes sus productos y los distribuyes, captando a más gente para hacer la misma labor que tú. De todo eso te empapas y convierten eso en tu modo de vida, no es una opción, tu vida se basa en eso, en la adoración de Jehová. No hay testigo no practicante.
—¿Hablamos de una secta?
—Tienen una apariencia muy amable, pero es una secta coercitiva totalmente. Llegaron a España en los 70 y se constituyeron como religión por tener un número de adeptos, pero si ves las pautas son las de una secta de manual: dependencia hacia el grupo, control mental y de la información, no puedes cuestionar al líder…
Desde dentro, en un reportaje publicado años atrás por La Voz del Sur sobre los testigos de Jehová en Jerez, rechazan esta consideración: “La terminología de secta significa personas que están siguiendo un líder, un líder humano se entiende, por lo que está fuera de contexto. Nada de eso coincide con lo que somos nosotros”. Hablando de la homosexualidad, en la misma pieza, aseguran: “La homosexualidad no tiene ningún fundamento bíblico que lo justifique. La conducta homosexual, al igual que el matrimonio entre personas del mismo sexo, no tiene base bíblica. Es incompatible en absoluto con la forma de vida del cristiano”.
—¿Nunca tuvo dudas antes del juicio y la expulsión?
—Antes del juicio nunca tuve dudas, estaba adoctrinado, era un autómata, no cuestionaba nada. He aprendido con terapia a cuestionar. Tienes que destruir lo que tienes en tu mente y volver a construirlo. Aunque dejes la organización, estás anulado; me pillaron de niño y me educaron en eso. Ahora más o menos estoy bien, pero gracias a la terapia. Porque volví a Pamplona e hice un amago de volver. Fui a las reuniones, no me hablaba nadie, intenté volver, me llamaron a través de mi madre. Estaba tan solo y tan hecho polvo que lo intenté. Cada cuatro o cinco meses hacen una asamblea, me dijeron que fuera —es muchísima gente y nadie me va a hablar, pensó—. Fue muy desagradable, todo palos. Te maltratan, pero dicen que te comprenden y que te dan la solución. Es el rollo de siempre. En la asamblea, ni siquiera mi hermano me dirigió la palabra, fue humillante. Y ahí dije que aquello era un infierno inaguantable y nunca más volví.
Mikel tuvo que reactivar su vida “poco a poco”. “Intentando socializar sin saber porque es como si te dejaran en medio del desierto. En el Salón del Reino lo tenía todo. Empecé la terapia y traté de ser una persona normal. Aún sigo yendo una vez al mes al psicólogo. Ha sido romper todo y volver a construir, como resetearte por dentro”.
—¿Cómo se siente ahora?
—Me siento muy realizado, pese a que ha sido muy complicado. Tuve que asumir con 35 años que me habían engañado, y eso es muy duro. No está constituido pero estoy en un grupo de ex testigos de Jehová a nivel nacional: tenemos un grupo de WhatsApp, hacemos quedadas, derivamos a gente que viene mal a psicólogos, le contamos nuestra experiencia… Nos hemos salvado de un auténtico infierno. Personalmente, tengo amigos y llevo una vida normal, me encuentro bien, y ese es el mensaje que quiero dar, que puedes estar bien, que no hay peligro como te advierten. Sé que hay gente que tiene dudas; si me leen será un empujón para que sean capaces. Cada vez salen más. Internet ha facilitado las cosas a quienes dudan. Yo estoy contento. Es como si sales de una cárcel, me siento liberado, ya no me siento culpable; puedo tener una novia y no me tengo por qué casar.
Mikel cuenta que hay quien lleva doble vida siendo testigo. Pueden expulsarte si fumas o si eres homosexual y, como ha habido casos, “no te casas con una mujer o no haces nada por cambiar”. Sin embargo, si conoces un caso de abuso sexual o de abuso a menores ahí dentro, olvídate de acudir a la Policía a denunciar. “No quieren escándalos, no quieren dañar la marca, por lo que ya ellos se encargan a nivel interno de abordar el asunto”. Cuando picas puertas, cuenta Mikel, hay rechazo y “portazos”, pero “se aprovechan de los vulnerables, de quienes por ejemplo ha perdido a un ser querido. Cuando llegas por primera vez al Salón del Reino es una bomba de amor, conoces a sesenta personas en media hora, todas te agasajan, todas te animan. Es un subidón. Pero luego llegan los palos. Hay tantas restricciones que a lo largo de tu vida, en alguna caes”.
¿Cómo no me di yo cuenta de esto?, disparan los ojos de Mikel, que habla pausadamente, como con algo siempre en su cabeza rondando. “No piensas, pero ahora me siento bien y realizado, me gusta mucho ayudar a la gente que sale, que lo hace muy machacada psicológicamente. Me hace sentir bien contar mi experiencia e ir ayudando. Me gustaría escribir un libro contando mi experiencia”.
—¿Está en contra de la religión?
—Adorar a Buda está muy bien, pero que sea una opción de vida voluntaria, que no te coaccionen, que no tengas que pagar este precio tan alto. Vas a la Iglesia el domingo solo si quieres…
El 11 de abril Mikel cumplirá 40 años. Volverá a celebrarlo. El Armagedón no habrá llegado. “Han dado tantas fechas… ya lo último que dicen es que será inminente”.
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