"La humanidad no encontrará la paz hasta que no vuelva con confianza a mi Misericordia" (Jesús a Sor Faustina)

domingo, 1 de noviembre de 2020

Las pseudoterapias: a pesar de algunos apoyos, siguen causando muertes.

 

FUENTE: Consalud.es


Un total de 2.750 expertos, entre científicos y personal sanitario, de 44 países han firmado el primer Manifiesto Internacional contra las Pseudociencias en la salud. El manifiesto ha sido organizado por 11 asociaciones en una colaboración internacional, y está escrito en 11 idiomas con un mensaje claro: las pseudociencias matan. Algo todavía más evidente en tiempos de pandemia, donde la sustitución de medidas sanitarias y la proliferación de falsos tratamientos por culpa de prácticas pseudocientíficas, le ha costado la vida o ha producido intoxicaciones alrededor de todo el mundo.


 


En España la mayoría de los colegios profesionales rechazan con contundencia las pseudociencias y pseudoterapias, salvo el Colegio Oficial de Médicos de Valencia, que no condena este tipo de prácticas, tal y como se refleja en la trayectoria de apoyo seguida en los últimos años. Es el caso de uno de sus consejeros (vocal del Colegio desde hace varias legislaturas), el doctor Rafael Torres, ex presidente de la Asociación Española de Médicos naturistas, según informa Consalud.es.


 


El Colegio Oficial de Médicos de Valencia se trata del único Colegio Oficial de nuestro país que cuenta con un defensor de las pseudociencias. Una defensa que ejerce férreamente a través de su página web alabando técnicas como la ozonoterapia, terapia neural y otros tratamientos basados en Medicina Naturista, entre cuyos principios Rafael Torres destaca que “es el paciente y no el médico el responsable de su salud”. No se trata únicamente de que no funcionen estas pseudociencias, sino que ponen en peligro miles de vidas cada año en todo el mundo, tal y como indica el manifiesto con el que abríamos estas líneas.


 


En este se recogen algunas de las muertes que se han producido por el uso de pseudoterapias en todo el globo: “Matan a miles de personas, con nombres y apellidos. Como Francesco Bonifaz, de 7 años, a quien su médico le dio homeopatía en lugar de antibióticos. Murió en Italia. Como Mario Rodríguez, de 21 años, que fue tratado con vitaminas para su cáncer. Murió en España. Como Jacqueline Alderslade, de 55 años, cuyo homeópata le dijo que dejara su medicación para el asma. Murió en Irlanda. Como Cameron Ayres, de 6 meses, cuyos padres no quisieron darle “medicina científica”. Murió en Inglaterra. Como Victoria Waymouth, de 57 años, a ella le recetaron un medicamento homeopático para tratar sus problemas cardíacos. Murió en Francia. Como Sofía Balyaykina, de 25 años, que tenía un cáncer curable con quimioterapia, pero le recomendaron un “tratamiento alternativo” de picaduras de mosquitos. Murió en Rusia. Como Erling Møllehave, de 71 años, en su caso un acupuntor le atravesó su pecho con una aguja y dañó su pulmón. Murió en Dinamarca. Como Michaela Jakubczyk-Eckert, de 40 años, cuyo terapeuta le recomendó la Nueva Medicina Germánica para tratar su cáncer de pecho. Murió en Alemania. Como Sylvia Millecam, de 45 años, su sanadora de la Nueva Era le prometió curar su cáncer. Murió en los Países Bajos”.


 


La directiva europea 2001/83/CE ha permitido que cientos de miles de ciudadanos europeos sean engañados a diario. Se les ha ofrecido a importantes lobbies la posibilidad de redefinir qué es un medicamento, y ahora venden azúcar a personas enfermas y les hacen creer que puede curarles o mejorar su salud. Esto ha ocasionado muertes, y lo seguirá haciendo, hasta que Europa admita una realidad indiscutible: el conocimiento científico no puede doblegarse ante los intereses económicos de unos cuantos, máxime si eso implica engañar a pacientes y vulnerar sus derechos.


 


Europa se enfrenta a otros problemas de salud pública muy serios. La medicalización excesiva de la población, la generación de bacterias multirresistentes o los problemas de financiación de los sistemas públicos de sanidad ya son demasiado graves como para añadir, además, la presencia de gurús, falsos médicos o incluso médicos titulados que dicen poder curar el cáncer (o cualquier otra enfermedad) manipulando chakras, comiendo azúcar o aplicando “frecuencias cuánticas”.


 


Europa debe luchar de forma activa por erradicar las estafas de salud pública que implican las más de 150 pseudoterapias presentes en nuestro territorio. La vida de miles de ciudadanos depende de ello. De hecho, según estudios recientes, el 25.9% de los europeos han utilizado pseudoterapias en el último año, es decir, 192 millones de pacientes engañados.


 


El peligro real de las pseudociencias


 


Un claro ejemplo del peligro que suponen las pseudociencias, especialmente en el escenario de pandemia en el que nos encontramos, lo vemos con el agricultor y divulgador de estas Josep Pàmies. En los últimos meses ha estado difundiendo sin ningún tipo de control su peligrosa teoría negacionista en Cataluña. Ha cobrado nuevamente protagonismo mediático por sus mensajes acerca de la cura de la Covid-19 mediante remedios naturales. Recomienda el MMS o la seta reishi entre otros productos para evitar los contagios por coronavirus. “Con el MMS solucionamos el coronavirus en pocos días”, aseguraba el pasado mes de febrero. Cabe señalar el MMS es un producto cuya venta únicamente está autorizada como desinfectante.


 


Josep Pàmies es conocido por publicitar y sostener que ingerir clorito de sodio cura el autismo, un compuesto declarado ilegal por la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (Aemps) desde 2010 por sus efectos adversos y que, actualmente, es un químico industrial que se utiliza como lejía para blanquear el papel, entre otros.


 


Existe la creencia de que hay un conflicto entre la libertad de elección de un tratamiento médico y la eliminación de pseudoterapias, pero no es cierto. Según el artículo 25 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, toda persona tiene derecho a la asistencia médica. Mentir a los enfermos para venderles productos inservibles que pueden matarlos incumple el derecho de los ciudadanos a recibir información veraz sobre su salud. Así que, aunque un ciudadano tiene derecho a renunciar a un tratamiento médico estando correctamente informado, también es cierto que nadie tiene derecho a mentirle para obtener lucro económico a costa de su vida.


 


El peligro de las pseudociencias no solo está en la sustitución de tratamientos efectivos por otros engañosos. Además, existe un obvio retraso en la atención terapéutica en todos aquellos enfermos que, ante los primeros signos de una enfermedad, reciben productos falsos en lugar de medicamentos. Muchas veces, cuando llegan a la medicina, ya es demasiado tarde. También, varias de estas prácticas tienen efectos graves por sí mismas y pueden producir daños, e incluso la muerte, debido a sus efectos secundarios.


 


El mal argumento utilizado como defensa por los pseudoterapeutas y los defensores de las pseudociencias, es que la medicina también provoca efectos secundarios. Es verdad, pero la gran diferencia radica en que las pseudociencias no pueden curar o mejorar una enfermedad por lo que estamos ante una falsa dicotomía. De lo único que se trata es de engañar a una persona enferma que asume los riesgos de las consecuencias de su enfermedad entre las que puede estar la muerte por no recibir un tratamiento efectivo.


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