Una característica fundamental en una secta destructiva y peligrosa -como la secta comunista, entre otras- es la mentira: para esta secta, no valen nada las palabras de Jesús, según las cuales el Demonio es "el Padre de la Mentira" (Jn 8, 44) y por eso es que pueden mentir impunemente, diciendo una cosa un día y negándola al otro día, afirmando algo radicalmente opuesto a lo que dijo ayer.
Hay una secta en particular, disfrazada de partido político, que demuestra con los hechos lo que estamos diciendo acerca de la mentira. Esta secta, que des-gobierna Argentina desde hace setenta años y la condujo a un inicio de guerra civil en los años setenta, dice así en su himno oficial: "combatiendo al capital". Se trata de una mentira vil, puesto que sus dirigentes, que cantan "combatiendo al capital", se colocan, teóricamente, en lado socialista y comunista del arco político, pero en lo personal, estos sectarios aman los dólares estadounidenses a tal punto, que los mismos capitalistas los envidian. Y son tan capitalistas, que un trabajador común, con un salario promedio de cien dólares en la Argentina de hoy -salario más bajo que Haití, que es de 104 dólares-, debería trabajar más de cuatrocientos años -literalmente hablando- para acumular lo que este pseudo-comunista y dirigente sectario tiene en UNA de sus cuentas bancarias. Ni combaten al capital -porque lo acumulan para ellos- ni se preocupan de las necesidades del pueblo -sólo se preocupan por enriquecerse y acumular poder-: es una muestra, sólo una muestra, de cómo la secta que des-gobierna Argentina, miente descaradamente. Mientras llaman "oligarcas" a los esforzados trabajadores rurales, ellos acumulan dólares en paraísos fiscales y propiedades lujosas en Estados Unidos. En el fondo, la pertenencia a la secta disfrazada de partido político, es apostatar del Dios Verdadero y adorar a un hombre, cuya ideología fundió a un país como Argentina.
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