"La humanidad no encontrará la paz hasta que no vuelva con confianza a mi Misericordia" (Jesús a Sor Faustina)

martes, 6 de octubre de 2020

Condena de prisión para una de las implicadas en el caso de la secta Nxivm

 Clare Bronfman fue condenada a seis años y nueve meses de prisión por su implicación en el grupo de trata sexual Nxivm. Bronfman, heredera de la fortuna de la empresa de licores Seagram y benefactora de la secta Nxivm, liderada por Keith Raniere, se declaró culpable en abril de 2019 de albergar a migrantes por “trabajo y servicios” no remunerados. También admitió que cometió fraudes con tarjetas de crédito, según informa BBC. El pasado 30 de septiembre entró en prisión para comenzar su condena inmediatamente después de la sentencia emitida en Brooklyn, Nueva York.


En una carta a los jueces el mes pasado Bronfman dijo que “nunca quiso lastimar a nadie”. “Lo siento profundamente”, señaló. Pese a sus reparos, la detenida afirmó que Nxivm cambió mucho su vida “para mejor” y que no denunciará a Raniere. Los investigadores creen que la organización es en realidad un sistema de explotación sexual disfrazado de grupo de autoayuda. Hasta ahora, seis personas fueron acusadas como parte de la investigación, incluidos Raniere, de 57 años, y la actriz de la serie televisiva “Smallville” Allison Mack, de 35.


¿Qué es Nxivm?


Nxivm, que se pronuncia “Nexium”, se formó en 1998 como un programa de autoayuda. Según el grupo llegó a trabajar con más de 16.000 personas. En su sitio web, Nxivm se describió a sí misma como una “comunidad guiada por principios humanitarios que busca empoderar a las personas y responder preguntas importantes sobre lo que significa ser humano”. A pesar de su lema de “trabajar para construir un mundo mejor”, Raniere fue condenado el año pasado por supervisar un sistema de “amo y esclavo” dentro del grupo.


En el juicio del año pasado se demostró que Nxivm operaba como una secta. Los fiscales dijeron al tribunal que los miembros formaron una hermandad secreta de “esclavos” a los que les “lavaron el cerebro” y que fueron marcados con las iniciales de Raniere y obligados a tener relaciones sexuales con él. Bronfman estaba en la junta ejecutiva de Nxivm y, según las investigaciones, le dio a Raniere decenas de millones de dólares para impartir las llamadas clases intensivas de superación personal.


También se señala que pagó por los abogados del grupo cuando se presentó una demanda contra la organización. El abogado que representa a Bronfman argumentó que la acusada debería haber recibido una sentencia más indulgente porque no estaba directamente involucrada en las graves acusaciones contra Nxivm. Además, se señala que tiene una condición de salud previa que puede hacerla más vulnerable al coronavirus en prisión. Sin embargo, los fiscales dijeron que debería recibir una condena alta porque “Raniere no habría podido cometer los crímenes por los que fue condenado si no fuera por poderosos aliados como Bronfman”.


Otros detalles


Según relata Maite Morate en el diario español El País, la llegada de Bronfman a Nxivm fue propiciada por su hermana Sara, que en 2002 acudió por primera vez a uno de los carísimos cursos intensivos de coaching que impartía Executive Success Programs (el germen de Nxivm), una entidad fundada por Raniere en 1998 que llegó a tener tentáculos en 30 países y por cuyas charlas pasaron más de 16.000 personas, entre ellas ricas herederas, famosas actrices de Hollywood, graduados en elitistas universidades y grandes empresarios.


Sara y Clare Bronfman nacieron de la tercera esposa de su padre, el magnate Edgar M. Bronfman, un hombre de negocios canadiense-estadounidense que trabajó para la empresa de bebidas destiladas Seagram, de la que finalmente se convirtió en presidente, tesorero y director ejecutivo. Ambas son 20 años más jóvenes que sus hermanos, quienes a diferencia de ellas tienen estudios universitarios y reputados trabajos. Según contó Vanity Fair en 2010, después de que Edgar Bronfman y su tercera esposa se separaran, las niñas, que entonces tenían siete y cuatro años, se criaron con su madre entre Kenia e Inglaterra.


A comienzos de la década de los 2000 y cumplida la mayoría de edad, Clare, quien entonces intentaba triunfar como amazona tras competir en concursos internacionales y abrir su propia cuadra para entrenar caballos, fue persuadida por su hermana para adentrarse en el grupo que, con su sede en Albany, Nueva York, ofrecía a sus miembros talleres para superar obstáculos psicológicos. Al principio, Clare Bronfman mostró poco interés en unirse a Nxivm, pero tras varias reuniones con el líder Raniere, de quien aparentemente se enamoró, acabó dentro. Pero no fue una creyente más. Su estatus y ser la heredera de un ingente patrimonio le abrió pronto las puertas al círculo de élite de la organización.


Durante más de una década, las hermanas Bronfman utilizaron sus fortunas para financiar Nxivm de diversas formas. Según The New York Times, Clare Bronfman se convirtió en un verdadero cajero automático para Raniere. Movió contactos para que el Dalai Lama visitara Albany y puso a disposición del grupo su jet privado para transportar a las celebridades a las que intentaban reclutar. Documentos judiciales estiman que gastó al menos 116 millones de dólares (98 millones de euros). Financió las demandas de la organización y obtuvo patentes para las invenciones Keith Raniere. Pero Sara y Clare no fueron las únicas de la familia Bronfman que participaron en algún momento en la organización. El propio magnate de la licorería Seagram acudió a algunos talleres en los inicios de sus hijas, aunque rápidamente se volvió enemigo de Nxivm, grupo que calificó de “secta” y “lavadero de cabeza” en un artículo de Forbes de 2003, 10 años antes de su muerte.


Sara finalmente se casó y tuvo hijos, y su participación en el grupo disminuyó. Pero Clare y su fortuna se mantuvieron fieles. Después de que en 2017 se hicieran públicas las prácticas secretas de Nxivm, Bronfman salió en defensa de Keith Raniere, un ex programador informático de 60 años que sigue en la cárcel a la espera de una condena acusado de ejercer un control psicológico, económico y sexual entre sus acólitas y cuya pena podría alcanzar la cadena perpetua. “He visto muchas cosas buenas de nuestros programas y del mismo Keith”, escribió Bronfman en su carta. “Sería una tragedia perder las ideas y herramientas transformadoras que continúan mejorando la vida de tantas personas”.


Bronfman, de 41 años, que ha estado en su lujoso apartamento de Brooklyn bajo arresto domiciliario desde 2018 tras el pago de 100 millones de dólares (87 millones de euros) de fianza, se declaró culpable en abril del año pasado de los cargos de conspiración y uso fraudulento de identificación. Además, admitió que cometió fraude con tarjetas de crédito en nombre del líder de la secta. Este miércoles el juez de la corte federal de Brooklyn, Nicholas G. Garaufis, la acusó también de utilizar su dinero para silenciar a las víctimas y críticos del grupo. “[Bronfman] utilizó su increíble riqueza e intentó usar su estatus social y conexiones no solo para apoyar el trabajo de Nxivm, sino también como un medio para intimidar, amenazar y vengarse de las personas que se atrevieron a desafiar su dogma”, aseguró el juez. Unas creencias que no se sabe si Clare Bronfman perderá durante sus 81 meses en prisión o a las que se agarrará con más ahínco que nunca.


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