Brutales sacrificios de niños en el Perú precolombino entre los años 1400 y 1450
El Holocausto de Huanchaco: imaginad lo que dirían si esto lo hubiesen hecho los españoles
A finales de agosto, un diario peruano publicó una escalofriante noticia sobre el Holocausto de Huanchaco, perpetrado en la primera mitad del siglo XV en el noroeste del Perú actual.
Abrieron el pecho y arrancaron el corazón a decenas de niños en un solo día
Esto es lo que dice la citada noticia del diario peruano La República: “Ni en la más taquillera película de terror se ha visto una ceremonia tan espeluznante como la que ocurrió hace poco más de 500 años en los arenales que rodean el balneario de Huanchaco, en Trujillo. Aún estaba fresco el barro que dejó un aluvión provocado por un fenómeno de El Niño cuando decenas de niñas y niños fueron sacrificados de la manera más atroz: a cada uno le abrieron el pecho, separaron el esternón y le arrancaron el corazón. Lo mismo hicieron con decenas de llamas. Ataron sus patas antes de extraerles el corazón”. Podéis ver aquí el vídeo publicado por el diario peruano en su noticia:
Según La República, esa matanza se llevó a cabo “en un solo día. La fecha exacta jamás se conocerá, pero los análisis apuntan al período que existe entre los años 1400 a 1450, es decir, un siglo antes de la conquista española del Tawantinsuyo“. La noticia incluye declaraciones del doctor Gabriel Prieto Burmester, director del equipo arqueológico que trabaja en las excavaciones de Huanchaco, en Trujillo: “En la zona de Huanchaquito hemos desenterrado 140 niñas y niños, pero a solo un kilómetro, en Pampa La Cruz, hemos descubierto recientemente 122 cadáveres de niños que también fueron sacrificados. No sabemos si en el mismo evento”. El Perú precolombino no fue el único sitio en el que se dieron estas monstruosas prácticas. La República también señala que en Méjico, “el arqueólogo Leonardo López Luján descubrió evidencias de un sacrificio masivo de 48 niños”.
El precedente de los macabros hallazgos de Tenochtitlán, en Méjico
Los sacrificios relatados por el diario La República fueron cometidos por la cultura chimú, que habitó las costas septentrionales de lo que es hoy en día Perú. No fue la única cultura precolombina de América que cometió esas atrocidades. El año pasado fue descubierta una torre de cráneos en Tenochtitlán, Méjico un monstruoso monumento azteca del que ya dio testimonio Andrés de Tapia, acompañante de Hernán Cortés, en 1521. Un testimonio que muchos consideraron una mentira creada para justificar la lucha de los conquistadores contra los aztecas. Al final la arqueología demostró que era verdad. Como ya señalé aquí, en una carta fechada en 1524, Fray Juan de Zumarraga, primer Obispo de México, señalaba que en Tenochtitlán sacrificaban a sus ídolos a más de 20.000 personas cada año y a más de 72.000 en todo el Imperio azteca, entre ellos 20.000 niños. El historiador mexicano Mariano Cuevas (1879-1949) cifró esos sacrificios en 20.000 anuales en Tenochtitlán, y señaló que “nos quedamos cortos” si ciframos en 100.000 sacrificios anuales los perpetrados en todo el Anáhuac, nombre dado por los aztecas a su imperio.
Torre de calaveras en Tenochtitlán, con los restos de hombres, mujeres y niños víctimas de los sacrificios humanos en el Imperio azteca
La arqueología está desmontando la leyenda negra antiespañola
Desde hace algún tiempo la ultraizquierda de varios países americanos ha extendido una leyenda negra sobre la América española, acusando a España de cometer un “genocidio”, una acusación falsa que suele ir asociada con ataques al Cristianismo e incluso a la lengua española, que fueron los dos principales elementos civilizadores de España en el Nuevo Mundo. Por supuesto, la presencia española en ese continente no estuvo exenta de errores y abusos, pero dista mucho de lo que afirma esa leyenda negra. De hecho, si algo se puede decir de los españoles no es que cometiesen un genocidio, sino que pusieron fin a uno: el que cometían pueblos como los aztecas, los incas, los olmecas, los teotihuacanos, los toltecas, los totonacas, los mochicas y los muiscas contra sus vecinos e incluso contra sus propios compatriotas, niños incluidos. La arqueología está demostrando ahora las falsedades de esa leyenda negra, que iba asociada a una leyenda rosa sobre la América precolombina, como si fuese un paraíso de paz, tolerancia y concordia.
Imaginemos por un momento lo que dirían algunos si las evidencias de sacrificios humanos en América señalasen a los españoles y no a las culturas precolombinas: ahora mismo la extrema izquierda estaría promoviendo una campaña antiespañola mucho más feroz que la actual. La paradoja es que muchos habitantes de la Hispanoamérica actual son descendientes de españoles, que lejos de crear barreras raciales como las establecidas por los británicos en Norteamérica, se mezclaron con la población indígena en un ejemplo de mestizaje que no es nada frecuente en la historia humana. De hecho, lejos de tener planteamientos racistas, España fundó en América 23 universidades abiertas a los indígenas a partir de 1533, cuando se construyó el Colegio de la Santa Cruz en Tlatelolco, en Nueva España (actual Méjico), que fue la primera institución de educación superior de todo el continente. En Norteamérica, los alumnos no blancos no pudieron acceder a ninguna universidad hasta bien entrado el siglo XIX. Ya va siendo hora de que nos decidamos a acabar con tanta leyenda negra antiespañola, unos mitos basados en burdas mentiras y que tienen como fin arrebatar a los habitantes de Hispanoamérica su herencia cultural. Algo tan absurdo como si a los españoles nos quisiesen arrebatar nuestras raíces latinas.
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