Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por diferentes actos vandálicos sufridos por imágenes de la Virgen en diversas partes del mundo, a cargo de feministas pro-abortistas. Para mayores datos, consultar el siguiente enlace:
https://www.facebook.com/noeliagd/posts/3056923631080460
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido
perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres
veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto inicial: “Postrado a vuestros pies, humildemente”.
Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer
Misterio (a elección).
Meditación.
No es verdad afirmar que el pecado no puede ser vencido por
la gracia: el pecado no puede ser vencido con las solas fuerzas de la
naturaleza humana, pero con la gracia, el alma puede vencer todo tipo de
tentación, al tiempo que cualquier clase de pecado, por horrible que sea, le es
quitado del alma por la acción de la gracia santificante de Jesucristo,
adquirida para nosotros al precio de su sacrificio en la Cruz.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Segundo Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
El Profeta Isaías dice que “los que confían en el Señor
mudarán la fortaleza y tomarán alas de águila y volarán, correrán y no
trabajarán” (40, 31), queriendo significar con esto la acción de la gracia en
el alma, que permite evitar toda tentación y que también quita toda clase de
pecado en el alma. Por esta razón otro Profeta, Abacuc, llama a Dios “su
fortaleza” en todos los peligros, porque así como el sol clarifica al aire,
así, por usar el cristiano de la ayuda de Dios como de propias fuerzas, le
llamamos, junto al Profeta, “nuestra fortaleza”[1].
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Tercer Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Quien vence en la batalla espiritual contra la tentación y
el pecado es Dios y no nosotros[2]:
si nosotros vencemos, es por la gracia de Jesucristo que obra en lo más
profundo de nuestro ser, comunicándonos de la fortaleza y de la santidad
divinas. Es esto lo que hace que un alma pueda enfrentar cualquier tentación,
aun la más fuerte de todas, sin caer, y es lo que hace que desaparezca del alma
el pecado, por grande y espantoso que éste sea.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Afirma un autor que “la gracia da fuerzas para extirpar los
vicios y practicar las virtudes”. En efecto, dice San Agustín: “Más fuerzas
tiene el alma para refrenar la carne porque no dé armas a la maldad, que la
misma concupiscencia carnal para incitar el apetito, si es ayudada el alma con
la gracia de Dios; por lo cual está escrito (Gn 4, 7): ‘Debajo de ti estará tu apetito y tú lo dominarás’”[3]. El
santo, por experiencia propia, se dio cuenta que esto era verdad, porque él
escribió acerca de la experiencia en la lucha contra la tentación y el pecado
que él tuvo y tal fue el éxito de la gracia en su alma, que de pecador que era,
se convirtió en uno de los más grandes santos de la Iglesia de todos los
tiempos.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Quinto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
En San Agustín se produjo una grande lucha entre la carne y
el espíritu y San Agustín salió triunfante cuando, por la acción de la gracia
en él, pudo quebrar las ataduras con las que lo amarraba el pecado; luego de
esto, se determinó de una vez y para siempre, arrojarse en los brazos de Dios y
servirlo a él y no al pecado. Dice así San Agustín: “¡Cuán suave me fue carecer
de estas burlerías que antes temía perder y ya gusto de haberlas dejado! Tú las
quitabas de mí, Señor, suavidad inmensa y su lugar entrabas a darme contento,
no según la carne y sangre, sino según el espíritu: me dabas luz y Tú, que eres
más claro que toda luz y más interior que todo lo que hay de escondido y
secreto, más levantado que toda cumbre y altura, aunque esto no lo descubres a
los entonados y que se pagan de sí mismos”[4]. Con
la gracia santificante, entonces, no solo vencemos toda tentación, no solo se
nos quita todo pecado, por grande que sea, sino que nuestra alma se llena de la
luz de Dios, que por ser luz de Dios, es Vida divina y eterna.
Oración
final: “Dios
mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen,
ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del
mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los
cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su
Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la
conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.
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