Por: Miguel A. Pastorino
Consultar a tales personas es un acto de infidelidad a Dios.
Todas las formas de adivinación, son una realidad que cuestiona a los creyentes que se declaran cristianos católicos. Porque son cada vez más los fieles que consultan a videntes y adivinos, por problemas personales, enfermedades, conflictos emocionales o por la simple curiosidad acerca del futuro. Otros se preguntan si esas prácticas son compatibles con su fe cristiana.
En el mundo postmoderno, las consultas a médiums espiritistas, astrólogos, brujos, "parapsicólogos", chamanes, clarividentes, tarotistas, curanderos, y toda clase de mancias (quiromancia, cartomancia, etc.), han dejado de ser un tabú supersticioso que convivía con la modernidad en forma discreta, para convertirse en algo cotidiano, socialmente aceptado, con una creciente presencia en los medios de comunicación.
Tanto en la TV, la Radio e internet, como en la educación, o en la familia, hoy no se distingue la evidencia científica de la superstición, la creencia religiosa de la magia, la fantasía de la realidad. Y así tenemos personas que ven documentales pretendidamente "científicos" sobre extraterrestres, espíritus que habitan casas abandonadas o personas que ven el futuro, creyendo que todo eso es verdad demostrada por la ciencia. La falta de pensamiento crítico y de una fe madura, arrastra a muchos creyentes a permanecer en creencias mágicas y a llenarse de miedos supersticiosos.
¿Libertad o destino?
La creencia en la adivinación del futuro, niega en sentido estricto, la libertad del ser humano. Aceptar que alguien puede adivinar el futuro con certeza absoluta, es afirmar que hay un destino del que no se puede escapar, y negaríamos la libertad en la que Dios nos creó. Cada persona es libre de construir su propia historia. Aunque estemos condicionados por muchas causas culturales, sociales, biológicas y psicológicas, seguimos siendo libres de decidir lo que hacemos con nuestra vida. Lo cierto es que muchos por curiosidad o ansiedad, miedo o superstición, desearían saber de antemano su futuro posible, como forma de querer controlarlo todo.
¿Superstición dentro de la Iglesia?
En este clima sociocultural en que nos movemos, los cristianos se ven desafiados en su fe, por el pensamiento mágico, que se filtra imperceptiblemente en la misma vivencia de la fe. Esta realidad se hace evidente cuando se presentan las verdades de la fe católica en modo infantil, mágico y supersticioso; o cuando se usan rosarios, agua bendita y medallas, no como sacramentales, sino como amuletos mágicos, que tienen poderes en sí mismos, sin referencia a la fe en Dios. O cuando se predica del demonio no desde la perspectiva católica, sino desde un dualismo maniqueo, donde coexisten dos fuerzas iguales y antagónicas, sumergiendo a los creyentes en el miedo y la superstición.
El Catecismo de la Iglesia Católica enseña que:
"La superstición es la desviación del sentimiento religioso y de las practicas que impone. Puede afectar también al culto que damos al verdadero Dios, por ejemplo, cuando se atribuye una importancia, de algún modo, mágica a ciertas prácticas, por otra parte, legítimas o necesarias. Atribuir su eficacia a la sola materialidad de las oraciones o de los signos sacramentales, prescindiendo de las disposiciones interiores que exigen, es caer en la superstición" (2111).
Este tipo de mentalidad, predispone a una mayor credulidad en toda clase de propuestas mágicas y supersticiosas, cuando no, esotéricas y pretendidamente paranormales. La falta de formación en la propia fe y el ambiente cultural propicio al sincretismo y el relativismo religioso, les impide ver la incompatibilidad de estas creencias y prácticas con la fe cristiana.
El discernimiento: ¿Causas naturales o sobrenaturales?
La Iglesia Católica, al igual que la ciencia, sostiene un principio básico de prudencia y objetividad, que ante un hecho extraordinario, no debe darse una respuesta de orden metafísico, preternatural o sobrenatural, si puede ser explicado naturalmente. Como en el caso de los exorcismos, cuando se han agotado las posibilidades de explicaciones naturales y de asistencia científica, se puede pensar en la posibilidad -no certeza- de un orden no natural (J.M. Baamonde).
El mismo Ritual de exorcismos pide que el exorcista no realice el rito hasta haber realizado una exhaustiva investigación, descartando enfermedades psicológicas, excesiva credulidad, superstición, y toda clase de posibles situaciones confusas; sin por ello dejar de asistir espiritualmente a las personas. El Catecismo dice también: "Es importante asegurarse, antes de celebrar el exorcismo, de que se trata de una presencia del maligno y no de una enfermedad" (1673).
La prudencia de la Iglesia para pronunciarse ante fenómenos extraordinarios, tiene sus razones ampliamente difundidas y conocidas en los documentos magisteriales. El mismo criterio debe aplicarse a todos los demás fenómenos supuestamente extraordinarios. Aunque existan casos de exorcistas, que por su opinión personal se alejen de la doctrina de la Iglesia, hay que recordar que la fe de los católicos no se guía por opiniones particulares, sino por el Magisterio de la Iglesia.
¿Y en el caso de los adivinos y videntes?
En el caso de la adivinación, está ampliamente demostrado que la mayoría de los supuestos videntes y adivinos, son un verdadero fraude, que utilizan técnicas ampliamente conocidas y estudiadas por la psicología, para engañar y estafar a las personas que con credulidad aceptan que les están adivinando su vida y su futuro. Las conocidas profecías cumplidas de astrólogos y videntes, son simplemente la asociación de acontecimientos cotidianos con predicciones vagas del pasado, que al crédulo que confía en ellos, le confirma que le adivinaron el futuro.
También es cierto que hay algunos casos excepcionales, que no han sido explicados en su totalidad. En casos extraordinarios, en que alguien pudiera adivinar algo del futuro de una persona, no sería un destino inmodificable lo que ve, sino una predicción posible; y al cristiano le está prohibido consultar a una persona que diga tener ese "don", por las razones que el catecismo explica con claridad. Es un acto de infidelidad a Dios, de falta de confianza en él, y de idolatría, por poner fe en realidades ajenas al único Dios vivo y verdadero. Además, mediante estas prácticas ocultistas, las personas abren su vida espiritual a una posible influencia maligna. Sea por las razones que sea, la consulta a estos personajes, es una opción contraria a la fe cristiana.
El afán de conocer el futuro es un deseo de control y una negación de la fe y la confianza en la providencia de Dios. Además, el ocultismo esotérico y las diversas mancias, tienen una visión del hombre, del cosmos y de la vida, que diverge radicalmente de las concepciones judeocristianas contenidas en la Biblia.
Y si no son católicos los que preguntan, también hay que ayudarlos a no dejarse estafar, a no dejarse confundir, y especialmente a no caer en las redes del ocultismo y la superstición, que nunca llevan a buen puerto. Acercarse a la práctica del espiritismo, la adivinación, y la consulta a supuestos videntes, es abrirle una puerta al maligno y una forma segura de apartarse de la fe en Dios y por lo tanto, de vivir en el miedo, la inseguridad y la falta de esperanza.
¿Qué enseña la Biblia?
"Cuando hayas entrado en la tierra que el Señor tu Dios te va a dar, no imites las abominaciones de aquellos pueblos. Que nadie entre los tuyos sacrifique en el fuego a su hijo o a su hija; que nadie practique la adivinación, la astrología, la hechicería o la magia; que nadie consulte a las almas o a los espíritus, ni evoque a los muertos. Quien hace estas cosas es detestable ante el Señor" (Deuteronomio, 18,9-14).
¿Qué enseña la doctrina de la Iglesia?
"Dios puede revelar el porvenir a sus profetas o a otros santos. Sin embargo, la actitud cristiana justa consiste en entregarse con confianza en las manos de la providencia en lo que se refiere al futuro y en abandonar toda curiosidad malsana al respecto...
Todas las formas de adivinación deben rechazarse: el recurso a Satán o a los demonios, la evocación de los muertos, y otras prácticas que equivocadamente se supone "desvelan" el porvenir. La consulta de horóscopos, la astrología, la quiromancia, la interpretación de presagios y de suertes, los fenómenos de visión, el recurso a "médiums" encierran una voluntad de poder sobre el tiempo, la historia y , finalmente, los hombres, a la vez que un deseo de granjearse la protección de poderes ocultos. Están en contradicción con el honor y el respeto, mezclados de temor amoroso, que debemos solamente a Dios.
Todas las prácticas de magia o de hechicería mediante las que se pretende domesticar potencias ocultas para ponerlas a su servicio y obtener un poder sobrenatural sobre el prójimo -aunque sea para procurar la salud-, son gravemente contrarias a la virtud de la religión... Llevar amuletos es también reprensible..." (Catecismo de la Iglesia Católica, 2215-2117).
El futuro no está en las estrellas, sino en nuestras manos
Mons. Jean Vernette, uno de los mayores especialistas en estos temas, lo sintetizaba de modo simple y claro: "Dios no es un director de teatro que ha fijado hasta el más mínimo detalle de todos nuestros pasos. No nos ha fabricado un destino, trazado de antemano. Nos ha dado la libertad. Así que no va a renegar de su obra, quitándonos con una mano lo que nos ha dado con la otra.
Sin embargo, ¿no es Él todopoderoso? Sí, pero todopoderoso por amor. No al modo de un potentado que impone un itinerario prefijado. Sino al modo de un padre que propone una ruta porque es la felicidad auténtica y la de la plena realización de uno mismo. Y no la impone nunca. Pues Dios y el hombre colaboran el uno con el otro.
La vida de cada persona es la confluencia de dos libertades, la de Dios y la del ser humano, que obran juntas para construir un destino único. Nadie tiene la llave de nuestro futuro. Nadie tiene su control. El destino está enteramente en nuestras manos. Manos que, dicen los creyentes, unidas a las de Dios, construyen hoy con plena libertad el presente, el mañana y el porvenir".
Este artículo fue publicado originalmente por nuestros aliados y amigos:
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