FUENTE: El Mundo
Miguel Perlado (Barcelona, 1973) es psicólogo clínico y psicoanalista, y lleva 21 años especializado en sectas en España y Latinoamérica. Acaba de publicar el libro ¡Captados! (Ariel), sobre cómo funcionan y cómo salir de ellas. En su juventud estuvo en una, según afirma en el diario El Mundo Leticia Blanco, que le ha hecho esta entrevista.
- Usted estuvo en una secta.
- Sí, esa fue una de las motivaciones para que me especializara en esto. No es infrecuente que en la adolescencia, como me pasó a mí, haya un momento de mayor vulnerabilidad a la seducción de estos grupos.
- ¿Todo aquel que tenga la autoestima un poco baja puede caer en una?
- Todos compartimos algo muy humano: la vulnerabilidad y el hecho de que nuestra mente trabaja simplificando la realidad. Las explicaciones sencillas, cortas y que lo resuelven todo tienen un poder de enganche enorme.
- Uno de los mitos que derriba el libro es que no se puede salir sin ayuda externa.
- La experiencia nos dice que muchos ex miembros salen espontáneamente ya sea por un estado de crisis o por una acumulación de situaciones de abuso. Otra cosa es cómo salen y en qué estado. Pero sí se sale. Luego queda la vergüenza, la culpa y la ansiedad.
- ¿Por qué vergüenza?
- Es normal pensar: ¿con qué cara me van a mirar ahora? ¿Cómo voy a explicar lo que he vivido? También está la culpa de no haber cumplido los estándares del grupo y el que inculcan desde la secta; el pánico a la salida es brutal. Y luego está el bajón, el vacío después de haber alcanzado un estado de iluminación y plenitud.
- En el libro critica mucho lo 'new age', aunque no sea una secta 100 %.
- Porque tiene muchísima penetración social. Cualquier ciudadano puede ir a una librería y encontrar libros sobre terapias alternativas o cristales de cuarzo...
- Ahora el tarot es algo 'cool'.
- Porque tiene ese algo oscuro, está de moda. Queda bien en determinados círculos decir que has pasado un fin de semana con un chamán tomando ayahuasca, o que fuiste a un seminario de coaching estupendo que te cambió la vida. El pensamiento mágico todavía perdura. Crea la ilusión de salir de la monotonía de la cotidianidad. Te hace sentir especial, chic, superior a los demás... sofisticado.
- Como la serie de Gwyneth Paltrow.
- Es una locura. Ahí lo que está haciendo Netflix es validar ese discurso sin ningún tipo de planteamiento ético. A las sectas siempre les han interesado los famosos porque venden muy bien su producto.
- Pero uno ve a John Travolta, Tom Cruise o Beck y no parece que estén locos.
- Es que otro de los mitos es que todo el que está en una secta está enajenado. La Cienciología es un clásico: tienen sus propios centros de celebridades y no se les expone a determinadas prácticas de grupo que puedan despertar suspicacias.
- ¿Por qué en España no hay actores famosos que pertenezcan a sectas?
- Todavía tenemos la moral católica muy arraigada y existe el miedo al qué dirán. Pero es una cuestión de tiempo. Sí que hay famosos del ámbito del cine vinculados a sectas o flirteado con ellas. Otra cosa es que haya salido a la luz pública.
- ¿Cuál es la mayor en España?
- La Cienciología asegura tener muchos seguidores, pero los grupos hinchan sus cifras. En nuestro país tienen una buena penetración Nueva Acrópolis y Sukyo Mahikari y grupos más prototípicos de corte cristiano como los testigos de Jehová.
- ¿Vio 'Wild Wild Country'?
- Sí, me pareció que reflejaba muchas de las cosas que pasaron pero con cierta aureola fashion. No hay que olvidar que Sheela fue una adepta muy fanatizada que empujó el movimiento durante años y queda redimida. Es una falsa percepción de lo que sucedió. El de Osho es uno de esos grupos que aparentemente desapareció en los 70, pero en realidad se reorganizaron repartiéndose Europa entre los mandos a través de comunas que todavía existen hoy y seminarios de empresa.
- ¿De qué sectas vienen sus pacientes?
- De la Cienciología, el movimiento gnóstico y el Palmar de Troya, que es otra secta a la que se le da ese aire cañí, con un punto gracioso y esperpéntico, como de payasada, pero los chicos que estuvieron dentro siguen con pánico a que Satanás se los coma.
- ¿Mueven mucho dinero?
- Sí, y el dinero es muy goloso. Acaban comprando a académicos de todo tipo, sociólogos, psicólogos y antropólogos que emiten informes favorables. Así obtienen resoluciones judiciales favorables en sus respectivos países y luego vienen diciendo se las persigue. Es el caso de la Cienciología y la Iglesia de la Unificación
- ¿Cuántos españoles han estado en contacto con una secta?
- No tenemos una cifra exacta, pero alrededor del 0,7 % de la población. Evidentemente hay que discriminar a aquellos que han militado muy intensamente y otros que han tenido contactos puntuales. En Europa el porcentaje es del 0,9 % o 1 %.
- En España se celebran misas de la Iglesia de Hillhouse, una secta, ¿por qué no se prohíben?
- No hay una ley de sectas, por así decirlo. En Francia, Luxemburgo y Bélgica sí existe legislación, pero eso soluciona el problema sólo parcialmente. Los grupos cambian rápidamente de nombre y lugar para dejar de figurar en un registro. Hacer un listado de sectas sería problemático, podría dar lugar a una cierta persecución. La tarea consiste más en ayudar a las personas a pensar, a cuidar de sí mismos y no dejarse abusar. Si miramos el repertorio jurídico que tenemos, ya hay dispositivos y epígrafes que pueden ser usados para combatirlas.
- ¿Se celebran muchos juicios?
- No es lo habitual, pero hay personas que al salir denuncian para resarcirse moralmente. No es tanto una cuestión de ganar un juicio, sino de que se sepa.
- ¿Por qué nos fascinan tanto?
- Porque tienen que ver con la perversión, el aprovechamiento, el cinismo. Hay algo enigmático que nos atrapa, es como cuando vemos películas de ladrones de guante blanco. El acceso a lugares recónditos de la mente nos fascina.
- ¿Ha recibido en alguna ocasión amenazas por ayudar en la extracción de adeptos?
Sí, aunque siempre de forma más o menos velada. Cambié de casa y recibí una felicitación navideña en el nuevo domicilio, pese a que sólo mis amigos más próximos y mi familia sabían cuál era mi nueva dirección.
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