FUENTE: ABC de Sevilla
Demasiada literatura se ha escrito ya a estas alturas sobre los oscuros tejemanejes —entendido este último término en su segunda acepción según el Diccionario de la Real Academia Española, como «enredo poco claro para conseguir algo»— vividos en el interior de la basílica de El Palmar de Troya. Sobrepasado ya el medio siglo desde que cuatro niñas aseguraron ver a la Virgen sobre un lentisco de la finca La Alcaparrosa, situada a una decena de kilómetros de Utrera, el oscurantismo de lo que ocurre en su interior sigue siendo toda una incógnita. Así comienza el reportaje que ha escrito Martín Laínez en la edición sevillana del diario ABC.
La iglesia palmariana instalada en el que ha sido el último municipio en ser reconocido en la provincia de Sevilla —el número 106— ha sido recientemente la protagonista de una serie documental de Movistar+ dirigida por Israel del Santo, que ha contado para su elaboración con los testimonios de personas que conocen lo que allí se ha producido tras haber permanecido en su interior y que ahora llevan a cabo una vida normal, como el tercer «papa», Ginés Jesús.
En esta serie también ha participado uno de los periodistas sevillanos que más ha investigado sobre esta secta. Se trata de Manuel Molina, quien hace años escribió el libro Los secretos del Palmar de Troya. Retirado ya del día a día de la actualidad, atiende la llamada de ABC. Molina es uno los que mejor conoce lo que hay allí dentro y su testimonio resulta interesante de conocer habida cuenta de la cantidad de información recogida durante su etapa como periodista.
Pero antes de nada hay que remontarse al año 1988, cuando para legalizar en España esta organización religiosa, Clemente Domínguez tuvo que suprimir la palabra «Papa» en sus estatutos, sustituyéndola por la de Jefe de la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz. Fue el 4 de enero de ese año cuando el Tribunal Supremo dictó una sentencia por la que se permitió la inscripción de la Iglesia Cristiana Palmariana.
«Ese año supuso el fin de la hegemonía económica» de esta secta, porque «al ser ya una entidad jurídica tenían que responder a los generosos donativos que recibían. Se les acabó eso de no tener que responder ante nadie sobre cuánto recibían y cuánto decían ellos que habían recibido. Fue el declive económico. Paradójicamente el reconocimiento que recoge esta sentencia fue su gran triunfo y al mismo tiempo fue supuso se declive económico. Todo es una mentira», explica Molina.
Un declive económico que no existió en la década de los setenta, cuando los «ideólogos», Clemente y Manuel Alonso, empezaron a amasar una gran fortuna que les sirvió para erigir el imponente templo de El Palmar. En la serie de Movistar salen otros testimonios de «excomulgados» que abandonaron la orden palmariana a tiempo. «Cada día recibíamos bolsas enteras de billetes, de pesetas, de libras esterlinas....», explica en el episodio tres un antiguo sacerdote.
Como el propio Manuel Molina explica, «ese imperio nació antes de la sentencia del Supremo, cuando compraron 3.000 metros cuadrados en la zona noble de la calle San Vicente en Sevilla capital, hoy día reconvertidos en apartamentos de lujo. Allí instalaron mientras tanto su casa generalicia. Del garaje de este inmueble se les veía salir a Clemente y Alonso en doce furgonetas Mercedes, que iban cambiando cada dos años».
Cuando se le cuestiona sobre lo que hay actualmente en El Palmar, Molina reconoce que «hoy día no lo están pasando nada bien, según me comentan, que incluso están pasando hambre los que siguen dentro, que apenas es un centenar de personas entre curas, obispos y monjas». Lejos queda aquellos años boyantes de Clemente al frente de la orden cuando «a los matrimonios fieles les imponía que tuvieran cuatro hijos para multiplicar las seguidores de la orden».
La iglesia palmariana siempre se ha caracterizado por ser altamente hermética. Por lo menos de puertas para adentro. Han tenido que salir varias personas que pertenecieron a la orden en este documental para dar validez a lo que en Sevilla ya se sabía: fiestas y borracheras de Clemente y sus fieles, incluida su mano derecha, Alonso; su afición a frecuentar ciertos bares del Centro de la capital... y todo ello gastando a mansalva las donaciones que les hacían llegar desde fuera.
Supuestas visiones de la Virgen «y hasta de la corte celestial al completo», apunta el periodista Manuel Molina, relaciones homosexuales de Clemente Domínguez en el interior de la basílica —le llamaban en los círculos viciosos como «la Voltio», las torturas a las monjas... son algunas de las historias estrambóticas que han dado pie a la literatura periodística.
«Para mí, El Palmar de Troya se puede definir de tantas maneras... Se puede definir como teatro monumental; se puede definir como una verdad y una mentira; religiosidad mal entendida; pero la más común es la de secta», sentencia Xavi Perals, uno de los ex seguidores y que dio la cara en la serie dirigida por Israel del Santo.
Llegados a este punto, hay que hablar de secta, que es como la mayoría de las personas la conocen. En similares términos se refiere Miguel Perlado, psicólogo clínico, cuando afirma que «el primer movimiento que va a hacer una secta es seducirte». Otro fiel que huyó de la secta, el padre Urbano, comenta ante las cámaras que los pocos que quedan intramuros hablan de los excomulgados con él de «demonio, nos temen como a la peste, grupo de perversos movidos por el diablo...».
A su muerte, a los 59 años y tras una vida saludable poco cuidada, le sucedió durante algo más de un lustro su mano derecha Manuel Alonso Corral, que dio continuidad a una iglesia que empezaba a notar síntomas de agotamiento, incluso en el plano económico, que vivió en la etapa de Clemente su «esplendor». Ejemplo de ello fue lo que la iglesia palmariana llegó a pagar por la custodia, «unos trescientos millones de pesetas —1,8 millones de euros— cuando se hablaba de que los ingresos superaban los cuatro mil millones de las extintas pesetas.
El nombramiento de Alonso fracturó a los miembros de la iglesia palmariana pues no creían que fuera el sucesor más adecuado. Pasaron los años y llegó otro «papa», Ginés Jesús, el padre Jesús María, que protagonizó un nueva polémica, esta última relacionada incluso con peleas y robos tras saltar los muros una vez abandonada la iglesia para «recoger» algunas de sus pertenencias. Se llegó a decir que joyas y dinero.
Dos semanas antes, una furgoneta blanca entraba y salía de la basílica sin saber nadie qué había en su interior, según comenta el periodista Manuel Molina, quien afirma que «dicen que Ginés se llevó documentos que les comprometía». Así, que tras la excomulgación, una más, del «Papa» Gregorio XVIII, se nombró al cuarto en medio siglo. Un suizo llamado Joseph Odermatt, quien tomó el nombre de Pedro III.
Desde su llegada, poco ha trascendido más allá del ámbito judicial tras la huida de Ginés, quien vive en un pueblo de Granada junto con su pareja, además de la mala situación económica por la que atraviesan tras la pérdida de donativos. El último comunicado publicado en su página web evidencia la mala situación que atraviesa esta secta: «La iglesia palmariana tuvo sus momentos difíciles, pero últimamente parece ser que el infierno ha inspirado más que nunca para hacer daño».
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