FUENTE: Ctxt
Año 2011, en el cementerio viejo de Arico (Tenerife) profanan cinco tumbas y se sustraen los restos mortales de siete personas. Un testigo declara haber visto en las inmediaciones del camposanto a un joven ataviado con una capa y danzando con la mitad de la cara pintada en verde y la otra de negro. De haber tenido la policía unos mínimos conocimientos en Santería, hubiera deducido que esos dos colores pertenecen al símbolo cromático de Ogún, una de las divinidades de la religión yoruba, y por lo tanto que el hombre realizaba un ritual en su honor. Así comienza el reportaje publicado por Ctxt, firmado por Ana Sharife.
Son numerosas las confesiones minoritarias que coexisten en Canarias. Las de carácter secreto ocupan gran espacio en la religiosidad isleña, pero son los cultos afrocaribeños, sobre todo la Santería (Regla de Ochá) y la Palería (Palo Monte), los que han experimentado un mayor desarrollo. Desde Canarias llegaron a Cuba y Venezuela el espiritismo y el curanderismo, allí se mezclaron con la Santería, y luego los canarios se trajeron de vuelta a Ochá. Algo natural, si tenemos en cuenta los lazos históricos nacidos tanto por la emigración canaria, que tradicionalmente se ha dirigido a esos dos países, como por el retorno de sus descendientes tras las revoluciones cubana y bolivariana.
A día de hoy, estas confesiones se siguen practicando “con precaución y a escondidas en lugares privados”, explica la doctora en Antropología Grecy Pérez Amores en Santería en Canarias (2017), donde analiza el modo en que se ha adaptado e integrado en el pensamiento religioso local. Un culto que llegó al Archipiélago en el siglo XVIII para quedarse, y una práctica tan extendida, “sin templos ni líder”, que “es cuestión de tiempo que empiece a ser considerada una religión más en Canarias”.
A las islas llegaron los oráculos de Ochá e Ifá: “Un sistema de adivinación que se expresa poéticamente por medio de un extensísimo corpus oral, y se identifica con la historia, la mitología y la medicina popular, no sólo del pueblo yoruba, sino de aquellos países a donde llegaron sus esclavos en la hégira por el continente americano y el Caribe”, señala Carlos Cardoso en su tesis doctoral La poética adivinatoria de Ifa. “La literatura más extensa que la humanidad haya desarrollado”, una especie de ‘banco de datos universal’ donde, según la adivinación, se codifican todos los eventos existenciales. A bordo de aquellos buques negreros no solo iban hombres, mujeres y niños, sino también sus dioses, sus creencias, su folklore.
La razón del imparable aumento de seguidores de estos cultos en Canarias, más aún si tenemos en cuenta que se trata de creencias politeístas y animistas, puede hallarse en la búsqueda de espiritualidad por parte de una colectividad que no encuentra en su religión tradicional la respuesta a sus necesidades. La investigadora de la Universidad de La Laguna Ángela García Viña sostiene en su estudio Las formas de difusión de religiones de carácter no expansivo: el caso de la santería en Canarias (2008) que “una parte considerable de las personas que acuden a estos lugares se acerca a estos sistemas religiosos como lo harían a cualquier otra práctica de carácter místico-esotérico, como el tarot o la lectura del tabaco”.
Estar “rayado”
Los chamanes buscan en los sepulcros de los cementerios huesos protectores para su uso en consultas y sanaciones. Así traen al muerto a este lado del mundo para pedirle consejos y cura. La palería proviene de la cultura bantú. Un culto a los espíritus de los muertos que mezcla la corriente chamánica y elementos del espiritismo y la magia negra. Para mantener niveladas las fuerzas ejecutoras del bien y el mal usan huesos humanos, razón por la que, se dice, están tras la proliferación de hallazgos de restos de rituales realizados al amparo de la noche y de los numerosos saqueos que se han producido en diferentes cementerios isleños, sobre todo en Tenerife, Gran Canaria y La Palma, en los últimos diez años.
Cuando una persona se raya “hace un pacto entre la vida y la muerte”, advierte un sacerdote palero, contactado mediante una popular espiritista de la capital grancanaria, sobre el “rayado”, la ceremonia de iniciación. Al iniciado se le hacen “unos cortes no profundos en el cuerpo en forma de cruz” (símbolo cristiano) mientras se entonan una serie de cantos y rezos. “El segundo paso del rito es levantar al muerto”, explica. Un palero busca, con los huesos de un difunto, “encadenarlo a él para que el muerto le hable, se adueña de su espíritu al apoderarse de sus huesos”. Lo tiene a su disposición. Una vez el muerto indica qué hueso quiere, juntos se dirigen al camposanto en busca de aquella tumba que conceda permiso para ser abierta, “hace falta el consentimiento de quien la habita”.
Hay ciertas reglas inquebrantables. “El muerto debe llevar cinco años fallecido”, no se pueden utilizar huesos de quien se haya quitado la vida pues “seguirás sus pasos”, y la lápida debe llevar los datos del difunto “porque en esto te estás jugando la vida”, subraya tajante. Sueltan al iniciado de noche en el cementerio en una ceremonia fundamental para que “el espíritu desencadenado” y “el rayado” establezca conexión y empiecen a caminar juntos.
Combinaciones imprevistas
Existen tantas civilizaciones en el mundo, la mayoría desconocidas e inadvertidas. Es tanto lo que ignoramos sobre las mismas culturas africanas. Aportaron a la civilización occidental no sólo sus riquezas materiales, sino también sus valores psíquicos, intelectuales, artísticos, humanos. “A ninguno de los europeos que arrancaban enormes masas humanas de su tierra natal para venderlas como esclavas en América, a ninguno de los bandidos y aventureros sin escrúpulos que destruían y despojaban los campos africanos de sus hombres y mujeres mejores, se les ocurrió indagar lo que era el continente negro antes de su llegada”, denunció a mediados de los setenta el profesor Luciano Franco Ferrán, especializado en la trata africana y las sublevaciones esclavas, en La diáspora africana en el Nuevo Mundo.
“No sabían de la capacidad humana y social de aquellos negros, hábiles en el cultivo de la tierra, fundidores de minerales, tejedores de algodón quienes crearon con sus manos de artistas los maravillosos bronces y esculturas de Ife y Benin; administradores de imperios como los sudaneses: Ghana, Mandinga y Gao; de los reinos Yoruba y Dahomey”.
“Muchos siglos antes de que el islam y el cristianismo se expandieran, África había desarrollado sistemas religiosos originales en el seno de sociedades autónomas”, recuerda en El exilio de los dioses Luz María Martínez Montiel, con divinidades de una enorme complejidad que aportaron una moral religiosa altamente desarrollada. “Cada civilización y cada cultura fue organizando sus normas de pensamiento, expresando sus representaciones colectivas, como resultado de las relaciones del hombre con la naturaleza”.
Religiones que se encontraban arraigadas a un contexto geográfico se desenclavaron de sus orígenes. Estas culturas proporcionaron algunos elementos que, “a través del impulso criminal y brutalmente inhumano de la trata y de la esclavitud, en las tierras originarias de África y después en éstas de América, se mezclaron en combinaciones imprevistas”, indicó Ferrán, cuya obra monumental abarca la historia del Caribe.
Es prejuicioso pensar que sólo se puede articular un proyecto de crecimiento desde nuestra cultura. En Canarias los campos piadosos locales se siguen reconstruyendo, abriéndose a nuevas prácticas y representaciones. En la actualidad santeros y paleros se cuentan por centenares en las islas, y pertenecen a todas las clases sociales y profesiones. Muchos inmigrantes cubanos y venezolanos se dedican profesionalmente al ejercicio de estos cultos y, en ocasiones, al fraude. Sus fieles reclaman mediante asociaciones una práctica pura de su fe, dentro de una ética comunitaria. Son ellos mismos los que luchan contra su mal uso.
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