FUENTE: Portaluz
El padre Paolo Carlin, sacerdote franciscano capuchino italiano, ha escrito un artículo sobre la New Age (Nueva Era) y la Next Age (Próxima Era), las evoluciones contemporáneas de la religiosidad más desafiantes para el cristianismo. En el mismo título del texto se pregunta: “Próxima Era, ¿espiritualidad del futuro?”. Lo sintetiza Luis Santamaría, miembro de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES), en el medio católico Portaluz.
Siendo doctor en Teología Moral y exorcista en las diócesis italianas de Faenza-Modigliana y la de Ravenna-Cervia, Carlin tiene una sólida experiencia sobre el nocivo impacto –para la salud de las personas y sociedades–, del esoterismo y las espiritualidades alternativas. Además de ser discípulo del conocido exorcista Gabriele Amorth (q.e.p.d.), Carlin también es portavoz de la Asociación Internacional de Exorcistas (AIE) y autor del libro De cura obsessis. Riconoscere i casi di possessione diabolica, intervenire e accompagnare le persone con problemi spirituali (San Paolo, 2017).
Contexto: la búsqueda de sentido
En el referido artículo difundido por la AIE, este religioso advierte de que muchas personas, desconfiando del cristianismo, “miran dentro de sí, en sí mismas, buscando sentido y fuerza. También recurren a instituciones alternativas, con la esperanza de que puedan satisfacer sus necesidades más profundas”. De este modo, la New Age se hace atractiva para nuestra sociedad contemporánea “porque mucho de cuanto ofrece satisface las aspiraciones que a menudo no son satisfechas por las instituciones oficiales”.
Esto incluye el peligro del sincretismo, dado que “la New Age influye y cambia los valores de referencia en la vida”, y así se entiende “el número siempre más alto de personas que consideran posible mezclar cristianismo y New Age, tomando de cada uno lo que entienden que es lo mejor”. En algunas versiones de esta espiritualidad se instrumentaliza a Dios, en lugar de negarlo, ya que “tiene la función de promover el desarrollo del individuo”, mientras que otras corrientes “explotan las fuerzas de la naturaleza y buscan comunicarse con otro mundo para descubrir el destino de los individuos”.
New Age y cultura occidental
Este exorcista italiano advierte sobre la impregnación general de la Nueva Era en las sociedades occidentales, algo de lo que deben ser conscientes los cristianos: “la New Age es transversal a las culturas y está presente en diversos fenómenos como la música, cine, seminarios, grupos de estudio, retiros, terapias y muchas otras actividades y eventos”. Y como “es muy difusa e informal”, se da el fenómeno de que “algunos grupos religiosos o para-religiosos incorporan conscientemente elementos de la New Age”.
Porque, aunque la Nueva Era haya sido fuente de inspiración para diversas sectas, ella misma no es una secta, “no es un movimiento único o uniforme, sino más bien una red” cuyos participantes “no conocen necesariamente a los otros componentes y se encuentran raramente, o más bien nunca”. Como se trata de una estructura sincretista que incorpora una gran diversidad de elementos, esto “permite a las personas compartir intereses y vínculos en grados muy diferentes y en distintos niveles de compromiso”. No sólo eso: “muchas tendencias, prácticas y actitudes que forman parte de alguna manera de la New Age son, de hecho, parte de una reacción profunda, fácilmente identificable, contra la cultura dominante”.
Una calculada distancia de la religión
Paolo Carlin afirma que no podemos considerar a la Nueva Era como una religión, aunque sí se presenta como “una respuesta a preguntas necesidades de naturaleza religiosa” y, por eso, atrae a “personas que buscan descubrir y redescubrir una dimensión espiritual en sus vidas”. Pero enseña que ya se ha acabado el tiempo de las religiones particulares, y por eso hay “una cuidadosa distinción entre ‘religión’ y ‘espiritualidad’”. Para el exorcista, se puede ubicar la Nueva Era “en el contexto más amplio de la religiosidad esotérica, cuyo atractivo continúa aumentando”.
Para la búsqueda de “una nueva conciencia espiritual” –que es el objetivo de la también llamada “Era de Acuario” (utilizando términos tomados de la astrología)–, confluyen en la New Age las más diversas tradiciones esotéricas: “las antiguas prácticas ocultas egipcias, la cábala, el gnosticismo cristiano primitivo, el sufismo, la sabiduría de los druidas, el cristianismo celta, la alquimia medieval, el hermetismo renacentista, el budismo zen, el yoga, etc.”. De manera que, para el padre Carlin, está claro: “es imposible conciliar la perspectiva de la New Age y la cristiana”.
Más espiritismo que espiritualidad
En su artículo, el religioso capuchino se fija en la fascinación que ejerce en la Nueva Era todo lo extraordinario y paranormal, y que se muestra sobre todo en la figura de los médiums, que “sostienen que otra entidad toma el control de su personalidad durante el proceso de ‘éxtasis’ –un fenómeno de la New Age conocido como ‘canalización’–, durante el cual el ‘médium’ puede perder el control de su cuerpo y sus facultades”.
Aunque hay personas que al presenciar estos hechos aseguran que se trata de manifestaciones verdaderamente espirituales, está claro que “no provienen de Dios, aunque casi siempre se emplea un lenguaje de amor y de luz”. La valoración del exorcista italiano de estos hechos es clara: “probablemente sea más correcto referirse a ellos como formas de espiritismo en lugar de espiritualidad en sentido estricto”.
Por eso hay que tener cuidado con todo lo que tiene que ver con entidades espirituales en la Nueva Era, por mucho que se pueda hablar de ángeles o de elementos de la naturaleza. Como explica el padre Carlin, “a menudo son invocadas para ayudar a una relajación con miras a ejercitar un mejor control de la propia vida y de la propia carrera, y a facilitar la toma de decisiones”.
Así puede darse, en algunas versiones de la New Age, una “fusión con algunos espíritus que enseñan a través de personas particulares”, que son considerados como “místicos”. En otras ocasiones, esos espíritus “son descritos como energías poderosas” presentes en los “planos internos” del ser humano, y a los que se puede acceder “mediante rituales, drogas y otras técnicas que inducen estados alterados de conciencia”.
¿Ética? No hay bien ni mal
Otro aspecto importante de la Nueva Era que recoge este religioso capuchino es “la importancia de estar en armonía con la naturaleza y con el cosmos”. De manera que “en la New Age no existe distinción entre el bien y el mal”, sino que “las acciones humanas son fruto o de la iluminación o de la ignorancia”. En consecuencia, “no podemos condenar a nadie, ni nadie necesita el perdón”.
Esto da lugar a una visión irreal e ingenuamente optimista del mundo, ya que “creer en la existencia del mal sólo puede crear negatividad y miedo. La respuesta a la negatividad es el amor”. Pero es importante darse cuenta de que en la Nueva Era, como observa con mucha agudeza Paolo Carlin, este amor “no se trata de traducirlo en acciones, sino de tener unas determinadas actitudes mentales”. Un amor, entonces, que no se traduce en caridad ni en buenas obras, sino que “es energía, una vibración de alta frecuencia”. Así, “el secreto de la felicidad, de la salud y del éxito consiste en poder encontrar una sintonía, encontrar el propio lugar en la gran cadena del ser”.
Sanación… y divinidad interior
En este momento es cuando el exorcista introduce el tema de la sanación, de las terapias, tan importante en la Nueva Era. Como la finalidad de las prácticas mentales y espirituales es hallar la armonía, “los maestros y las terapias de la New Age pretenden ofrecer la clave para que las personas puedan modular el tono de su propia vida y estar en armonía unos con otros y con todo lo que les rodea”.
Aquí se inserta la crítica que hace la Nueva Era a la medicina oficial actual –a la que denomina, de forma despectiva, “alopática”–, con el argumento de que “tiende a limitarse al tratamiento de enfermedades particulares y aisladas, y no consigue prestar atención al cuadro más amplio de la salud de la persona”. Como respuesta, “la New Age ofrece las terapias alternativas que afirman considerar a la persona en su totalidad y sanar en vez de curar”.
Para sostener este planteamiento sanitario alternativo –que denominan “salud holística”–, insisten en dar el protagonismo a la mente como responsable de la curación física: “se afirma que el vínculo entre los aspectos espirituales y físicos de la persona reside en el sistema inmunitario o en el sistema indio de los chakras”.
De esta forma, para la Nueva Era las enfermedades y el sufrimiento tienen un origen simple: las acciones humanas que van contra la naturaleza. “Cuando se está en sintonía con la naturaleza, se puede esperar una vida más sana y también la prosperidad material. Según algunos sanadores de la New Age, en realidad no deberíamos morir”, ya que “el desarrollo de nuestro potencial humano nos pondrá en contacto con nuestra divinidad interior y con aquellas partes de nosotros mismos que han sido alienadas o reprimidas”.
Un amplio catálogo de pseudoterapias
El padre Carlin reconoce que “existe una extraordinaria variedad de enfoques que promueven la salud holística, algunas derivadas de antiguas tradiciones culturales, ya sean religiosas o esotéricas, y otras ligadas a teorías psicológicas desarrolladas en [el Instituto] Esalen entre 1960 y 1970”.
Y a continuación ofrece un elenco de varias de estas supuestas terapias promovidas por la Nueva Era: acupuntura, biofeedback, quiroterapia, kinesioterapia, homeopatía, iridología, algunos tipos de masaje (ergonómico, Feldenkrais, reflexología, Rolfing, terapia de polaridad, toque terapéutico, etc.), meditación y visualización, terapias nutricionales, sanación psíquica, varios tipos de fitoterapia, cristaloterapia, metaloterapia, musicoterapia y cromoterapia… “La New Age cree que la fuente de la sanación está dentro de nosotros y que podemos lograrla entrando en contacto con nuestra energía interior o energía cósmica”.
El paso necesario: la reencarnación
Este logro de la salud holística trae consigo un supuesto alargamiento de la vida humana. Es el momento del discurso de la Nueva Era en el que ésta “ofrece una fórmula oriental en términos occidentales”: la reencarnación. El padre Carlin explica en qué consiste esta doctrina tal como la hemos recibido del pensamiento hindú y budista, con una importante carga de fatalidad y pesimismo, ya que el objetivo vital es liberarse del ciclo de reencarnaciones, que responderían a la ley del karma, según el propio comportamiento.
Sin embargo, “en Occidente, desde tiempos de Lessing, la reencarnación se ha considerado de una forma mucho más optimista como un proceso de aprendizaje y de progresiva realización individual. El espiritismo, la Teosofía, la Antroposofía y la New Age consideran la reencarnación como una forma de participación en la evolución cósmica”.
Esta doctrina, además, “elimina la noción de infierno”. Como señala este capuchino, desde el punto de vista de la Nueva Era, “cuando el alma se separa del cuerpo, los individuos pueden revisar toda su vida hasta ese punto, y una vez que el alma se ha unido a su nuevo cuerpo, ven en anticipo algo de la fase siguiente”. La New Age asegura que se pueden conocer las supuestas vidas pasada “a través de los sueños y de las técnicas de meditación”.
Como se ha visto, constituye un repaso muy interesante a cuestiones centrales de la Nueva Era que justifican lo ya dicho por Paolo Carlin en su artículo: New Age y fe cristiana son incompatibles, porque expresan visiones totalmente inconciliables de Dios, el ser humano y el mundo y, por tanto, más allá de lo meramente teórico o doctrinal, traen consigo distintas formas de vivir.
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