"La humanidad no encontrará la paz hasta que no vuelva con confianza a mi Misericordia" (Jesús a Sor Faustina)

martes, 20 de noviembre de 2012

Secta Palmar de Troya: falsas apariciones marianas, católicos apóstatas, anti-Papas


Los orígenes del Palmar de Troya (1)


A las 10:31 AM, por Luis Santamaría

Categorías : Palmar de Troya
Después de tener noticia del fallecimiento de Manuel Alonso Corral, autodenominado Pedro IIcomo “Papa” del Palmar de Troya (provincia de Sevilla), y sucesor del fundador de esta secta, hemos creído interesante hacer un ejercicio casi de arqueología periodística, buceando en las hemerotecas, y rescatando una serie de cuatro artículos publicados en mayo de 1976 por el recién nacido diario El País, y firmados nada menos que por el periodista y escritor José Jiménez Lozano.



El Palmar de Troya, la Iglesia oscura
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REPORTAJE: El barroco asunto de El Palmar de Troya / 1
Un aluvión de apariciones
José Jiménez Lozano, 9/05/1976
Las supuestas apariciones de la Virgen en la tierra sevillana de El Palmar de Troya y la extraña mística creada alrededor de los más preclaros videntes de aquel fenómeno han supuesto y suponen un tema de escándalo para muchos, de perfección espiritual para otros y de comienzo de un nuevo cisma en el seno de la Iglesia para algunos. José Jiménez Lozano estudia para El País, en el primer capítulo de una serie de cuatro, este abigarrado y, como él mismo dice, barroco asunto.
El 27 de diciembre de 1969 Clemente Domínguez, -uno de los videntes de El Palmar de Troya y ahora general de la Orden de Carmelitas de la Santa Faz por él fundada -después de haber sido ordenado sacerdote y obispo por Mons. Ngo, antiguo arzobispo de Hué y hermano del presidente vietnamita Ngo Diem-, dijo a sus amigos que tenía que entregar un mensaje celestial a Su Excelencia el Jefe del Estado en su residencia del Pardo y que, «si en contráblamos dificultades para entrar en El Pardo, teníamos que conseguirlo por la brava».
Las pretensiones de Clemente Domínguez eran nada menos las de que el general Franco, en su acostumbrado discurso de fin de año, leyera a los españoles el citado mensaje secreto que Clemente Domínguez había recibido de lo Alto. Clemente Domínguez y sus amigos marcharon, efectivamente, al Pardo, pero los funcionarios del palacio se negaron a dejarlos pasar, toda vez que no tenían concertada audiencia, y se negaron igualmente a aceptarles una carta, indicándoles que la correspondencia para el Jefe del Estado se debía entregar en la secretaría particular del mismo, que funcionaba en el Palacio de Oriente.

Así que el grupo de amigos del Palmar se dirigió hacia allá, aunque a última hora decidió no entregar la carta, ya que en la vecina iglesia de Carmelitas de la Encarnación, en la que entraron cuando se dirigían al Palacio de Oriente, Clemente había visto a la Virgen y ésta le había dicho que el Diablo le había engañado. Un acompañante de Clemente y singular defensor de los fenómenos sobrenaturales del Palmar comentó luego: «Mira que si se nos ocurre asaltar El Pardo, la hacemos sonada».



Comienzo de las apariciones
Un año después, en Roma el 8 de julio de 1970, miércoles, al final de una de las audiencias pontificias, Clemente Domínguez saltó la tribuna del público donde se encontraba, sorteó a la guardia suiza y se hincó de rodillas ante el cortejo que acompañaba al Papa en su silla gestatoria, blandiendo una carta que le fue recogida por un monseñor a una indicación de Pablo VI. Pero la cosa tampoco pasó de aquí. Clemente Domínguez, que ya había estado asociado de alguna forma a los sucesos de Garabandal y se decía llamado por la Virgen, no era, sin embargo, por esas fechas, otra cosa que uno más de los videntes del Palmar, y no de los principales. Aunque ya parecía dispuesto a alzarse con el santo y la limosna, porque, como luego ha mostrado, no le faltaba lo que en un cierto argot se llama, con cierto “místico” eufemismo, «santa osadía» o «santa audacia».
Las apariciones en El Palmar de Troya, en una finca llamada La Alcaparrosa, a unos tres kilómetros de aquel pueblo y a quince de Utrera, en la provincia de Sevilla, comenzaron un 30 de marzo de 1968, junto a un lentisco situado a un centenar de metros de la cerca de dicha finca, que bordea la antigua carretera de Cádiz, y sus primeras beneficiarias fueron cuatro niñas, Ana García, Ana Aguilera, Rafaela Gordo y Josefa Guzmán, que pronto desaparecerían del escenario, porque la Virgen, de cuya presencia se hablaba, comenzó a revelarse en seguida a otras muchas personas y, al parecer, ya no a las primitivas videntes: a Rosario Arenillas, del Palmar de Troya, el 11 de abril; a María Marín, de Utrera, el 20 de mayo; a María Luisa Vila, de Sevilla, el 6 de junio, y luego, en ese mismo año, a otros muchos, mientras que Clemente Domínguez tuvo que esperar a tener su primera visión celestial el 30 de septiembre de 1969.
Pero los personajes celestes que aparecían también fueron multiplicándose, y el P. Pío de Pietralcina, Santo Domingo de Guzmán o San Fernando, e incluso el Padre Eterno, con su propio nombre y aspecto de imaginería popular, han hecho presencia en El Palmar. María Luisa Vila, María Marín y Rosario Arenillas han comulgado con extrañas especies eucarísticas que los Ángeles extraerían de los sagrarios de las iglesias católicas, exactamente como había venido ocurriendo en Garabandal y en Ladeira, y el 14 de septiembre de 1970 la Virgen llegó a dejar al cuidado de María Marín, en su propia casa, al Niño Jesús, durante veinticuatro horas. Y ésta se interesaba por el éxito de su cometido, preguntando: -«¿Te lo cuido bien, Madre mía?,¿Estás contenta? ¿Qué tengo que darle? ¿Le preparo el biberón? ¿No toma nada? ¿Está dormido…? ¿Que se ha despertado? No me había dado cuenta».
En julio de ese mismo año, la misma María Marín había cortado al mismo Niño Jesús un rizo de pelo, rubio por cierto, por encargo del P. Luna, y en el libro que este clérigo dedicó a los sucesos del Palmar, La Madre de Dios me ha sonreído, puede verse una fotografía del rizo, colocado entre cristales como una preparación de laboratorio, y el acta testifical del hecho, firmada por doce testigos.

En otra especie de prueba, el mencionado P. Luna ofreció a la vidente un bolígrafo para que la Virgen lo besara, pero María Marín argumentó que «la Virgen no besa bolígrafos… A lo mejor no le gusta. Una vez me lo tiró». La aparición, sin embargo, reclamó luego el bolígrafo en cuestión, y la vidente, que había visto ya que no se trataba de un bolígrafo, sino de un aspersor de agua, bendita o hisopo portátil -extraño adminículo litúrgico, por cierto, pero que quizás simboliza un cierto concepto de lo que debería ser en opinión de muchos el aggiornamento de la Iglesia-, la roció con él de agua bendita, y el Niño Jesús, entonces, se sonrió y se santiguó. A María Luisa Vila, por su parte, los estigmas de la corona de espinas, y más tarde Clemente Domínguez llevaría sobre su frente una herida en forma de cruz.


Falso éxtasis místico del falso Papa Gregorio XVII
de la Iglesia sectaria de Palmar de Troya


Tapieros
Clemente Dórnínguez se hizo en realidad en seguida con los acontecimientos del Palmar, y las anteriores videntes parece que se quedaban por fuera de la tapia que rodeaba a la finca. Los partidarios de estas videntes eran llamados los tapieros por los partidarios de Clemente Domínguez, y durante algún tiempo hubo sus más y sus menos entre ambos bandos. En 1970 hizo también su aparición el Demonio, al que vio la propia María Marin además de un tal Manolo, que, como consecuencia de ello, sufrió convulsiones poderosas.
Por el lado de las apariciones celestiales, se había mostrado también la Santa Faz de Jesús, y para el 15 de mayo de ese año Clemente Domínguez había movilizado de tal manera a la opinión, que ese día se reunieron en El Palmar unas cuarenta mil personas. Había allí enfermos de todas clases, ciegos, cojos, subnormales y sordomudos, y Clemente Domínguez no dudó en prometer milagros.
El monitor o traductor de las revelaciones de Clemente dijo por los altavoces: «El que verdaderamente tenga fe, aunque esté paralítico, que se levante sin miedo, y aque el que tenga miedo es que desconfía de mi poder… A los ciegos les pido que abran los ojos, pero antes que abran sus corazones y que me metan en ellos. Se obrarán grandes milagros. Sólo un momento de duda bastará para no curarse. El cielo obra prodigios con la colaboración de los hombres», y al día siguiente, el ABC de Sevilla decía incluso que un sordomudo había conseguido hablar. En adelante, de todas formas, en El Palmar, al decir de sus partidarios, ocurrirán toda suerte de prodigios y curaciones.
Pero los mensajes celestes iban adquiriendo un tono mucho más resuelto y menos sentimental. El 12 de diciembre. Clemente Domínguez recibe el siguiente: «Que se extienda y proclame el rezo del Santo Rosario de cincuenta Padrenuestros, cincuenta Avemarías y cincuenta Glorias con Ave María Purísima; que se extienda a todo el mundo la adoración de la Santa Faz del Señor; la salvación del mundo está en hacer lo que se ha dictado en este mensaje», y es Santo Domingo de Guzmán quien habla así.
Unos días más tarde la Santa Faz dice, por su cuenta: «En verdad, en verdad os digo: el que no ama a mi Madre no me ama a Mí, ni al Padre; por tanto, yo lo tendré en cuenta en el día del Juicio», y a su vez, la Inmaculada: «Yo os digo que a quien no adorare la Faz de mi divino Hijo, yo no le oiré», y el propio Padre Eterno: «La adoración del Rostro divino de mi Hijo la tenía preparada antes de la creación del hombre, porque ya estaba en mi mente». Y, todavía, el Sagrado Corazón de Jesús: «Quien adorare mi divino Corazón y no adorare mi divino rostro, no tendré compasión de él». Ni de la sintaxis, si se permite decirlo.
Santo Domingo de Guznián, de nuevo, ordena, en fin, que el Papa prescriba que toda la Iglesia adore la Santa Faz, todos los mediante la práctica del Viacrucis, y, lo que aún es más perentorio,«que el Papa acepte datos que Dios le manda por medio de las apariciones en todo el mundo, que el Papa obligue a colocar en todas las Iglesias del mundo el Santo Rostro de Jesús». Y, comparado con esto, la opinión de Fernando III, el Santo, que hizo también su aparición, apenas si es relevante: «El sevillano que no defiende a la Virgen no es de esta tierra. No lleva la raigambre de la mariana, invicta, noble y heroica ciudad de Sevilla».
Aunque esta opinión iba a afectar, enseguida, al cardenal-arzobispo de Sevilla, que en esas fechas desautorizó lo que en El Palmar estaba ocurriendo, mientras la advertencia canónica de éste no afectaría para nada, como es lógico, a quienes tenían línea directa con el Más Allá y de hecho se constituían en cabezas de la Iglesia si se seguía la opinión de Santo Domingo de que en adelante el propio Papa tendría que estar a expensas de sus mensajes. Acababa de nacer la Iglesia del Palmar de Troya, la verdadera y única Iglesia, ya que, como en seguida se iba a decir sin tapujos, la Iglesia de Roma estaba totalmente corrompida a partir del Vaticano II.


Los orígenes del Palmar de Troya (2)


A las 8:50 AM, por Luis Santamaría
Categorías : Palmar de Troya
Tras la interrupción debida a la noticia de la elección de un nuevo “papa” para la secta del Palmar de Troya, continuamos con esta serie de artículos del escritor José Jiménez Lozano, que fue publicada por el diario El País en mayo de 1976. Es importante recordar que el fundador de este movimiento no se autonombró pontífice hasta 1978, con la muerte de Pablo VI.
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REPORTAJE: El barroco asunto de El Palmar de Troya / 2
Roma prostituida, y la nueva iglesia del apocalipsis
José Jiménez Lozano, 11/05/1976
Frente a la Iglesia de Roma, que se habría corrompido a partir del Concilio Vaticano II, la Iglesia de El Palmar de Troya se considera la única y verdadera, dispuesta a restablecer la Santa Tradición a base de latín, tonsura clerical y sotana y, desde luego, de la Santa Inquisición, si estuviera a su alcance el restablecimiento de la discutida institución. José Jiménez Lozano, que estudia para El País este abigarrado y, como él dice barroco asunto, expone en este segundo capítulo la nueva teología de los visionarios de El Palmar.
Benito de Nursia, como el resto de los fundadores de órdenes religiosas, tuvo que inventar él mismo una regla o forma de vida e incluso la Iglesia se ha tenido que dar su constitución jurídica a través de los tiempos, pero Clemente Domínguez afirma que ha recibido de lo Alto no sólo la idea de la nueva orden, en realidad nueva Iglesia o Iglesia íntegra de los Carmelitas de la Santa Faz, sino hasta el horario a que ha de someterse y la dieta que ha de observar. Dicta sobre la que, sin embargo, los mensajeros celestiales parecen haber estado dudando, ya que, por ejemplo, después de haber aconsejado o prescrito cuatro cafés diarios y prohibido el tabaco, se ha vuelto sobre lo dicho en una visión posterior y se han autorizado otras dos tazas de café y se ha permitido fumar.
La orden está constituida l) por los hermanos, 2) por las hermanas, y 3) por los casados. Los clérigos constituyen una orden independiente, mientras es Dios mismo quien pone sobre los hombros de Clemente la fundación y dirección de toda esta institución: «Orden de los Ultimos Tiempos que se prepara al recibimiento de mi próxima Venida. Brillaréis como las estrellas en la tierra para luego reinar Conmigo en el Cielo. Seréis la Orden reparadora de los Ultimos Tiempos». El mismo hábito y el escapulario también han sido diseñados por los celestes alfayates, y nada tiene de extraño, entonces, que el mismo Cielo haya entregado ya completa toda la nueva teología de la nueva Iglesia y preparado su levantamiento con ordenaciones sacerdotales y episcopales que constituyan una nueva Jerarquia eclesiástica para sustituir a la de la Iglesia católica, corrompida y herética y carcelera, además del Papa Pablo a quien se servirían productos químicos en el vino de la celebración eucarística para mantenerle inconsciente, imposibilitado de actuar y martirizado.
La Iglesia vive «una crisis de confusión, de error, de división, herejías, apostasía. La Nave anda recibiendo tempestades como nunca ha recibido. Sólo un pequeño grupo en varias partes del mundo conservan la integridad en la Fe, la Santa Doctrina. Hoy en día que aparecen falsos Pastores, falsos Doctores, falsos Profetas: La Iglesia vivirá un gran cisma. Es necesario que el Palmar de Troya restablezca la Santa Tradición de la Iglesia, la Santa Doctrina, la Fe Católica», dijo la Virgen a Clemente, el 2 de diciembre de 1975, y el 1 de enero de 1976, Mons. Pedro Martín Ngo Diem Thuc ordenaba sacerdotes a Clemente Domínguez y a otros cuatro fieles de El Palmar de Troya, que, a seguido, el día 10, serían consagrados obispos.
Más tarde, a éstas siguieron otras ordenaciones. Y éste es el verdaderamente serio desafío lanzado a la Iglesia: «Y ahora que venga un obispo y contradiga toda esta Doctrina de esta noche -dijo el propio Jesucristo a Clemente Domínguez esa misma noche del 10 de enero-, que demostrará que tiene poco de obispo. Porque esta Doctrina de esta noche va completamente de acuerdo con la Doctrina Tradicional de la Iglesia que este pobre pecador que transmite no ha aprendido porque no ha ido al Seminario. Ha estado en el Seminario del Palmar de Troya. Si hubiera ido al Seminario Oficial se hubiera corrompido y prostituido como los demás. Por esto es necesario la urgente construcción del Seminario en este Sagrado lugar. Y una cosa os pido: ¡Nada de largos años de estudio! Breve estudio y mucha oración y penitencia y vendrá la Luz para todos».

Incluso el propio Pablo VI se trasladará allí para gobernar. «El marxismo jamás perdonará al Papa. ¡Jamás! -siguió diciendo Jesucrito a Clemente Domínguez-. Si los marxistas pudieran destrozarían al Papa. Mas su Angel Protector, especialísimo, lo impide en todo momento, hasta que llegue la hora. Pero los marxistas sienten deseos fortísimos de pisotear al Papa. Porque saben que el Papa con su sufrimiento aplastará el comunismo». Y la obsesión comunista vuelve, más tarde, de nuevo, a propósito de lo conveniente que le parece al Cielo el que los futuros sacerdotes no estudien:«Vosotros no tenéis necesidad dé aprender las teorías de Mao Tse-Tung, Che Guevara, Fidel Castro y de tantos otros como se enseñan hoy en los Seminarios oficiales». Pero el arma poderosa, en fin, contra todo el cataclismo eclesial es el Rosario de cincuenta Padre Nuestros y Ave Marías, y en la redacción de estas últimas se ha introducido una pequeña modificación:«Santa María Madre de Dios y Madre nuestra, etc».



La nueva teología
Tal es la teología de la nueva Iglesia de El Palmar de Troya, partidaria de la barba en sus obispos, sacerdotes y fieles y, así mismo, de la alimentación abundante, del latín y de los besos en el suelo, y, ni que decir tiene, de la tonsura clerical y la sotana, de la Santa Inquisición, como manifestó el propio Clemente Domínguez, y, desde luego, de los golpes de báculo ya que la propia Divina Pastora tiene un báculo y «lo tiene para expulsar a los lobos y dar baculazos como ha dado uno a una Jerarquía, cumpliendo su misión más adelante comprenderéis todas estas maravillas». Y, aquí, surge la pregunta inevitable, mucho más inevitable aún si se ha pisado El Palmar y se ha visto con los propios ojos aquella especie de aquelarre entre «místico» y divertido, trágico y pintoresco a la vez: ¿Cómo es posible todo esto en 1976? La respuesta, aunque parezca paradójica, sería: precisamente porque estamos en 1976.
Cuando yo llegué al Palmar a mediados de marzo pasado, la situación del lugar era un poco la del cementerio de San Medardo, de París, en 1732, cuando el rey ordenó fijar en el lugar un cartel prohibiendo a Dios hacer allí milagros, es decir, prohibiendo las curaciones, cánticos y gimnasia mística, a veces un tanto atrevidas, que se venían registrando alli, junto a la tumba del diáconoFrançois de París y contra la Bula papal Unigenitus.
En El Palmar, el arzobispo de Sevilla y la Nunciatura habían pronunciado excomuniones y el Juez de Utrera había prohibido, días atrás, a los recién estrenados obispos el uso del hábito talar episcopal y la celebración de la misa, pero el ambiente del lugar y de sus partidarios no era en modo alguno apesadumbrado y desde una humilde mujer de la orden, que se llamaba a sí misma«apóstol», hasta Louis Henri Moulins, uno de los obispos recientes y otros colegas suyos estimaban que todo ello sucedía para que se mostrara el poder de Dios y se aclararan las cosas precisamente respecto a la Iglesia oficial. Su indudable espíritu mesiánico y apocalíptico y un cierto masoquismo espiritual que continuamente habla de sufrir y padecer por Dios como para hacer a éste un regalo o proporcionarlo algún placer, explican muy bien este hecho, y ciertamente, en El Palmar todo es, al fin y al cabo, coherente.
Las apariciones de El Palmar comienzan cuando las apariciones de Garabanadel, en Santander, aún no habían cesado sino que por el contrario parecían haber encontrado algún eco, en 1964, en el entonces prefecto de la Congregación de la Fe, antiguo Santo Oficio, cardenal Ottaviani, aunque habían sido desautorizadas por el obispo de la diócesis, y estaban en pleno auge las otras apariciones de Ladeira, en Portugal, donde una campesina, María de la Concepción Mendes Horta, venía recibiendo la Eucaristía administrada desde lo Alto, viendo sangrar a un crucifijo y ocasionando «lluvia de Formas» eucarísticas.

En Garabanadal y Ladeira, se hablaba de oración y penitencia por la conversión de Rusia, pero también del «mal camino» que estaba tomando la Iglesia. En ambos lugares había reminiscencias y como un cierto mimetismo de Fátima, y, sobre todo, quedaba acentuada la posibilidad de una utilización política de las apariciones contra lo que se llamaba apostasía del clero y que otra vidente de por fortuna, Amparito Guasp Pérez, de El Pardo, formulaba con las palabras de su propio mensaje celeste dirigido específicamente a los sacerdotes diciendo que muchos de éstos«entienden la vida peor que los animales» y añadiendo que, aunque el Cielo quiere «buenos seglares»«no quiero que me toquen» en la Eucaristía, al recibirla en la mano: una fórmula litúrgica ahora resueltamente aprobada por la Jerarquía, pero que también ha venido horrorizando, y haciendo gastar muchas energías en su contra a los miembros del Opus Dei, sobre todo.



Terror
Los católicos, los cristianos «puros» e íntegros se mostraban realmente aterrados ante la evolución de la Iglesia tras el Vaticano II y se prestaban a una nueva Contra-Reforma o a la lucha contra Armagedon. Los visionarios de estos años mostrarán un gusto cada vez más decidido por lo apocalíptico y, por ejemplo, el 13 de mayo de 1972, día en que se conmemoraban las apariciones de Fátima, un bulo que corrió por el norte de España, por Bilbao concretamente puede ofrecernos muy bien la imagen de cuánta perversidad moral y cuánta estupidez llega a encerrarse en el fanatismo religioso. Dicho bulo hablaba de que el Papa Pablo había abierto la famosa carta de Sor Lucía, una de las videntes de Fátima, y que en ella se afirmaba que todos los primogénitos solteros de las familias españolas morirían, ese 13 de mayo, «como expiación por los pecados de la humanidad». Algunos niños llegaron angustiados a sus casas y muchos adultos acudieron precipitadamente a los confesionarios, aquel día, sin pararse a pensar en clase de divinidad sería la que mostrara esos espantosos propósitos.
El comentario de Lucrecio es aquí desgraciadamente pertinente: «Tantum potuit religio suadere, malorum». Tan pertinente como el recuerdo de la más discutible afirmación de Marx acerca de la religión como opio en El Palmar de Troya, porque, realmente, allí lo religioso se muestra presente no precisamente para dignificar al hombre. Suponiendo que tuviera algo religioso el espectáculo, de aquellas videntes, en trance.



Los orígenes del Palmar de Troya (3)

A las 8:39 AM, por Luis Santamaría 
Categorías : Palmar de Troya
Aquí está la tercera entrega de esta serie publicada en 1976 por el diario El País, y firmada por el escritor José Jiménez Lozano, sobre los inicios de la secta del Palmar de Troya. Ver la primera parte y la segunda parte.

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REPORTAJE: El barroco asunto de El Palmar de Troya / 3
Una apoteosis supercatólica
José Jiménez Lozano, 12/05/1976
En El Palmar de Troya se han dado cita los que Mauriac llamaba la «santa fauna de las misas de los días de trabajo», es decir, los fieles de las viejas novenas y sabatinas y las beatas revelanderas de que hablaba el inquisidor Valdés, sin que falten tampoco los puros con talante de secta que irrita. José Jiménez Lozano, describe en el tercer capítulo de la serie de cuatro dedicada al tema los show seudomísticos de los orantes de El Palmar de Troya bajo la luz verdosa del sol que atraviesa el plástico verde y transparente que cubre la armadura metálica que sustituye al antiguo lentisco de las apariciones.
En El Palmar se encuentra la que François Mauriac llamaba, sin ánimo ninguno de superioridad, sino incluso con una admiración secreta por la simplicidad de su espíritu y también por sus virtudes no pequeñas, «la santa fauna de las misas de los días de trabajo», es decir, los fieles de las viejas novenas y sabatinas, las procesiones y el culto a Santa Rita abogada de lo imposible, pero también un colegio de puros muy conscientes de su elección divina y cuya seguridad y talante de secta, irrita un poco.
Y el grupo de visionarias que recuerdan las beatas revelanderas de que hablaba el inquisidorValdés, cuando advertía contra el peligro de poner al tanto de cuestiones teológicas a «mujeres de carpinteros». Al oírlas hablar con entera familiaridad de Dios, como podrían hablar de la cesta de la compra, sólo que en un lenguaje sostenido en sus metáforas por los viejos cromos de los viejos catecismos e Historias Sagradas o de las novenas misticoides del XIX, se debiera uno de acordar de Voltaire y sonreír benévolamente o de algunas denominaciones psiquiátricas muy obvias y recomendar un tratamiento, pero, inevitablemente, se acuerda uno más bien de esa Santa Inquisición que la Iglesia íntegra de Clemente Domínguez quisiera ver resucitar y se siente escalofrío al pensar en qué hubieran parado estas piadosas dicharacherías en aquellos tiempos inquisitoriales.

Se imagina uno estar hablando con la Beata de Piedrahíta o Magdalena de la Cruz y se escucha el chisporrotear del brasero o el tintineo de los grillos de una cárcel o se ve el colorido del emplumamiento. Por una sencilla razón: porque El Palmar en un tiempo tridentino como aquel es más que probable que se hubiera resuelto así. Por fortuna, estamos en tiempos de mayor humanidad y libertad y resultaría intolerable que se tomara una medida de fuerza contra estas gentes, aunque también se siente alguna irritación cuando se ve a una enferma postrada en su cama o a una niña llorando, al pensar en su madre condenada por los médicos, que parecen esperar algo de los rezos y éxtasis de esta mujeruca que está a mi lado, respira con dificultad, al hablar con una voz gangosa, y dice nimiedades indignas de cualquier inteligencia media o expresa amenazas celestes contra aquellos de nosotros que la vidente supone -y supone bien- estamos muy lejos de aceptar el juego.
Un poco antes de este show pseudomístico, otra iluminada que blande un enorme crucifijo y habla episcopalmente desde una especie de solemnidad física hecha de gordura bien cuidada y algo así como una mitra que es lo que me parece su mantilla blanca, habla de la santidad de los «padres»de la nueva Iglesia que algunos sábados por la noche, como éste, sufren incluso pedradas por parte de los habituales a las salas de fiesta sevillanas después del cierre de éstas. Ella confiesa que los defenderá con «el Cristo» y que golpeará igualmente con él a quien se burle de lo que aquí pasa. Todavía otro poco antes, los cantos de estas mujeres le devolvían a uno a la infancia, a los meses de mayo del colegio donde se cantaba el «Salve Madre en la tierra de mis amores», y se podía observar lo fácil que es entrar en esta Iglesia o Congregación en cuanto alguien pregunta simplemente si puede quedarse. La novicia cantó algo para mí desconocido ante el altar, acompañada de sus introductores, y quedó admitida. Luego lloró abundantemente durante la aparición que se nos sirvió.
Todo esto tenía lugar en el hangar de plástico verde y transparente levantado en el terreno de las apariciones donde estuvo el lentisco que la devoción de los fieles concluyó por arrancar y donde se levantarán, según me dijo el obispo Arana, un hospital, una iglesia y un convento de hermanas. El hangar conserva su estructura metálica bien visible, y una cosa así da al conjunto un aspecto fantasmagórico. La luz del sol cae, verdosa, sobre los rostros de los orantes que interminablemente rezan rosarios y más rosarios, y el cerquilló monacal de los padres y hermanos y el pañuelo rojizo de las hermanas, puestas con los brazos en cruz algunas de ellas, y todos ellos de rodillas ofrecen una impresión poderosa. Pronto se distingue el aspecto predominante no nativo de los allí presentes en oración -irlandeses, en su aplastante mayoría- y su tez blanca parece cadavérica con el montaje de aquella luz. Todo da la sensación de ser una película sobre alguna extraña secta religiosa o alguna evocación medieval de Bergman, aunque en seguida reconoce uno el pésimo gusto católico del peor barroco y del peor Olot ambos reunidos.


Imágenes

Los orantes aparecen separados de los curiosos y otros asistentes por una verja junto a la que lucen varios cirios. Ante ellos, en una plataforma de baldosín o piedra artificial, que besan al entrar y salir, y, sobre un pedestal, hay una vitrina con una imagen de la Virgen del Carmen con escapularios de la Santa Faz en la mano, lo mismo que el Niño Jesús que tiene en sus brazos. A su alrededor, cuatro farolas, y, en torno de la imagen, cuatro estatuillas no cromadas: San José y una paloma, que representa muy dificultosamente al Espíritu Santo, ante la Virgen; San Fernando y el P. Pío de Pietralcina, detrás. A los pies de la Virgen, un gran cromo de la Santa Faz, que los monjes y monjas de esta Iglesia besan y tocan continuamente con pasión, más que con ternura, creo yo.
En torno al altar, hay sacos de cemento y ladrillos, porque se está en obras para cercar un poco aquel recinto, y algunas sillas de tijera. La iluminación de la noche es muy pobre y vacilante, y la aparición tuvo lugar en un lugar de demasiada penumbra, fuera casi del hangar. Un poco más lejos, antes de llegar a él, sobre la puerta de una roulotte hay una inscripción en inglés, que dice:«Esta es la Casa de la Madre de Dios. Bethlem». Los religiosos y obispos salen con frecuencia de su lugar de oración y es harto fácil conectar con ellos. De vez en cuando, uno de los hermanos se encamina al pozo, ordenado hacer por la Virgen, y saca agua para algún enfermo o peregrino. Una monja me dijo que estaba cerrado, porque había gentes que los querían mal y podían echar allí algún gato o perro, o veneno incluso, y poner entonces las cosas peor de lo que estaban.
Sobre el brocal del pozo hay una inscripción: J. Delaney, 1975. Es el nombre de uno de estos clérigos ahora obligados a vestir de paisano y que quizás mañana sea también uno de estos obispos cuyo anillo dorado tiene una simple cruz, mientras su pectoral crucifijo metálico es de los más humildes y clásicos. El obispo Louis Henri Moulins vestía, sin embargo, de sotana y le encontré rezando el breviario a la sombra que proyectaba el hangar; y sotana vestía un joven clérigo que llegó allí por la noche y a quien una de las mujeres preguntó si tenía lista la ropita para el Niño Jesús.
Sotana vestían, en fin, los dos irlandeses que me recibieron al día siguiente en lo que llaman la Casa Generalicia de Sevilla. Los dos fueron extremadamente corteses y se desvivieron por proporcionarme toda serie de datos, material de información ya preparado e incluso una fotografía en color de Clemente Domínguez con el torso desnudo y mostrando la llaga de su costado y un terrible apósito ensangrentado. El más joven de ellos habló con mucha convicción, y cuando le planteé el problema de si pensaban separarse de la Iglesia de Roma, contestó muy rotundamente que no, pero que el Papa hacía, a veces, cosas que no les gustaban. El obispo Moulins me había negado, la víspera, toda posibilidad de acuerdo con la Iglesia de Roma, dado que la crisis de ésta era definitiva, pero el obispo Arana me habló de una cita con el Nuncio Apostólico a la que no habían acudido porque, ahora, no podían vestir episcopalmente y era así como querían presentarse ante él.


Obras

La Casa Generalicia está completamente en obras y, sobre algunos muebles, vi a un San Pablo con la espalda desnuda, una Virgen del Carmen del Palmar, un Niño Jesús en su cuna. En el pequeño comedor, un cuadro de la Macarena y otro de Nuestra Señora de Guadalupe. Al despedirme del más joven de los irlandeses, sentí una gran simpatía por él y no pude menos que preguntarme por qué podría haber llevado hasta allí a un muchacho todavía, que hablaba de Clemente Domínguez como de un ser casi sobrenatural. Hubiera querido decirle que precisamente en un momento en que Newman se vio precisado a hacer una apología de la infalibilidad papal ante Gladstone, dejó bien sentado el más tradicional y radical de todos los principios cristianos por el que, en último término, murieron Juana de Arco o Juan de la Cruz, pongamos por caso: el del primado de la conciencia personal y de la negación de considerar a nada ni a nadie como dioses intocables.
«Si después de una comida -escribía Newman- me viera obligado a lanzar un brindis religioso -lo que evidentemente no se hace- bebería a la salud del Papa. Creerlo bien, pero, primeramente, por la conciencia y, después, por el Papa». Por este Papa a quien se vitorea continuamente en El Palmar como para liberarle a gritos de las oscuras mazmorras donde le tiene maniatado la Iglesia Oficial de los obispos y cardenales o sacerdotes, que son, aquí, la oveja negra y el blanco de las críticas, exactamente como en los panfletos del abate Coache, en los escritos del ObispoLefevbre o en la testarudez de los fundadores del Seminario de Econe, en Suiza, otro Seminario de puros.
El obispo Ngo, que vino aquí a ordenar sacerdotes y a consagrar obispos, llegó conducido, según se me dijo, por una aparición en San Damiano (Italia). En otro tiempo, fue una especie de Supremo Lama de su país, cuando su hermano era presidente y un cruel perseguidor de los disidentes políticos y religiosos. Luego, su hermano murió, asesinado, y fueron los católicos los que pagaron muchos platos rotos durante la presidencia de Dinh, por su intolerancia y su crueldad. Mons. Ngo y la esposa del presidente, en tiempos del Vaticano II, ya andaban por Roma alentando círculos y pasiones de integrismo religioso contra la traición de la Iglesia que suponía ese Concilio, y resulta perfectamente coherente, entonces, su acción aquí, en El Palmar, santuario de íntegros y puros, Luz de la Iglesia perdida y que se trata de reencontrar en medio de esta imaginería barroca y esta piedad decimonónica y «antiprotestante» en la que ni se oye hablar del Evangelio, de la Biblia.


Los orígenes del Palmar de Troya (y 4)

A las 10:51 AM, por Luis Santamaría 

Categorías : Palmar de Troya
Concluimos con esta entrega la serie de cuatro artículos del escritor José Jiménez Lozanopublicados por el diario El País en 1976, antes de la autoproclamación papal del vidente y fundador de la secta del Palmar de Troya, que tuvo lugar en 1978. Lea los artículos anteriores:primerosegundo y tercero.
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REPORTAJE: El barroco asunto de El Palmar de Troya / y 4

Satanás vencido y el catolicismo restaurado
José Jiménez Lozano, 13/05/1976
«El barroco asunto de El Palmar es mucho más complejo, como he tratado de mostrar…». Así comienza la conclusión definitiva de Jiménez Lozano sobre este barroco asunto que El País ha tratado a lo largo de cuatro capítulos. Queda claro que, al margen de folklorismos o de apresuradas justificaciones ideológicas, el tema de El Palmar aún merecerá por algún tiempo la atención de los periódicos.
A los ojos del catolicismo barroco, la Iglesia es ya el Reino de Dios que sólo necesita ser extendido y defendido. Cualquier transformación o reforma es su ruina y sólo puede estar inspirada por el Diablo con el que esa Iglesia está en lucha en la historia. La teología contrarreformista y barroca, que hace esa equiparación entre Iglesia y Reino de Dios, cala profundamente en el pueblo, no sólo porque asume y amplía hasta la exacerbación la sensibilidad religiosa medieval, el culto de los santos, por ejemplo, y el sentido de fiesta y milagrería, sino también porque es un catolicismo voluntarista y anti-intelectual, un catolicismo de tensión y de lucha entre el bien y el mal, la Ciudad de Dios y la Ciudad de este mundo demoniaco y resuelve ya desde ahora el problema de la salvación, si se pertenece jurídicamente a la primera.
En un catolicismo como el español, el barroco viene a consumar, además, la equiparación de fe y casta hispánica. Conformada por el catolicismo barroco, y en el plano de lo religioso como en otros, este pueblo nuestro resulta impotente para cualquier otro tipo de sensibilidad religiosa, de horizonte y categorías religiosas de pensar y sentir que no sean las de ese catolicismo barroco anti-intelectual y voluntarista, clerical y jurídico, belicoso y seguro, castigo y esencialmente en el sentido de ecuación de la fe con la polis, de simbiosis Iglesia-Estado, religión-nacionalidad: un catolicismo de base y talante popular misoneísta y xenófobo, reluctante a todo cambio y partidario de las «vejeces católicas» y del maravillosismo medieval: supersticioso con frecuencia.



Contrarreforma
El Vaticano II representaba opciones casi simétricamente polares. El Vaticano II ha tratado de clausurar precisamente la era contrarreformista y de asumir todos los logros auténticos del mundo moderno, haciéndose eco, a la vez, de la situación del catolicismo de este tiempo en que las cristiandades han muerto, y ha liquidado como tipo ideal cristiano el tipo del cristiano barroco. Era una opción inevitable y válida, en términos teóricos al menos; una falsilla sobre la que ir escribiendo la evolución del propio catolicismo barroco hispánico. Pero el Vaticano II se recibió, en seguida, entre demasías y «jacquerías», por un lado, de resistencias superortodoxas, por el otro, y no ha tenido en realidad una «recepción» normal por parte del pueblo fiel.

Incluso las transformaciones más jerárquicamente definidas y controladas se han hecho impositivamente y sin ninguna clase de catequesis previa, de explicaciones del gran giro dado. Gran parte de los fieles han quedado, así, a la intemperie desde el punto de vista intelectual v sentimental. Y, si unos han ido a parar a la mayor indiferencia religiosa, otros se han aferrado a las formas y hábitos, que revestía el catolicismo de su infancia y de la tradición nacional profundamente arraigada y han mirado, en seguida, como un apocalipsis el aggiornamento de la lgesia.
El catolicismo popular absolutamente desvalorizado en todos sus aspectos -incluso en los más positivos- ha visto potenciados los más oscuros: la milagrería y la superstición, en un mundo como el de esta civilización tecnológica, ansioso de maravillosismo e irracionalidad al mismo nivel laico en el que se tienen apariciones de platillos volantes misteriosos y en el que la charlatanería esotérica, que debería servir de diversión, es tomada en serio: horóscopos, adivinos, prestidigitadores, etc.
Hay que comprender que Garabandal, Ladeíra o El Palmar de Troya satisfacen ampliamente ese aspecto milagrero del catolicismo popular y que tanto sus mensajes como la forma de su culto totalmente tradicional tienen con ese catolicismo un infinito mayor parentesco que, por ejemplo, una espiritualidad bíblica por seria que sea y por necesaria que se revele. Se ha desbarroquizado muy deprisa y con ateo o mucho de irresponsabilidad el catolicismo popular, unido, por ejemplo, de manera muy fuerte, aunque no siempre de forma pura, al culto de los santos y de las ceremonias brillantes, y no ha habido nada incitante para sustituirlo en la sensibilidad popular.
La misa tridentina, con su latín, sigue siendo extraordinariamente atrayente para ese pueblo y éste siente su nostalgia quizás sólo por alguna razón mágica o de subconsciente recuerdo de su infancia, pero la siente. En el siglo XVI, el doctor Porras y el doctor Martín de Azpilicueta, llevados por los mejores deseos de reforma de unos cultos populares semisupersticiosos y semipaganos quisieron también que las iglesias dejaran de ser el lugar y la ocasión de mil irreverencias, de mil profanaciones y de muchas juergas demasiado humanas, pero la cuestión estaba en que, si dejaban de suceso, se convertirían de hecho en adustas iglesias protestantes, y a la Iglesia española de la época la pareció peor el remedio que la enfermedad.
Y ahora se da una apuesta parecida: el catolicismo barroco es perfectamente anacrónico con la sensibilidad moderna y traiciona o condiciona demasiado en vez de traducir, el mensaje cristiano en múltiples aspectos, pero la cuestión está también en que si no prosigue este catolicismo, no parece que, de momento al menos, pueda evitarse una desbandada. Desbandada hacia la indiferencia, porque nos han cambiado la religión y ya se ve que todo era un cuento o desbandada hacía el catolicismo «íntegro», que la Iglesia ha traicionado y que la Virgen, primero, y luego todos los santos y el mismo Dios han venido a restaurar a El Palmar de Troya. Toda la corte celeste de los viejos devocionarios Y novenas ha acudido aquí a suscribir su protesta contra la Iglesia de Roma, corrompida y en componendas con la herejía.
La revelación de Dios continúa abierta y Dios habla, ahora, precisamente como era necesario hablar contra obispos y cardenales o sacerdotes seducidos por las novedades. En El Palmar se reza el rosario y se habla latín. Se pueden producir milagros y algunas mujeres que, en la Iglesia Oficial sólo podrían ser presidentas de cofradía como mucho quedan ahora elevadas a la categoría de videntes, todas las «vejeces católicas» del vicio catolicismo lucen esplendorosamente y el clima psicológico es apocalíptico, terrible: en El Palmar se anuncia ya una gran guerra purificadora. Las gentes están ansiosas de apocalipsis, como ha ocurrido siempre en todos los movimientos populares: parece como si no tuvieran suficiente con la violencia y el horror de la historia y desean el horror apocalíptico final y la llegada del Paraíso.
La irracionalidad y el horror de los buenos son casos que han estado siempre en la base de todos los movimientos quiliásticos y escatólogicos: desde los milenarismos del medievo o el barroco hasta el anarquismo, el comunismo libertario, el utopismo marxista, el mito nazi de la raza elegida o los diversos regeneracionismos de la patria antigua y eterna, pasando por todos los otros mesianismos del tiempo de Carlos I, por ejemplo, y por toda la serie entera de aberraciones religiosas y fanáticas igualmente mesiánicas y a veces de marcado carácter sexual.



Gentes sencillas
Muchas gentes sencillas reencuentran aquí su Iglesia por la sencilla y simple razón de que, ahora, en su parroquia no encuentran ya a San Roque o a Sán Expedito ni el cepillo de Animas. Ni se las convoca a la lucha última v definitiva contra Satán, ni al sufrimiento reparador del mal de los malos. El católico hispánico se vuelve a sentir favorecido con el Cielo, confirmado en sus seguridades y, en la ecuación de su nacionalidad y su fe, en la ortodoxia-españolidad, alzado sobre todas las naciones que habrán de peregrinar hasta El Palmar a buscar la Luz. Y, desde otro punto de vista, las gentes disgustadas con el giro de la política vaticana o con la falta de amparo en que la Iglesia ha dejado algunos o muchos bolsillos o intereses políticos están más que dispuestas a creer que ésta es la verdadera Iglesia, porque estas apariciones, además, han mostrado ya su simpatía hacia ellas.
Los que dirigen la nueva Iglesia de El Palmar podrían ser unos farsantes, pero no es necesario poner en tela de juicio su buena fe para comprender muy bien que se sientan reformadores y salvadores enviados de Dios. Por el instante, apelan, como es de rigor, al Papa mal informado, o prisionero de la Iglesia, como han apelado hasta ahora todos los mesías y visionarios. Pero si el Papado no les da la razón, como naturalmente no puede dársela, no sería raro que la declararan igualmente agente de Satán. Los señores de la ultraderecha francesa ya lo hicieron con León XIIIpor la Rerum novarum, y ya hemos escuchado recientemente en este mismo país, acerca dePablo VI, algunas otras cosas por el estilo con ocasión de los acontecimientos políticos del otoño de 1975.



Lo dramático
Lo verdaderamente dramático de El Palmar es, sin embargo, aparte de un pequeño cisma de no más que de tres al cuarto, como el de Clemente XIV de hace unos años en Francia que cuando se adjudican a la fe cristiana y, para más señas, a la Virgen María y a toda la corte celestial las frustraciones, las pesadillas, los rencores y las decepciones o incluso la falta de entendederas de unos cuantos visionarios, entonces de alguna manera también la Iglesla y la fe pasan en los periódicos en la opinión pública de un tiempo secularizado como el nuestro a la sección de«chistes pasatiempos», y no hace falta ser cristianos para comprender que la seriedad de la fe cristiana y el honor cristiano de la Iglesia quedan resueltamente banalizados hasta la comadrería, la burla y el desprecio. Es algo muy grave a puro nivel cultural y desde luego religioso, y a Voltaire mismo, creo yo que se le helaría un poco la sonrisa en la boca.



Cuestiones al margen
De modo muy deliberado, he dejado al margen de estas notas y reflexiones en torno al asunto de El Palmar dos aspectos que han agitado un poco la opinión pública más superficial: 1) el supuesto embarazo de las religiosas de El Palmar, lanzado como un venablo muy venenoso por cierta prensa muy deseosa de éxito sensacionalista, y 2) las supuestas fantásticas posibilidades económicas de El Palmar o su financiación incluso por parte de la CIA.
Evidentemente, quien esto escribe no ha hecho el test de embarazo a las religiosas de El Palmar y no sabe nada acerca de este hecho, pero siente el máximo respeto por las personas y el honor de las personas cuyas ideas y actitudes no comparte o incluso se ve obligado a criticar. Del mismo modo, tampoco pertenece a la CIA, ni ha controlado las cuentas bancarias de de las gentes de El Palmar, pero le llaman mucho más la atención los medios de otras instituciones incluso religiosas que los de esta Iglesia apocalíptica y en cualquier caso, cree que el barroco asunto de El Palmar es mucho más complejo, como ha tratado de mostrar, que lo que una reducción a esos aspectos podría pretender.
Y a la vez, mucho más sencillo, porque las más menesterosas apariciones de El Palmar quizás no sean, después de todo, menos serias que otros fenómenos de esta piel de toro en el plano político, cultural o incluso religioso. Son una manifestación más de un cierto estado de cosas: llevan un made in Spain que no debe olvidarse. 
Fin.



Un nuevo "papa" en el Palmar de Troya

A las 10:20 AM, por Luis Santamaría 

Categorías : Palmar de Troya
“Gregorio XVIII, la secta tiene papa”. Así titulaba ayer el diario ABC de Sevilla su información sobre la sucesión en el movimiento cismático del Palmar de Troya. Reproducimos a continuación el artículo firmado por José Manuel Brazo Mena, donde se refiere que tras la muerte del sucesor del fundador de la orden sectaria, los palmarianos ya tienen nuevo pastor.

Tras las exequias de Manuel Alonso Corral, conocido entre sus feligreses como Pedro II, la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz ha nombrado al padre Sergio María nuevo papa de la iglesia palmariana del cisma, con el nombre de Gregorio XVIII, después del cónclave celebrado esta semana «sin fumata blanca» que ha trascendido los altos muros de la Alcaparrosa, último reducto de una congregación sectaria que se desmorona, en una finca ubicada en las proximidades del Palmar de Troya.
Pese al secretismo que caracteriza a esta orden tildada de «integrismo mariano», que ha roto cualquier relación con el poblado vecino y tiene prohibido a hablar a sus miembros con los habitantes de la pedanía, también se ha conocido que el nuevo «pontífice apóstata», que ejerció de abogado, secretario de estado y fue mano derecha de Manuel Alonso Corral, ya ha encargado su sello papal, en cuyo cuño figura la imagen del Cristo de la Sábana Santa de Turín, según señalaron fuentes cercanas a la basílica.

No obstante, la iglesia palmariana atraviesa una grave crisis interna, agudizada por los problemas financieros, (actualmente viven del dinero obtenido con la venta de sus inmuebles en Sevilla y de las donaciones e ingresos de los ancianos que cuidan), además de los constantes abandonos de fieles en un «éxodo» que, según los expertos, se ha ido incrementando, primero tras la muerte en 2005 del fundador de la Orden de la Santa Faz, el autoproclamado Gregorio XVII, «supremo pontífice del fanatismo más grotesco», y posteriormente durante el mandato de su sucesor, Pedro II, que trajo consigo una fractura entre los palmarianos al conocer su nombramiento.
Del nuevo papa, ha trascendido que ya se estaba preparando para ejercer de máximo pontífice, desde la muerte de Clemente Domínguez (Gregorio XVII), y aunque Manuel Alonso (Pedro II) era el sucesor natural designado por el «tragicómico y megalómano vidente de la Alcaparrosa», el padre Sergio María, un levantino con fama de «agresivo» esperaba paciente la sucesión ante la grave enfermedad que padecía Alonso Corral, desde hacía varios años. Con el nuevo «antipapa», muchos señalan que se recrudecerán las normas, hasta ahora marcadas por un «estricto código de conducta».
La fundación de la Orden sectaria de los Carmelitas de la Santa Faz surgió tras las apariciones marianas en la finca La Alcaparrosa en 1968, donde cuatro niñas de El Palmar cogiendo flores, al parecer, se encontraron a la Virgen en un lentisco, lo que fue aprovechado por Clemente Domínguez, quien declaró tener «visiones místicas», y por Manuel Alonso, su cerebro y confidente, para comprar aquel espacio rústico en 1972 con un donativo de 16 millones de pesetas por parte de una anciana baronesa.
A partir de ese momento, la ascensión de Clemente en su «particular empresa eclesiástica» fue fulgurante, siendo ordenado obispo, en 1976, por el arzobispo vietnamita Ngo Dinh Thuc Pierre Martín. En 1978 afirmó haber tenido una visión sobrenatural que le ordenó autoproclamarse papa, a la muerte de Pablo VI. Restablece el rito tridentino de la misa a perpetuidad y ordena 24 cardenales. La iglesia palmariana proclama santos a Francisco Franco, José Antonio Primo de Rivera, Carrero Blanco, Escrivá de Balaguer o don Pelayo, entre otros, y excomulga a los dirigentes de la Iglesia católica.


Las dificultades y la sucesión

El Diario de Sevilla, antes de conocerse la elección del sucesor, publicaba algunos datos interesantes en un artículo de Juan Parejo y Diego J. Geniz. “Es un momento magnífico para que se extingan”, asegura Manuel M. Molina, periodista vinculado muchos años a la Agencia Efey experto en todo lo relacionado con la iglesia palmariana sobre la que tiene publicados algunos libros. Pero ¿quién será el sucesor del extremeño Manuel Alonso Corral? Poco se sabe debido al enorme hermetismo que impera entre los muros de la iglesia de El Palmar de Troya.
Los expertos coinciden en señalar un nombre: un economista que se haría llamar Sergio María. Se trataría de un hombre de mediana edad del que apenas se tienen datos y que llevaría cierto tiempo integrado en la orden. El sucesor del trono de Pedro II se encontraría con una orden muy debilitada que cuenta con una escisión en Archidona (Málaga), sin las grandes posesiones del pasado, con la mayoría de sus tesoros vendidos o empeñados y con apenas 70 u 80 religiosos entre sus filas.
“La designación del nuevo papa puede ser una incógnita. Clemente antes de morir nombró a Manuel Alonso Corral, persona con la que le unía un gran vínculo, como su sucesor, y el resto de miembros lo tuvieron que acatar. El problema ahora es que la línea sucesoria no estaría tan clara, incluso no sabemos hasta qué punto puede interesarle a nadie”, revela Manuel M. Molina.
Lo cierto, según los expertos, es que en El Palmar de Troya ya llevaban varios años preparándose para la muerte de Pedro II. “Padecía una grave enfermedad y ya estaba enfermo cuando sucedió a Clemente”, explica el investigador José Manuel García Bautista. Este amante del misterio y de los fenómenos paranormales ve claras diferencias entra las dos sucesiones a las que se han tenido que enfrentar los Carmelitas de la Santa Faz: “Estaba muy claro que Manuel Alonso Corral iba a ser el sucesor de Clemente. Realmente era el ideólogo de la orden. Era abogado y se encargaba de los asuntos legales y de las inversiones. Clemente se limitaba a poner la cara. Se podría decir que era como el showman”.
Jorge Molina, uno de los periodistas que más investigaciones ha realizado sobre la iglesia palmariana, también señala al Padre Sergio (procedente de Murcia) como el sucesor de Pedro II, aunque añade que ahora sí podrían surgir discrepancias sobre su nombramiento. “Clemente dejó escrito quién tenía que ser su sucesor. Pedro II no lo ha hecho”. Sobre la figura del que se postula como el nuevo antipapa, Molina mantiene que su carácter difiere de sus dos antecesores.“Clemente y Pedro veían visiones y tenían estigmas, gozaban de un carácter místico del que carece Sergio y esto es un don fundamental para la credulidad tan particular de los fieles de El Palmar”. Para este investigador, el “tan anunciado final” de esta Iglesia podría estar ahora más cerca, cuando ya han fallecido los tres miembros de su grupo fundador.
En cuanto a la situación económica, Molina señala que siguen teniendo ingresos gracias a las donaciones y herencias de las personas mayores que cuidan en la inmensa finca donde se encuentra la basílica.

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