FUENTE: Aleteia
El sacerdote mercedario Antonio Vázquez Fernández, catedrático emérito de Psicología en la Universidad Pontificia de Salamanca (UPSA), falleció el pasado 20 de abril después de una fructífera vida intelectual que se plasmó tanto en el aspecto docente –fue uno de los fundadores de la Facultad de Psicología de esa universidad, de la que llegó a ser decano– como en el investigador –con numerosos libros y artículos publicados–.
Como ha señalado Alfonso Salgado, actual decano de Psicología en la UPSA, el padre Vázquez “es una de las figuras mundialmente prestigiosas en el estudio científico de la Psicología de la experiencia religiosa”. Fue discípulo de Antoine Vergote (1921-2013), de la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica), y quien promovió que el propio Vergote fuera nombrado en 2005 doctor “honoris causa” por la UPSA.
Precisamente en 2005 escribió un artículo, poco conocido dentro de su abundante producción intelectual, en el que resumió las características de la época actual en cuanto al fenómeno religioso. Titulado “De las religiones a la espiritualidad”, fue publicado en la revista Iglesia Viva. Lo que publicamos aquí es el artículo de resumen que ha aparecido en el portal Aleteia, escrito por Luis Santamaría, miembro de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES).
En su trabajo, Vázquez destacaba cómo nuestra época contemporánea ha sido calificada como “entrada en una nueva era –la de Acuario, al salir de la de Piscis, pero también postmoderna e incluso postcristiana– y emergencia de un nuevo paradigma”. Y desde ahí, planteaba los datos principales para hacer un diagnóstico de nuestro tiempo desde el punto de vista de la religión.
1. Nuestra sociedad se ha secularizado
El primer rasgo es “la progresiva secularización de la sociedad occidental”, que supone por parte de esa sociedad “la conciencia de una autonomía de lo humano, acompañada de una racionalidad crítica, que pretende no necesitar de la fe religiosa para resolver sus problemas político-sociales, y cada sujeto humano se siente libre y dueño de su destino”.
Esto también tiene sus efectos para los creyentes, para las propias comunidades religiosas. En el caso del cristianismo, la secularización trae consigo para las iglesias la necesidad de “una sincera purificación de sus posibles deseos e intentos de convertir la palabra de Dios en un poder mundano de sometimiento o dominación de una libertad y dignidad personal irrenunciables”.
El padre Vázquez recordaba, en este momento, una tentación siempre presente en ciertas mentalidades eclesiales, según la advertencia de su maestro Vergote: “el creyente cristiano deberá renunciar quizás también a querer arreglar los problemas políticos y sociales desde las leyes y códigos de sus credos”.
2. Un despertar de lo religioso
Sin embargo, han aparecido nuevas formas de espiritualidad, un fenómeno que resulta contradictorio: “por un lado se detecta una especie de indiferencia y frialdad crecientes ante lo religioso, representado especialmente por las grandes iglesias y sus prácticas, y, por otro, un nuevo despertar de lo sacral más bien desvinculado de las instituciones religiosas, de modo particular entre la gente joven”.
Para llegar a este cambio, el psicólogo echa la mirada décadas atrás, cuando en España se pasó de una vida eminentemente rural en un contexto de contacto directo con la naturaleza, a una existencia centrada en las ciudades y el predominio de la técnica.
3. La revolución de la postmodernidad
En este punto, Antonio Vázquez hacía un repaso de algunos autores significativos del pensamiento postmoderno (especialmente Baudrillard y Lyotard), que dan una idea de los rasgos fundamentales de la cultura actual. En primer lugar, estamos en una sociedad del simulacro, donde destaca “una realidad virtual conde desaparecen los límites entre real y ficticio”.
De dar importancia a la realidad, se pasa a fijarse en su narración, que también se intenta deconstruir, y así se niega “el valor de las grandes narraciones histórico-culturales, incluidas las religiosas, de un modo preferente las judeo-cristianas, para quedarse únicamente con las ‘pequeñas historias’ y ‘pequeñas narraciones’ inconexas”.
La demanda de una información sin límites trae consigo una “pérdida de intimidad”, algo que se ve en los “realities” de la televisión. Frente al predominio anterior de la razón teórica, ahora se defiende un “pensamiento débil”. Y se defiende “un cierto retorno al paganismo… en más o menos contraposición contra el monoteísmo, sobre todo cristiano”. Por eso, “se ha perdido la unidad del Todo y sólo quedan conjuntos de fragmentos. El propio ‘nosotros’ quedaría hecho añicos, al no existir ya un principio universal de unidad e identidad”, de manera que se da un pluralismo fraccionado donde “todo vale y tiene cabida”.
4. La búsqueda espiritual fuera de las Iglesias
El padre Vázquez reconocía en 2005 que “lo que sí es cierto es que las iglesias se vacían sobre todo de jóvenes”. Para entenderlo, afirmaba, no sólo hay que mirar a la pérdida del sentido de lo sagrado, sino también a una realidad positiva: “el camino del deseo y anhelo positivo de un encuentro vivo con el misterio… fuera de los muros protectores –y oprimentes– de la institución y del dogma, intentando a tientas el descubrimiento de una nueva espiritualidad”.
Aunque también advertía de los errores a los que puede llevar una búsqueda así: la confusión de “libertad con simple espontaneidad, creatividad con rareza, regresiva fusión indiferenciada con recobrada unidad con el Absoluto de carácter cósmico y transpersonal…”. Sin olvidar lo que se ha llamado el retorno de los brujos, “cuando se va perdiendo la auténtica fe religiosa”.
¿Y dónde veía ese retorno negativo? En fenómenos que resumía en esta enumeración de ejemplos contemporáneos: “parapsicología pseudocientífica, horóscopos, adivinos y futurólogos, gurús salvadores, magias negras, ritos satánicos… profusión de apariciones; y ese complejo movimiento de mil caras llamado New Age”.
5. La Nueva Era, en el centro
El psicólogo mercedario se basaba en este momento del análisis en José María Mardones, otro gran intelectual español que centró el tema de la nueva espiritualidad “en la New Age como expresión más representativa de la postmodernidad”, y que desgranaba los elementos principales de esta corriente sincretista.
Su primera seña de identidad es “su proclamación de un nuevo paradigma científico de carácter holográfico que junto con la física cuántica presentaría analogías con las visiones místicas del universo divino”. En segundo lugar estaría “un hiper-ecumenismo de matriz oriental, donde las peculiaridades únicas de la fe cristiana quedarían reducidas o, mejor, ‘fundidas’ y ‘confundidas’ en una de tantas ‘creencias’”.
La Nueva Era también destaca por “una nueva psicología”, que se basaría sobre todo en la “psicología transpersonal”. Otro elemento fundamental es “el retorno a una especie de esoterismo ocultista y a la utilización de médiums, como lo hacía el viejo espiritismo, chamanismo, y el actual brote de angelismo”. Y, por último, la New Age trae consigo “el reencantamiento de la Naturaleza o retorno de la pagada sacralización de la diosa y madre Gaia y del universo”.
Desde todos estos datos, Antonio Vázquez resumía hace 15 años la cultura actual en cuanto a lo religioso: “el contexto situacional en el que se produciría el fenómeno de las nuevas espiritualidades, y su confrontación con las religiones establecidas, sería la postmodernidad, en conexión con el ya aludido proceso de reencantamiento sacral de la vida, la tierra y el cosmos”, de forma que lo espiritual pretende sustituir a lo religioso. Un análisis que conserva hoy toda su vigencia.
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