FUENTE: El Universal
Reproducimos a continuación un artículo escrito por Ángel Gilberto Adame y publicado en el diario mexicano El Universal. El autor nació en la Ciudad de México. Estudió Derecho y Economía en la Universidad Nacional Autónoma de México. Es autor de las biografías de Jesús Moreno Baca y de Octavio Paz.
En el siglo XIX, la corriente espiritista tuvo un auge inusitado y más de un intelectual engrosó las filas de esta doctrina, como Víctor Hugo, Abraham Lincoln y Charles Dickens. En México importantes personajes se declararon creyentes de ésta, como Francisco I. Madero y Santiago Sierra Méndez, hermano del “maestro de América”. Y aunque fueron blanco de constantes burlas, la dirección de sus creencias no era sólo tener contacto con espíritus, sino obtener información científica y filosófica por medio de esa práctica. Sierra fue un médium en busca de conocimiento.
El espiritismo mexicano decimonónico tenía dos vertientes muy marcadas de las cuales ha hecho distinción José Mariano Leyva: la intelectual y la popular. Esto se debe a que la clase acomodada era la única que tenía contacto con la doctrina europea y socialmente respondía a que “en México en ese tiempo la gente apenas se estaba acostumbrando al laicismo, pues el pilar de la sociedad era la Iglesia católica y eso provocaba una crisis en la población. Fue entonces cuando el espiritismo llegó a México para adecuar el redireccionamiento de la fe a través de un concepto basado en la unidad entre el conocimiento científico y la filosofía”.
En 1858 apareció en México La Revista Espiritista, luego nacería la Sociedad Espírita Central de la República Mexicana, donde Santiago fue una figura destacada. Más tarde, Refugio I. González, futuro suegro del campechano, fundaría La Ilustración Espírita, periódico dedicado, entre otros artículos, a la divulgación de las sesiones con los médiums, y principalmente a la defensa del espiritismo. Una de las sesiones más intrigantes que en ésta se registra fue la del 27 de abril de 1872 con el espíritu de Pedro Escobedo y Aguilar, sabio médico queretano, amigo de Guillermo Prieto y Manuel Payno, quien había fallecido 28 años antes. El contacto con él fue Eleútheros, seudónimo de Sierra.
El periódico destaca que Eleútheros y otras dos personas “puestas en estado sonambúlico” sirvieron de canal para las aportaciones de Escobedo sobre la pregunta: “¿Los espíritus de las personas muertas se valen de la electricidad para comunicarse con los vivos?”. En el texto únicamente están las disertaciones científicas del espíritu, que demuestra las pruebas de la existencia humana, sobre todo intelectual, después de trascender a “ese periodo relativamente afuncional que se conoce bajo el nombre de muerte”. También señaló la incredulidad de algunos espiritistas: “La espuma filosófica, ha tomado un carácter escéptico, gracias a falsas apreciaciones de las artes ocultas bajo la forma simbólica de ciertos dogmas”. Lamentablemente no hay una descripción de cómo Sierra llegó al estado requerido para ser canal.
La relación y la ilación de los argumentos del ente son claramente expuestas y responde que la electricidad es un factor importante en la comunicación entre vivos y muertos aunque: “Sería necesario escribir no unas cuántas páginas, sino volúmenes enteros para explicar la infinita variedad de recursos de que nos valemos los espíritus desencadenados para manifestarnos en la vida material, entre ellos, la electricidad cuenta entre los fluidos repartidos en las atmósferas y que se relacionan a través del éter: pero no es indispensable y mucho menos única”.
Al final de la sesión, Escobedo le dedicó unas palabras al vidente que usó para transmitir sus ideas: “Confío en que el médium en que me he valido, al encargarse bajo mi inspiración de rebatir los principales errores del dictamen, lo hará con la mesura y energía necesarias, tanto para no herir en lo más mínimo la susceptibilidad legítima de personas, que si están engañadas en sus ideas, no es por mala fe ni por falta de estudio, cuanto para probarles hasta la evidencia que han padecido una irreflexión en el curso general de su obra”.
Este espiritismo intelectual nos presenta seres dispuestos a compartir información y métodos “científicos” para poder entrar en contacto con ellos. Lo más importante, proporcionaba por medios poco ortodoxos información sobre la vida después de la muerte y, aun, la inteligencia después de la misma. Las sesiones no contenían medios “oscuros”, rituales o elementos mágicos para realizarse, pues la objetividad era cuidada al máximo. El doctor Escobedo, a través de la pluma de Sierra, concluyó la sesión con una apertura al debate, porque antes de ser espíritus desencadenados son espíritus racionales: “Toca ahora a los creyentes ampliar mis opiniones, ilustrar la cuestión hasta donde sea dable, rogar con verdadera caridad al Ser Supremo que ilumine a los incrédulos”.
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