"La humanidad no encontrará la paz hasta que no vuelva con confianza a mi Misericordia" (Jesús a Sor Faustina)

jueves, 31 de octubre de 2019

Cuando la Iglesia mostraba gratitud a Franco


Por Daniel De Fernando | 27 octubre, 2019
“A partir de ahora y hasta que me muera no creo que vuelva a poner la «X» en la Iglesia. A mi abuelo el Papa le concedió la Orden de Cristo, que tienen doce personas, y los jesuitas le dieron carta de hermandad, que significa que tiene que ser tratado como cualquier jesuita, y este año, por primera vez, los jesuitas de Serrano, en nuestra parroquia, no nos dejan oficiar la misa por el 20-N. Hay una gran cobardía por parte de la Iglesia. El padre Cantera, por lo menos, ha actuado en conciencia, ha sido honesto consigo mismo y con sus principios”.

Esta fue la respuesta de Francis Franco a Andrés Bartolomé, periodista de La Razón, en una entrevista publicada el jueves 24 de octubre con motivo de la exhumación de su abuelo. Indignado con la tibieza de la jerarquía eclesiástica, el nieto del general arremete contra los que otrora dieran sobradas muestras de gratitud a su abuelo.

Una de esas muestras de gratitud es la inclusión de Franco en la Orden de Cristo. Se trata de una distinción pontificia “creada para premiar especialísimos servicios prestados a la Iglesia católica”. Fue instituida en Aviñón por el Papa Juan XXII y, en la reforma de 1905, el Papa San Pío X estableció “que ninguna otra le fuese superior en dignidad y que sobresaliese en todas las demás en grandeza y esplendor”. Puesto que es la distinción más elevada concedida por el Vaticano, la poseen muy pocas personas. Bismarck, de Gaulle, Maximilien de Furstenberg o el archiduque Eugenio de Austria son algunos ejemplos. 

La ceremonia de imposición del collar de caballero de la Orden de Cristo se realizó en Madrid el 25 de febrero de 1954. El texto de la bula de Pío XII, leído en latín y en castellano, rezaba:

«Pío Papa XII. — A nuestro amado hijo Francisco Franco Bahamonde, Jefe del Estado Español. — Salud y bendición Apostólica:    Recordamos con cuanta solemnidad y concurrencia de fieles celebrábase el año pasado en Barcelona el Congreso Eucarístico Internacional, al que nos consta que las autoridades civiles prestaron entusiasmo y colaboración.   

   «Además, con motivo del reciente Concordato celebrado entre esta Sede Apostólica y la Nación española, nos hemos congratulado por la feliz terminación del mismo y por vuestra adhesión a la cátedra de San Pedro, puesta muy de manifiesto en la elaboración de tan importante acuerdo.    

   De este modo, las necesarias relaciones que siempre existieron entre los Romanos Pontífices y la Nación española, han sido confirmadas para fruto y utilidad comunes. 

   «Sabemos que este es también vuestro sentir y el del católico pueblo español a través de las cartas oficiosas que nos habéis remitido y por las cuales os damos las más expresivas gracias.   

   »Por estas y otras razones, queriendo daros una muestra de nuestra benevolencia, por estas nuestras letras os elegimos, constituimos y nombramos Caballero de la Milicia de Jesucristo y os admitimos en nuestra Suprema Orden de los citados caballeros.   

   »Y para que podáis recibir el hábito de dicha Orden de manos de cualquier cardenal de la Santa Romana Iglesia, o bien de un obispo católico en comunión con la Santa Sede, concedemos al por vos elegido las oportunas facultades. Ante el cardenal de la Santa Romana Iglesia u obispo por vos designado para recibir las insignias honoríficas, haréis la profesión de fe en cuanto se contiene en la fórmula de admisión en la Orden de la Milicia de Jesucristo, que mandamos se os envíe juntamente con el modelo de hábito, cruz, insignias y collar de oro, concedidos por esta Sede Apostólica a dicha Suprema Orden.    

   Inmediatamente que hayáis ejecutado todo esto, os hacemos partícipe de todos los derechos y privilegios que en cualquier tiempo y forma se hayan concedido a los demás caballeros de la Milicia de Jesucristo, no obstante cualquier cosa en contrario. «Dado en Roma, en San Pedro, bajo el anillo del Pescador, a veintiuno de diciembre de 1953, decimoquinto de nuestro pontificado. — 

Papa Pío XII  

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La pertenencia a la Orden de Cristo no fue la única distinción de tipo religioso que se otorgó al general. Francis Franco recuerda también la concesión de la carta de hermandad de los jesuitas. Este reconocimiento, que tiene su origen en Urbano V, “se otorgaa los bienhechores y amigos de la Compañía de Jesús y les concede participar en las oraciones, buenas obras y sufragios de la Compañía” (Institutum S.I. 1:594s, nº 289).

Así lo explica Luis Felipe Utrera Molina en un artículo publicado por ABC: “En 1943, el P. Magni, vicario general, hizo llegar al Generalísimo un documento por el que la Compañía le agradecía el inmenso beneficio de la devolución de todos los bienes que la revolución le había arrebatado. En dicho documento -conocido como «Carta de hermandad»- se le comunica que se le hacía «participante de todas las misas, oraciones, penitencias y obras de celo que por la gracia de Dios se hacen y en adelante se harán en nuestras provincias de España». Con tan alta y excepcionalísima distinción, la Compañía cumplía con lo previsto en el capítulo I de la IV Parte de sus Constituciones, «De la memoria a los fundadores y bienhechores», afirmando que «es muy debido corresponder de nuestra parte a la devoción y beneficencia que usan con la Compañía»”.

No sabemos si será la X de la casilla, el afán por “adaptarse a los tiempos” o la intención de ganarse el favor de sus enemigos. Pero algo ha debido de pasar para que, tras las sobradas muestras de entusiasmo y agradecimiento del pasado, la jerarquía eclesiástica haya decidido no oponerse a la exhumación. 

por Daniel de Fernando.
(https://infovaticana.com/2019/10/27/cuando-la-iglesia-mostraba-gratitud-a-franco/?fbclid=IwAR3LhcwDktnH1aJmHs4f2Re58W3_VxDxsiVCrd08FNbcqJLmkVTOn6UGCJs)

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