FUENTE: Portaluz
Es habitual ver en muchos países convocatorias a conferencias de un “maestro espiritual” indio llamado Prem Rawat y entrevistas publicadas en los medios de comunicación. ¿Quién es? Se trata, sin duda, de otro hábil gurú oriental que ha sabido cambiar de nombre y de estrategia para captar adeptos en el ambiente de la Nueva Era, al igual que hizo Bhagwan Rajneesh al “convertirse” en Osho. Reproducimos el artículo que ha publicado Portaluz, escrito por Luis Santamaría, de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES).
Prem Rawat, llamado anteriormente Maharaj Ji o Maharaji, nació en la India en 1957 con el nombre real de Prem Pal Singh Rawat y cuando tenía 8 años “heredó” la secta que había fundado su padre: la Misión de la Luz Divina. De hecho, sus seguidores dicen que el padre se reencarnó en su hijo, y lo consideran Señor del Universo, Dios Encarnado, reencarnación de Buda y de Cristo… Su secta pasó a llamarse después Elan Vital, y ahora se camuflan más con nombres como Fundación Prem Rawat, La Paz es Posible, Conocimiento del Ser o simplemente Conocimiento.
Para conocer qué repercusión tiene este movimiento en las vidas de las familias que se topan con él, contamos en Portaluz con el testimonio de una joven española a la que vamos a llamar Sonia. Todo comenzó hace unos años, cuando llevaba cuatro casada, y con una niña que acababa de cumplir un año. Pero su marido no estaba satisfecho con la vida y no le encontraba sentido. “Tienes un hijo… ¿y ahora qué?”, decía él a los amigos.
Primer paso: los “viajes astrales”
Un día su marido escuchó en el programa “Espacio en Blanco” (Radio Nacional de España) a un hombre que hablaba de viajes astrales: Antonio Moraga. Contactó con Antonio y acudió a un curso en privado con él durante tres tardes. Al terminarlo, regresó a casa convencido de un cambio de vida: “a partir de ahora no fumo, no como carne, no bebo alcohol ni bebidas con gas”, le dijo a su esposa. Su explicación fue que “tenía que depurarse físicamente para poder iniciarse en la práctica de los viajes astrales”.
Además, empezó a realizar sus prácticas diarias: “tenía que meditar en un lugar oscuro a solas, al menos durante una hora. Por la noche tenía que procurar tener sueños lúcidos, es decir, estar consciente en sus sueños para poder diferenciar si había tenido un viaje astral o sólo había sido un sueño”. Pero el tiempo dedicado a la meditación fue aumentando, con ratos cada vez más largos después de comer y de cenar.
Las rutinas diarias del matrimonio se vieron afectadas por esta dedicación creciente del marido. Sonia recuerda que en aquel momento “yo tenía prohibido entrar en la habitación. Me dijo que él podía estar en medio de un viaje astral y si le interrumpía, incluso podría morirse. Y así, nuestra vida comenzó a cambiar”.
Segundo paso: la invitación al “conocimiento”
En el curso de viajes astrales, el “maestro” Antonio Moraga le dijo al esposo que era una persona muy receptiva a este tipo de prácticas, y que le vendría bien asistir a unas reuniones de la organización Elan Vital “para seguir evolucionando en este camino. Así fue como comenzó a asistir los domingos por la tarde a unas proyecciones de vídeo en el Paseo de la Castellana (Madrid)”.
¿Sobre qué versaban esas proyecciones? No eran otra cosa que la preparación de Maharaji para que los asistentes pudieran recibir “el Conocimiento”. Sonia lo acompañó en alguna ocasión, pudiendo ver los mensajes que se dirigían desde esos vídeos: “La felicidad no depende de las circunstancias, sino que está al alcance de cualquier ser humano por el hecho de estar vivo”; “El conocimiento es una forma de llegar a tu interior, de disfrutar de la existencia, de sentirse satisfecho en esta vida”; “El conocimiento está en tu interior”, etc.
“Frases de este estilo se repetían constantemente en los vídeos y se utilizaban como señuelo para que continuaras queriendo saber más y más”. Todo ello, tal como recuerda esta madrileña, “generaba un halo de misterio y curiosidad, y las personas que te recibían a la entrada del salón donde se proyectaba el vídeo cada semana se encargaban de que ese misterio siguiera creciendo. Eran los adeptos de Maharaji o ‘premies’. Ellos te sugerían un período de preparación de varios meses para comprender lo que era realmente el Conocimiento”.
El distanciamiento
Cuando los responsables del grupo consideraron que su marido ya estaba preparado para recibir el Conocimiento, “lo convocaron a otras reuniones, digamos para los ‘elegidos’. Y a partir de ahí todo fue secreto. Él no compartía nada de esas reuniones conmigo y se limitaba a decirme que si quería recibir el Conocimiento, que hiciera el camino yo. Aún por entonces yo seguía pensando que se le pasaría, como tantas otras cosas, que era una época. En cierta forma estaba deseando que recibiera ese ‘Conocimiento’ para que esto terminara”.
Sin embargo, la realidad empeoró. Sonia recuerda con dolor lo que sucedió un día: “él estaba practicando en esa habitación las técnicas de preparación para recibir el Conocimiento. Mi hija comenzó a vomitar y a llorar. Para atenderla, tuve que dejarla en el suelo sentada mientras cambiaba las sábanas y demás. Él estaba en la habitación de al lado y no salió a ayudar ni a atender a la niña. Cuando logré volver a colocarla en la cuna entré y estaba en el suelo de rodillas, a oscuras. Montó en cólera y, dando gritos, salió de la habitación, quitó el cerrojo de la puerta del baño para colocarlo en la habitación y que nunca más pudiera molestarle”.
Poco después, el esposo “recibió el Conocimiento durante dos fines de semana en un hotel de Madrid. Allí, un ‘premie’ con cierto rango en la organización le dio el Conocimiento. A partir de entonces su práctica se convirtió en diaria, tal como prometió allí, y también adquirió el compromiso de llevar ese Conocimiento a todas las personas posibles”. Todo seguía siendo un misterio para Sonia, que veía la transformación sin poder hacer nada. “Me dijo que era lo mejor que le había ocurrido en su vida”, afirma.
“Todo transcurrió muy rápido. Veía cómo se alejaba de nosotras”, recuerda. Llegó el momento en el que, cuando ella le dijo que tenían que hablar sobre la situación y el futuro de su matrimonio, “respondió que no había nada que hablar, que debíamos separarnos”. ¿Y qué razón le dio? “Me explicó que él tenía viajes astrales, que se comunicaba con sus maestros, con su abuela y con otros seres de luz. En esos mensajes le habían dicho que él era uno de los elegidos para llevar un camino como sanador en esta vida, un camino para transmitir el Conocimiento que había recibido… y no podía seguir el camino conmigo, porque era totalmente incompatible”.
Además, “decía que sólo había unos pocos elegidos como sanadores que quedarían en el mundo cuando todo hubiera acabado… porque el mundo se acabaría pronto, y él era uno de ellos”. Esto tuvo un impacto terrible en Sonia: “fue ahí cuando mi mundo se vino abajo”.
¡Su marido estaba en una secta!
Una amiga suya investigó sobre la organización “Elan Vital” y descubrió que estaba considerada secta por algunos organismos. “Yo nunca había oído hablar de sectas y, por supuesto, no sabía qué implicaba ni cómo enfrentarme a ello”. Después se puso en contacto con la Policía, que le dio algunos consejos pero también le explicó que “nada se podía hacer, puesto que él era mayor de edad y esa organización estaba inscrita como asociación cultural. Mientras no hubiera delitos no podían hacer nada, salvo decirnos que destrozaban familias y les sacaban el dinero”.
“Y así acabó mi matrimonio”, lamenta Sonia. “Vivíamos separados, fuera del hogar familiar que habíamos tardado cinco años en construir”. Preocupada por su hija, ella logró que en la sentencia judicial con motivo de la separación se estableciera “que no se podía adoctrinar a nuestra hija en ninguna religión o corriente espiritual sin el consentimiento del otro”.
Él continuó perteneciendo a Elan Vital, “viajando por el mundo para ver a su gurú desde Miami hasta Australia, pasando por multitud de ciudades. Hablaba de él como si se tratara de la reencarnación divina en persona. Al parecer, seguirlo por el mundo te daba mayor posibilidad de crecer en el Conocimiento. Y así fue subiendo en el escalafón de la pirámide de la organización, adquiriendo cierto rango y haciendo el camino que ellos le marcaban. De cuánto dinero se ‘fundió’, sólo él lo sabe”.
Su vida dentro de la secta fue radicalmente distinta a la que había tenido hasta entonces. “Todo lo que acontecía en el grupo era para él lo primero, por encima de todo y de todos. Lo demás era secundario: amigos, trabajo, familia… e incluso su hija. Nunca dejó de quererla, pero su implicación como padre se limitaba al tiempo que podía sacar de su secta”. No sólo eso: también hizo varios niveles de reiki para hacerse sanador, “tal y como le habían dicho sus guías espirituales. Cabe destacar que Antonio Moraga, además de ser representante de la secta de Prem Rawat, es un destacado maestro de reiki en España.
Lo aprendido sobre el mundo de las sectas
Cuatro años después de la separación, Sonia recibió una noticia del que había sido su marido: “me dijo que se había equivocado y que Elan Vital era una secta. Pero no fue motivo de celebración por mucho tiempo, porque supe pronto que ahora estaba en otra secta distinta”.
Esto le ha servido para aprender muchas cosas sobre el fenómeno sectario. Cuando una persona es captada por un movimiento de este tipo “no se puede pensar que ya se le pasará. La manipulación que utilizan estos grupos está muy estudiada”. Por eso, Sonia recomienda a quienes están atravesando por una situación similar “buscar ayuda cuanto antes y dejarse asesorar sobre cuál es la mejor forma de relacionarse con el adepto”.
Leyendo libros sobre sectas, ella descubrió que para su marido “Maharaji, la meditación, los viajes astrales, el reiki… fueron los inicios de su ‘nueva vida’. Una vida en la que sigue probando todas las recetas que la New Age ofrece para tener ‘una vida espiritual’. En mi opinión, la persona que yo conocí desapareció por este camino, pero esta ‘nueva vida’ no lo ha hecho mejor persona. El egoísmo, el egocentrismo y el narcisismo abundan en él… y, sinceramente, creo que a día de hoy sigue tan perdido como hace veinte años, si no más”.
Sonia, después de todo lo que vivió, lo tiene claro: “las sectas pueden cambiar de nombre, camuflarse o intentar ocultarse… como ladrones y delincuentes, que lo son, sin duda: ladrones de vidas. Pero hay algo que no cambia y es el objetivo, siempre el mismo: el dinero, extorsionando a los adeptos que consiguen mediante la manipulación a la que son sometidos”.
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