FUENTE: ReL
El obispo de San Sebastián (España), José Ignacio Munilla, cree que se está dando en nuestra época un aumento del iluminismo que puede llevar a algunos fieles a la desobediencia y desafección hacia la Iglesia, basándose en supuestas visiones, profecías, revelaciones, etc. Cree que el emotivismo puede ser hoy más dañino entre los católicos devotos que el moralismo extremo, que quizá fue un peligro más frecuente en otras épocas. Aunque el mayor reto de la Iglesia hoy es el secularismo, el iluminismo es especialmente pernicioso porque afecta precisamente a personas con fe. El obispo Munilla ha hablado con Religion en Libertad de ese tema.
- Señor obispo, recientemente, en algunas intervenciones en Radio María, usted alerta sobre los “brotes iluministas”. ¿A qué se refiere?
- El término “iluminismo” es un término muy amplio, bajo cuyo “paraguas” se pueden encuadrar muy diversas desviaciones de la sana espiritualidad: gnosticismo, alumbrados, fideísmo, espiritismo… El sentido en que yo utilizo el término apunta a la tendencia “visionaria”, por decirlo de algún modo. La crisis generada por la pandemia del Covid-19 no ha hecho sino acelerar este fenómeno.
- ¿Tanto iluminismo hay en esta época secularizada?
- Secularización e iluminismo, aun siendo en teoría polos opuestos, tienen en común su equivocado posicionamiento ante la Revelación. Mientras que la secularización rechaza o se muestra indiferente ante la revelación de Dios, al iluminismo la Revelación custodiada por la Iglesia Católica le resulta insuficiente y recurre a buscar “más allá”.
- ¿Qué signos de iluminismo son los que le preocupan?
- Me refiero a las siguientes manifestaciones: un acento desequilibrado hacia los fenómenos extraordinarios en detrimento de los medios ordinarios de la gracia; o el recurso a las revelaciones privadas sin aprobación eclesial; o la autoatribución de carismas tales como la recepción de mensajes o visiones en la oración; o los anuncios apocalípticos de la inminencia del fin del mundo; o la puesta en cuestión de la legitimidad del pontificado del Papa; o la identificación de la llegada del anticristo…
- ¿Por qué es grave todo eso?
- La gravedad de estos fenómenos puede ser muy diversa, pero la tendencia iluminista apunta en la dirección de un aislamiento respecto de la comunión de la Iglesia, cuando no a una abierta desafección hacia ella. El problema de fondo es claro: es uno mismo, desde sus supuestas “iluminaciones extraordinarias”, el que se constituye en intérprete autorizado, en lugar de dejar que la Iglesia Apostólica discierna la autenticidad de los fenómenos o intuiciones.
- ¿La clave para discernir sería la obediencia a la Iglesia?
- Sin duda alguna, la obediencia es el elemento determinante. En la historia tenemos muchísimos ejemplos de santos que sufrieron incomprensiones en seno de la Iglesia, sin que ello los llevase a separarse ni un milímetro del camino de la obediencia respecto al discernimiento eclesial. Su obediencia en medio de las contradicciones es la garantía de que estaban inspirados por Dios.
No olvidemos que el demonio es un “engañador” y que somos presas fáciles fuera de la obediencia. Por ello, Santa Teresa de Jesús, afirma de forma diáfana: «Yendo en obediencia no seremos engañados». En la misma línea, baste recordar la sentencia inolvidable de Santa Catalina de Siena: «Nadie puede llegar a la vida eterna sino obedeciendo, y sin la obediencia nadie puede entrar en ella, porque su puerta fue cerrada con la desobediencia de Adán y abierta con la llave de la obediencia».
- Los casos de iluminismo entre católicos de buena voluntad, ¿qué nos dicen sobre el papel de los acompañantes o directores espirituales?
- Un buen acompañante espiritual es clave para ayudarnos a detectar las debilidades y las tentaciones que se esconden detrás de estas manifestaciones de corte iluminista. El espectro es muy amplio: desde personas con tendencia ansiosa y angustiada, que buscan el sentido de la vida y de la historia en las revelaciones privadas, hasta quienes están siendo tentados de engreimiento y presunción, por estar sobreexpuestos a la admiración y halago de muchas personas. Esta última tentación de la vanidad tiene una especial incidencia en este momento, por el efecto difusor de las nuevas tecnologías.
Por desgracia, existen sacerdotes y consagrados que están imbuidos por la misma tendencia iluminista que sus dirigidos, por lo que difícilmente podrán acompañar adecuadamente a quienes son tentados en esta dirección. Al contrario, su “acompañamiento” es utilizado con frecuencia como un supuesto marco de bendición eclesial. Lo cual, obviamente, es falso.
- ¿Nos recomienda algún autor clásico que nos forme frente a estas desviaciones?
- Sin duda alguna, las obras de San Juan de la Cruz, y de una forma muy especial su escrito cumbre Subida al Monte Carmelo, resultan claves para conducir a las almas elegidas por el Señor hacia la cumbre de la santidad, evitando todo riesgo de iluminismo. Su insistencia principal nos educa para ser guiados por la sola fe, sin apoyarnos en supuestas visiones, locuciones, o fenómenos extraordinarios…
Más aún, más allá de la tendencia iluminista, en nuestros días es especialmente necesario subrayar que “el justo vive de la fe” y no de los sentimientos que puedan derivarse de la experiencia de fe. En otro contexto histórico el riesgo principal pudo estar en una presentación moralista del catolicismo. Pero en el momento presente, la tentación principal es la reducción emotivista, confundir la experiencia de fe con el impacto emotivo que pueda tener en nosotros.
- En todas las épocas ha habido quien decía que el fin del mundo era inminente... ¿Cómo responder a eso?
- Hay varios textos evangélicos especialmente luminosos para dar la respuesta adecuada a una tendencia apocalíptica desviada. Me refiero por ejemplo a Mateo 24, 36: «En cuanto al día y la hora, nadie lo conoce, ni los ángeles de los cielos ni el Hijo, sino solo el Padre»; o también Lucas 17,20-21: «En aquel tiempo, a unos fariseos que le preguntaban cuándo iba a llegar el reino de Dios Jesús les contestó: “El reino de Dios no vendrá espectacularmente, ni anunciarán que está aquí o está allí; porque mirad, el reino de Dios está dentro de vosotros».
Además, ¿qué sentido tiene obsesionarse por el momento de la parusía, cuando es un hecho que nuestra muerte personal puede acontecer en cualquier momento? Lo único importante es vivir cada momento de nuestra vida en presencia de Dios, procurando en todo amar y servir. Todo lo demás es distracción.
- Usted ha mencionado también a los que niegan que el pontificado actual sea legítimo...
- En los años 60 acontecieron supuestas revelaciones privadas –rechazadas por la Iglesia– en las que alguna de las videntes “comunicaba” que tan solo quedaban tres papas hasta la llegada del anticristo y el final de los tiempos. Con esas premisas iluministas, se ponían bases para que en el momento presente circulen todo tipo de lecturas rupturistas.
Obviamente, con esto no quiero decir que a los católicos no les asista el derecho y deber de ejercer la corrección filial hacia sus pastores por los cauces adecuados. Sin duda, los sucesores de los apóstoles también nos equivocamos, y debemos estar abiertos a esa corrección filial. Pero es evidente que las tendencias iluministas a las que me refiero caminan por derroteros de una abierta desafección, hasta el punto de ver la acción del anticristo en la misma jerarquía de la Iglesia.
- Si conocemos personas con esas tendencias iluministas o visionarias, ¿cómo podemos ayudarlas?
- En primer lugar, es importante que entiendan que compartimos con ellos la preocupación por la crisis de fe del momento presente. El reto principal de nuestro tiempo no es el del iluminismo, sino el de la secularización que ha abierto el paso a la dictadura del relativismo desde la que se nos pretende imponer un pensamiento único fundamentalmente ateo. Por ello, la alternativa al iluminismo no es la tibieza de un cristianismo mundanizado.
A quienes están inclinados hacia el iluminismo, tenemos que hablarles abiertamente, transmitiéndoles la convicción de que la recta doctrina y la fidelidad a la Tradición sólo se encuentran en el seno de la Iglesia Católica. La promesa del Señor de custodiar a su Iglesia –«el poder del infierno no la derrotará»– tiene hoy más actualidad que nunca. Sólo y exclusivamente de la mano del discernimiento de la Iglesia podremos superar la crisis del momento presente.
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