Ser famoso y de izquierdas hace que algunos olviden todos sus escándalos
“La calidad moral de una sociedad se podría medir por la calidad moral de sus ídolos”. Son unas sabias palabras de un politólogo argentino sobre su propio país.
Este miércoles murió Diego Armando Maradona. No me gusta el fútbol, por lo que su faceta como futbolista no me llama tanto la atención como los escándalos que protagonizó durante su vida: casos de maltrato y pedofilia, hijos que se negó a reconocer, herir a seis periodistas a los que disparó con una pistola (a pesar de ser condenado, nunca entró en prisión por aquello), una condena por posesión de drogas, tratos con la mafia napolitana y también su amistad con tiranos como Fidel Castro, Nicolás Maduro y Hugo Chávez.
Entiendo que un país sienta admiración por grandes deportistas que a la vez son excelentes personas, como Miguel Induráin o Rafa Nadal, pero no entiendo tanta devoción por un personaje que habrá sido un excelente futbolista, pero como persona era deplorable. En la misma Argentina han surgido voces que se atreven a denunciar el mito de Maradona.
Una de ellas es la de Agustín Laje, politólogo muy famoso por su brillantez y valentía a la hora de denunciar los dogmas de la nueva izquierda. Todo lo que le he escuchado hasta ahora es un derroche de razón y sentido común, como también lo es la opinión que ha manifestado sobre Maradona en el canal colombiano NTN24, criticando su amistad con dictadores y corruptos y también la hipocresía de muchas feministas, que parecen perdonarle todo al famoso futbolista, ¿tal vez por haber sido un activista de izquierdas?
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