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domingo, 3 de marzo de 2019

Colectivos, las fuerzas del terror de la secta comunista en Venezuela


Las milicias irregulares conocidas como "colectivos" mostraron lo peor del régimen chavista el 23 de febrero. No obstante, estos grupos no son un invento reciente de Maduro, sino que llegaron de la mano de Chávez.
Por Priscila Guinovart  Actualizado Mar 1, 2019

Los “colectivos” constituyen una amenaza cada vez mayor.
(Imagen: InSight Crime, Twitter)
Los colectivos, o “fuerzas armadas no regulares”, son uno de los tantos grupos violentos que desembarcaron en territorio venezolano desde la llegada misma del chavismo. No obstante, estas milicias han cobrado un ominoso protagonismo en las últimas semanas, siendo las lamentables estrellas de los funestos eventos del pasado 23 de febrero, día en el que se que se quemaron caminones con medicinas y alimentos y, además, se arremetió contra quienes apoyaron activamente el ingreso de ayuda humanitaria.

Estos colectivos, sin embargo, no aparecieron ex nihilo la madrugada del 22 de febrero. Las mencionadas bandas armadas tienen sus orígenes en los distintos movimientos subversivos de la década de 1960. Cuando Chávez se hizo del poder en 1999, vio las ventajas que el resurgimiento de tales grupos podía significar. Es así que, ya en su rol de presidente, les encomienda la tarea de ser “el brazo armado de la revolución bolivariana”.

Chávez, siguiendo los pasos de incontables gobiernos totalitarios, abogó públicamente por el desarme de civiles mientras que, por otro lado, creaba milicias cuyo único objetivo era intimidar, de las formas más nefastas, al pueblo venezolano.

A propósito, José Miguel Vivanco, director para las Américas de Human Rights Watch, declaró en 2014 en entrevista con “Voz de América“, que “el gobierno (venezolano) ejerce intolerancia y hostigamiento contra todo aquel que difiera de sus políticas oficiales y aplica todo tipo de medidas contra los opositores y defensores de los derechos humanos” y agregó que “las consecuencias pueden ser de todo tipo, el gobierno acosa, recurre a los colectivos que son pandillas de personas armadas que utilizan la violencia con total impunidad”.

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Tres años más tarde, la misma organización elaboró un extenso documento en el que denunció distintas violaciones a los Derechos Humanos, y dedicó un capítulo especial a los colectivos, a los que describiera como “un arma secreta para controlar manifestaciones” y destacó, además, que “se desplazan en motocicletas y portan armas de fuego”. El capítulo finaliza subrayando el hecho, para nada irrelevante, de que estos grupos funcionan en absoluta coordinación con las autoridades locales y las fuerzas de seguridad.

No obstante, a pesar de la existincia de estos documentos, poco hizo la comunidad internacional, quizás con la única excepción de Mike Pompeo, exdirector de la CIA, que advirtiera en 2017 que “el riesgo que representan las milicias es cada vez mayor”.

La prestigiosa organización InSight Crime señala, por su parte, que los colectivos pueden haber recibido entrenamiento de rebeldes colombianos y detalla, asimismo, el tipo de armamento que estas milicias tienen a su disposición, destacándose pistolas 9 mm (con hasta 50 metros de alcance), fusiles AR-15 (con un alcance de hasta 457 metros) y las inflatables AK – 47, que ostentan un alcance entre 302 y 443  metros. También tienen en su poder bombas lacrimógenas, radios, motocicletas y vehículos de doble tracción.

Las temidas milicias, que en las últimas semanas han incrementado su presencia en puntos fronterizos, no solo son los autores materiales de la quema de camiones con ayuda humanitaria, como es de público conocimiento, sino también del asesinato de indígenas pemones. La izquierda del continente, vale recalcar, se mantiene en silencio

Los colectivos agrupan civiles defensores del régimen que viven en la absoluta marginalidad, y ex reclusos; es decir, personas que ya no tienen nada que perder, reincidentes en el crimen, dispuestos a ejecutar las órdenes más abominables.
Cuando llegue su hora – porque le llegará – Maduro no se podrá desentender de las viles acciones de sus milicias y deberá responder por cada tortura, por cada secuestro, por cada vida perdida, y, por supuesto, por las medicinas y alimentos que no llegaron, por los niños y ancianos que murieron ese 23 de febrero mientras corajudos voluntarios intentaban cruzar sus medicamentos por un puente. Por acción y omisión, Maduro carga con todas las culpas. Similar suerte correrán los gobiernos activamente cómplices (Cuba, Rusia, Turquía) y los que, desde el silencio, sonrieron al régimen (Bolivia, México, Uruguay).


Priscila Guinovart 197 Posts 0 Comments
Priscila Guinovart es docente y escritora uruguaya. Ha colaborado con distintos medios de América Latina, EE.UU. y Europa. Vivió en Londres, donde escribió su libro "La cabeza de Dios". Síguela: @PrisUY.

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