Desde
hace ya largo tiempo abunda, en los medios de comunicación, la temática zombie,
sobre todo en series de televisión –un ejemplo es “The Walking Dead”-, además
de películas, videojuegos, novelas y sitios de internet “especializados” en
zombies. No se trata de un interés pasajero: se trata de un auge a nivel
planetario, porque el interés desmedido y morboso por los zombies abarca a
prácticamente todos los países del mundo. Además, la atracción por los zombies es
tan intensa, que tiene impacto en la cultura posmoderna, lo cual se ve, por
ejemplo, en la altísima capacidad de convocatoria que tienen los “flash mob” llamados
“zombie walk”, que consisten en reuniones multitudinarias convocadas por
Twitter, a la que asisten, a lo largo y ancho del planeta, centenares y miles
de personas, ignotas entre sí, que sólo se reúnen para “celebrar” lo zombie, aunque
algunas veces se le agregue una finalidad altruista[1].
Cuando
observamos este fenómeno, propio del siglo XXI, nos preguntamos: ¿qué se puede
encontrar de atractivo en semejante temática? Es una exaltación de la muerte,
de la violencia, de lo grotesco, del no respeto a los muertos, porque son
sacados de sus tumbas y movidos por un fin malvado, que es dar muerte a los
vivos, los cuales a su vez deben darles nuevamente la muerte. Esto es la
temática zombie: violencia grotesca e irracional. Es por eso que nos volvemos a preguntar: ¿hay algo de bueno, verdadero y
bello, en este fenómeno anti-cultural? No, no lo hay. Y no lo puede haber
porque se trata, simplemente, de satanismo encubierto, negador y destructor,
por definición, de lo bello y verdadero. En la temática zombie todo habla del
mal, de la muerte, de la destrucción, además de ser un inductor de violencia y de
asesinatos despiadados. Basta ver un solo capítulo de “The Walking Dead” para entender
lo que decimos: la muerte (los zombies) acechan a la vida (los vivos “normales”)
y estos, para defenderse, deben –paradójicamente- dar muerte a los muertos
vivientes, los zombies, y para conseguir este propósito, no dudan en utilizar
las más variadas armas, empleando el más grotesco nivel de violencia que pueda
ser imaginado. Cada escena en la que se enfrentan los “vivos” con los zombies,
implica una carnicería encubierta, una asesinato a mansalva, con una ferocidad
brutal, supra-humana –y por esto, diabólica-, porque lo que se persigue, en la
trama de la temática zombie, no es la “supervivencia de los vivos”, sino la
destrucción irracional de la raza humana, representada en los zombies. Disfrazado
como “entretenimiento” para la familia (¡¡¡¡¿¿??), las películas basadas en la
temática zombie encubren un nivel tan feroz de violencia irracional, dirigida
contra el cuerpo humano y contra el hombre (representado en los zombies), que
no se explica sino es en el odio angélico, en el odio que el Ángel caído,
Satanás, profesa contra el hombre, por ser el hombre “imagen y semejanza de
Dios” (Gn 1, 26). Podría decirse que una película –serie, videojuegos, etc.- con temática
zombie, es la ocasión propiciada por el Ángel caído para descargar su furia
satánica contra el hombre, imagen de ese Dios a quien, en su locura y soberbia
irracional, pretendió y pretende igualarse, vanamente.
Por
lo tanto, la temática zombie lleva implícita, por su propia naturaleza, la
exaltación de Satanás en cuanto Destructor del género humano; la blasfemia
angélica, porque la destrucción del hombre por parte de Satanás, no es por el
hombre en sí mismo, sino porque es imagen de Dios; finalmente, con la
destrucción del hombre, la destrucción de la entera Creación, porque el hombre
es la obra más preciosa de Dios Creador, y esto es lo que explica la exaltación
de lo malo, lo feo, lo grotesco, lo violento, implícito en las escenas de las
películas zombies. Se trata de exaltar al mal por el mal en sí mismo, haciéndolo
triunfar sobre el bien y este triunfo del mal, llevado a cabo por medio del
dolor, la crueldad, la violencia inaudita y absurda, llevada al paroxismo, no
es otra cosa que satanismo, encubierto, pero satanismo al fin.
La
consecuencia de este satanismo encubierto, propio de la temática zombie, es el conducir
a la pérdida del sentido ético del bien y del mal, porque los vivos –con los
cuales se identifica el espectador, por un sentido de supervivencia- deben
matar, asesinar, mutilar, despedazar, destrozar, a los zombies que, en
definitiva, son tan humanos como ellos mismos. En definitiva, es el hombre
contra el hombre, lanzado el uno contra el otro en una lucha a muerte, una lucha
que sólo finaliza con la muerte violenta del otro y por eso representa una
especie de suicidio en masa de la humanidad, porque tanto los zombies como los
vivos persiguen un mismo fin: la muerte del otro.
En
la temática zombie, Satanás goza viendo, al menos en una película, la
destrucción de la creatura que más le recuerda a Quien odia con todo su
pervertido corazón angélico, Dios.
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