"La humanidad no encontrará la paz hasta que no vuelva con confianza a mi Misericordia" (Jesús a Sor Faustina)

miércoles, 14 de octubre de 2015

¿Qué hay detrás de tanto furor por los “zombies”?


Desde hace ya largo tiempo abunda, en los medios de comunicación, la temática zombie, sobre todo en series de televisión –un ejemplo es “The Walking Dead”-, además de películas, videojuegos, novelas y sitios de internet “especializados” en zombies. No se trata de un interés pasajero: se trata de un auge a nivel planetario, porque el interés desmedido y morboso por los zombies abarca a prácticamente todos los países del mundo. Además, la atracción por los zombies es tan intensa, que tiene impacto en la cultura posmoderna, lo cual se ve, por ejemplo, en la altísima capacidad de convocatoria que tienen los “flash mob” llamados “zombie walk”, que consisten en reuniones multitudinarias convocadas por Twitter, a la que asisten, a lo largo y ancho del planeta, centenares y miles de personas, ignotas entre sí, que sólo se reúnen para “celebrar” lo zombie, aunque algunas veces se le agregue una finalidad altruista[1].
Cuando observamos este fenómeno, propio del siglo XXI, nos preguntamos: ¿qué se puede encontrar de atractivo en semejante temática? Es una exaltación de la muerte, de la violencia, de lo grotesco, del no respeto a los muertos, porque son sacados de sus tumbas y movidos por un fin malvado, que es dar muerte a los vivos, los cuales a su vez deben darles nuevamente la muerte. Esto es la temática zombie: violencia grotesca e irracional. Es por eso que nos volvemos a preguntar: ¿hay algo de bueno, verdadero y bello, en este fenómeno anti-cultural? No, no lo hay. Y no lo puede haber porque se trata, simplemente, de satanismo encubierto, negador y destructor, por definición, de lo bello y verdadero. En la temática zombie todo habla del mal, de la muerte, de la destrucción, además de ser un inductor de violencia y de asesinatos despiadados. Basta ver un solo capítulo de “The Walking Dead” para entender lo que decimos: la muerte (los zombies) acechan a la vida (los vivos “normales”) y estos, para defenderse, deben –paradójicamente- dar muerte a los muertos vivientes, los zombies, y para conseguir este propósito, no dudan en utilizar las más variadas armas, empleando el más grotesco nivel de violencia que pueda ser imaginado. Cada escena en la que se enfrentan los “vivos” con los zombies, implica una carnicería encubierta, una asesinato a mansalva, con una ferocidad brutal, supra-humana –y por esto, diabólica-, porque lo que se persigue, en la trama de la temática zombie, no es la “supervivencia de los vivos”, sino la destrucción irracional de la raza humana, representada en los zombies. Disfrazado como “entretenimiento” para la familia (¡¡¡¡¿¿??), las películas basadas en la temática zombie encubren un nivel tan feroz de violencia irracional, dirigida contra el cuerpo humano y contra el hombre (representado en los zombies), que no se explica sino es en el odio angélico, en el odio que el Ángel caído, Satanás, profesa contra el hombre, por ser el hombre “imagen y semejanza de Dios” (Gn 1, 26). Podría decirse que una película –serie, videojuegos, etc.- con temática zombie, es la ocasión propiciada por el Ángel caído para descargar su furia satánica contra el hombre, imagen de ese Dios a quien, en su locura y soberbia irracional, pretendió y pretende igualarse, vanamente.
Por lo tanto, la temática zombie lleva implícita, por su propia naturaleza, la exaltación de Satanás en cuanto Destructor del género humano; la blasfemia angélica, porque la destrucción del hombre por parte de Satanás, no es por el hombre en sí mismo, sino porque es imagen de Dios; finalmente, con la destrucción del hombre, la destrucción de la entera Creación, porque el hombre es la obra más preciosa de Dios Creador, y esto es lo que explica la exaltación de lo malo, lo feo, lo grotesco, lo violento, implícito en las escenas de las películas zombies. Se trata de exaltar al mal por el mal en sí mismo, haciéndolo triunfar sobre el bien y este triunfo del mal, llevado a cabo por medio del dolor, la crueldad, la violencia inaudita y absurda, llevada al paroxismo, no es otra cosa que satanismo, encubierto, pero satanismo al fin.
La consecuencia de este satanismo encubierto, propio de la temática zombie, es el conducir a la pérdida del sentido ético del bien y del mal, porque los vivos –con los cuales se identifica el espectador, por un sentido de supervivencia- deben matar, asesinar, mutilar, despedazar, destrozar, a los zombies que, en definitiva, son tan humanos como ellos mismos. En definitiva, es el hombre contra el hombre, lanzado el uno contra el otro en una lucha a muerte, una lucha que sólo finaliza con la muerte violenta del otro y por eso representa una especie de suicidio en masa de la humanidad, porque tanto los zombies como los vivos persiguen un mismo fin: la muerte del otro.
En la temática zombie, Satanás goza viendo, al menos en una película, la destrucción de la creatura que más le recuerda a Quien odia con todo su pervertido corazón angélico, Dios.





[1] https://en.wikipedia.org/wiki/Zombie_walk

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