El cambio cultural en el que estamos inmersos afecta todas las dimensiones de la vida humana, también la religiosa. Varios analistas advierten que observar lo que sucede con la religión nos puede ayudar a comprender lo que sucede con la sociedad en su conjunto. Para ello, ICN Diario entrevista a Miguel Pastorino, especialista uruguayo en el estudio de los fenómenos religiosos, quien afirma que “la actual reconfiguración de las creencias religiosas es mucho más profunda de lo que se puede advertir por los estudios cuantitativos”. Pastorino es docente e investigador, miembro fundador de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES), y autor de varios artículos sobre el tema.
- En un reciente artículo Ud. afirmó que hay un cambio en el mapa religioso de América Latina. ¿En qué consiste ese cambio?
- Desde hace décadas se habla del éxodo de católicos hacia el mundo evangélico, y esto es cierto, pero ¿qué católicos son los que se van de su iglesia? ¿Qué evangélicos son los que crecen? No siempre son claros los análisis y hay excesivas generalizaciones. Los evangélicos que crecen son especialmente los pentecostales y neopentecostales. Porque los protestantes históricos descienden más rápido que los católicos.
En el llamado “continente católico”, si bien muchas personas se profesan “católicas” por haber sido bautizadas y haber recibido una educación en ámbitos católicos, su identidad católica es más bien una pertenencia social, nominal, cultural, al catolicismo. Con el avance de la secularización cultural y la creciente presencia de una gran diversidad religiosa, esta pertenencia se vuelve cada vez más débil.
Según una investigación de Pew Research Center realizada en 2014, el catolicismo descendió un 20% en cincuenta años en América Latina. Desde 1900 hasta 1960, al menos el 90% de la población de América Latina se declaraba católica. En 2014, solo son el 69%, mientras que el 19 % pertenece a otras iglesias cristianas, en su mayoría de impronta pentecostal. En Brasil, según el censo nacional, entre 1970 y 2010 los evangélicos pasaron de un 5% a un 20% y los católicos descendieron del 92% al 68%.
Por otra parte, la tendencia religiosa que más crece -en todo el mundo- son los llamados “creyentes sin afiliación religiosa” o “creyentes sin pertenencia institucional”. Muchos que salen de las filas de las iglesias históricas, no se pasan a otras confesiones, sino que entran en esta nueva forma de vivir la religiosidad, como le llamó Peter Berger: “creer sin pertenecer”. Aproximadamente uno de cada diez adultos o más en Uruguay, República Dominicana, El Salvador y Chile dicen no tener una religión en particular. En Estados Unidos, el 15% de los hispanos entran en esta categoría.
En Uruguay se encuentra el mayor porcentaje de adultos sin afiliación religiosa de América Latina (37%), aproximadamente el doble de las personas sin afiliación de cualquier otro país de la región. Muchas veces se confunde esta cifra con agnósticos, pero es un error conceptual, porque no pertenecer a una institución religiosa, no significa carecer de creencias religiosas. En octubre de 2014, la Arquidiócesis de Montevideo ha publicado las cifras de la práctica religiosa, donde se muestra que en los últimos 20 años la asistencia a misa ha caído un 50%. De 1989 a 2013 los matrimonios han caído un 75%, los bautismos un 56% y las comuniones un 42%. En la misma ciudad, en 1997 el 56% se decía católico y en 2011 ha descendido a un 36%. La realidad es compleja, pero la mutación religiosa en los últimos treinta años es evidente.
- Pero la religión parece perder terreno en las grandes ciudades. ¿Es así?
- Han perdido relevancia social las iglesias históricas. Pero erróneamente se interpreta el descenso de práctica y compromiso con iglesias y religiones tradicionales, con un menor interés por lo religioso. Lo que sucede es precisamente lo contrario. El fenómeno religioso ha cambiado profundamente y nos encontramos con personas que eligen en forma personal y subjetiva cómo vivir su vida espiritual, en forma peregrina, sin necesidad de mediaciones institucionales. Para darse cuenta alcanza con observar el lugar que ocupan en las librerías los volúmenes de autoayuda, esoterismo, gnosticismo, gurúes, chamanes, espiritismo, espiritualidad oriental y autores cercanos al New Age y la religiosidad a la carta, para darse cuenta de la vitalidad del hecho religioso.
- ¿A qué cree que se deba este cambio?
- Evidentemente las causas son múltiples y complejas, pero podríamos sintetizarlas en dos: el cambio cultural y la crisis de las iglesias históricas. En primer lugar, la globalización cultural que ha relativizado las propias tradiciones locales y nos hace convivir en medio de las más diversas creencias religiosas, unido a una visión instrumental que coloniza todos los ámbitos de la vida, y donde la religión también se consume “a la carta”, según el paladar de cada uno, sin hacerse problema por la coherencia doctrinal o la pertenencia a una comunidad concreta. El filósofo francés G. Lipovetsky afirma que el consumidor actual ya no busca solamente el bienestar material, sino confort psíquico, armonía interior y plenitud subjetiva. Está convencido de que un síntoma de esta búsqueda es el éxito de las doctrinas orientales, las terapias de desarrollo personal, las nuevas espiritualidades y guías para la felicidad.
En segundo lugar, las iglesias históricas se han amalgamado con el pensamiento moderno, especialmente a partir de la década del 60, centrándose en un discurso más ético y social, abandonando expresiones y temáticas que remitan a lo sobrenatural o a la experiencia espiritual, dejando un claro vacío pastoral. Muchos creyentes sienten que “les falta algo”, cuando sus iglesias reducen la vida espiritual a prácticas sacramentales o reflexiones éticas, confundiendo la fe con valores morales. En cambio la religiosidad neopagana, fomentada por la literatura y los grupos vinculados al New Age, ofrecen experiencias sensibles e intimistas, meditación, vivencias subjetivas y un enfoque terapéutico holístico.
La religiosidad postmoderna privilegia la experiencia antes que la doctrina, los itinerarios personales antes que las grandes tradiciones, las vivencias espirituales antes que los contenidos doctrinales, las opciones espirituales personales antes que las tradiciones. Incluso los grupos cristianos que más crecen son los que hacen énfasis en la experiencia espiritual (evangélicos pentecostales y carismáticos católicos).
El fundamentalismo y las sectas
- Pero además de esta religiosidad más intimista, existen también los fundamentalismos religiosos y las sectas. ¿Cómo ve estos fenómenos?
- El fundamentalismo es la reacción defensiva -que se vuelve agresiva- a la religiosidad postmoderna y difusa, al relativismo cultural. El miedo a la “contaminación” sincretista y a toda forma de relativismo, genera reacciones fanáticas y muy rígidas, que al mismo tiempo brindan seguridad y certezas a personas que perciben el presente como un desastre del que es preciso protegerse y defenderse. El fundamentalista alimenta siempre el sentimiento de minoría, aunque sean mayoría. Pero encontramos fundamentalismos religiosos e ideológicos, políticos y laicistas, donde el diálogo es mala palabra y solo se escuchan mutuas condenas.
El fundamentalismo tiene muchas formas, aunque su origen es protestante y se abusa del término, usándolo como sinónimo de terrorismo, integrismo o radicalismo, hay que aclarar que son cosas diferentes y el fundamentalismo es la insistencia, por motivación religiosa o ideológica, en un punto de vista absoluto de la verdad, acompañado de una actitud de rechazo radical a todo pluralismo, tolerancia y a la secularización. Hay sectas fundamentalistas, pero hay fundamentalistas al interior de todas las religiones y en partidos políticos.
Por otra parte, el fenómeno de las sectas ha cambiado notablemente en las últimas décadas. Lo que en la década del 80 se llamaban “sectas destructivas”, hoy se ve camuflado en un sinfín de pseudoterapias alternativas y gurús del New Age, donde la manipulación emocional es moneda corriente. Las llamadas “sectas” tradicionales hoy están en crisis como muchas iglesias históricas, pero florecen en cada esquina nuevas formas de engaño y estafas religiosas, que se aprovechan de los sectores más vulnerables de la población.
Digo “vulnerables” y no “pobres”, porque no hay posición social, formación académica o situación económica que te vacune contra la manipulación psicológica. Algunos opinan que el término “secta” es discriminatorio y eso es cierto, si se lo utiliza para hablar de minorías religiosas, pero no es menos verdad que existen formas de abuso grupal -relaciones sectarias- bajo la autoridad de líderes que son verdaderos psicópatas, así como grupos que esconden sus verdaderos fines detrás de una fachada terapéutica o religiosa.
- ¿Hay algo que le preocupe particularmente?
- Principalmente el talante fundamentalista que crece al interior de todas las religiones y que fomenta la intolerancia. Otro fenómeno que me preocupa es la ingenuidad con la que se recibe toda clase de propuestas pseudo-científicas y pseudo-religiosas a través de los medios de comunicación, fomentando la superstición, la falta de espíritu crítico y la confusión generalizada en estos temas.
Podemos ver con cuánta facilidad se habla en programas televisivos, radios y especialmente en documentales, de cuestiones que hace unos pocos años parecerían una broma de mal gusto o simple ficción. Supuestos científicos que hablan de extraterrestres que viven en nuestro planeta o de espíritus de muertos que se comunican con los vivos a través de un celular.
Se enseña esoterismo y se fomenta el pensamiento mágico a través de revistas y documentales de “divulgación científica”, como si fueran verdades eternas y comprobadas. Como si fueran temas científicos, se habla de cartas astrales, numerología, quiromancia, tarot, extraterrestres, teosofía y espiritismo. En muchos medios de comunicación aparece como más respetable y sabio un astrólogo que un teólogo, un curandero que un médico, un vidente que un filósofo, un chamán que un psiquiatra. Además del lenguaje pseudocientífico que se utiliza estratégicamente, donde el supuesto vidente se hace llamar “psíquico” o “parapsicólogo”, o el médium espiritista se llama ahora “canalizador”, y la lista se hace interminable.
- ¿Qué se puede hacer frente a estos desafíos?
- Olvidé decirle que me preocupa la ignorancia en estos temas y por esto creo que lo primero que se puede hacer es favorecer la formación en estos temas. Hace años que tratamos de brindar formación e información acerca de las religiones. En el caso de Uruguay, se confundió separación de la política y la religión con indiferencia hacia lo religioso, hasta volverlo invisible. Pero no se puede ignorar el hecho religioso, porque es ignorar gran parte de la realidad. La indiferencia generó ignorancia, y la ignorancia genera discriminación e ingenuidad. Todavía hoy se escuchan prejuicios decimonónicos sobre la religión, de un positivismo fundamentalista que identifica religión con oscurantismo. Un gran paso en nuestro país sería incorporar en la formación secundaria y terciaria el estudio interdisciplinario del hecho religioso.
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