Tomaremos la llamada “definición
psicológica” de la Dra. Margaret Singer (2003), quien afirma: “prefiero emplear la expresión ‘relaciones
sectarias’ para significar de manera más precisa los
procesos e interacciones que se dan en una secta. Una relación
sectaria es aquella en la que una persona induce intencionalmente a
otras a volverse total o casi solamente dependientes de ella
respecto de casi todas las decisiones importantes de la vida e
inculca en esos seguidores la creencia de que ella posee algún talento,
don o conocimiento especial” (Singer, 2003, 34).
Más
adelante esta autora afirma que el rótulo “secta” refiere a tres
factores: a) el origen del grupo y el rol del líder; b) la estructura de
poder o relación del líder y los seguidores y c) el uso
de un programa coordinado de manipulación psicológica (de aquí en
adelante MP) o lo que más comúnmente se denomina “lavado de cerebro”
(Singer, 2003).
¿Cómo se llega a esta situación? Desde una
comprensión psicoanalítica, podemos afirmar junto con Perlado (2002)
que se produce la perversión de una relación transferencial. Una forma
de entender esto es tomándolo como una inversión del
diálogo analítico. En la práctica psicoanalítica atendemos al
paciente para conducirle por un camino desconocido de antemano que va
orientado, entre otras cosas, a disolver la dependencia
derivada de la transferencia para incrementar la autonomía del
paciente. El propósito del terapeuta no es el lucro personal a costa de
un tratamiento interminable, sino ayudar al paciente a
alcanzar un mayor bienestar personal, familiar y social. En momentos
del proceso puede ser que aparezca una transferencia idealizante y
adhesiva que se mantiene rígida. Este fenómeno se acerca
bastante a lo que pasa en la relación entre el adepto y su líder,
pero al contrario de lo que sucede en el discurso dogmático que asume
como cierta esa transferencia, en nuestro trabajo no
asumimos esa proyección y la tomamos como producto de una fantasía
inconciente. Es en este último punto en donde radica, a nuestro
entender, lo que podemos entender como manipulación, es decir,
una perversión del vínculo transferencial encaminada a alimentar el
yo narcisista del líder (Perlado, 2002).
En los testimonios de personas
afectadas por este fenómeno, podemos ver como a poco de iniciar el
“tratamiento” se comienza a llevar a cabo el proceso de MP
(Farías, 2006). Todo comienza con lo que llamamos “proselitismo
engañoso” (Baamonde, 2003), es decir, a la persona que consulta a este
tipo de “terapeutas” nunca se le dice el verdadero trasfondo
sectario que este tipo de prácticas terapéuticas tienen. A poco de
comenzar el tratamiento, y gracias a procesos fundamentalmente
inconcientes, se le irán inculcando todo un nuevo sistema de
creencias que, de haberlo sabido antes, seguramente la persona no
los hubiese aceptado. Poco a poco se ira incrementando la asimetría, el
“terapeuta” se auto impondrá títulos como “Maestro”,
“Gurú”, “Apóstol”. A partir de este “estatus de superioridad” junto
con una actitud “paternalista benevolente” irá buscando que el paciente
haga “confesiones íntimas”, iniciándose así la espiral
de la captación manipulatoria. El proceso de MP termina siendo una
violenta intrusión en el mundo interno del paciente, implantando objetos
internos nuevos, llegándose incluso a negar la
parentalidad y el discurso social. Es un proceso de violencia
psicológica que genera fuertes estados regresivos y una gran
dependencia. Esta gran dependencia está enfocada a transformar al sujeto
en objeto, en instrumento del “terapeuta”, esto explica en parte, el
por qué de la gran dificultad de abandonar este tipo de relaciones.
Termina por darse una lógica dual, maniquea, escindida,
clivada, en donde todo lo bueno está dentro de la relación fusional
con el “terapeuta” y todo lo malo fuera.
El compromiso del adepto se apoya
sobre un lazo transferencial muy intenso, podemos decir que es una
verdadera “realización” de la transferencia, favoreciendo
la regresión para incrementar la dependencia y explotado al máximo
por el “terapeuta” para su beneficio personal. Todo comienza como una
seducción, a partir de esta seducción comienza una forma
sutil e insidiosa de violencia, de presión emocional sobre la base
del poder destinada a transformar al sujeto en objeto. Las personas
tienden a consultar estos “terapeutas” generalmente en
situaciones de crisis. No es tan importante el contenido de la
crisis (económica, afectiva, existencial, etc.) como el hecho mismo de
la crisis, el hundimiento de las convicciones básicas del
sujeto y el incremento de vulnerabilidad consecuente. En un momento
de crisis, la confianza en objetos internos buenos y continentes se
pierde y es entonces cuando el “terapeuta” se introduce en
el mundo interno del sujeto para llevarlo a la condición de adepto.
Bastará con que el “terapeuta” tome un conocimiento del sujeto que
alcance como para que desnude sus grietas narcisistas, estas
grietas narcisistas se hacen más visibles en los momentos de crisis
vitales en los que solemos todos ser más vulnerables. Así también decae
la confianza en los objetos buenos continentes; el
“bombardeo de amor”, el otorgamiento de “padres espirituales”, el
“sobredimensionamiento de los conflictos”, sobre todo los familiares,
será la manera de comenzar un ataque a los objetos
parentales (de hecho, este tipo de “terapeutas” se presentan
generalmente como padres o madres perfectos), para luego ser sustituidos
por verdaderos “objetos internos implantados mediante un
proceso de infiltración masiva en la mente del sujeto que terminara
por despojarlo de su mundo simbólico llevándolo a un estado de no –
pensamiento” (Perlado, 2002) La seducción sectaria es una
forma de seducción narcisista en tanto que despliega un proceso
tendiente a envolver y enredar cada vez más al sujeto en la espiral del
grupo, prometiéndole un ideal a través de una adhesión
pasional y radical que se supone que operará como una suerte de
transformación personal radical y trascendente a través de rupturas en
las relaciones (“renunciamientos” a los amigos, trabajo,
estudios, familia). Lo que se ofrece es una convicción totalizante a
través de experiencias afectivas oceánicas que llevan a una inflación
yoica (a la búsqueda del “yo ideal” infantil), de esta
manera el narcisismo dañado por la crisis del sujeto es sustituido
por una convicción dogmática que recubre el daño con la apariencia de
bienestar. Una vez seducido el sujeto y atacado su
equilibrio narcisista se ponen en marcha prácticas destinadas a
desmantelar el yo (“atrofiamiento de identidad, memoria y pautas de
vida”), a desmantelar el aparato mental, lo que luego
encontraremos en la clínica como pacientes con una importante
“hemorragia narcisista” (Perlado, 2005). Freud en “Psicología de las
masas y análisis del yo” (1921), nos brinda algunas claves para
comprender lo que sucede en algunos grupos terapéuticos New Age. La
noción de superyo todavía no era utilizada por Freud cuando escribe esta
obra, a esta altura utiliza el término “ideal del yo”,
dice Freud: “llamamos el «ideal del yo», y le atribuimos las
funciones de la observación de sí, la conciencia moral, la censura
onírica y el ejercicio de la principal influencia en la represión”
(Freud, 1921, 103). Podemos llegar a sostener que el superyo es
sustituido por un superyo externo, en el caso de los grupos dogmáticos
por la figura del líder, este objeto implantado a través del
proceso de MP se ha puesto en el lugar del ideal del yo, calla la
crítica operada por esta instancia y todo lo que el objeto hace y pide
es considerado justo e intachable. La conciencia moral no
se aplica a nada de lo que acontece a favor de este objeto. Freud en
relación a esto termina definiendo a la masa como un grupo de
individuos que han colocado un objeto en el mismo lugar, en el
lugar de su “ideal del yo” y que por lo tanto se identifican entre
sí en su yo (Freud, 1921). Esto ha traído a colación hechos trágicos
como lo que recientemente sucediera en la región de Penza
en Rusia. Pero más allá de este tipo de hechos vemos familias
fracturadas por este fenómeno, personas explotadas al extremo, graves
trastornos psiquiátricos, suicidios, son las consecuencias de
este tipo de “terapeutas” perversos.
En nuestro país este tema de las
pseudoterapias, el tema de los grupos sectarios, no esta presente en la
currícula de la formación de los futuros profesionales
de la Salud Mental. Ni en la Universidad de la República, ni en la
Universidad Católica ni en el Universitario Francisco de Asís se
estudian ni se investigan estos temas. A partir de la
investigación bibliográfica y gracias al contacto con investigadores
de primer nivel a nivel mundial, como es el caso del Psicoanalista
Catalán Miguel Perlado o la Dra. Carmen Almendros de la
Universidad Autónoma de Madrid, y el ya fallecido Lic. José María
Baamonde, hemos podido profundizar mucho a nivel teórico en este tema
que nos apasiona desde hace ya muchos años. Queda pendiente
el poder realizar en nuestro medio investigaciones empíricas que nos
permitan cuantificar el impacto de este tipo de prácticas a nivel de
nuestra realidad, llevar a cabo investigaciones de este
tipo sin el apoyo de una institución es imposible. Por el momento
estamos trabajando por instalar el debate sobre éstos temas, para
nosotros, encuentros como el de hoy son mojones muy importantes
en nuestro trabajo.
BIBLIOGRAFÍA
Almendros, Carmen.
2005. Ladrones de libertad. Pseudoterapias “religiosas” New Age. Madrid:
Universidad Autónoma de Madrid Ediciones
Baamonde, José María. 2003. La Manipulación Psicológica de las sectas. Madrid: Ed. Paulinas
Dufour, Dany-Robert.
2001. Los desconciertos del individuo – sujeto. Le Monde Diplomatique,
Edición Cono Sur. 11 de mayo de 2001.
Farías, Álvaro.
- 2004. Postmodernidad, el retorno de Dios. (Inédito)
- 2006. Ladrones de
libertad, un abordaje psicoanalítico al fenómeno de la manipulación
psicológica sectaria. Memoria de Grado en la Universidad
Católica del Uruguay. Ferguson, Marilyn. 1985. La conspiración de
Acuario. Barcelona: Kairós Freud, Sigmund.
- 1921. Psicología de las masas y análisis del yo (Obras completas tomo XVIII) 4ª 1993. Buenos Aires: Amorrortu Editores
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