Líderes de grupos coercitivos han dominado, entre otros, el arte de la seducción, usando técnicas de influencia muy astutas y que ejercen una extraordinaria influencia sobre las personas.
Este artículo encara el fenómeno de sujeción a servidumbre que constituye una dependencia enfermiza en el pensamiento, los afectos y la voluntad.
A esto se ven reducidas personas reclutadas por las sectas.
Hace algunos años, la Asociación Argentina de Psiquiatría Social, que en ese momento yo presidía, organizó en la Sala de Cultura de la Facultad de Medicina de la UBA, una reunión dedicada a "Las Sectas", a la que asistieron como expositores, entre otros, un matrimonio cuyos nombres ficticios eran "Juan" y "Susana", quienes hablaron al público de la sujeción morbosa que habían sufrido por parte de una secta y las terribles experiencias que trastocaron su matrimonio y su vida entera. En un posterior encuentro se profundizó la descripción de esa mezcla de seducción, informaciones falseadas, retención con diversas excusas y un real control del pensamiento del que habían sido víctimas. Otros casos de personas también sometidas, vistas en el consultorio, y el estudio de videocasettes con testimonios de adictos y ex adictos del extranjero (Estados Unidos y Francia), lecturas y estudios sobre el tema y mi experiencia como psiquiatra, psicoanalista y especialista en psicología médica, me lleva a realizar este trabajo recolectando, además, la experiencia de estudiosos sobre el tema, con la idea de esclarecer los motivos psicosociológicos que subyacen a este extraño y frecuentísimo fenómeno, y qué consecuencias tiene esta tenebrosa experiencia sobre la personalidad de un ser humano.
Por qué causas y motivos fueron atraídas personas a ser víctimas de sectas
Como puede verse, mucha gente encuentra demasiado extraño el hecho de que una persona conocida, con características relativamente normales, pudo haber entrado a participar de una secta o haberse sometido a ella. O si esta persona ya ha salido de la influencia de la secta le preguntan "¿cómo pudiste aguantar tanto tiempo?". Esto significa, en realidad: "¿cómo alguien como él/ella pudo terminar en algo como esto?" "Debe haber algo muy equivocado con esta persona", piensan. Las personas que entran en sectas, no fueron precisamente buscando ser controlados, ser dependientes, ser explotados o ser dañados psicológicamente cuando se acercaron a los miembros por primera vez, señala Shaw muy claramente en "Traumatic Abuse in Cults".
Esa pregunta que parece ingenua es la que muchos nos hemos hecho al escuchar a alguien que perteneció a una secta, y que cambió: de haber sido profesional, o comerciante o estudiante, ama de casa, y tantas otras ocupaciones normales, a estar reducido a un estado de servidumbre tal, que rechazaban familia, parientes, cambiaban su conducta y se volcaban a un grupo extraño para el que trabajaban y al que mantenían económicamente.
Sobre todo cuando, luego de salir de la secta, a la persona del líder se la veía ridícula, inferior, sin importancia, absurda o manipuladora, cuasi psicótica o psicopática. Alguien se decía "¿cómo pude creerle a este gordito mentiroso?".
Las sectas emplean misterio (falseado), milagros (falseados), autoridad (abusiva) y promesas de salvación (falsas). Es como si prometieran: "En vez de aburrimiento, tendrán nuevos intereses en lograr nobles objetivos"; "En vez de ansiedad existencial, tendrán una estructura y certezas"; "En lugar de aislamiento o soledad, encontrarán una comunidad"; "En lugar de impotencia, encontrarán solidaridad incondicional por parte de importantes líderes". Las sectas ofrecen respuestas concretas y rápidas, y prometen importantes logros sociales, espirituales y afectivos.
Los que consiguen adeptos se dirigen a las ansiedades y a la soledad de personas que están sufriendo problemas personales, transiciones, crisis; brindan la promesa de una curación transformadora dentro del marco de una comunidad que le tiene cariño y que la cuida. Y que sanará las heridas que le han provocado las equivocaciones, las fallas o el odio de los demás (familia, grupo de pertenencia, etcétera).
Es que ellos han dominado, entre otros, el arte de la seducción, usando técnicas de influencia muy astutas y que ejercen una extraordinaria influencia sobre las personas.
Dentro del tema de la seducción, cabe recordar que los líderes del grupo no informan claramente sobre su propia historia o sobre hechos de su vida. Es como si re-escribieran y falsificaran sus propias biografías. Dan poca información real sobre ellos. Hay personas que se acercan al grupo y que no sabían; sólo después se enteran, por ejemplo, del abuso sexual del que habían sido víctimas otras personas, o las incitaciones que sus líderes ejercían sobre algunos de sus seducidos.
Cuando lo captan, están ya bajo tan fuerte influencia que esto no les provoca, sorprendentemente, la repugnancia que cabría esperar de su anterior formación moral. No les provoca horror ni deseos de escapar, ni de irse. Algunos consiguen salir cuando llegan a percibir un daño personal o a un ser querido que su mente no puede ya negar. Una joven escapó cuando quedó embarazada del líder y éste la obligó a hacer un aborto. Eso fue un hecho traumático que hizo despertar en ella un sentimiento de horror, de maltrato, de lástima y de ser manipulada; describe José María Baamonde en "Sectas y Lavado de Cerebro".
Pero la seducción tiene un componente muy interesante, que es el que tan bien conocemos en psicología dinámica, que es la seducción seguida de frustración. A veces se ve también fuera de las sectas, en personalidades histéricas con rasgos psicopáticos una de cuyas características es ésta: seducir a una persona y, cuando ésta se entusiasma, y se interesa, la frustran o la alejan. Algunos no se prestan a este juego y se apartan de estos "seductores frustradores" pero otros quedan como pendientes de este juego, deseando el momento en que la seducción reaparezca creyendo en nuevas promesas y negando la segura frustración que le espera.
En las sectas participan de esta característica psicológica todos los miembros que quieren atraer o hacer permanecer a los ya reclutados. Primero les hacen saber que son personas hermosas, o valientes, o con coraje, o con interés, o con más inteligencia que el común de las personas, o con "algo especial", o mejores que nadie; y luego, en otro período, le retiran esta admiración o este afecto, con lo cual la persona queda desubicada y deseando poder ocupar nuevamente el lugar de privilegio y admiración que perdieron. Veremos en "vulnerabilidades" que estas personas caen víctimas de su necesidad de apoyo, de estima, de aprecio, lo cual facilita que sean manipuladas.
Gracias a este vaivén quedan tan dependientes que a veces son capaces de sufrir hasta castigos físicos. Recuerdo a alguien que me contaba que pese a ser la "elegida" del líder de la secta, en un momento dado, en un encuentro, éste la abofeteó fuertemente porque no coincidía con algunas de sus postulaciones. Un matrimonio también era castigado por el líder o sus ayudantes. En algunos, esto incrementaba un sentimiento de culpa previo.
Seducir-frustrar, seducir-frustrar es una actitud humana tan vieja como el mundo, pero estos seductores han encontrado, de una manera hábilmente manipuladora, que este método sea útil con algunas personas dependientes, como vimos, necesitadas de amor y autoestima. Si estos aparentes logros les son quitados, los buscan nuevamente con desesperación sometiéndose a lo que fuera, pagando el altísimo precio de encontrarse inmersos en una relación sadomasoquista, en la cual, obviamente, deben jugar el rol de víctimas.
Pero esta seducción y ciertas técnicas que ahora veremos, no calman todavía la curiosidad de la gente común sobre el por qué se entra a una secta.
Cuando se piensa que hay personas que han sido captadas por sectas, que han obedecido órdenes absurdas, que han cambiado su modo de vida abandonando a su familia, que han trastocado su vida sexual a veces gravemente, que se han sometido y subordinado a un líder y a un grupo, tal vez estafando y robando para ellos, la sana razón se despierta y dice ¿Cómo es esto posible?
"Si un adulto entra en una secta lo hace porque quiere", se dice entonces. "Es imposible que alguien que no es un alienado se comporte con esta disparatada sujeción a la esclavitud, con esta aceptación absurda, y sea reducida a servidumbre", se argumenta.
Margaret Singer, quien es psicóloga clínica y Profesora Adjunta del Departamento de Psicología en la Universidad de California, Berkeley, habla del "culpar a la víctima" y describe varias clases de víctimas en "Cults in our Midst". Sigo aquí su pensamiento, muchas personas consideran que quienes se acercan a las sectas son culpables, que buscaron un camino equivocado porque sí, o porque sin duda, su avanzada patología los llevó a ello.
Existe un prejuicio bastante generalizado entre la gente común, incluso intelectuales y universitarios, que suelen pensar frente a este fenómeno tan asombroso, que si alguien parece normal y pertenece a una secta es porque quiere, porque "se la buscó", porque por algo oscuro será que pertenece.
Este pensamiento, bastante común, responde a una natural tendencia en el humano a culpar a las víctimas. Veamos algunos ejemplos. Las mujeres que han sido violadas posiblemente "hayan provocado la situación", "se habían vestido especialmente para estimular la violencia sexual", ó "no debía haber estado en este lugar y/o a esa hora".
Estas opiniones no tienen por qué ser equivocadas, pero suelen pensarse de modo automático, gracias a esa condición de la mente humana que tiende a externalizar lo malo en otros, en generalizar las conclusiones sin discriminar de quién se piensa o habla, y en simplificar los hechos.
Los niños suelen ser culpados de sus resfríos por no usar abrigo en días de invierno, como igualmente los maridos son culpabilizados por sus mujeres. Éstas, a su vez, son "absolutamente responsables", según sus maridos e hijos, de que se haya pinchado un neumático, por no haber revisado el coche antes, etcétera. Es decir, las personas suelen rápidamente externalizar la culpa.
La gente suele reconocer cuatro clases de víctimas. La primera: víctimas de crímenes violentos. La segunda: víctimas de desastres naturales y enfermedades graves. La tercera: víctimas de terroristas o secuestradores. La cuarta acepción sería la de las víctimas de agravios, maltrato, heridas emocionales, mala praxis médica o legal, y otras agresiones que alguien haya ejercido contra ellos.
Pero hay otra clase de víctimas: aquéllas que han estado en situaciones de "dependencia coaccionada" (como las llama Singer) como consecuencia de haber estado sometidas a un proceso de reforma del pensamiento. En esencia, este proceso se lleva a cabo a través de un programa de reconstrucción conductual, un programa de manipulación sistemática usando técnicas psicológicas y sociales. Es comúnmente conocido como "lavado de cerebro". Los miembros de sectas se encuentran entre esta quinta clase: las víctimas de la "reforma del pensamiento".
Los que pertenecen o han pertenecido a una secta son entonces víctimas. Víctimas de personas que sistemáticamente ejercen sobre ellas estrategias de seducción, manipulación del pensamiento, reforma del mismo con amplio despliegue de técnicas de tipo verbal, comunitario, físico y moral.
En todo el mundo académico relacionado con el tema se las reconoce como víctimas, que incluso han luchado para no ser captadas. Algunas se han apartado o huído, pero muchas de ellas no han podido vencer las poderosas influencias utilizadas para retenerlas.
Quien haya leído la epopeya de Steven Hassan, autor de "Combatting Cult Mind Control", recuperado gracias a haber sufrido un accidente por estar conduciendo un automóvil con poquísimas horas de sueño, como siempre por trabajar para la secta. Este accidente lo volvió a su familia a la que había abandonado. Ésta observó el estado catastrófico en que estaban su cuerpo y su mente, y lo ayudaron con el máximo amor y dedicación a "desentrenarlo" de su pensamiento condicionado. Su libro es un muestrario vívido de cómo una secta puede transformar a un hombre culto de nuestros tiempos en un esclavo (hasta vendía objetos por la calle a precios altos con la mentira de que eran para solventar obras benéficas).
En su comentario sobre el libro de Steven Hassan, Louis J. West, en el American Psychiatric Journal, señala los tres principales elementos del control de una persona: control de la conducta, control de los pensamientos y control de las emociones. Hassan agrega un cuarto elemento usado habitualmente por los cultos destructivos: el control de la información.
Quien haya escuchado de modo personal las maniobras de que fueron objeto estas víctimas, no puede menos que entender que las sectas son sociedades dedicadas por lo menos a adquirir poder -cualquiera que éste sea- y dinero para beneficios de sus líderes.
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