"La humanidad no encontrará la paz hasta que no vuelva con confianza a mi Misericordia" (Jesús a Sor Faustina)

lunes, 28 de septiembre de 2020

Los “muggletonianos”, la secta que surgió en el siglo XVII con una astronomía anticientífica

 En 1651, en Londres, Inglaterra, surgió una secta que, definida como “anticiencia”, defendía la idea de que la Tierra era el centro del universo, que todos los planetas giraban en torno a ella y que las estrellas, la Luna y el Sol estaban incrustados en una masa de agua congelada que formaba buena parte del firmamento. Sus miembros fueron bautizados como Muggletonianos y basaban sus conceptos sobre el cosmos en lo que decían las sagradas escrituras, según informa el diario argentino La Nación.


El origen de esta secta fue dado, como sucedió tantas otras veces, por el presunto mensaje que Dios envió a un hombre. En este caso, fue en 1651 y el receptor de la palabra divina fue un sastre londinense llamado John Reeve. Él aseguraba que el Creador le había dicho: “Te escogí como mi último mensajero para una gran obra en este condenado mundo incrédulo”. “Y otorgué a Lodowicke Muggleton la capacidad de ser mi voz”, agregó la voz divina, según lo que sostuvo Reeve. Casualmente, Muggleton era el primo del sastre. Así, ambos decidieron darle curso a la epifanía y fundaron su secta, a la que denominaron Muggletonianos.


El nuevo emprendimiento religioso tenía raíces protestantes, pero era profundamente anticiencia. La fe era el único factor que podía explicar el funcionamiento del mundo. Entre las creencias de este grupo, se decía que “el único demonio es la razón impura de los hombres”. Sostenían que el universo estaba descripto en las sagradas escrituras y, por ello, creían que eran el Sol y los planetas los que orbitaban alrededor de la Tierra, y no al revés. Era un momento en que la ciencia ya había adoptado el concepto copernicano del heliocentrismo, pero esto, obviamente, no convencía a los Muggletonianos.


A favor de esta secta hay que decir que, gracias a su falaz concepto de la estructura del universo, diagramaron mapas celestiales en brillantes colores que les otorgan una belleza particular y encantadora. Las imágenes del firmamento diseñado por los Muggletonianos –que pueden verse en una galería publicada por la revista National Geographic– proceden de un libro publicado en 1846 por Isaac Frost, un fundidor de metal de Londres y miembro de la secta.


La religión muggletoniana tuvo una increíble longevidad, ya que su último devoto murió en 1979. Y fue este postrero creyente en estos conceptos anticientíficos el que donó a la Biblioteca Británica el archivo de su culto, con libros y trabajos diversos que habían estado guardados durante años en cajas de manzanas.


Así se pudo acceder al libro publicado por Frost, que se llamó Two Systems of Astronomy (Dos sistemas de astronomía) y defendía un universo geocéntrico basado en la interpretación más literal posible de lo que decía la Biblia. Por supuesto, contrastaba con el sistema científico de Isaac Newton, que decía que el campo gravitatorio del Sol era el que mantenía a la Tierra y otros planetas orbitando en torno a él.


Francis Reid, un historiador de la ciencia y la filosofía, resumió el libro de Frost de la siguiente manera en The British Journal for the History of Science: “Según Frost, las Escrituras indican claramente que el Sol, la Luna y las Estrellas están incrustadas en un firmamento compuesto de agua congelada y giran alrededor de la Tierra, que el cielo tiene una realidad física más allá de las estrellas, y que los planetas y la Luna no reflejan los rayos del Sol, sino que son fuentes de luz independientes”.


Como ocurre actualmente con los terraplanistas, el propio Frost había empezado a impartir charlas sobre astronomía antes de publicar su colorido libro. Lo hizo en talleres para artesanos y obreros y en institutos de mecánica, donde la mayoría de las veces el resultado de sus exposiciones era recibir una catarata de abucheos y reproches, por lo que la difusión de las ideas de la secta no resultaba para nada exitosa. Se cree que el libro fue la consecuencia de recopilar y publicar todas las láminas –hoy se diría todas las “filminas”– que este particular astrónomo habría usado para sus malogradas charlas. Además, la edición del ejemplar, según parece, fue pagada del propio bolsillo de su autor, sin la menor ayuda divina. La idea de Frost era tratar de ampliar el universo de creyentes en la fe muggletoniana.


Este hombre, como buen miembro de su secta, era un testarudo defensor de conceptos que la ciencia había dado por extinguidos con cientos de pruebas a través de los años. Sus mapas con las estrellas y el Sol flotando en hielo estaban equivocados de cabo a rabo. Sin embargo, la belleza de las láminas creadas para describir un universo a todas luces imposible es de un valor indiscutible. Aunque no lo pensaran así, su legado fue más artístico que religioso o científico.

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