"La humanidad no encontrará la paz hasta que no vuelva con confianza a mi Misericordia" (Jesús a Sor Faustina)

lunes, 3 de agosto de 2020

Líder sectario italiano de 23 años logró captar a jóvenes y manipularlos con ritos para conseguir poderes.

 
FUENTE: Portaluz

Sucedió en Prato, una ciudad cercana a Florencia. Matteo aseguraba ser el diablo o se identificaba con un hombre lobo. Por eso algunos medios de comunicación se han referido al grupo que formó como “secta satánica”. Los detalles del caso apuntan a una secta, pero no hay nada de satanismo. Lo que sí está claro es el daño personal infligido a los adeptos, muestra del abuso psicológico que tiene lugar en las sectas. Informa de ello Luis Santamaría, de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES) en Portaluz.

El pasado mes de junio, la Policía italiana arrestó a un estudiante de la Universidad de Florencia. Con tan sólo 23 años, Matteo Valdembrini –que así se llama– era un típico líder sectario. Los titulares de los medios de comunicación enseguida hablaron de una “secta satánica”. Pero… ¿había ciertamente culto al diablo, o era un pequeño grupo coercitivo más, de los que abundan en nuestra sociedad actual, aunque no sabemos de ellos hasta que protagonizan algún suceso?

Un caso preocupante

En ocasiones algunos estudiosos y analistas se refieren de forma despectiva a todo discurso que hable de “sectas”, asegurando que no sería más que un estigma impuesto por la sociedad a grupos minoritarios y diferentes, y su tono peyorativo atentaría contra las libertades de reunión, de creencias y de expresión. En el fondo –afirman– sería un resto de tiempos pasados sin democracia y con religiones oficiales. Y, por eso, quien habla de “sectas” se situaría en una postura intolerante y ofensiva.

Sin embargo, casos como el que ha conmocionado recientemente a Italia nos confrontan con una realidad que hace sufrir a muchas personas: la de la manipulación psicológica vivida en movimientos cuyos líderes someten a sus adeptos bajo la apariencia de la espiritualidad o el crecimiento personal. En ocasiones, se trata de pequeños grupos que carecen de nombre, con unas pocas personas en torno al gurú que los ha convencido.

Según las investigaciones policiales, Matteo Valdembrini fue capaz de reunir a varios jóvenes –algunos de ellos menores de edad– y conseguir en tan sólo un año que se sometieran completamente a su voluntad. Las acusaciones no dejan lugar a dudas: entre ellas destacan la reducción a la esclavitud, los abusos sexuales y la pornografía infantil. Todo se descubrió cuando algunas familias afectadas comenzaron a moverse y a denunciar los abusos.

Autoproclamado salvador… y diablo

Como sucede en tantas ocasiones, Valdembrini convenció a sus seguidores de que “los había elegido para salvar el mundo”, según leemos en Il Messaggero. Una de las cosas que hacía para asombrarlos era, tal como informa dicho periódico, un “ritual de resurrección” que consistía en lo siguiente: el gurú hacía que otro miembro de la secta fingiera estrangularlo para, a continuación, levantarse del suelo y escenificar una recomposición del cuello para la vuelta a la vida.

A través de la imposición de su autoridad indiscutible y de una serie de ritos de iniciación, fue logrando acabar con la libertad de decisión de los jóvenes adeptos, a los que había captado –según parece, inicialmente a través de las redes sociales de Internet– aprovechándose de diversas circunstancias de especial vulnerabilidad.

Hasta tal punto llegó su poder sobre ellos, basado en las amenazas y el miedo, que convenció a una chica para tener una relación con él diciéndole que, “de lo contrario, su hermanita de 7 años y sus padres perderían la vida”. Aunque el procedimiento habitual para el abuso sexual era enmascararlo como una técnica para “superar bloqueos personales” y adquirir los poderes necesarios para salvar el mundo. Así sometió sexualmente a otros adeptos varones.

Entre los rituales de la secta, los actos más macabros y violentos incluían meter los dedos en los ojos, inhalar una sustancia alucinógena –a la que llamaba “sangre de dragón”– o morderse en los brazos, llegando sus seguidores a perder el conocimiento en algunos casos. Todo esto venía envuelto en una narrativa que introducía como personajes habituales el diablo –en quien se convertía el mismo Matteo–, los vampiros y los hombres-lobo.

Las investigaciones policiales que tuvieron lugar los días posteriores a su detención mostraron un abanico más amplio de acciones oscuras. Entre las pertenencias de Valdambrini los agentes descubrieron cosas como sal y sangre artificial, que serían utilizadas durante los rituales. Además, una muñeca vudú que, según el testimonio de sus víctimas, “serviría para provocar la muerte de la madre de una de las adeptas, como se lo había pedido al gurú la propia chica”, según leemos en Il Fatto Quotidiano.

“Capacidad manipuladora de las conciencias”

El gurú fue puesto enseguida bajo arresto domiciliario, y sus abogados solicitaron la revocación de esta medida, que consideraban excesiva. Sin embargo, los jueces encargados del caso han sido tajantes al reaccionar afirmando que “es un joven de 23 años sin moral y con una capacidad notabilísima de delinquir”, tal como informa el diario Notizie di Prato.

Más aún: “las conductas son un indicio del desprecio y de la insensibilidad demostradas por Valdambrini ante la dignidad humana, con un aprovechamiento del sufrimiento psicológico y de las dificultades existenciales de sujetos jovencísimos y hasta menores de edad”. En una descripción que se acerca mucho a lo que entendemos por psicopatía –o, como dice el manual más reciente de los psiquiatras, trastorno de la personalidad antisocial–, los magistrados explican que el líder sectario es “un sujeto muy poco de fiar, privado del adecuado autocontrol y sentido moral”.

Los jueces han ido más allá de la simple constatación de los abusos sexuales para apuntar a lo que verdaderamente suponía la raíz de los delitos cometidos: la manipulación personal. Lo vemos con claridad cuando se refieren al “número importante de actos de violencia sexual perpetrados por el investigado de manera continuada durante un largo arco temporal y dañando a un número siempre en aumento de víctimas hacia las cuales ha demostrado una eficacísima y habilísima capacidad manipuladora de las conciencias”.

Entonces… ¿secta satánica o no?

Por lo que se ha visto, no había ningún tipo de adoración al demonio en los ritos violentos y macabros de la secta de Valdambrini. Ni siquiera un sistema doctrinal en el que Satán ocupara algún lugar relevante. Se trataba de un grupo sectario común, en torno a la figura de un líder que logró abusar psicológicamente de sus adeptos. Las creencias y la ritualidad ocupaban un lugar secundario: simples medios para lograr el fin de la explotación de sus personas.

En esta línea se ha pronunciado el periodista italiano David Murgia, que en su blog Il Segno di Giona analiza el caso de esta secta señalando que, lejos del satanismo, todo parece indicar que estamos ante “una historia horrible de crónica negra. Una historia en la que el diablo es sólo un pretexto para tener sexo y participar en orgías”. Murgia, presentador televisivo de programas relacionados con lo sobrenatural y lo esotérico desde el punto de vista católico, compara este grupo con la secta “Bestias de Satanás”, que llegó a cometer homicidios en el nombre del demonio, para concluir que se trata de un fenómeno totalmente distinto.

Todo esto da la razón al exorcista Aldo Buonaiuto, que está encargado del teléfono de atención a las víctimas del sectarismo, un servicio sostenido por la Comunidad Papa Juan XXIII. En una jornada celebrada en noviembre de 2018, al hablar sobre las sectas, afirmó claramente que “no todas son satánicas, pero todas son diabólicas, porque separan al individuo de sí mismo, de las personas queridas, a menudo del trabajo, y de la misma vida”.

En estos momentos, Matteo Valdambrini se encuentra bajo arresto domiciliario, según la información publicada el pasado 15 de julio en el portal Notizie di Prato. Seguramente su paso por los tribunales ofrezca más detalles sobre lo que verdaderamente pasaba dentro del grupo y, en el fondo, muestre una vez más hasta qué extremos puede llegar una relación sectaria: sin que haya asesinatos, puede haber alienación y destrucción personal.

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