"La humanidad no encontrará la paz hasta que no vuelva con confianza a mi Misericordia" (Jesús a Sor Faustina)

lunes, 3 de agosto de 2020

Laura Merino: “los líderes de las sectas anhelan el poder sobre sus discípulos”.


FUENTE: Cuídate Plus

 Con el título “Sectas destructivas: quiénes son más vulnerables”, el medio digital español Cuídate Plus ha publicado un artículo firmado por María Sánchez-Monge, que explica que las sectas se valen de estrategias emocionales como hacer sentir a sus seguidores que son los 'elegidos'.

Nada es lo que parece en el mundo de las sectas destructivas. En 1998, el estadounidense Keith Raniere creó la organización Programas Ejecutivos de Éxito y años más tarde fundó la organización de autoayuda Nxivm. Durante años, miles de personas siguieron los cursos de emprendimiento de este próspero empresario, participaron en sus talleres culturales, sus iniciativas infantiles, su fundación de ética humanitaria…

Se podría sospechar que todo este conglomerado de actividades lleva el sello del negocio poco fiable o, directamente, fraudulento. Pero sería prácticamente imposible aventurar lo que, finalmente, se destapó y llevó a condenar a Raniere en 2019 por crimen organizado y tráfico sexual: durante el juicio, varias mujeres aseguraron que fueron engañadas para unirse al grupo y que luego se convirtieron en esclavas sexuales de Raniere. Y no fue la única práctica deplorable de este entramado.

Las sectas destructivas se esconden detrás de muy diversas tapaderas. Laura Merino, psicóloga especializada en sectas del Centro TAP (Tratamiento Avanzado Psicológico), considera que un punto crucial para entender el fenómeno sectario “es que no importa la ideología: hay sectas destructivas de corte religioso, político, new age, empresarial... hasta hay ONG que, bajo ese disfraz aparentemente humanitario y altruista, esconden una estructura completamente sectaria y destructiva”. Aclara que lo importante no es “lo que creen, por más raro y curioso que nos pueda parecer, sino el trato hacia sus adeptos y cómo les hacen creer en determinadas cosas, bajo manipulación y persuasión coercitiva”.

Quienes se adhieren lo hacen siempre engañados y estas organizaciones “ocultan parte de su identidad hasta que el adepto está preparado y manipulado para aceptar las verdaderas pretensiones del grupo, ya que estas suelen ir claramente en contra de los intereses de la persona”. De este modo, cuando las conozca, ese individuo “ya no se sentirá capaz de echar marcha atrás y alejarse; ya estará completamente adoctrinado y manipulado”.

Consecuencias de entrar en una secta

Merino destaca las principales consecuencias negativas que sufren quienes se integran en una secta:

- Aislamiento. La secta convence al adepto de la maldad de todo aquel que no entiende al grupo, lo que le lleva a alejarse de su familia y entorno.

- Impacto psicológico: Colapso y anulación del sistema de razonamiento y valoración. Se anula la capacidad crítica de la persona.

- Consecuencias físicas: debilitamiento, alteraciones del sueño...

- Repercusiones económicas: altos desembolsos de dinero o, en su defecto, largas jornadas de trabajo con escasa o nula remuneración. Se consideran como “entrega al grupo”.

La psicóloga resume los objetivos que persiguen estas organizaciones: “El enriquecimiento, en ocasiones la disponibilidad de ciertas conductas sexuales y, siempre, el poder. Los líderes de las sectas destructivas lo que anhelan es el poder sobre sus discípulos, que en ocasiones pueden llegar a ser miles de personas”.

Motivos de sospecha

No siempre es fácil distinguir una secta destructiva de una organización normal. “Hay que sospechar siempre de aquellos que se presentan como poseedores de grandes remedios a nuestros problemas y, sobre todo, de grandes verdades únicas”, refiere Merino. Estos son algunos de los reclamos más habituales que pueden servir como señales de alerta:

- Enfermedades graves que se curan entendiendo el daño que hacen las relaciones familiares.

- Enriquecimiento fácil cuando uno está en paro y desesperado.

- Amistades fáciles cuando la persona se encuentra sola.

- Y, sobre todo, “una señal de alarma importante es que no te permitan el cuestionamiento. Esto es algo que llevan muy mal desde los primeros contactos, es lo primero que manipulan”.

Rasgos de vulnerabilidad

Las sectas no son, ni mucho menos, un fenómeno del pasado. Siguen estando muy presentes: se estima que cerca de un 1 % de la población estaría afectado por ellas, y en España se cree que puede haber unas 150-200 organizaciones de este tipo conocidas y con cierta estabilidad. “En momentos de crisis y desesperación proliferan mucho más porque hay más personas vulnerables”, resalta Merino. “Tanto durante el estado de alarma por la Covid-19 como ahora, no tengo dudas de que este tipo de grupos van a aprovechar la desesperanza de muchas personas, haciendo falsas promesas para sus graves problemas”.

Nadie está totalmente a salvo de las artimañas de estos grupos y no hay un perfil definido y único de personas más expuestas, pero los expertos han identificado ciertos rasgos de vulnerabilidad:

- Personalidades altruistas.

- Individuos idealistas.

- Personas con problemas de soledad.

- Gente en situaciones vulnerables como una enfermedad, estar en paro, un divorcio…

“Nunca verás que en una secta admitan gente problemática, que no quiera trabajar; más bien al contrario: son personas con ganas de cambiar, con necesidad de respuestas trascendentales, con capacidad de compromiso y fáciles de influenciar”.

Proceso de captación, adoctrinamiento y retención

La secta consigue sus fines destruyendo la identidad y la personalidad de los adeptos. El proceso mediante el cual logra tenerlos a su merced se suele dividir en tres fases: captación, adoctrinamiento y retención. En cada una de ellas se emplean diferentes técnicas de persuasión coercitiva y manipulación para que la persona “pierda la voluntad y el sentido crítico de lo que el grupo le ofrece y exige”, resalta la psicóloga del Centro TAP. Algunas técnicas empleadas son:

- Controlar toda la información que recibe el individuo, eliminándola, prohibiéndola o estigmatizando (“Los medios y la prensa son emisarios de satanás”).

- Alterar los ciclos de sueño, cambiar hábitos de comida...

- Inducción de estados de trance.

- Estrategias emocionales: hacer sentir a la persona un elegido, bombardeo de amor cuando entra al grupo…

De esta manera, los que controlan la organización van instaurando una personalidad sectaria que se caracteriza por la sumisión y aceptación sin condiciones de los preceptos del grupo. “Alejan a la persona por completo de su realidad y vida, haciendo muchas veces que deje su trabajo para hacer un trabajo para el grupo, deje sus estudios y reduzca sus relaciones”, indica Merino.

Cómo pueden ayudar los familiares y amigos

Una vez que una persona ha entrado en una secta destructiva, sus familiares y amigos juegan un papel primordial para que sea capaz de salir y recuperarse. Sin embargo, hay que tener en cuenta que determinadas actitudes, aunque bienintencionadas, pueden ser contraproducentes. Lo más importante, según la experta, es “no confrontarla directamente porque es algo en lo que la secta destructiva tiene ventaja”.

La secta suele prevenir al adepto de la actitud negativa de su entorno familiar, con advertencias como las siguientes: “Te van a decir que estás en una secta, no te respetan, no te merecen, debes alejarte de la gente que te hace daño si no respeta tus creencias”. Por eso, Merino considera “muy recomendable consultar con profesionales, ex adeptos, familiares…”. Cita como ejemplo una asociación sin ánimo de lucro que lleva muchos años apoyando a las familias que sufren esta situación: RedUNE.

Importancia de la educación

Las sectas saben aprovechar muy bien las situaciones de vulnerabilidad para captar a sus adeptos. La mejor estrategia para acorazarse frente a la manipulación por parte de estos grupos es una adecuada educación. “Se ha de criar a los niños de manera que sepan y se atrevan a cuestionar y plantear dudas, y esto a veces es complicado para los adultos, que ven más fácil promover la obediencia a la autoridad”, apunta Merino. “Es sano que nuestros hijos duden y planteen con razonamientos estas dudas y, sobre todo, que no se les engañe y sepan detectar el engaño, las mentiras y el chantaje emocional”. Para ello es conveniente enseñarles habilidades de comunicación asertiva para no aceptar ninguno de esos tipos de extorsión.

La intervención psicológica es fundamental para rescatar a las personas atrapadas en una secta y se suele hacer a través de la familia y amigos, que son los que acuden a la consulta en primera instancia. Allí reciben orientación y se les ofrecen estrategias para conseguir que la persona vea con sentido crítico su situación. Como se ha comentado anteriormente, se insta a la familia a evitar la impaciencia y el abordaje directo. “Las familias deben estructurar una serie de mecanismos que favorezcan que el adepto refuerce vínculos con su entorno familiar y de amigos y con las cosas que le gustaba hacer antes de entrar en el grupo”, aconseja la experta.

Ese asesoramiento lleva muchas veces a que la familia consiga su objetivo y la persona salga de la secta, “pero otras veces se intenta que la persona venga a consulta y sea el terapeuta el que facilite herramientas e información para que sea más crítico”. Se trata siempre de un proceso muy lento, voluntario y que puede prolongarse durante años.

Una vez logrado el objetivo de rescatar a la víctima de las garras de la organización, llega el momento de abordar las posibles secuelas, que son frecuentes. El exmiembro de una secta suele tener dificultades para adaptarse a su entorno y, por ejemplo, puede necesitar ayuda para manejar el móvil o un ordenador porque el grupo no le dejaba utilizarlos.

“El ex adepto siente una incapacidad importante para tomar decisiones; la confianza le queda muy minada cuando su grupo y líder de referencia de pronto pasa a ser el mayor de los engaños y mentiras”. Las reacciones emocionales a esta situación van desde la ansiedad, ataques de pánico, depresión, miedo… hasta características propias del estrés postraumático. “Con orientación y trabajo terapéutico, la mayoría de veces, si no se ha producido un daño psicológico grave –que también puede llegar a ocurrir–, las personas vuelven a ser completamente funcionales”, comenta Merino.

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