El tráfico de drogas y la adoración a ídolos demoníacos como San La Muerte, Martín Valverde, o el Gauchito Gil, están estrecha e íntimamente ligados.
Secretaría RIES, el 28.10.17
El narcotráfico y las fuerzas oscuras han tenido siempre una siniestra relación, según informa Notimérica. El narcosatanismo, que es una de las prácticas más realizadas por los cárteles en Iberoamérica, se basa en la introducción de alijos de cocaína procedentes de México y Colombia. Durante una concentración de fieles satánicos se invoca a los dioses del mal para que el tráfico de drogas llegue a buen término.
“Los grupos satánicos de verdad se guían por los nueve mandamientos de la Iglesia de Satán, pero los nuevos grupos surgidos del narcotráfico los utilizan a conveniencia. Es todo un negocio puro y duro”, indicó un investigador de sectas que prefiere mantenerse en el anonimato según informó Las Provincias.
Probablemente el caso de Los Narcosatánicos sea el episodio más espeluznante en la historia mexicana del crimen del siglo XX; muchos libros se han escrito sobre el tema, al menos cuatro películas se han inspirado en los hechos suscitados en el rancho Santa Elena, cercano a la ciudad mexicana de Matamoros.
Un rancho con restos humanos
En abril de 1989, en la frontera entre México y Texas, una ranchera se saltó un control policial y fue perseguida por los federales, conduciéndolos hasta lo que calificaron como “lugar del terror”. En el Rancho Santa Elena, los policías encontraron fardos de droga, dinero, paredes manchadas de sangre y una olla en cuyo interior parecía haber restos humanos.
Cuando el huido fue interrogado confesó que los restos biológicos encontrados pertenecían a un estudiante de medicina norteamericano, identificado como Mark Kilrov, desaparecido unos meses antes.
Inmediatamente la policía comenzó a investigar y descubrió que el rancho pertenecía a unos hermanos narcos muy conocidos en la zona. Asimismo, se dieron cuenta de que estos narcotraficantes tenían una relación muy especial con un santero cubano identificado como Adolfo de Jesús Constanzo, alias “El Padrino de Matamoros” y “El Narco satánico de Matamoros”.
En el rancho los narcotraficantes realizaban espeluznantes rituales con seres humanos mediante los cuales buscaban protegerse de los controles policiales. Constanzo era el padrino de estos rituales y también existía la figura de una madrina, sacerdotisa o narcosatánica identificada como Sara María Aldrete. Tras la investigación, los federales averiguaron que en ese rancho no sólo se realizaban rituales, sino también se produjeron varios asesinatos.
En un primer momento la policía encontró 13 cuerpos que habían sufrido mutilaciones horrorosas, como la del joven Kilrov, al que le sacaron la columna vertebral, la colgaron para secarla y evitar que hubiese carne humana para hacerse un collar de protección con esos huesos. “Asesinaban estadounidenses, secaban sus cuerpos y se hacían collares con sus restos para usarlos como amuletos”, según informó la periodista del programa Cuarto Milenio Carmen Porter.
Promesa: volverse invisibles e invulnerables
Entre los esbirros y colaboradores de Constanzo se encontraban nombres relacionados con la Policía mexicana e incluso políticos locales, concitando la atención de los sicarios y prófugos de la justicia, uniéndose a esta “comunidad” de espanto, creyendo ciegamente en el “sacerdote santero”, quien les aseguraba que no tendrían que preocuparse más del dinero, ni de la moral.
Constanzo prometía a los narcotraficantes que se convertirían en seres invulnerables, invisibles ante la policía y poderosos, siempre y cuando siguieran sus indicaciones, para lo cual debían consumir “la nganga”, un brebaje que debían beber caliente, y que estaba compuesto por diversos ingredientes “secretos”, como llamaba a los restos humanos. Entre ellos, el cerebro de una persona (mejor de un asesino o un loco, decían), varias extremidades amputadas, sangre humana, alcohol y otras sustancias.
El 6 de mayo de 1989 la policía arrinconó a Constanzo, Aldrete y a otros miembros de la banda en una gran redada policial. El “Padrino satánico”, al verse en una situación límite, se escondió en un armario y pidió a uno de sus secuaces que acribillara el mueble con él dentro, según informó Crónica Viva.
Aldrete sobrevivió y ofreció su testimonio para esclarecer las circunstancias de la tétrica historia, declarándose inocente y víctima de la congregación. Fue condenada de asociación delictiva en 1990 y encarcelada durante seis años. En un segundo juicio, se le procesó por varios de los asesinatos en la sede de la secta, y fue sentenciada a 62 años de prisión.
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