Reproducimos a continuación el artículo que con el título “Más allá de Halloween” ha publicado el Servicio de Información de la Diócesis de Huelva (España). Lo ha escrito Luis Santamaría del Río, miembro de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES).
Vivimos hoy en nuestra tierra la que constituye una progresiva colonización (o invasión) de una fiesta extranjera, esa que roba un nombre cristiano –ya que Halloween significa “víspera de Todos los Santos”– para asociarlo a la festividad pagana de Samhain. Quien diga que la Iglesia ha cristianizado una fiesta pagana anterior… miente. Porque la celebración de Todos los Santos se instituyó en Roma a principios del siglo VII, y en el siglo VIII ya se extendió a toda Europa con la fecha del 1 de noviembre. Mientras que la fiesta pagana tenebrosa cuyos restos han llegado a nuestras calles y colegios data del siglo X y, por cierto, con un calendario lunar, el celta, que la sitúa en la siguiente luna llena al día intermedio entre el equinoccio de otoño y el solsticio de invierno. No en la noche de Todos los Santos.
Más allá del claro componente comercial y consumista de la fiesta que nos viene de rebote de los Estados Unidos, es importante que nos preguntemos por la atracción que tienen todas estas cosas. El ocultismo, el esoterismo, lo paranormal y lo oculto… vende. Y mucho. Los estudios sociológicos nos dicen que en torno al 20 % de la población española cree que hay algo de verdad en la astrología y la adivinación, la curación por poderes, la comunicación con los muertos, etc. También los jóvenes y las personas con formación. Es muy significativo que en España ya haya más jóvenes que creen en la reencarnación que los que creen en la resurrección, según la última encuesta solvente realizada a la juventud de nuestro país.
Todos conocemos la popularidad que tienen las revistas y los programas de radio y televisión que abordan estos temas. Asistimos al espectáculo del espiritismo divulgado a gran escala en la pequeña pantalla, donde han aparecido médiums contactando supuestamente con los difuntos. La gente “juega” a estas cosas sin ser consciente del peligro que entrañan. Nuestra sociedad que se cree, tras la modernidad, que no necesita a Dios ni a la Iglesia, ha abierto sus puertas de par en par a los dioses y a las sectas. Porque el ser humano es religioso por naturaleza, y eso hay que llenarlo de alguna manera. La crisis que vivimos actualmente hace que el terreno está abonado para la superstición, el ocultismo y muchas cosas más que, en el fondo, no son más que un sucedáneo de la religión, una patología de la fe. Frente a todo esto, la enseñanza de la Iglesia es clara: urge una nueva evangelización. Así mostraremos a todo el mundo, y especialmente a tantas personas que están en búsqueda, la cara real de la experiencia religiosa verdadera, que es la que humaniza al hombre y le da plenitud.
(Fuente: Infories)
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