Reproducimos a continuación un artículo publicado por el nuevo portal católico de Internet Unomasdoce, firmado por Luis Santamaría, miembro de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES).
Hace poco hemos asistido al espectáculo mediático –porque es campaña electoral es espectáculo, no se engañen– de la amenaza de sacar la clase de Religión (católica) de las aulas. Lo de siempre. La pena es que muchos no se den cuenta de que mientras unos ladran, otros, los del otro lado del espectro político, sacan la Religión de la educación sin decir nada, poquito a poco, aparentando ser amigos.
A lo que iba, o a lo que quería ir… se quiere quitar la Religión, o se margina de hecho, acusándonos a los católicos de dar catequesis en las aulas –cosa que es falsa–, cuando en los colegios e institutos públicos se da un verdadero adoctrinamiento religioso en otras cosas que, se diga lo que se diga, proponen una concepción muy concreta del mundo, del hombre, de la vida y de la muerte. ¿Qué es Halloween? ¿Un segundo carnaval? No, claro que no. Si rascamos un poco, lo importante no es el disfraz, el dulce o el jaleo. En el fondo, hay mucho más.
Chocan muchas cosas, la verdad. En primer lugar, constatar que se celebra la fiesta de Halloween en muchos centros educativos públicos. Un festejo cuyo nombre expresa algo religioso (“víspera de Todos los Santos”) pero cuya realidad ha sido transmutada por la fiesta celta de Samhain. La excusa fácil que se pone es la importancia de la celebración anglosajona en unos centros donde el inglés es algo troncal, sobre todo si son bilingües.
Y así podemos leer en la prensa titulares como éste: “Brujas, calaveras y esqueletos en el colegio”. O ver cómo algunos hacen más agradable la fiesta con concursos de “postres terroríficos”, entre los que hay tartas con forma de tumba. Luego intenta hablarles a los chavales de la muerte en serio. Luego acompáñalos cuando pierdan a un ser querido. Que no, que no casa una cosa con la otra. ¿En esto consiste la formación y el acompañamiento hacia la madurez?
Puedo entender que a unos niños de Primaria, queriendo preservarlos de toda “contaminación religiosa”, no se les hable de Don Juan Tenorio. Pero que ese hueco sea ocupado por otra plasmación cultural religiosa, esta vez sin Dios –y sin la luz de la esperanza–, es claramente discutible. Lean, lean lo que dice la web de un colegio: “el día de todos los santos está muy cerca, y para alejar a los muertos y espíritus que quieren apoderarse de los seres vivos toda Educación Primaria nos disfrazamos de zombis, vampiros y vampiresas, momias y otros seres monstruosos. Como nos ven tan horrorosos se asustan y nos dejan en paz”.
En la página de otro colegio se les explica a los niños que la noche del 31 de octubre, según la tradición celta, “los espíritus podían salir de los cementerios y apoderarse de los cuerpos de los vivos para resucitar”. Vaya, esta última palabra la conozco, pero creo que está en los currículos de la asignatura de Religión (optativa). Ahora ya se utiliza para todos, en una “catequesis” obligatoria. En la misma página sigo leyendo que “Halloween es una fiesta basada en el miedo, la muerte, los muertos vivientes, la magia negra y los monstruos místicos”. Sí, místicos. Se les habrá colado la “s”, pero queda muy bien. ¡Monstruoso! También señalan se trata de “una fiesta asociada a la venida de los dioses paganos a la vida”. Después vemos cómo en algunos centros los profesores afirman felices que “el objetivo que nos planteamos de profundizar en esta tradición lo hemos conseguido”.
Si un profesor de Religión, o de lo que fuera, propusiera decorar el colegio o el instituto estos días con fotos de santos y murales de sus vidas, ya que el 1 de noviembre, festivo, es la Solemnidad de Todos los Santos… ¿qué pasaría? Y un paso más: si a ese docente se le ocurriera, como actividad complementaria a la formación, una visita “seria” a un cementerio, por la razón que fuera (artística, antropológica, religiosa)… ¿en qué televisión no saldría? ¿Y cuánto nos apostamos a que aparecería la palabra “trauma” por algún lugar?
Sin embargo, aquí hemos tenido estos días la banalización de la muerte, el cachondeo con ella, los disfraces macabros y, en el fondo, el ensalzar la oscuridad, lo tenebroso, lo maligno… y hasta lo satánico. Qué triste. Nosotros, los cristianos, lo mejor que podemos hacer, es seguir celebrando la vida, que es lo que hacemos siempre, también en los entierros –¡sobre todo en los entierros!–. Sí: celebrar el 1 y el 2 de noviembre la claridad de la resurrección, el brillo de la vida, la belleza de la santidad, el poder de un amor que vence a la muerte. Se ha puesto de moda en algunos lugares la celebración de una fiesta alternativa, con un sentido cristiano: holywins. Pensándolo bien, eso es la eucaristía para nosotros: la demostración de que “lo santo vence”.
(Fuente: Infories)
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