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La curación por la oración como reemplazo de la ciencia médica. Con esta frase resume Roberto A. Federigo, miembro de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES), en qué consiste la Ciencia Cristiana. Reproducimos a continuación su artículo, publicado en el portal Aleteia.
El catolicismo no solamente no coincide con la Ciencia Cristiana respecto a varios puntos del credo, nuestra fe, sino que tampoco lo hace entre otras tantas cosas: la curación de la enfermedad, a la cual considera real, con competencia de la medicina alopática para su tratamiento y que sea sobrellevada con la oración.
Ciencia Cristiana
Dice ser una religión basada en la Biblia y que sigue las enseñanzas de Cristo Jesús, y además basada en el método de enseñanza descubierto por su fundadora, Mary Baker Eddy, desarrollado entre 1862 y 1875 y explicado en su obra Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras.
Este método se centra en la curación por la oración como reemplazo de la ciencia médica. De acuerdo a sus enseñanzas consideran una decisión personal al tratamiento médico. No obstante, la curación cristiana no se mezclaría con otros sistemas, tales como es el uso de fármacos que se basarían en el poder de la materia. Para dar un ejemplo, afirman que de salírsele a alguien un hueso de lugar, tan sólo bastaría con el poder de la oración para que este se coloque nuevamente en su sitio. Estiman que lo que ellos aplican no es la curación por la fe, y tampoco pensamiento positivo o auto hipnosis, si no, que es la curación basada en la Biblia, una ciencia que Cristo aplicaba.
Creen en un solo Dios, trino por ser vida-verdad-amor, no en el sentido trinitario cristiano, también que Jesucristo es Hijo de Dios pero no es Dios (Jesús = Hombre histórico – Cristo = Idea Divina).
Para esta creencia, en el hombre no cuenta lo físico, nada de lo que sea material, sólo lo espiritual y tanto el mal o los males (enfermedades, errores, pecado) no existen, como tampoco el juicio y el infierno. La obra “Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras” dice en el capítulo 339: “La bondad hace su propio cielo, el pecado su propio infierno, y la creencia sus propios sufrimientos. Un sueño es una realidad mientras dura; una falsedad es verdadera a aquellos que la creen, y la enfermedad es verdadera para aquellos que la tienen, pero es la mente y no el cuerpo responsable de ello. El dolor y el placer son la mente, no la materia; el cuerpo no tiene ninguna sensación de sí mismo. La discordia es irreal, la armonía es verdadera; admítelo.”
La Iglesia de la Ciencia Cristiana
Mary Baker Eddy fundó la Iglesia de la Ciencia Cristiana en 1879. Incluye La Iglesia Madre en Boston, Massachusetts, EUA, y las iglesias filiales de Cristo Científico, organizadas localmente en todo el mundo. Cada una ofrece servicios religiosos los domingos, Escuela Dominical, reuniones de testimonios de los miércoles, Salas de Lectura públicas y conferencias. Las Escuelas Dominicales para alumnos hasta la edad de veinte años son clases que se basan en charlas sobre la Biblia y cómo aplicar sus lecciones eternas en la vida contemporánea. Las reuniones de los miércoles incluyen testimonios de curación que comparten los concurrentes.
Mary Baker Eddy (1821 – 1910)
Nació en una granja de Bow, Nueva Inglaterra, New Hampshire en 1821. Su niñez y parte de su vida de adulta fueron marcadas por padecimientos en su salud. Aunque sus valores congregacionalistas le motivaban a leer La Biblia a diario, pasó muchos años buscando métodos terapéuticos alternativos, disponibles en su época. Esta última razón la llevó a convertirse en una paciente de Phineas Parkhurst Quimby, cuya “medicina libre” la influyó notablemente en sus técnicas curativas del futuro. Baker visitó a Quimby en 1862 por sus problemas de salud, y supuestamente con la ayuda del doctor mejoró rápidamente. El cambio fue instantáneo y su dolor y debilidad desaparecieron.
Durante varios años de frecuentar las técnicas de Quimby, se volvió profundamente interesada en su teoría de la cura de las enfermedades e influenciada por sus ensayos, escribió los propios, aquellos que le habría entregado para su inspección y corrección. Tiempo después comenzó a dar algunas conferencias públicas de su sistema en Warren, Maine, anunciando su programa como “La Ciencia Espiritual de P. Quimby”. Después de la muerte de Quimby en 1866, continuó enseñando las nuevas ideas y métodos, hasta que organizó su trabajo para hacerlo público.
Unas semanas después de la muerte de Quimby, Baker tuvo un accidente en una acera y se golpeó tras patinar en el hielo. Otra vez se encontraba mal de salud, como antes de visitarlo. Sintiéndose que no tenía mucho tiempo de vida, pidió su Biblia, y leyó un pasaje sobre una de las curaciones de Jesús (curación del paralítico, San Mateo).
Luego del accidente pidió a Julius Dresser (un paciente sanado por Quimby, y discípulo) que le ayudara a superar las dificultades físicas causadas por su incidente, pero este no respondió a su pedido. Entonces comprendió que tenía que depender de su propia interpretación del método de Quimby y fue en ese periodo en el que se estima que forjó “la Ciencia de Cristiandad”, término que habría usado este en por lo menos una ocasión.
Durante los años sucesivos viajó por varios sitios exponiendo su nuevo sistema de curación sin el beneficio de la medicina. Comenzó a enseñar a algunos futuros seguidores y a dirigir clases de sus principios curativos. Entre 1868 y 1870 vivió en Stoughton, Massachussets, donde dejó un manuscrito conocido como “los Extractos de las Escrituras de Quimby”, en este fue en el que habría basado sus enseñanzas. En 1875 publicó un libro al que llamó “Ciencia y Salud”, de cual afirmó que era una filosofía de curación de la que se atribuyó ser la descubridora, luego, en 1879, fundará en Charlestown, Massachussets, la Ciencia Cristiana.
En 1882 en “la Universidad Metafísica” de Boston, comenzó a tener problemas con algunos estudiantes que criticaron sus enseñanzas y disputaron sus demandas. En octubre de 1882 uno de estos estudiantes, E. J. Arens, afín a Julius Dresser, afirmó que los métodos e ideas eran suyas por derecho de “revelación” y derivadas de Quimby. Arens le dio consideración a los métodos de Quimby y exigió el derecho para publicar las nuevas ideas sin dar crédito a la Ciencia Cristiana, pero fue demandado por Baker por plagio.
La demanda fue ganada el 24 de septiembre de 1883 por ella, luego que Arens no pudiera persuadir a George Quimby (hijo de Phineas P. Quimby), para que le permitiera tomar los Manuscritos de su padre y ser utilizados en la Corte (George Quimby no le prestó los manuscritos a Arens porque consideraba que no estaba en una posición financieramente óptima para inmiscuirse en problemas legales). Entretanto, en febrero de 1883 comenzó la controversia en la prensa a través de cartas entre Baker y Dresser. En 1895, publicó la primera edición de Manual de La Iglesia Madre. Mary Baker Eddy murió en 1910, fue viuda en dos ocasiones y divorciada de su tercer matrimonio.
Bibliografía de Mary Baker Mary Baker Eddy
Ciencia y Salud
Manual de La Iglesia Madre
Publicaciones de la Ciencia Cristiana
El Heraldo de la Ciencia Cristiana (en varios idiomas)
Christian Science Sentinel
The Christian Science Journal (en inglés)
The Christian Science Monitor (fundado por Mary Baker Eddy en 1908)
¿Qué dice la Iglesia Católica al respecto?
En Jesucristo Portador del Agua de la Vida, Una reflexión cristiana sobre la “Nueva Era” se describe al Pensamiento Nuevo o Nuevo Pensamiento como idea y movimiento iniciador de este tipo de grupos (Science of Health and Happiness, Scientist Church of Christ, College of Metaphysical Science, Divine Science, Unity, International Religious Science movement, etc.): “Movimiento religioso del siglo XIX fundado en los Estados Unidos de América. Tuvo su origen en el idealismo, del cual era una forma popularizada. Se decía que Dios era completamente bueno y el mal una mera ilusión; la realidad básica era la mente. Puesto que es la mente la que causa los acontecimientos de la propia vida, el individuo debe asumir la responsabilidad última sobre cada uno de los aspectos de su situación. “
También, el mismo documento se refiere a como este tipo de grupos concibe a Jesucristo: “La «energía divina», cuando es recibida conscientemente por los seres humanos, suele describirse como «energía crística». También se habla de Cristo, pero con ello no se alude a Jesús de Nazaret. «Cristo» es un título aplicado a alguien que ha llegado a un estado de conciencia donde el individuo se percibe como divino y puede, por tanto, pretender ser «Maestro universal».
Jesús de Nazaret no fue el Cristo, sino sencillamente una de las muchas figuras históricas en las que se reveló esa naturaleza «crística», al igual que Buda y otros. Cada realización histórica del Cristo muestra claramente que todos los seres humanos son celestes y divinos y los conduce hacia esa realización.”
Otro documento de la Iglesia llamado Instrucción sobre las oraciones para obtener de Dios la curación y realizado por la Congregación para la Doctrina de la Fe, dice respecto a la enfermedad: “En su actividad pública, la relación de Jesús con los enfermos no es esporádica, sino constante. Él cura a muchos de manera admirable, hasta el punto de que las curaciones milagrosas caracterizan su actividad: “Jesús recorría todas las ciudades y aldeas; enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y sanado toda enfermedad y toda dolencia” (Mt 9, 35; cf. 4, 23). Las curaciones son signo de su misión mesiánica (cf. Lc 7, 20-23). Ellas manifiestan la victoria del Reino de Dios sobre todo tipo de mal y se convierten en símbolo de la curación del hombre entero, cuerpo y alma. En efecto, sirven para demostrar que Jesús tiene el poder de perdonar los pecados (cf. Mc 2, 1-12), y son signo de los bienes salvíficos, como la curación del paralítico de Bethesda (cf. Jn 5, 2-9.19.21) y del ciego de nacimiento (cf. Jn 9).”
“También la primera evangelización, según las indicaciones del Nuevo testamento, fue acompañada de numerosas curaciones prodigiosas que corroboraban la potencia del anuncio evangélico. Ésta había sido la promesa hecha por Jesús resucitado, y las primeras comunidades cristianas veían su cumplimiento en medio de ellas: “Estas son las señales que acompañarán a los que crean: (…) impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien” (Mc 16, 17-18).
La predicación de Felipe en Samaría fue acompañada por curaciones milagrosas: “Felipe bajó a una ciudad de Samaría y les predicaba a Cristo. La gente escuchaba con atención y con un mismo espíritu lo que decía Felipe, porque le oían y veían las señales que realizaba; pues de muchos posesos salían los espíritus inmundos dando grandes voces, y muchos paralíticos y cojos quedaron curados” (Hch 8, 5-7).
San Pablo presenta su anuncio del Evangelio como caracterizado por signos y prodigios realizados con la potencia del Espíritu: “Pues no me atreveré a hablar de cosa alguna que Cristo no haya realizado por medio de mí para conseguir la obediencia de los gentiles, de palabra y de obra, en virtud de señales y prodigios, en virtud del Espíritu de Dios” (Rm 15, 18-19; cf. 1 Ts 1, 5; 1 Co 2, 4-5). No es en absoluto arbitrario suponer que tales signos y prodigios, manifestaciones de la potencia divina que asistía la predicación, estaban constituidos en gran parte por curaciones portentosas. Eran prodigios que no estaban ligados exclusivamente a la persona del Apóstol, sino que se manifestaban también por medio de los fieles: “El que os otorga, pues, el Espíritu y obra milagros entre vosotros, ¿lo hace porque observáis la ley o porque tenéis fe en la predicación” (Ga 3, 5).
La victoria mesiánica sobre la enfermedad, así como sobre otros sufrimientos humanos, no se da solamente a través de su eliminación por medio de curaciones portentosas, sino también por medio del sufrimiento voluntario e inocente de Cristo en su pasión y dando a cada hombre la posibilidad de asociarse a ella.
En efecto, “el mismo Cristo, que no cometió ningún pecado, sufrió en su pasión penas y tormentos de todo tipo, e hizo suyos los dolores de todos los hombres: cumpliendo así lo que de Él había escrito el profeta Isaías (cf. Is 53, 4-5)”. (4) Pero hay más: “En la cruz de Cristo no sólo se ha cumplido la redención mediante el sufrimiento, sino que el mismo sufrimiento humano ha quedado redimido. (…) Llevando a efecto la redención mediante el sufrimiento, Cristo ha elevado juntamente el sufrimiento humano a nivel de redención. Consiguientemente, todo hombre, en su sufrimiento, puede hacerse también partícipe del sufrimiento redentor de Cristo”.”
(Fuente: Infories)