El portal católico Aleteia, en su página especial sobre sectas y nueva religiosidad, que coordina la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES), ha comenzado a recuperar trabajos del psicólogo argentino José María Baamonde, uno de los miembros fundadores de la RIES, que falleció en 2006. Reproducimos a continuación el primero de ellos sobre las causas de entrada en las sectas.
Son muchísimas las razones por las que una persona puede ingresar a una secta o NMR (nuevo movimiento religioso). Algunos investigadores sostienen que la idea de una adhesión libre tiene una validez relativa a raíz del proselitismo engañoso, a pesar de existir, como veremos más adelante, ciertos factores de especial predisposición que facilitan la consecuente captación. De todas maneras, podemos hablar de ciertas líneas orientadoras, para establecer la interrelación de los diversos elementos visibles, por las que una persona ingresa a uno de estos movimientos.
Angustia individual
En la actualidad podemos observar que las comunicaciones están quebradas y no sólo a nivel social, sino a nivel familiar, lo cual es más grave. Las consultas orientativas llevadas a cabo con cientos de familias que tenían a un integrante de la misma dentro de una secta, nos han mostrado que en la práctica, ninguna de ellas tenía un diálogo profundo, íntimo y enriquecedor.
Una de las vetas más ricas del ser humano es la posibilidad de transmitir a otro, nuestra existencia más íntima, nuestra interioridad. Cuando esto no se posibilita ni aún dentro de la familia, es como que nuestra personalidad adolece, y en un aspecto muy importante.
Muchas veces estos movimientos, especialmente en los contactos iniciales con los que comienza la captación, se aprovechan de la angustia provocada por esa falta de comunicación. En más de una oportunidad, cuando preguntemos a un integrante de estos grupos si nació en dicho culto, nos responderá que no, que pertenecía a otro y luego cambió. Y al requerirle la razón de tal cambio, nos responderán con frases como "...yo pertenecía a la Iglesia Católica, pero cuando iba a misa así como entraba, salía. No conocía a nadie, ni nadie me conocía a mí. Era una anónima. Un día una amiga me invitó a un 'templo' y, apenas entré, me rodearon cinco o seis personas y me preguntaron cómo me llamaba, qué hacía, si tenía algún problema... Sentí que se interesaban por mí. Me sentía persona".
No solo este hipotético hombre o mujer, sale del anonimato y se siente persona, sino que hasta puede ser un ejemplo para todo un marco social de referencia. Y esto lo podemos observar en las plazas, cuando los pentecostales presentan un testimonio, cualquiera sea el carácter de éste, es seguido de un aplauso, de un reconocimiento, de un salir del anonimato. Todo esto provoca un efecto psicológico muy fuerte y muchas veces, es el primer paso para una vinculación sectaria.
Este factor es incluso resaltado en las conclusiones de la IVº Conferencia General del Episcopado Latinoamericano reunida en la ciudad de Santo Domingo, hablando de "la pérdida de identidad" (cf. SD 149).
A la angustia provocada por la falta de comunicación e identidad, hay que sumarle la naturalmente provocada por situaciones límite, tales como la enfermedad, el dolor y la muerte. Por ello, movimientos que en la captación tratan de canalizar el alto montante de angustia, privilegian su acción proselitista en lo que podríamos llamar centros de dolor, es decir cárceles, hospitales y barrios marginales.
Angustia social
La angustia individual se encuentra relacionada con una angustia de tipo social, a la que también hace referencia el documento mencionado precedentemente.
Es decir, la angustia de una sociedad que aparentemente lo tiene todo, pero en realidad no tiene nada, ni siquiera un sentido para la vida. Una sociedad que ha puesto por años sus esperanzas en los avances de la ciencia y la técnica como mesías salvadores..., hasta que esa misma ciencia pasó a convertirse, con el avance nuclear, en una bestia apocalíptica.
El temor consecuente a una ciencia que parece no responder a ninguna moral, más que la de la conveniencia política o económica de unos pocos, provocó sus consecuencias. Entre otras, el descenso del índice de natalidad en los países desarrollados. Muchos piensan que ello se debió a que los matrimonios deseaban vivir más cómodos y sin compromisos, viajar, etc., y si bien esos argumentos han influido, una de las razones también esgrimida era: "¿Para qué vamos a traer hijos al mundo, si éste mañana no va a estar?".
Este no saber qué va a pasar mañana, este no saber si vamos a estar, este no terminar de acostumbrarse al continuo cambio al que está sometida la sociedad, provoca angustia y genera, como contrapartida, que la gente se aferre precisamente a lo inmutable, a lo que no cambia, a lo trascendente, a lo misterioso y oculto, surgiendo así un tercer elemento que es muy importante al momento de la adhesión a una secta o NMR: el pensamiento mágico.
Pensamiento o conciencia de tipo mágica
Se registran en la sociedad en general, un importante aumento de conciencia mágica. En mayor o menor medida, casi toda la sociedad tiene algún elemento o responde a ciertos hechos con un carácter mágico.
Esto lo podemos ver en todos lados, con tan solo agudizar un poco nuestra mirada. Lo vemos en los adolescentes que al sacarse un boleto capicúa creen que ese día van a ser coronados por la suerte; lo vemos en la cinta colorada, atada en derredor de la muñeca, para contrarrestar la envidia; en el niño que camina por la vereda, tratando de no pisar las rayitas de las baldosas, porque le traería mala suerte; en el adulto que se coloca una corbata de un color específico para pedir trabajo o aumento de sueldo; en la señora que, religiosamente, lee su horóscopo de cada día; en ciertas oraciones que se publican en los clasificados de los periódicos; o en el espejo del taxista donde encontramos la cinta colorada, el San Cayetano, la ristra de ajo, el rosario y los cuernitos, todos ellos muy ecuménicamente agrupados.
También podemos observar estas actitudes en lo religioso, cuando se lleva la medallita, la estampita o el rosario no como un sacramental, sino como un amuleto; o en aquellos que toman las Sagradas Escrituras como un libro oracular, abriendo la Biblia en cualquier lado y al azar, tomando la lectura de un versículo descontextuado, como un mensaje personal de Dios para ese día.
Decimos que el pensamiento o conciencia de tipo mágico es un elemento clave para la adhesión de una persona a una secta o NMR porque, como se hiciera referencia anteriormente, todos estos movimientos emplean en la captación una promesa de tipo mágica.
En razón de ello, el fomentar este tipo de actitudes no haría más que provocar un efecto de permeabilización o acostumbramiento que, a fin de cuentas no hace otra cosa que facilitar la captación sectaria. Es decir, si nos acostumbramos a pensar mágicamente, más fácilmente vamos a responder a un estímulo que sea mágicamente ofertado.
Aquí es donde no sólo el gusto por lo novedoso, sino la necesidad de respuestas y soluciones rápidas = mágicas, especialmente frente a estos elementos tan humanos y acuciantes como son la enfermedad, el dolor y la muerte antes mencionados, son aprovechados por no pocos movimientos de características sectarias.
Muchos son los grupos que frente a estos problemas, no dudan en asegurar que todos ellos serán resueltos con la sola adhesión al grupo. Especialmente aquellos movimientos que hacen de la sanación, prácticamente su único discurso; como así también aquellos categorizados como psicoterapéuticos, de rehabilitación personal, o del desarrollo del potencial humano.
Distanciamiento de la Iglesia
Otra razón no menos importante e íntimamente relacionada con las anteriores es, sin lugar a dudas, la falta de formación en la propia fe, y el consecuente distanciamiento de la Iglesia. El mismo documento de Santo Domingo lo expresa con estas palabras: "El distanciamiento de la Iglesia de sectores -ya sean populares o pudientes- que buscan nuevos canales de expresión religiosa, en los que no se debe descartar una evasión de los compromisos de la fe...".
Todos hemos escuchado a veces con sorpresa y otras con tristeza, anécdotas de muchos católicos que por una desilusión con un sacerdote, religiosa o laico comprometido, y no teniendo una buena formación para discernir entre la Santa y la Meretriz, como expresaban los Padres de la Iglesia, se alejaron de la Fe. Si bien algunas de estas anécdotas son, dolorosamente ciertas, muchas otras tienen el gusto de aquellos folklóricos clichés que desde el medioevo, y con leves diferencias, sacan a relucir algunos de estos grupos que tienen por un deporte atacar a la Iglesia, como bien lo hicieran notar los obispos reunidos en la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, efectuada en Puebla: "Muchas sectas han sido, clara y pertinazmente, no sólo anticatólicas, sino también injustas al juzgar a la Iglesia y han tratado de minar a sus miembros menos formados" (DP. n. 80).
El hombre es un ser religioso por naturaleza, y registra como una pulsión hacia lo trascendente, la misma que le hiciera expresar al Obispo de Hipona "¡Mi corazón estará siempre inquieto, hasta que no repose en Ti!". Esta pulsión se satisface canalizándose en la verdadera Fe, de lo contrario, y en razón de ese hambre de Dios, puede también caricaturizarse a través de tantos y tantos nuevos movimientos que, explotando el gusto por lo novedoso y lo simplista, abren incansablemente un variado abanico de ofertas, como remedio para una experiencia negativa en la Iglesia Católica. Estas experiencias negativas en particular y la adhesión de católicos a estos movimientos se encuentran en algunos, casos, favorecidas también por concretas limitaciones pastorales por parte de la Iglesia Católica.
Factores de especial incidencia
Al hablar de factores de especial incidencia o predisposición para la captación por parte de un NMR de características sectarias, entramos en un terreno sinuoso. Para algunos investigadores existe una especie de personalidad premórbida, mientras que para otros no, aunque sí se ha logrado un acuerdo alrededor de dos elementos que han sido manifestados, por ambos bloques, como una constante:
Alto montante de angustia
1. Síndrome de ausencia paterna
Ahora bien, ¿quién en algún momento de su vida no ha registrado un alto montante de angustia, especialmente en la adolescencia? ¿Y quién no ha padecido el síndrome de ausencia paterna, en lo que hace a la función paterna, aunque hubiera tenido un padre real?
La respuesta a ambas preguntas es que todos en algún momento de su vida han registrado estos dos elementos, lo que genera en consecuencia un axioma sostenido por algunos investigadores y que consiste en que toda persona es pasible de una captación si es abordada en el momento o circunstancia justa, por el influenciador justo, y por la técnica justa.
A continuación consignaremos tan sólo algunos de los factores de especial incidencia o predisposición, que facilitan las tareas proselitistas de los nuevos movimientos religiosos, y que se suman a los mencionados al comienzo del presente artículo. Cabe destacar, empero, que estas características no son excluyentes, pues aun siendo factores de especial predisposición, no son imprescindibles para una captación y posterior ingreso.
2. Insatisfacción general en la vida.
3. Baja tolerancia a la frustración.
4. Descontento con la sociedad y sus normas.
5. Temores para enfrentar un mundo que se presenta como caótico.
6. Ausencia de propósito interno.
7. Ausencia de un adecuado autocontrol.
8. Necesidad de seguridad, progreso, autovaloración y poder.
9. Cierta susceptibilidad a los estados de trance.
10. Hallarse en estado de crisis, insatisfacción o inestabilidad a nivel de estudios, profesional, laboral, emocional, social, afectivo, etc.
11. Inquietudes o especial interés por lo desconocido, esotérico y misterioso.
12. Inmadurez e identidad no consolidada.
13. Tendencias a la personalidad dependiente.
14. Conflicto paterno o matrimonial permanente.
15. Sistema familiar moderadamente disfuncional.
16. Síndrome de ausencia paterna.
17. Carencia de guía, dirección, control y límites paternos.
18. Carencia de una atención y afectos positivos e incondicionales.
19. Creer que uno no va a ser captado.
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