El 21 de junio se ha celebrado por primera vez en todo el mundo el Día Internacional del Yoga, propuesto por la ONU hace unos meses. ¿Qué se esconde detrás de esta jugada de la ONU?
LUIS SANTAMARÍA
Una nueva conmemoración
El catálogo de jornadas mundiales creadas por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) se ha visto incrementado recientemente con el Día Internacional del Yoga, proclamado por una resolución de su asamblea general aprobada el 11 de diciembre de 2014. En dicho documento se señala que “el yoga ofrece un enfoque holístico de la salud y el bienestar” y que “difundir más ampliamente la información relativa a las ventajas que entraña practicar el yoga sería beneficioso para la salud de la población mundial”.
Por ello, decide proclamar el 21 de junio “Día Internacional del Yoga”, invitando a todo el mundo (Estados miembros y observadores, organizaciones internacionales y regionales, sociedad civil, ONG y ciudadanos particulares) “a observar el Día Internacional de manera apropiada y de conformidad con las prioridades nacionales, a fin de concienciar sobre los beneficios que reporta practicar el yoga”, apuntando también que “el costo de todas las actividades que puedan derivarse de la aplicación de la presente resolución deberá sufragarse mediante contribuciones voluntarias”.
Pasando de los papeles a la realidad, las noticias divulgadas por los medios de comunicación nos muestran que el apoyo institucional ha sido al más alto nivel. Empezando por el propio secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, que en un mensaje publicado en la web de las Naciones Unidas ya había afirmado que “el yoga ofrece un medio sencillo, accesible e incluyente para promover la salud y el bienestar físicos y espirituales. Promueve el respeto por los demás seres humanos y el planeta que compartimos. Y el yoga no discrimina; en diversos grados, todas las personas pueden practicarlo”. El 21 de junio estuvo en Times Square (Nueva York) con miles de personas en colchonetas practicando asanas (posturas).
Saludar (o adorar) al sol
Sin duda alguna, el lugar donde más trascendencia se le ha dado a esta jornada mundial ha sido la India, donde su primer ministro, Narendra Modi, presidió los actos conmemorativos en Nueva Delhi, ciudad en la que se concentraron cerca de 37.000 personas (en la avenida Rajpath) según los medios. En su discurso inaugural, el mandatario dijo que se trataba de un acontecimiento muy importante, “el comienzo de una nueva era que inspiraría a la Humanidad en su busca de paz y armonía”.
Han sido 192 países los que han organizado eventos relacionados con el yoga el 21 de junio, una fecha escogida por ser el solsticio de verano, el día más largo del año. No en vano el acto principal en la mayor parte de los encuentros programados era el sūria namaskār o “saludo al sol”, una de las posturas del yoga (cuyo nombre deriva del sánscrito: Sūria es el dios del Sol, y namaskāra significa “realizar reverencias postradas”... en el fondo, adorar al sol). El primer ministro indio comenzó el 21 de junio diciendo en su cuenta de Twitter que “en algunas partes del mundo, los primeros rayos de sol ya han sido bienvenidos por gente practicando yoga. Esto continuará en todo el mundo”.
Laicidad negativa... y contradictoria
Mientras en muchos lugares se reprimen las manifestaciones públicas de las confesiones religiosas, afirmando que deben quedar en el interior de sus propios recintos y en la conciencia de los creyentes –practicándose de esta forma una laicidad negativa o laicismo–, simultáneamente se promueve el Día Internacional del Yoga por parte de las mismas instituciones laicistas. Se presenta como una técnica religiosamente aséptica, válida para todo el mundo, como ya hemos visto en las declaraciones oficiales de la ONU, que subraya “su compatibilidad inherente con los principios y valores de las Naciones Unidas” y sus “beneficios holísticos”.
A esto ha apuntado Miguel Pastorino, miembro de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES) al analizar la presencia del yoga en la Universidad de la República de Uruguay (UDELAR), precisamente la misma institución que ha organizado una Semana del Yoga entre el 15 y el 21 de junio. El experto manifiesta su perplejidad cuando se pregunta: “¿En qué marco de laicidad de la educación puede incluirse el yoga? ¿Es científico? ¿Qué impresión tendríamos si entre las propuestas de la Universidad encontráramos meditación budista zen, meditación cristiana, mística sufí, kabbala hebrea o iniciación a la mediumnidad espiritista?”.
Pastorino reconoce lo positivo que es integrar en el ámbito académico “propuestas educativas complementarias tomadas de las religiones y tradiciones espirituales”, pero señala que esto tendría sentido en un contexto de laicidad positiva, cuando se asumen como normales las creencias religiosas y se permite su presencia pública. Por eso, continúa, “no es honesto hacerlas pasar por ‘ciencia’ o como una propuesta formativa no religiosa. No hay claridad en el asunto”, ya que comenta una noticia en la que se habla de “yoga científico” en la UDELAR, cuando al final no es más que “una propuesta espiritual evidentemente proselitista”.
Miguel Pastorino es meridianamente claro al distinguir las cosas: “si en la UDELAR nos presentan estudios de campo sobre los beneficios del yoga, aplaudo la iniciativa y es algo sumamente interesante. Pero si me dan catequesis hindú sobre el despertar de la conciencia, el florecer del alma y la razón por la que estamos en este mundo, entonces me están adoctrinando en una cosmovisión religiosa”. Y esto es algo que se puede observar en muchas de las iniciativas que se han celebrado en todo el mundo en el Día Internacional del Yoga. Basta con asomarse a los medios de comunicación para comprobarlo.
Es igualmente interesante la reflexión crítica que hace este profesor en torno al laicismo de Uruguay y su actitud en este caso, algo que podría extenderse a muchos otros lugares: “la cuestión que nos preocupa no es el yoga en sí mismo, sino la confusión con la educación laica. Si en un salón de clase algún docente habla de su fe cristiana, judía, islámica, budista o umbandista, podría tener graves problemas. Pero si habla del reiki, de la metafísica de Conny Méndez o cualquier literatura esotérica, se lo ve como un signo de apertura mental. ¿Por qué unas espiritualidades violan la laicidad y otras no?”.
Un espacio de propaganda y captación
Más allá de esto, el Día Internacional del Yoga ha servido para que muchas sectas de origen oriental (generalmente hindú, aunque también las de impronta budista) e incluso grupos de la Nueva Era –que incluyen entre sus diversas actividades la práctica del yoga en su habitual ejercicio de amalgama y sincretismo– aprovechen la ocasión para convocar y protagonizar los eventos organizados en torno a esta jornada mundial. Así, hemos podido ver por calles, plazas y centros a movimientos tan controvertidos como la denominada “Universidad Espiritual Mundial Brahma Kumaris” o el grupo Sahaja Yoga, además de una incontable variedad de grupos y centros seguidores de tal o cual escuela de yoga, o de tal o cual gurú: Bikram Yoga, Yoga Iyengar, Sivananda Yoga... ¡hasta un supuesto Yoga Esenio!
Para entender esto y discernir el problema es necesario tener en cuenta varios puntos:
- Ni el hinduismo ni el budismo son religiones formalmente estructuradas como tales en una agrupación social homogénea, ya que están formadas por una gran diversidad de corrientes y escuelas.
- La mayor parte de las sectas de origen hindú y budista en Occidente tienen entre sus actividades ordinarias la práctica del yoga. De hecho, junto con la reencarnación y la meditación, es el aspecto del orientalismo más conocido y difundido.
- El yoga ha sido divulgado fuera de Oriente sobre todo por la Teosofía, escuela esotérica originada a finales del siglo XIX y, como recuerda Miguel Pastorino, “aunque hay muchas clases de yoga, diversas escuelas, corrientes y estilos de practicarlo, tiene una visión antropológica y religiosa del mundo. Cualquier clase de yoga buscará unir al alma con la totalidad (Brahmán) o con el Universo, entendido como divino”.
- La experiencia común nos lleva a desconfiar, por lo general, de la “oficialidad” de estos eventos cuando son organizados por las administraciones públicas (ayuntamientos y otros órganos de gobierno regional o local), ya que dejan la organización de estos actos en manos de los centros o movimientos que estén en cada lugar, sin discernir el carácter de los mismos.
Por todo ello es importante ser cautos a la hora de participar en estas actividades, por mucho barniz de la ONU que se les quiera dar. Hay que conocer bien qué se realiza, quién lo organiza y cuál es su finalidad.
Para saber más:
- José Luis Vázquez Borau, “¿Es compatible el yoga con el cristianismo?” (Aleteia, 21/08/13).
- Luis Santamaría del Río, “¿Qué dice la Iglesia sobre el yoga?”(Aleteia, 5/05/15).
(http://www.aleteia.org/es/religion/articulo/el-dia-internacional-del-yoga-simplemente-yoga-o-algo-mas-5813397304115200?page=3)
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