A lo largo de la historia, desde la época de la Revolución, el espiritismo, esoterismo, brujos, chamanes, santeros, curanderos, videntes y hasta magia negra, están presentes en la política en México. Estos personajes, que dominan en el pensamiento mágico, místico, esotérico, metafísico, oculto o sobrenatural, son una influencia silenciosa –y a veces determinante– sobre políticos de todas las épocas, según leemos en Infobae.
La lista abarca a presidentes como: Francisco I. Madero, Plutarco Elías Calles, Carlos Salinas de Gortari y Enrique Peña Nieto. Pero también incluye a gobernadores, funcionarios de todos los ámbitos, líderes sindicales y dirigentes de partidos, entre otros. José Gil Olmos, periodista de la revista semanal Proceso, ha recopilado historias suficientes para llenar dos volúmenes de su libro Los Brujos y el poder, cuyo primer tomo publicó en 2008 y un año después (2009) el segundo.
Su recuento comienza en la convulsionada etapa de la Revolución mexicana, allá por 1910, cuando el líder revolucionario Francisco I Madero abrazó el espiritismo, tan de moda entonces, como práctica que influyó en sus decisiones personales y políticas, dice Gil Olmos. Madero fue el empresario y político que empujó el fin de la dictadura de Porfirio Díaz, llamó a la Revolución el 20 de noviembre de 1910 para defender el ideal democrático traicionado por un fraude electoral, y fue fugaz presidente de México por sólo 15 meses (entre el 6 de noviembre de 1911 y el 19 de febrero de 1913), víctima de una traición que lo llevó al paredón y reavivó la mecha revolucionaria encendida hasta 1920.
Otro presidente, Plutarco Elías Calles, militar y político originario de Guaymas, Sonora, solía acudir una vez al mes a sesiones espiritistas en una casa de Tlalpan, a la que también asistía un grupo de políticos e intelectuales para encontrarse con un médium y contactar a los espíritus del más allá. Calles desarrolló una afición hacia el espiritismo, al grado de buscar otra clase de contacto con los espíritus. No le bastaban las sesiones. A solas, el político realizaba sus propios encuentros. Los fantasmas que ahí veía le contaban lo que ocurriría en la siguiente sesión.
Calles fue el poder tras el trono de los presidentes de México desde el asesinato de Álvaro Obregón, en 1928, y hasta abril de 1936 cuando Lázaro Cárdenas lo expulsó del país. Antes, el 4 de marzo de 1929 instituyó el Partido Revolucionario Institucional (PRI) bajo el nombre de Partido Nacional Revolucionario (PNR). De allí en adelante, Olmos teje una colección de personajes de todas las épocas de la política mexicana, que han recurrido a la magia, los hechizos, los espíritus, los ritos, los conjuros y la brujería para alejar peligros, atraer la suerte y, sobre todo, proteger su poder o ampliar su puerta de acceso.
Ritos y amuletos
Al hablar de políticos más actuales, Gil Olmos comienza con la ex candidata presidencial independiente, Margarita Zavala. De ella afirma que tenía un vínculo “mágico” con un rebozo que usaba frecuentemente como parte de su atuendo como primera dama, durante el gobierno de su esposo, Felipe Calderón (2006-2012). “Para ella, de esa prenda provenía su fuerza y su energía porque así se lo dijo un brujo que le presentó la maestra Elba Esther Gordillo”, la entonces poderosa líder del sindicato magisterial, que cayó en desgracia y en la cárcel en el sexenio de Enrique Peña Nieto (2012-2018), acusada de corrupción, relató Gil Olmos.
En Los brujos y el poder, Gil Olmos narra que la sed de poder y afición por las artes ocultas llevaron a Gordillo Morales a Nigeria, donde un gran brujo de vudú practicó con ella un conjuro para protegerla de un poderoso enemigo político, el entonces presidente Ernesto Zedillo (1994-2000). Para llevar a cabo el rito, hubo que matar a un león y bañar con su sangre a Elba Esther. Al parecer Elba Esther era consejera recurrente de las primeras damas de México, porque José Gil Olmos escribe en sus libros que también “asesoró” en los temas de embrujos a Marta Sahagún, primero vocera y después segunda esposa del entonces presidente Vicente Fox (2000-2006).
El periodista asegura que Marta recurrió a “trabajos de encantamiento (embrujo)” para que Fox se casara con ella y, después, para someterlo a sus deseos y ocurrencias. La mezcla incluía pastillas, brebajes y “amarres”, que le sirvieron en sus ansias de poder (aspiró a suceder a su marido en Los Pinos) a y su influencia en las decisiones de la Presidencia.
La influencia de Elba Esther Gordillo en la residencia presidencial acabó de tajo con Peña Nieto. Y frente a este nada pudo. Tal vez el entonces presidente tuvo la buena protección de “su bruja en Atlacomulco”, municipio del Estado de México que le da nombre a un grupo de poder político del PRI, todos mexiquenses como el mandatario. “Ella le dijo a Peña Nieto que sería el destinado para gobernar”, afirma Olmos.
En el anecdotario de la magia negra en la política no podía falta el ex presidente Carlos Salinas de Gortari (1988-2004), tal vez el personaje político mexicano más controversial y repudiado aún vivo. Dice Gil Olmos que Salinas recurrió al poder sobrenatural de unos brujos de Haití a quienes contrató para “hacerle brujería” a su antecesor en la presidencia, Miguel de la Madrid Hurtado, con el propósito de que lo eligiera su “sucesor”.
Eran los tiempos del llamado “dedazo presidencial”, la muy antidemocrática práctica presidencialista mexicana, que otorgaba al mandatario en turno –siempre del PRI– el poder absoluto de elegir al candidato que contendería por su partido y lo sucedería en el poder. Gil Olmos reveló que recolectó estas historias de sus viajes como reportero por todo el país, las que luego fue “comprobando con investigación periodística”.
Ahora ha detectado el fenómeno de los santos que no son santos, al menos no los son para la Iglesia católica, pero la gente ya les abrió lugar en el espacio de sus creencias. Están: “Juan Soldado”, “El Niño Fidencio” en Nuevo León; “Benito Juárez”, en Oaxaca; “Pacho Villa”, en el norte; “Emiliano Zapata”, en Morelos; “Jesús Malverde”, en Sinaloa, y “La Santa Muerte”, entre otros. “Estos santos también están cumpliendo un papel muy similar a brujos y chamanes: la gente recurre a ellos para pedir lo que el Estado no da: seguridad y bienestar”, concluye Gil Olmos.
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