La “Santa Muerte”, abominable ídolo demoníaco, en versión sedente (sentada en un trono)
En este escrito procuraremos hacer algunas reflexiones tocante a la superstición de culto que se esta dando a “la Santa Muerte” como si fuera esta, un santo de la Iglesia Católica. En los siguientes reglones se demostrará a grandes rasgos la falsedad de esta supuesta devoción y en la gravedad del pecado que incurren ciertos católicos despistados por su ignorancia religiosa al rendirle este falso culto a la Santa Muerte.
¿Quién es “la Santa Muerte”? ¿De dónde viene? ¿Es una entidad buena o mala? Son muchas las preguntas que la gente se hace y pocas son las respuestas.
Quienes caen en este tipo de culto son personas que se encuentran desesperadas, pero no por una crisis económica, sino por una crisis de fe.
Los católicos que caen en este culto deben saber que es un pecado mortal: de idolatría (“devoción popular” sin ningún soporte doctrinal ni justificación teológica).
Los seguidores de la “Santa Muerte” deben de tener cuidado ya que “esto no es un juego, ni la Muerte es una deidad divina, detrás de ese culto hay algo diabólico y la gente debe tener mucho cuidado. Detrás de esto está el reino del maligno y la gente puede ser víctima de una posesión diabólica”.
Esta falsa devoción de adorar a la “Santa Muerte”, realmente representa un peligro, dado que esto trae como consecuencia pérdidas de algún familiar o desgracias en los hogares.
Un culto muy extendido
En los últimos años se ha venido difundiendo con una virulencia creciente una forma de “devoción popular” que sin ningún soporte doctrinal ni justificación teológica ha logrado penetrar en capas pobres de la sociedad sedienta de Dios en las zonas centro y norte de México.
El constante flujo migratorio ha logrado que esa falaz devoción se haya ido extendiendo al sur de Estados Unidos, Centroamérica y España. Se trata del “culto” a la así llamada “Santa Muerte” a través de uno de los grupos promotores de esta falsa devoción, la autodenominada “Iglesia católica tradicional, misioneros del Sagrado Corazón y de san Felipe de Jesús”.
Sus orígenes se remontan a la fusión de las culturas prehispánicas con las primitivas creencias de los esclavos africanos y la religión católica en el siglo XVI y XVII. Sin embargo, hasta la década de los 60´s del siglo pasado comenzó a estructurarse más ordenadamente.
El culto a la “Santa Muerte” surge como fruto del sincretismo religioso que se dio entre las culturas maya-azteca, el animismo africano y la religión católica (mal interpretada por el pueblo ignorante, desde luego)
No hace muchos meses, se le ha reivindicado al grado de constituir un grupo que exige el reconocimiento público en México como religión.
El culto a “Santa Muerte” está de moda, por lo menos en México. En los puestos de periódicos es fácil encontrar folletos y revistas, que se ocupan de promover la “devoción” a la santa muerte. Su culto se ha difundido tanto que encontramos comunidades virtuales en Internet que propagan esta superstición.
Sus imágenes y todo lo relacionado con esta superstición pueden conseguirse con suma facilidad en las tiendas esotéricas y en los mercados populares.
Tanto se ha extendido su culto que muchos católicos la consideran un santo más de la Iglesia Católica, tal vez porque sus promotores se encargan de difundirla con estas características, precisamente para atraer y atrapar a los católicos más desprevenidos.
El culto a la “Santa Muerte”, al imitar las prácticas católicas, lo único que busca es enredar a los incautos
No falta por ejemplo, que algún católico “despistado” lleve a bendecir la imagen de la santa muerte al templo parroquial, o le construya en su casa “un altar”.
Estos tipos de grupos no son ninguna religión sino “simples sectas”
La religión es el conjunto de creencias o dogmas acerca de la divinidad, de sentimientos de veneración y temor hacia ella, de normas morales para la conducta individual y social y de prácticas rituales, principalmente la oración y el sacrificio para dar culto. Es, además, una virtud que mueve a dar a Dios el culto debido.
El culto a la así llamada “Santa Muerte” no es una religión. Ni sus creencias ni sus principios son acerca de la divinidad ni ofrece normas morales de conducta. Tiene, eso sí, rudimentarias prácticas rituales pero que guardan alguna relación o quieren asemejarse a las consolidadas y justificadas practicas católicas. Esto conlleva a analizar más de cerca algunos errores que pueden ayudar a discernir, reflexionar y compartir para ayudar a otros hombres y mujeres que sin rigor y preparación creen en esta falacia.
La religión pende de una causa y principio: Dios. En los grupos que nos ocupan el principio se asienta totalmente en la “santa muerte”. Es decir, la personificación de la muerte ha venido a conquistar el lugar que le corresponde únicamente a Dios. Y esto conlleva a un problema más: cómo justificar a la muerte personificada como creadora y omnipotente, como omnisciente y omnipresente, esto es totalmente un absurdo.
Debemos buscar siempre el bien y no el mal
Hablar de Dios es hacerlo del bien. Donde está el bien, es regla lógica, no está el mal. Del bien no procede el mal, al bien no le sigue el mal.
Donde está Dios, el mal no tiene NI PUEDE tener cabida
En el culto a la así llamada “Santa Muerte” se asegura que ésta puede alcanzar el mal. Más aún, los adeptos acuden a ella solicitándolo para aplicarlo a sus enemigos.
Frecuentemente, los devotos de la “Santa Muerte” acuden a ella para pedir males contra sus enemigos
No es una devoción católica
Sus promotores la presentan como una «entidad espiritual» que ha existido siempre, desde el principio de los tiempos hasta nuestros días, por lo que maneja una energía denominada «energía de la muerte», capaz de materializarse en una figura, que concentra tanto la fuerza creadora como la destructora del universo. Según ellos, el creyente en la Santa Muerte puede aprender a manejar esta fuerza, que emana de sus imágenes consagradas, puesto que la Santísima (otro de sus nombres) es una de las protecciones más fuertes que existen.
Es erróneo asociar el culto a la “santa muerte” con cualquier aspecto del catolicismo. Así, asociar el culto a la personificación de la muerte con el culto católico, es un error. Lo católico emana de la Revelación hecha por Dios a través de la Biblia, de la Tradición y del Magisterio de la Iglesia. No consta, ni en la Biblia, ni en la Tradición, y mucho menos en el Magisterio, la prescripción de un culto a la muerte personificada.
¿Qué decir al respecto? Que se trata de una superstición más, que en este caso se manifiesta dando características humanas y divinas a un fenómeno tan natural como la muerte, que no es ni una persona ni siquiera una cosa o fuerza. Podríamos definirla simplemente como el término de la vida.
Conviene señalar que los católicos que rinden culto a la Santa Muerte y a sus imágenes, están haciendo un pecado gravísimo, pues les están atribuyendo poderes que no tienen ni tendrán jamás. Por otra parte, en vez de poner la propia confianza en Dios, la ponen en una supuesta entidad (o ser) espiritual que, sencillamente, no existe. En realidad, la Santa Muerte no es una persona. Es sólo un fenómeno natural como el nacer o el crecer (el inicio y el desarrollo de la vida), aunque nunca se habla del Santo Nacimiento o Santo Crecimiento.
El católico que rinda culto a la “Santa Muerte” comete idolatría, pues le atribuye a un fenómeno natural la honra incomunicable de Dios
¿Qué es la muerte para un católico?
Para la Iglesia Católica: La muerte es una consecuencia del pecado original. Es una privación de los bienes que tenían Adán y Eva antes de desobedecer a Dios Padre.
Adán y Eva, al desobedecer el mandato de Dios Padre, perdieron todos los bienes que Él les otorgó en el orden de la naturaleza y de la Gracia (entre ellos la inmortalidad)
Con la muerte se experimenta una separación real de cuerpo y alma. El cuerpo del hombre continúa un proceso de corrupción –como cualquier materia viva– mientras que su alma es juzgada por Dios en el juicio particular y después recibirá la sentencia de salvación o de condenación eterna según haya sido su muerte, ya en estado de pecado mortal o en gracia de Dios. Esta alma estará esperando en el Cielo o en el Infierno para reunirse con su cuerpo glorificado o condenado. Cuando se dé la resurrección de la carne, se juntarán otra vez el cuerpo y alma, la cual se realizará hasta la segunda venida de Cristo al final de los tiempos, los cuerpos de los bienaventurados quedaran hermosos y gloriosos y todo lo contario quedaran los cuerpos de los réprobos.
Dios nos dio una vida temporal en la tierra para ganarnos la vida sobrenatural. Con la muerte termina nuestra vida en la tierra. (Juan 5, 29).
Sólo tenemos esta vida para ser dignos de recibir una eternidad gloriosa en el Cielo
Puro negocio
Los milagros no se cumplen por la cantidad dejada. Otro de los hechos que llaman la atención es la errónea creencia de que a mayor cantidad de dinero ofrendado, mejores serán los resultados de los favores pedidos a la “santa muerte”.
Es bueno recordar que la limosna es un signo del desprendimiento y de la responsabilidad con que se quiere ayudar a mantener dignos y en buen estado los lugares para el culto a Dios además de solventar las necesidades de los ministros del mismo. Pero no queda dicho que la limosna sea una prescripción para obtener un milagro. Menos aún, cuando lo pedido pretende el mal de otro.
Este culto es un verdadero negocio para sus promotores. Por eso no extraña que afirmen que la santa muerte pueda ayudar en toda circunstancia, así que promueven rituales, imágenes, colores y vestimentas “para cada necesidad”.
Una de las imágenes más populares para este tipo de rituales es el de la llamada santa muerte de las “siete potencias”, que se caracteriza por estar pintada de siete colores y que debe ser empleada con incienso de las “siete potencias”, y el atomizador de la “siete potencias”. Claro que todo esto hay que comprarlo en lugares autorizados, pues de otra manera no se garantiza que funcionen.
La Santa Muerte de “las siete potencias” es una de las versiones más populares (y más vendidas) de esta falsa devoción
Muchos promotores han visto que el culto a la santa muerte puede ser un excelente negocio, por eso algunos se disputan el culto “autentico” a la santa muerte y cada uno de ellos se considera el único autorizado a realizar la así llamada “curación de su imágenes” o de ser sus verdaderos devotos.
Destaca la llamada Iglesia Católica Tradicional México-USA, cuyo líder saltó a la fama por haber celebrado la controvertida boda religiosa de Niurka y Bobby Larios (mismo líder cuyo nombre es David Romo que actualmente esta en la cárcel, por ser cómplice de una banda de secuestradores).
Hay que señalar que hay editoriales que también están en disputa y se consideran los más autorizados para señalar los rituales específicos que deben ser realizados siguiendo las instrucciones que ellos proporcionan “al pie de la letra”.
Hay otros que dicen que lo importante es la “fe” que cada uno tenga, de manera tal que uno mismo puede diseñar sus propios rituales. Eso sí, para que los rituales sean eficaces, deben adquirir las imágenes y todo lo necesario “exclusivamente con ellos”, de otra manera el ritual no surtirá ningún efecto.
Sólo a Dios se le da el culto
Hay una distinción tácita en la praxis católica que, en el caso de esta forma de culto y devoción, no se aprecia y más bien se pierde.
Adorar es reverenciar y honrar a Dios con el culto religioso que le es debido. Venerar es respetar en sumo grado a alguien por su santidad, dignidad o grandes virtudes, o a algo por lo que representa o recuerda. La adoración sólo es debida a Dios; la veneración corresponde a los santos y a las cosas de Dios.
Además, los santos interceden ante Dios, a través de ellos obtenemos gracias y favores pero el único capaz de dar es Dios. La doctrina de la única mediación de Cristo (cfr. 1 Tim 2,5), que no excluye otras mediaciones subordinadas, las cuales se realizan y ejercen dentro de la absoluta mediación de Jesús, aquí sencillamente no se da. Es la “santa muerte”, por sí misma, la que concede favores aunque no esté justificada ni bíblica ni teológicamente la causa de su poder.
Bien conocido es el pasaje del Evangelio en el cual un doctor de la Ley le pregunta a Jesús sobre cuál es el principal mandamiento de la Ley y la respuesta: “Amarás a tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el mayor y primer mandamiento”. (Mateo 22, 36-38).
Ya en el Antiguo Testamento, encontramos el mandato de Dios: “Yo, el Señor, soy tu Dios, que te ha sacado del país de Egipto, de la casa de la servidumbre. No habrá para ti otros dioses delante de mí” . (Ex. 20, 2)
Este mandato lleva como consecuencia la necesidad de vivir la fe, la esperanza y la caridad.
Así como la virtud de la religión.
La virtud de la religión es la virtud moral, por la cual el hombre tributa a Dios el culto que le es debido en justicia, como Creador y Ser Supremo.
Amar a Dios como al Ser supremo es una virtud. Podemos definir la virtud de la religión como el hábito de amar a Dios por encima de todo. Se exterioriza por medio de los actos de culto y por el cumplimiento de los Mandamientos.
El culto: son las acciones a través de las cuales el hombre expresa su relación de amor y respeto a Dios.
Existen diferentes tipos de culto:
Interno: culto que se rinde a Dios en la conciencia, en el corazón, en la inteligencia y la voluntad. Es el fundamento de la virtud. (Mateo 15,8) Como pueden ser la devoción, es decir, la disponibilidad y la generosidad ante lo referente al servicio a Dios, y la oración.
Externo: manifestaciones externas en actos visibles, de la relación que se vive con Dios.
Hay diferentes categorías de culto:
Adoración: culto interno y externo que se tributa a Dios y que en sentido estricto solo se debe a Él, porque como criaturas sólo existimos por Él. Se llama de “latría”.
SÓLO A DIOS (Padre, Hijo y Espíritu Santo) le corresponde culto de Latría (Adoración)
Veneración: culto que se tributa a los santos. A ellos nos encomendamos para que nos alcancen por su intercesión las gracias de Dios. Este culto se llama de “dulía”.
Los Santos (Ángeles, Profetas, Apóstoles, Mártires, Confesores y Vírgenes), por el hecho de ser intercesores nuestros ante Dios, reciben culto de Dulía (Veneración)
Una veneración especial: reservada a la Santísima Virgen por su dignidad de Madre de Dios. A este culto se le llama de “hiperdulía”.
A la Santísima Virgen María, Madre de Dios, le corresponde una veneración mayor que la de los santos; ésta veneración se le llama “Hiperdulía”
El culto a las imágenes sagradas, fundado en el misterio de la Encarnación del Verbo de Dios, no es contrario al primer mandamiento.
El que venera una imagen, venera en ella al modelo, a la persona que representa. Es una veneración respetuosa no una adoración que sólo corresponde a Dios.
No es ninguna santa la muerte
Recordemos que sólo la Iglesia, guiada por el Espíritu Santo, tiene la facultad de proclamar la santidad de una persona. Cuando popularmente se tiene a un difunto como santo que no ha sido reconocido por la Iglesia, puede ser que:
La devoción de la gente acierte y años más tarde el difunto sea oficialmente reconocido por la Iglesia como santo.
Puede que el difunto sea santo pero que nunca sea reconocido canónicamente.
Puede que la gente se equivoque. La gente se identifica con quien tuvo luchas, sufrimientos y tragedias.
Pero no es suficiente sufrir para ser santo, hace falta vivirlo todo con heroico amor y fidelidad a Jesucristo. La devoción a los verdaderos santos está orientada a imitarlos en su total obediencia a Dios.
La verdadera Santa Muerte
Para el católico, la verdadera Santa Muerte consiste en poder terminar la propia existencia en este mundo en amistad con Dios, para poder entrar en la vida eterna.
La Santa Muerte (o mejor dicho, la Muerte Santa) para el católico es terminar la vida terrena en Gracia de Dios, con los auxilios que la Iglesia Católica ofrece para tan crucial momento
Para lograrlo, tiene que vivir en conformidad con las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo, predicadas por la Iglesia Católica.
Esta dicha la tienen los católicos que tuvieron la dicha de morir bien preparados, tanto con la preparación remota de llevar una vida auténticamente cristiana en cumplimiento de los mandamientos de Dios y con la preparación próxima de recibir los santos sacramentos y bendiciones que administra la Santa Iglesia Católica; como es la Confesión, la Extremaunción, el Santo Viatico o Comunión en los últimos momentos de vida, la bendición Apostólica con la Indulgencia Plenaria en artículo de muerte.