La definición de secta que cualquiera puede consultar en el diccionario es clara: «Comunidad cerrada, que promueve o aparenta promover fines de carácter espiritual, en la que los maestros ejercen un poder absoluto sobre los adeptos». Las sectas han sido -desde tiempos de los esenios- un enigma prácticamente indescifrable, excepto para aquellos que las han parido y que acostumbran a acabar forrados o muertos. Así comienza su artículo de reseña televisiva Toni García en el diario español El Mundo.
Desde aquella obra maestra de la pequeña pantalla llamada Helter skelter, en la que se diseccionaba a Charles Manson con manos de cirujano, las películas y series sobre cultos más o menos secretos han sido una constante: de Los chicos de maíz a La semilla del diablo, de The master a Red state, de The sound of my voice a la muy reciente The invitation, que ha vuelto a recordarnos lo fácil que resulta ponernos de los nervios con una simple cena en la que nada es lo que parece.
La noción de que alguna de las personas de nuestro entorno pertenece a uno de esos grupos, que no dudaría en sacrificarte cuchillo en mano a la luz de la luna porque así se lo ha indicado su gurú, resulta claramente preocupante. El FBI reveló en un informe de mediados de 2015 que nunca había habido tantas sectas como ahora, lo cual explicaría en parte la obsesión de la televisión moderna por este asunto. Como si se tratara de un accidente en la carretera, lo cierto es que -por desagradable que resulte- nadie puede dejar de frenar y echar un vistazo a la escena.
The path es seguramente, junto con la ya mencionada Helter skelter y Millenium (aquella pequeña maravilla de Lance Henrikssen que seguía a un agente retirado especializado en cultos apocalípticos), la mejor serie sobre sectas jamás realizada. Sigue a un extraño (cómo no) líder mesiánico que lleva las riendas de un grupo llamado los meyerianos. Las obvias conexiones con la Iglesia de la Cienciología, la inquietante interpretación de Hugh Dancy como gurú del grupo y la presencia en el reparto de dos pesos pesados como Michelle Monaghan y Aaron Paul (en su primer papel de gran calado desde Breaking Bad) les han granjeado el favor de la crítica, aunque no el de la audiencia.
The path, que se emite en EE.UU. en la plataforma de streaming Hulu y espera estreno en España, es una serie compleja que huye del esperable maniqueísmo al que nos han acostumbrado cuando se habla del tema. Los personajes se mueven en una fangosa dimensión gris donde la duda es la muerte y la lealtad, innegociable.
Los fumadores. Otra gran serie, más negra que el betún, trata el tema sectario de forma tangencial, pero apabullante. The leftovers, con una premisa magnífica -basada en el libro del mismo título- arranca en un mundo dónde han desaparecido repentinamente millones de personas sin que nadie tenga la más mínima idea de su paradero. El suceso conlleva la aparición de un buen número de cultos y la serie se centra en uno cuyos miembros fuman como carreteros y sólo visten de blanco. The leftovers, más drama que thriller, ha evolucionado hacía territorios tan sombríos que harían sonreír a David Lynch y se ha convertido en uno de los sellos de calidad de HBO y se puede ver en Movistar+.
Aquarius, emitida por Calle13 España, es otra cosa. Igualmente interesante, pero definitivamente menos compleja aun contando con un personaje tan magnético como repugnante: Charles Manson. Con David Duchovny (el legendario Mulder de Expediente X) a la cabeza, Aquarius trata de explicar desde dentro la historia de La familia, aquel grupo de hippies que acabaron asesinando a cinco personas por orden del citado Manson, un loco amante del LSD que planeaba iniciar una guerra racial. La serie se deja ver sin fascinar.
Al chiflado de The following, un asesino en serie llamado Joe Carroll, se le reconocen no pocas similitudes con Manson (algunos críticos estadounidenses lo llamaron Manson 2.0). Entre ellas, su capacidad para atraer a jóvenes sin oficio ni beneficio e instarles a sembrar el pánico ante la atónita mirada de las fuerzas del orden. La serie aguantó en pie tres temporadas (se vio en TNT y La Sexta), repitiéndose tantas veces por el camino que acabó pareciendo un remake de sí misma.
La más curiosa del póker es The unbreakable Kimmy Schmidt, creada por la omnipresente Tina Fey, la cómica del Saturday Night Live. Sigue los pasos de una pobre desgraciada raptada por una secta en su niñez. El papel del secuestrador y líder corre a cargo de Jon Hamm, en una irreconocible -por delirante- actuación del protagonista de Mad men. La chica es liberada a los 26 años y decide reconstruir su vida mudándose a Nueva York, donde conoce a un grupo de tipos (y tipas) más extraños aún que su captor y con los que trata de adaptarse a los vaivenes de la vida moderna en el mismo centro del mundo. Producida por Netflix y adorada por la crítica, pocos pueden presumir de tener en su parrilla una sitcom sobre la superviviente de una secta diabólico-apocalíptica.
El último en llegar al mundo de iluminados como Jim Jones o el reverendo Koresh, es Tod Haynes. El director de películas de prestigio como Lejos del cielo o Carol, ha anunciado su intención de ponerse a los mandos de la adaptación televisiva de The source family, un documental de 2012 que explica la historia de la secta del mismo nombre. Un grupo que se estableció en los años 70 en Los Ángeles y se desvaneció una década después entre acusaciones de todo tipo. Hippies vegetarianos que predicaban contra la medicina tradicional, algunos de sus miembros acabaron en Hawai dedicados a la buena vida y olvidando que una vez fueron los elegidos. Ahora, resucitan: la tierra prometida de las sectas era la televisión.
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