Con la sentencia de divorcio de la que fue su mujer durante 31 años aún caliente sobre la mesa, el autoproclamado “Tigre de Bengala del Yoga” se enfrenta ahora a un veredicto que le conmina a pagar casi seis millones de euros a Minakshi Jafa-Bodden, una ex empleada suya. Lo cuenta Gema García Marcos en el diario El Mundo. Anteriormente le habíamos dedicado un artículo en Info-RIES.
La abogada no sólo le acusó de haberla acosado sexualmente mientras trabajaba para él, sino que aseguró que fue obligada por Bikram Choudhury a tapar otros supuestos casos de abusos denunciados por estudiantes. Jafa-Bodden incluso aseguró haber sido despedida cuando empezó a investigar las acusaciones de una alumna que aseguraba haber sido violada por el polémico gurú.
“Las mujeres me aman”
La denuncia de su empleada no fue la primera, ni probablemente será la última. El creador del Bikram Yoga se había defendido hasta el momento de las acusaciones presentadas contra él, tildándolas de “grandes mentiras” y escudándose en su irresistible sex appeal. “Les gusto a las mujeres, las mujeres me aman. Si quiero tener relaciones con una mujer, no tengo que acosar a nadie”, aseguró en CNN.
Bikram diseñó la versión del yoga que lleva su nombre, y que hace unos años hizo furor entre las celebrities de todo el mundo, en la década de los 70 en Estados Unidos, sobre una secuencia de 26 posturas de hatha yoga que se realizan en una habitación a unos 40°C de temperatura para emular la de la India y conseguir que los músculos se flexibilicen en tiempo récord.
Excesivo, arrogante e histriónico, el polémico maestro de 69 años es la antítesis de la imagen de autocontrol que encarna el yogui tradicional. Sus estelares apariciones en las sesiones que dirige, ataviado con escuetísimos trajes de baño y relojes caros, son una auténtica representación que, al estilo de los gladiadores romanos, arranca con un “prepárate para morir” y continúan con un recital de consignas y frases hechas, cargadas de exabruptos.
Grandes cantidades de dinero
Lo suyo tampoco es la austeridad. Coleccionista de coches caros y amante de la ropa de marca más extravagante, Choudhury ha logrado amasar una gran fortuna gracias a una disciplina que sólo puede impartirse en los estudios acreditados por su empresa, por instructores formados en su compañía y, todo ello, por supuesto, previo pago de suculentas sumas de dinero.
Nacido en Calcuta en 1946, Bikram Choudhury se inició en el yoga a los cuatro años bajo la tutela de Bishnu Ghosh, un reconocido maestro de hatha yoga y culturismo, hermano de Paramahansa Yogananda, transmisor de la sabiduría ancestral hindú.
A los 17 años, debido a una grave lesión en la rodilla que se produjo mientras entrenaba con pesas, los más afamados doctores europeos le aseguraron que jamás podría volver a andar. Se equivocaron. No sólo se recuperó gracias a los consejos de Ghosh, sino que fue capaz de sacarse de la manga la versión del yoga que le ha hecho rico y famoso.
“No tengo nada”… sólo 40 coches
En el diario ABC, en una crónica firmada por María Estévez, leemos que el acusado, durante su testificación, aseguró que no puede hacer frente a la multa y que ya que se ha gastado millones de dólares en abogados. Además, su negocio está en bancarrota. “He tenido que pedir dinero prestado a mi familia y amigos. No tengo nada”, declaró ante el juez.
Sin embargo, está probado que mantiene una flota de 40 vehículos (Bentley’s, Ferraris y Rolls-Royce) en un garaje de Van Nuys. “He donado esos coches al estado para financiar una escuela”, dijo el yogui entre las carcajadas de los asistentes. Una portavoz del gobernador de California no tardó en confirmar a Los Angeles Times la inexistencia de dicho acuerdo.
El veredicto a favor de la demandante supone un golpe durísimo contra este yogui, quien todavía da clases en Los Ángeles. “Me siento reivindicada, estoy feliz”, confesó Jafa-Bodden minutos después de hacerse pública la sentencia, al tiempo que describía a Choudhury como un “depredador peligroso. Es asqueroso”. Choudhury abandonó la sala antes de que se anunciara el veredicto.
Ya el año pasado perdió una batalla legal por los derechos de su secuencia de yoga, en la que argumentaba que sólo él podía utilizar su método. Pero la corte de Estados Unidos aseguró que su enseñanza del yoga no era propiedad intelectual y cualquiera podía utilizarla. Las acusaciones sexuales han destruido la imagen de Choudhury, e incluso sus más devotos seguidores se avergüenzan de acudir a sus clases, según su biógrafo Benjamin Lorr. “Esto demuestra que cualquier emperador puede perder su corona”.
Testimonios de sus víctimas
En entrevistas con el Times, de las que se hace eco Hoy Los Ángeles, tres de las mujeres que lo han demandado —Larissa Anderson, Sarah Baughn y Dana McClellan— dicen que Choudhury promovía una devoción de tipo sectario entre sus seguidores, que le permitió tomar ventaja ante algunas estudiantes. Tal devoción mantuvo calladas a las víctimas, dicen las mujeres.
Durante los entrenamientos de los instructores, algunas estudiantes fueron invitadas de noche a la habitación de Choudhury para reuniones obligatorias en las que veían películas de Bollywood, en sesiones que se extendían hasta altas horas de la madrugada, dijo Baughn, quien presentó la primera demanda contra Choudhury en 2013. Ahí, algunas mujeres lo masajeaban y cepillaban su cabello, dijo.
Baughn alguna vez vio a Choudhury como un genio que cambió su vida al ayudarla a lidiar con sus dolores de la espalda y depresión. Luego, ella abandonó la escuela y pidió préstamos para asistir a un entrenamiento, con la esperanza de abrir su propio estudio e introducir a otros en los beneficios que ella estaba disfrutando.
Sin embargo, se sentía incómoda cuando Choudhury se dirigía específicamente a ella durante la clase. Cuando lo rechazó, él le dijo que la conocía de una vida pasada y luego le preguntó si quería tener una relación con él, según la querella. Tras informar al staff de Choudhury de lo que había pasado, se le dijo que “separara al hombre del maestro”, tal como relata la demanda.
Choudhury siguió insinuándosele a pesar de sus negativas. Él habría oprimido su cuerpo contra el de ella durante una clase, dice la demanda, murmurándole al oído comentarios sexuales. En la habitación de hotel en Acapulco de Choudhury, durante otro entrenamiento, también se propasó con ella, indica la demanda. “Te sientes como que le debes algo, y él en verdad puede aprovecharse de eso, y sabe quiénes son las chicas que se emocionarían con estar cerca de él”, cuenta en una entrevista.
“Era eufórico”… y acabó en violación
Después de que Sarah Baughn presentara la demanda, otras mujeres la siguieron. Según relata Larissa Anderson, en el yoga de Bikram encontró su salvación. Había pasado años ocultando su depresión de un pasado abuso sexual, con drogas y alcohol. Pero con el yoga ella pudo recuperar su cuerpo, encontrar esperanza y alcanzar la felicidad. “Era eufórico”, dijo. “No importa cómo me sentía cuando entraba; me sentía mejor cuando salía”.
Y sintió que en Choudhury había encontrado a su gurú y salvador. En un momento determinado había decidido dedicar su vida al yoga de Bikram y abrir su propio estudio en su estado natal de Washington. Completó el entrenamiento para instructores y se volvió íntima de la familia de Choudhury, visitando con frecuencia su casa, según otra demanda presentada contra él.
Estando una noche en la casa de Choudhury, éste le pidió que lo masajeara mientras veían una película. Ella se cansó después y le pidió que la dejara irse, pero la obligó a quedarse y luego la violó, según los documentos. Después de eso ella siguió practicando yoga, con la esperanza de que evitaría toparse con Choudhury.
Trabajó brevemente en el cuartel general de Los Ángeles, según la querella, y Choudhury prometió que la ayudaría con el estudio que abrió en Seattle, el cual había conseguido a través de los préstamos. Pero después de que ella rechazara otro de sus abusos, Choudhury se negó a promover su estudio.
Otra acusación de violación
Para Dana McClellan, tercera denunciante, la atención que Choudhury le mostro durante un entrenamiento en 2010 al principio le pareció inofensiva. Él corregía sus poses y le decía cumplidos delante de toda la clase en San Diego.
Pero después Choudhury comenzó a referirse al cuerpo de ella y a hacer comentarios sexuales durante la clase. Le dijo que estaba enamorado de ella y le pidió en múltiples ocasiones que se mudara a Los Ángeles para trabajar en sus oficinas, según alega ella en la demanda. McClellan estaba incómoda pero sintió que ya iba muy avanzada en el entrenamiento como para arrepentirse.
Una noche, Choudhury le pidió que fuera a su hotel para hablar de la oferta de trabajo. Pero después de que ella se negara, él la violó, tal como alega la demanda. Durante una audiencia en julio pasado, Choudhury repetidamente dijo que no reconocía a McClellan. Cuando se le preguntó si la había violado, él se negó a contestar.
McClellan agregó que cayó en una depresión severa. Quiso volver a practicar yoga, pero escuchar el libreto escrito por Choudhury le traía dolorosos recuerdos, dijo en una entrevista. “Ya no podía hacer yoga”, dijo. Actualmente, los casos de las tres siguen pendientes.
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