Aun cuando los animales -y sobre todo los perros- puedan parecernos simpáticos y nos brinden una compañía afectiva y aún cuando sean parte de la Creación, brindar un servicio fúnebre a un perro, es un doble error, desde el punto de vista de la filosofía o metafísica del ser y desde el punto de vista religioso.
Es un grave error desde el punto de vista filosófico y metafísico, puesto que los animales, en cuanto tales y por definición, no tienen alma racional, espiritual, y su forma animal simplemente desaparece cuando el animal muere.
Pero más grave aún, es el error teológico, puesto que se cae en el equívoco de equipar al hombre con el animal, lo cual es un absurdo, ya que el animal, no tiene un destino eterno, en el más allá -Cielo, Purgatorio, Infierno-, como sí lo tiene el hombre.
En otras palabras, tanto desde el punto de vista filosófico como teológico, tiene sentido celebrar un funeral para el hombre, puesto que su alma continúa viviendo más allá de la muerte corporal; es irracional, en cambio, hacerlo por un animal.
Y es un sacrilegio hacerlo, además, en una iglesia en donde se encuentra Nuestro Señor Jesucristo en el sagrario.
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