por Luis Santamaría
Con el título “Pague por (no) sufrir; los mercaderes regresan al templo”, el diario mexicano El Financiero ha publicado un reportaje en el que Alfredo Peñuelas Rivas relata lo que sucede dentro de la Iglesia Universal del Reino de Dios. Lo reproducimos a continuación.
“Son el último recurso”, dijo mi amiga Jenny. ¿Cómo?, le pregunté. “Cuando ya no tienes trabajo, ya rogaste a San Judas, hiciste brujería y nada, ellos son el último recurso”. Yo seguía sin entender, hasta que Jenny comenzó a ser más explícita y a decirme que se refería a la llamada Iglesia Universal del Reino de Dios (IURD), mejor conocida por su lema: “Pare de Sufrir”.
Mi primer encuentro con esta iglesia fue en su natal Brasil en un viaje que hice hace algunos años. Su propia historia dice que esta secta surgió el 9 de julio de 1977, en el barrio de la Abolição, zona norte de Río de Janeiro. Fue precisamente en esa ciudad donde todo es fiesta, baile, caipirinhas y culto al cuerpo donde me percaté que el letrero “Igreja Universal do Reino de Deus”, o las siglas IURD se encontraban por toda la urbe. Pero del 77 a la fecha han transcurrido 35 años, por lo que actualmente se calcula que en aquella nación este culto cuenta con más de 10 millones de adeptos.
Un falso teatro
La entrada del antiguo Teatro Silvia Pinal (Colonia Roma, Ciudad de México), hoy conocido como Cenáculo de la Fe, y sede principal de esa iglesia en México, se encuentra llena de letreros que anuncian la calendarización de sus “reuniones”, como ellos llaman a los servicios religiosos. Los nombres son de lo más curiosos: “encuentro con Dios”, “nación de vencedores”, “reunión de los 70”, “limpia espiritual”, “terapia del amor”, “casos imposibles”. Era martes a las 4 de la tarde, así que me tocaba “martes de protección divina”.
“¿Qué le duele?”, pregunta un hombre con marcado acento brasileño a la entrada. “No me duele nada, vengo por primera vez para conocer”. “Póngase esto donde le duela y si no le duele nada colóquelo en su cabeza. Ya va a comenzar la reunión, allá le dicen qué hacer”, me da el algodoncito empapado en un poco de aceite y entro. No me acostumbro a ver un teatro acondicionado para algo distinto que no esté relacionado con el espectáculo y el entretenimiento, donde debiera estar la dulcería se encuentra una tienda de objetos milagrosos y en las butacas donde uno solía reír, comer palomitas o irse a relajar veo a gente muy atormentada, la mayoría de clase media o baja. No somos más de 70 personas aunque, para ser un martes por la tarde, supongo que es un buen número. Probablemente era por el “martes de protección divina”, pero el semblante de las personas que ahí se encuentran no era de lo mejor.
Sobre donde alguna vez estuviera el escenario está un altar compuesto por un piano, tres sillas a manera de tronos, un pódium y, lo más impresionante, una representación del Arca de la Alianza (o cómo se supone que es este objeto) de tamaño natural, de color dorado y cubierto por un larguísimo tul tornasol que cuelga desde el techo. En el piso, a manera de pasillo, una manta con el Salmo 91 inscrito a todo largo (“Tú que habitas al amparo del Altísimo y resides a la sombra del Omnipotente, dile al Señor: Mi amparo, mi refugio, mi Dios, en ti yo pongo mi confianza”). Al final de ese pasillo aparece el pastor, quien será el anfitrión de la reunión. ¡Qué comience la función!
Falsos santos y protagonismo
El pastor es un hombre que ronda los 30 años y no es difícil imaginarlo haciendo acrobacias con un balón en la playa de Ipanema y sorprendiendo a las turistas a cambio de besos, caipirinhas o ambos. El carisma del pastor es evidente, aunado a su aspecto físico: joven, sonriente, le habla a la gente, la mira a los ojos, tiene contacto con ellos, les pone la mano en el hombro. “Si me pregunta no sé que le voy a decir”, pienso, cosa que afortunadamente no ocurrió. “Por favor, bajen acá y tómense de las manos”.
Comienza en un perfecto portuñol un discurso con preguntas y respuestas a medio terminar con la intención de que sea el público quien las complete. “¿Quiénes son los santos? Los santos no sirven, el Diablo se ríe de los santos. ¿En qué santos creen?”, la mujer a mi lado murmura tímidamente el nombre de San Judas Tadeo, “¡No, señora, no! El Diablo se ríe! ¿Quién es el único con que no se ríe?”. La señora guarda silencio como lo hará por el resto de la sesión, “con Jesús”, se escucha un tímido coro proveniente de bocas cerradas que hablan con miedo.
¿Qué tan necesitado de saciar su hambre de fe debe de estar un creyente mexicano para permitir que se burlen de los íconos más influyentes del santoral católico? La Virgen de Guadalupe y San Judas son tratados de deidades menores, de impostores de los que el Diablo se ríe. “Tómense todos de las manos”, repite el pastor, “y cierren los ojos”. En ese momento comienza una sesión de discurso, gritos, invocaciones, llantos, zapatazos en el piso, reiteraciones de las palabras “demonio”, “persona”, “fuego”, “Satanás” y, en ocasiones, “Jesucristo”. Diez minutos que son suficientes para que la gente llore. Algunos comienzan a gritar; otros a decir sus propios mantras.
“¡Cierre los ojos, señora!”, escucho un regaño a la mujer de a mi lado quien, por cierto, trae un hijo adolescente enfermo o afectado en sus facultades mentales. La señora me aprieta la mano, y yo no abro los ojos para evitar ser objeto de algún regaño. Una mano brasileña se posa sobre mi hombro. “Abandona Satanás a este cuerpo”, o algo que así, dice el pastor en portuñol. “Limpia sus manos, sus piernas, su corazón, su cabeza”, expresa a la persona de al lado. “Sacudan sus manos y sus piernas. Saquen a Satanás de su cuerpo”, manifiesta a otras personas.
Las palabras “brujería”, “trabajo”, “mal”, salen de la boca del pastor, una especie de catarsis sigue a la histeria colectiva. La gente se siente aliviada, las cosas se vuelven amables. Fue ahí donde comienza la primera “venta”.
Objetos milagrosos
Una de las cosas que más se dicen de la IURD es que ofrecen a sus seguidores múltiples objetos milagrosos con poderes mágicos y curativos; estos objetos no son gratis. La lista es larga: aceite de olivo bendito del huerto de Getsemaní, agua bendita traída del río Jordán, partes del manto sagrado traído de Jerusalén, pañuelos benditos de Tierra Santa, Alianza bendita, Semillas benditas, Arena de la Playa del Mar de Galilea, y también servicios a distancia como puede ser también el agua bendecida a través de la radio o la televisión.
Este “martes de la protección divina” el objeto mágico era un azufre bendito que venía dentro un sobre. “Yo les voy a dar un veneno”, dice el pastor, “Pónganlo en los rincones de sus casas”. El hecho parte de una interpretación de un versículo de la Biblia “Se ocupa su tienda, ya no suya, se esparce azufre en su morada (Job 18, 15)”, que hace referencia al “malvado”. “Sí, la luz del malvado ha de apagarse, ya no brillará su ardiente llama”, reza el mismo versículo. “Coloquen este azufre bendito en los rincones de sus casas con cuidado de que no se lo vayan a comer los niños o los perros porque es veneno”.
La palabra “veneno” regodeándose en el discurso del pastor, todo por el módico precio de 50 pesos.
Durante la ceremonia se hacen varias pausas para ofrecer nuevas cosas como un libro para acercarse a Dios a través del rezo (también 50 pesos), unas cartulinas con el Salmo 91 impreso que incluyen un espacio para pegatinas en la parte posterior (éstas son gratis, pero para que la curación surta efecto hay que asistir siete veces, las siete marcadas en las pegatinas), aceite consagrado del espíritu de Cristo (100 pesos), una bendición a los objetos de dinero (bolsos, carteras, etcétera.) previa ofrenda, lo que en el mundo católico sería el equivalente a la limosna. Casi al final de la ceremonia caminamos sobre el pasillo formado por el Salmo 91 para recibir una bendición.
Arcas que llenan arcas
La ceremonia concluye con una oración para la familia, que es distribuida dentro de una bolsita de plástico para que no se maltrate el papel porque hay que regresarla al final de la reunión. “Recuerden que está el que es constante y el que habita”, dice el pastor en el portuñol que se ha hecho habitual y que pocos alcanzamos a comprender totalmente. La idea de habitar se refiere al hecho de asistir y pertenecer a la iglesia, de participar en todos y cada uno de sus múltiples reuniones con el fin de alcanzar la divinidad y la iluminación, la solución a los problemas presentes y a los problemas ultraterrenos. Supongo que, de ser todas las reuniones como la actual, habrá también una enorme oferta de objetos milagrosos. “El que es constante es bien recibido pero no puede hacer uso de la casa, el que la habita sí”, concluye el pastor.
Una vez hecha la última oración general se les invita a la gente a participar en la oración del Arca, a que nos subamos al altar y nos pongamos alrededor de la reproducción dorada del Arca de la Alianza para hacer la oración. Al concluir, el pastor saca una alcancía que es una reproducción del Arca, “recuerden que para que funcione tienen que venir durante tres meses seguidos, deben depositar 300 pesos dentro del Arca, cien pesos por cada mes”.
Acusaciones y credibilidad
A pesar de sus múltiples seguidores en Brasil y en México, aunque también tienen adeptos en Argentina, Uruguay y Venezuela, entre otros países, son muchos los reproches que pesan sobre esta iglesia y sus ministros por la manera en que obtienen dinero y la velocidad a la que sus ganancias crecen, particularmente por el enriquecimiento de su fundador, Edir Macedo, quien ha sido acusado por las autoridades de Brasil de lavado de dinero, evasión de impuestos, especulación de divisas y hasta de fraude. Incluso ha llegado a pisar la cárcel por acusaciones como la asociación delictuosa relacionada con el narcotráfico.
Por medio de una estructura similar a las de las pirámides de negocio ha acumulado poder y riqueza, tienen su propio partido político y una gran red de medios de comunicación que incluye una televisora y varias radiodifusoras. En poco más de 30 años, Edir Macedo convirtió un pequeño local alquilado de un barrio humilde de Río de Janeiro en la más grande multinacional brasileña. De acuerdo con la prensa carioca la IURD genera mil millones de ingreso anual libres de impuestos.
El monto preciso de la fortuna de Macedo es una incógnita. El Consejo de Actividades Financieras de Sao Paulo la calcula en 2,000 millones de dólares, pero Forbes la estima en 950 millones.
Hablando de poder y penetración, esta iglesia cuenta con un ejército de 9.600 pastores, distribuidos en 4,700 templos instalados a lo largo de 172 países, según los datos de la propia organización, que recoge el diario ecuatoriano El Comercio. En México, esta iglesia ha edificado 300 templos.
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