por Luis Santamaría
Recientemente reproducíamos una descripción del culto a la Santa Muerte, publicada por el portal católico Aleteia, y firmada por el sacerdote Apóstol de la Palabra Jorge Luis Zarazúa, miembro de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES). Presentamos una reflexión complementaria, también publicada por Aleteia, con algunos motivos o pretextos que esgrimen los devotos de este extraño culto, juzgados a la luz de la Palabra de Dios.
1. “Es la entidad espiritual más poderosa que existe”.
No es verdad. La entidad espiritual más poderosa que existe se llama Dios, que combina maravillosamente al amor y el poder, la fuerza y la ternura, la grandeza sin medida con la más grande paciencia.
Cada uno de los cuatro Seres Vivientes tiene seis alas llenas de ojos alrededor y por dentro, y no cesan de repetir día y noche: Santo, santo, santo, es el Señor Dios, el Todopoderoso, el que era, es y ha de venir (Ap 4, 8).
Vuelvan a ti, Señor y Dios nuestro, la gloria, el honor y el poder, pues tú lo mereces. Tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas (Ap 4, 11).
Nuestro Señor Jesucristo dijo acerca de sí mismo:
Jesús se acercó y les habló así: «Me ha sido dado todo poder en el Cielo y en la tierra (Mt 28, 18).
2. “Es la que va a venir por uno cuando llegue el momento de nuestro fin, por eso hay que estar bien con ella”.
No podemos hablar de “ella”, pues la muerte no es una persona. La muerte es sólo el término de la vida y no tiene existencia física y espiritual. Para decirlo en una sola frase: la Santa Muerte no existe.
Por otra parte, la Biblia señala que el día de nuestra muerte vendrán los ángeles de Dios para llevarnos a la presencia de Dios, donde nos reuniremos también con los amigos de Dios que se nos han adelantado, como Abraham, nuestro padre en la fe. Es lo que le sucedió al pobre Lázaro.
Murió el pobre y fue llevado por los ángeles junto a Abraham (Lc 16, 22).
3. “Es un ángel de Dios”.
No es verdad. La Biblia dice que los ángeles son “espíritus al servicio de Dios, enviados en ayuda de los que han de heredar la salvación” (Hb 1, 14). Cuando se habla de la muerte se dice que es consecuencia de la desobediencia, un fruto del pecado cometido por instigación del Diablo.
Y Yavé Dios le dio al hombre un mandamiento; le dijo: «Puedes comer todo lo que quieras de los árboles del jardín, pero no comerás del árbol de la Ciencia del bien y del mal. El día que comas de él, ten la seguridad de que morirás» (Gn 2, 16-17).
Dios creó al hombre para que no pereciera y lo hizo a imagen de su propia naturaleza, pero por la envidia del demonio entró la muerte en el mundo, y los que pertenecen a él tienen que padecerla (Sab 2, 23-24).
Por un solo hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres, porque todos pecaron (Rm 5, 12).
Pues el salario del pecado es la muerte; pero el don gratuito de Dios, la vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro (Rm 6, 23).
4. “Es muy milagrosa. Ella sí concede lo que se le pide”.
¿Qué decir al respecto? Hay confusión entre causa y efecto. Se atribuye a la Santa Muerte una supuesta intervención sin que necesariamente sea cierto, puesto que, conviene decirlo una vez más, la Santa Muerte no existe.
Por otra parte, diversos exorcistas mexicanos hablan de una creciente influencia satánica en personas que dan culto a la Santa Muerte. Además, los devotos de este extraño culto hablan de supuestas apariciones e intervenciones de la Santa Muerte cuando les toca vivir situaciones de riesgo o peligro inminente.
Teniendo presente esto, ¿no sería conveniente tener estas palabras del apóstol san Pablo?
Su táctica no debe sorprendernos, porque el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz. No es de extrañar, entonces, que sus servidores se disfracen de servidores de la justicia. Pero su fin será digno de sus obras (2Cor 11, 14-15).
San Pablo escribe con conocimiento de causa. Él ha enfrentado este tipo de problemas en su ministerio apostólico:
Un día, mientras nos dirigíamos al lugar de oración, nos salió al encuentro una muchacha poseída de un espíritu de adivinación, que daba mucha ganancia a sus patrones adivinando la suerte. Ella comenzó a seguirnos, a Pablo y a nosotros, gritando: «Esos hombres son los servidores del Dios Altísimo, que les anuncian a ustedes el camino de la salvación». Así lo hizo durante varios días, hasta que al fin Pablo se cansó y, dándose vuelta, dijo al espíritu: «Yo te ordeno en nombre de Jesucristo que salgas de esta mujer», y en ese mismo momento el espíritu salió de ella (Hch 16, 16-18).
Como se ve, estas intervenciones no provienen de Dios, sino de espíritus malignos, disfrazados de bondad. El lobo sabe vestirse de oveja para engañar y destruir. Mucho cuidado. No hay que olvidar que algunas vertientes del culto a la Santa Muerte están muy relacionadas con la brujería, la santería, el esoterismo y el ocultismo y a prácticas como los “amarres”, “retiros”, etc., que implican un alejamiento progresivo de Dios y la apertura a fuerzas desconocidas, como bien lo advierte san Pablo en Ef 6, 10ss.
Un motivo más para alejarse de tan extraño culto y volver al Padre celestial, que espera siempre con los brazos abiertos a nosotros, que con frecuencia somos hijos pródigos (cfr. Lc 15, 11-32).
5. “Es muy vengativa. Se desquita de uno si no se le cumple lo que se prometió”.
Este es el motivo que presentan los devotos para seguir dándole culto a la llamada Santa Muerte, a pesar de que se dan cuenta de que está mal. Es un miedo hasta cierto punto irracional. ¿Qué hacer? Tomar una decisión de una vez para siempre: servir al Señor o dar culto a la Santa Muerte. Acuérdate: No se puede servir a dos señores (cfr. Mt 6,24).
Por lo tanto, amen al Señor y sírvanlo con toda sinceridad, dejen de lado a los dioses (…) y sirvan al Señor. Y si no están dispuestos a servir al Señor, elijan hoy a quien quieren servir: a los dioses que sirvieron sus padres (…), que yo y mi familia serviremos al Señor (Jos 24, 14-15).
Si amas y confías en el Señor, recuerda que Él está cerca de ti para protegerte y cuidarte. Renuncia a ese culto y no tengas miedo: Dios está contigo.
Y ahora, así te habla Yavé, que te ha creado, Jacob, o que te ha formado, Israel. No temas, porque yo te he rescatado; te he llamado por tu nombre, tú eres mío. Si atraviesas el río, yo estaré contigo y no te arrastrará la corriente. Si pasas por medio de las llamas, no te quemarás, ni siquiera te chamuscarás. Pues yo soy Yavé, tu Dios, el Santo de Israel, tu Salvador. (…) Porque tú vales mucho a mis ojos. (…) No temas, pues, ya que yo estoy contigo (Is 43, 1-5).
Conclusión
Para creer en la Santa Muerte sus devotos presentan estos pretextos. Es importante ayudarles, con la caridad debida, a darse cuenta de que no son lo suficientemente sólidos para entrar en este extraño culto. Les está sucediendo lo que le ocurrió al pueblo de Israel:
Y mi pueblo cambia a su Dios glorioso por algo que no sirve. Que los cielos se asombren y tiemblen espantados por eso, palabra de Yavé; doble falta ha cometido mi pueblo: me ha abandonado a mí, que soy manantial de aguas vivas, y se han cavado pozos, pozos agrietados que no retendrán el agua (Jer 2, 11b-13).
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