EL SAPO ENTERRADO, UN CASO DE MALEFICIO
Un relato muy interesante. Lo narra el Padre Balducci Corrado:
“Fui llamado al lecho de un moribundo que sólo en pocos días había quedado reducido a ese estado misterioso. Digo misterioso, porque ningún médico había sabido descubrir la causa de la enfermedad.
¿De qué se trataba?... De lo siguiente.
Una mujer se había enamorado de éste desde hacía algún tiempo. Se formalizó el noviazgo y obtuvo promesas y garantías de matrimonio.
Pensaba cercano el día de las bodas cuando, de improviso, el hombre la abandonó. Como fue inútil todo intento, la mujer, desesperada, se propuso vengarse.
Instruida por una hechicera, tomó un sapo, lo encerró en un recipiente y lo enterró con el deseo perverso de que el hombre que la había traicionado sufriera por largo tiempo y después, por hambre e inanición, muriera, pero que sufriera hasta la muerte.
Enterrado el animal, el hombre, que era sano y robusto, empezó a enfermarse y a sufrir tan gravemente que, a vista de todos, en pocos días se había reducido al estado de un cadáver ambulante. Todos estaban seguros de su muerte.
Lo que sufría el sapo enterrado, lo sufría evidentemente ese hombre en su lecho de dolor. Pero nadie sabía de la trama diabólica.
Yo ya le había administrado la unción de los enfermos.
El mismo día fui llamado a la iglesia para confesar una mujer (la novia traicionada que no sabía perdonar). Indispuesta para recibir la absolución, tuvo que irse sin ella.
El enfermo empeoraba y se esperaba muy pronto su muerte. Por la noche, la misma mujer (tal vez atormentada por el remordimiento) volvió al confesionario, pero con sentimientos muy distintos, es decir, arrepentida y dispuesta a reparar el mal hecho.
¡Inútil promesa —le dije— puesto que ese hombre por culpa suya mañana ya habrá muerto!
—No ha muerto, ni morirá por ahora —contestó la mujer—. Sepa que el sapo que ya desenterré y puse en libertad está vivo todavía: lo que significa que el hombre sanará.
A modo de curiosidad, pude constatar que, desde ese momento, el hombre a quien ya le había administrado la unción de los enfermos, empezó a mejorar y en poco tiempo volvió a estar sano y robusto”.
***
Acerca de cómo protegerse de los maleficios, el Padre Gabriele Amorth decía:
“Ante todo esto, se requiere de una vida llena de gracia, una buena confesión sacramental, ayuno y oración continua.
Si vives una vida de acuerdo a los preceptos de Dios, esto es, recurriendo a todos los sacramentos con frecuencia, estando en estado de gracia, entonces no tienes por qué temer de los maleficios, pues la Gracia de Dios es mucho más grande que cualquier actuación del mal”.
(https://www.facebook.com/groups/621377284868146/?fref=nf)
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