En los años 70 y 80 alcanzó gran popularidad en España la secta del Palmar de Troya, que nació en la provincia de Sevilla a raíz de unas supuestas apariciones de la Virgen y llegó a consumar un cisma, que incluyó la elección de su propio pontífice, el llamado “Papa Clemente”. Recientemente han vuelto a la actualidad informativa por las obras que han hecho en su “Santa Sede” andaluza, por la colocación de una estatua de “San Francisco Franco”. ¿Qué se sabe de ellos? ¿En qué creen? ¿A qué se dedican?
El origen de un cisma
En 1968, cuatro niñas de El Palmar de Troya (pedanía de Utrera, en la provincia de Sevilla) afirmaron haber visto a la Virgen María. Entre otros curiosos y devotos que se acercaron al lugar desde Sevilla se encontraban los administrativos Clemente Domínguez y Manuel Alonso, que rápidamente desplazaron del centro de la atención a las supuestas videntes originarias, acaparando ellos todo el montaje aparicionista. Estos personajes, que hay que encuadrar más en el ámbito de la picaresca que en el de la devoción católica, fundaron en 1974 la denominada Orden de los Carmelitas de la Santa Faz, después de que Clemente llevara un tiempo recibiendo supuestos mensajes de la Virgen, visiones místicas, éxtasis y hasta estigmas en su cuerpo. Más tarde compraron algunas propiedades, y comenzaron a levantar una basílica en uno de los terrenos adquiridos gracias a las donaciones de personas –sobre todo extranjeros ricos– que habían creído en sus estrafalarios mensajes de origen divino y mariano.
El momento fundamental en esta historia llegó en 1976, cuando, a base de supuestos mensajes apocalípticos de la Virgen sobre la apostasía de la Iglesia católica de su tiempo, consiguieron engañar al arzobispo survietnamita Pedro Martín Ngo Dinh Thuc para que ordenara sacerdotes a varios de los “carmelitas de la Santa Faz”, y para que poco después los consagrara obispos en una ceremonia ilícita desde el punto de vista canónico. Automáticamente se declararon las excomuniones correspondientes, incurriendo el grupo en cisma. Desde entonces se denominaron Iglesia Católica, Apostólica y Palmariana. Dos años después, cuando murió Pablo VI, Clemente Domínguez se autoproclamó nuevo Papa con el nombre de Gregorio XVII. El grupo destacó desde el principio por su tradicionalismo en las formas y en el fondo, rechazando toda renovación emanada del Concilio Vaticano II. Como señalaba en una crónica periodística el escritor José Jiménez Lozano, era una “especie de aquelarre entre místico y divertido, trágico y pintoresco a la vez”. Se les reconocía por sus vestiduras y ritos de tiempos pretéritos, además de por los escándalos que protagonizaron.
En 1987 consiguieron la inscripción en el Registro de Entidades Religiosas del Ministerio de Justicia, gracias a una sentencia del Tribunal Supremo, después de que este reconocimiento oficial les fuera denegado en varias ocasiones por parte del Ministerio. Los ex adeptos siempre acusaron al grupo de totalitario, con una férrea disciplina marcada por sus dirigentes, obediencia ciega a Clemente, visión dualista de la realidad y un régimen de vida muy estricto que contribuía a la modificación de la personalidad. Las informaciones del interior de la finca de La Alcaparrosa, donde se levanta la basílica, siempre han sido muy escasas por el hermetismo del lugar y de sus habitantes. Sí se ha sabido que en los últimos años vendieron los inmuebles que tenían en Sevilla para poder mantener el complejo sectario del Palmar. También hay que señalar que dentro de la secta se han producido cismas, dando lugar a otras sectas menores que reclaman ser las depositarias de la ortodoxia palmariana y que acusan a la “secta madre” de desviación.
Cardenales, concilios y antipapas
Retomando la historia de la secta, en 2005 murió Clemente y lo sucedió el que siempre fue considerado verdadero cerebro del movimiento: su socio y cofundador del grupo Manuel Alonso, que tomó el nombre de Pedro II. A su muerte, ocurrida en 2011, el tercer Papa palmariano fue Ginés Jesús Hernández, que ascendió al solio como Gregorio XVIII. Ésta es, muy resumida, la línea sucesoria del pontificado carmelita de la Santa Faz. En cuanto al resto de la jerarquía, desde el principio se estructuró a imitación de la católica, pero llegó un momento en el que, como ya se ha señalado, Clemente abolió el orden de los cardenales, para lograr así una sucesión directa en Manuel Alonso. Su esquema ministerial actual es de Papa – obispos – sacerdotes, además de las monjas carmelitas y el resto de fieles.
Desde el principio, la secta se nutrió especialmente de miembros extranjeros, que accedían a ella después de acercarse al lugar atraídos por todo el complejo aparicionista. El movimiento se estructuró también geográficamente con patriarcados, archidiócesis y diócesis. Según los que lo conocen más de cerca, está en declive, y Manuel Guerra habla de unos 400 miembros en la provincia de Sevilla, en una secta que en total no llegaría al millar de adeptos contando con los que tiene en los “cenáculos” en diversos países.
En 1980 la Santa Sede palmariana celebró su primer Santo y Magno Concilio Palmariano, que anuló todo lo decidido en el Concilio Vaticano II y añadió al depósito de la fe un montón de invenciones propias. En 1992 tuvo lugar el segundo Concilio. Ambos, pues, presididos por Clemente Domínguez. Y para el año 2012 se convocó el tercero, en un momento de refundación. La última noticia que se ha tenido, en 2014, es la de su reforma externa de la basílica, con las cúpulas y torres pintadas de color marrón y la colocación de varias imágenes de sus santos en lo alto de la fachada principal.
Una caricatura doctrinal de impronta católica
Con lo visto hasta ahora de forma resumida, no es de extrañar que poco después de ser nombrado Papa directamente por Jesucristo, según sus declaraciones, Gregorio XVII comenzara a nombrar cardenales (que dos décadas después relegaría, para evitar una sucesión por cónclave). Y también empezaron las canonizaciones. El “Papa Clemente” consiguió con esto aún más presencia en los medios de comunicación, ya que se dedicó a elevar a los altares a diversos personajes de la Historia de España como el dictador Francisco Franco, el almirante Cristóbal Colón, Don Pelayo, José Antonio Primo de Rivera, el cardenal Cisneros… y otros que después serían canonizados por la Iglesia católica, como Ángela de la Cruz, el padre Pío, etc. También aprovechó para excomulgar a los jerarcas católicos auténticos, llegando a llamar antipapa y precursor del Anticristo a Juan Pablo II.
Su sistema doctrinal parte del símbolo de la fe católica, pero con muchos añadidos propios, provenientes de diversas devociones o tradiciones piadosas, o incluso de las revelaciones privadas de su fundador. Después del Concilio celebrado en 1992 publicaron su Credo Palmariano, una fórmula de fe de 51 páginas que concluye con las siguientes palabras, firmadas por Clemente: “si alguien se atreviere a negar que este Credo Palmariano a la luz de la Historia Sagrada o Santa Biblia Palmariana, es verdad revelada por Dios, sea anatema”. A lo largo de este peculiar credo podemos observar mucho lenguaje teológico escolástico, y afirmaciones extrañas como la identificación de las tres Personas divinas con Ananías (Padre), Melquisedec (Hijo) y Malaquías (Espíritu Santo), o la expresión de que “creó Dios el Alma Divinísima de Cristo”, y a continuación la de la Virgen María. O que Dios extrajo de Adán y Eva, antes de la caída, sus semillas para la futura formación de los cuerpos de María y Jesús, etc.
Su Sagrada Escritura, de donde se ha extraído todo el Credo Palmariano, se contiene en un libro “compuesto por los Venerables Padres del Santo Sínodo Dogmático Palmariano, reunidos en el Espíritu Santo, dirigido y aprobado por Su Santidad el Papa Gregorio XVII”, por lo que se puede imaginar su fiabilidad. Como ejemplo vale su tercer tomo, correspondiente a los evangelios, que comienza con Joaquín y Ana como padres de la Virgen, luego aparece José, la vida de María (con muchos elementos de los textos apócrifos que ha recogido la tradición), y después continúa el texto evangélico a la manera normal. Sólo en apariencia, ya que añaden otras muchas cosas, como las fechas y los nombres de lugares y de personas con toda exactitud. Y la institución verbal de los sacramentos y de la Orden del Carmelo, la fundación de la masonería por Anás, la jerarquía eclesiástica, y un largo etcétera de barbaridades y despropósitos que llegan a la cumbre en lo ritual: Jesús bautiza al ciego, y en la última cena hace la genuflexión hacia las divinas especies y ordena en el triple ministerio sacerdotal a los apóstoles.
Tradicionalismo y sus consecuencias morales y prácticas
Desde que se autoproclamó Papa, Clemente comenzó a promulgar definiciones dogmáticas y a emitir constituciones apostólicas donde consideraba inválido todo lo sagrado y sacramental de la Iglesia católica. Por ejemplo, el 30 de julio de 1982, a las 19,25 horas, el mismo Jesucristo le decía al antipapa en una visión: “Mi amadísimo Vicario: ya era hora que un Papa supiera hacer uso de los poderes que tiene… En el preciso instante que tú, en nombre mío, retirabas todos los poderes a los sacerdotes y obispos de las Iglesias cismáticas, Yo y mi Santísima Madre, con gozo inenarrable, nos retirábamos de todos los sagrarios de las Iglesias cismáticas”. Y no sólo declaraba inválido el sacramento del orden, sino incluso el del bautismo, contraviniendo así la convicción y la praxis secular de las Iglesias cristianas. Como puede observarse, toda decisión arbitraria tomada por el líder sectario se justificaba desde lo sobrenatural, para evitar todo escándalo y disensión en unos adeptos de procedencia católica y muy devotos.
Otras decisiones doctrinales y disciplinares van más allá de lo puramente litúrgico o canónico, determinando de forma férrea la vida de los adeptos y logrando su aislamiento social. Así, en un decreto apostólico, Clemente prohibió terminantemente, bajo pena de excomunión, asistir a todos los sacramentos “celebrados en la Iglesia romana y demás sectas heréticas y cismáticas… quedan también prohibidos todo tipo de felicitaciones, regalos”, y también la asistencia a velatorios, entierros y cementerios. Son muy detalladas las normas “sobre la decencia cristiana”, que dicen meticulosamente la forma apropiada de vestir tanto varones como mujeres e incluyen la prohibición tajante de ir a la playa o piscina, “ni siquiera en el caso de que el médico lo mandase para el bien de la salud corporal, ya que por encima está la del alma”. Además, según un añadido en papel a la edición impresa, “toda prenda vaquera de hombre o mujer está totalmente prohibida bajo pena de excomunión reservada al confesor”. Por supuesto, queda terminantemente prohibido el noviazgo con personas externas a la secta.
En conclusión, se trata de una secta de impronta cristiana, que técnicamente consiste en un cisma católico, donde la apariencia externa de piedad católica oculta (literalmente, tras un muro de hormigón de seis metros de altura) una oscura organización con doctrinas estrafalarias que se alejan de toda tradición eclesial y con prácticas nada positivas tanto en el trato a las personas como en el funcionamiento interno y las finanzas.
(http://es.aleteia.org/2014/10/29/sigue-habiendo-un-papa-en-el-palmar-de-troya/)
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