"La humanidad no encontrará la paz hasta que no vuelva con confianza a mi Misericordia" (Jesús a Sor Faustina)

martes, 24 de marzo de 2015

Las "terapias alternativas" constituyen un grave riesgo para la salud

Resultado de imagen para terapias alternativas

Quien se pone en mano de los propagadores de "terapias alternativas", pone en riesgo su salud y su vida, porque estas terapias carecen absolutamente de todo rigor científico. Se basan en el concepto holístico, mágico, de la Nueva Era, según el cual existen "energías curativas" (??¡¡) en los elementos de la naturaleza, como por ejemplo, las piedras, tal como se ve 
en la ilustración. Las "terapias alternativas", por lo tanto, constituyen un atentado a la razón y al sentido común y un grave riesgo para la salud, en el que están en juego el propio cuerpo y la propia vida.

Las terapias alternativas se han convertido en la base del concepto de salud “Wellness” (bienestar), seguido por cada vez más personas que desean cambiar sus hábitos en lo que respecta a la alimentación, a la relación con su entorno o incluso consigo mismos, para mantenerse saludables, activos y, en la medida de lo posible, felices.

Existe todo un arsenal cada vez mayor de terapias basadas en métodos y estrategias tan dispares como, algunas, cuestionadas; pero el problema surge cuando se traspasan los límites y estas terapias se venden como panaceas y remedios fáciles, aunque carísimos, sustitutivos de los protocolos médicos.

Con la proliferación de estas terapias pseudocientíficas, que vienen empaquetadas como “medicina alternativa” aplicadas sin ningún respaldo facultativo, las alarmas en los colectivos médicos se han disparado. Ya se han encendido todas las luces rojas. Lo cuenta la periodista Gema Castellano en el medio Informativos.net.

Alerta en el mundo de la Medicina

La Sociedad Americana contra el Cáncer ha recordado a la sociedad que “la evidencia científica no respalda que la visualización influya en la curación del cáncer” –en relación a la proliferación de sanadores que inciden en la meditación, en la visualización y en el pensamiento positivo, no como terapias complementarias para afrontar la enfermedad con actitud positiva, sino como método sustitutivo de curación– e incluso, ya en España, el Consejo Estatal de Estudiantes de Medicina se ha posicionado calificando a las terapias alternativas como “un problema grave de salud”.

Las terapias alternativas sin ninguna base médica aplicadas por terapeutas y respaldadas por bibliografía de “autoayuda” y todo un carísimo arsenal terapéutico, están causando estragos en la salud de una sociedad industrializada, donde la medicina tradicional decepciona a las aspiraciones de los enfermos, por mera honestidad.

El aspecto económico también influye en el crecimiento descontrolado de este lucrativo sector, que maneja miles de millones anuales a cambio de una promesa de curación incierta. Pero el colmo del despropósito se produce cuando las instituciones, las Universidades, se prestan a credibilizar algunos de estos “remedios” pseudocientíficos, solo por motivos económicos.

La Universidad de Zaragoza se ha visto obligada a eliminar la Cátedra de Homeopatía financiada por la multinacional de laboratorios Boiron, un escándalo denunciado desde hace tiempo por el colectivo médico. La Universidad de Barcelona se plantea suprimir para el próximo año el postgrado en “psiconeuroinmunoendocrinología y nutrición ortomolecular”, con un precio de 3.900 € más 70 € en concepto de tasas administrativas, por el mismo motivo.

La mayoría de las veces no se trata ni siquiera de una estrategia fraudulenta. Es, simplemente, desconocimiento y falta de responsabilidad. Tanto por parte de quienes venden las terapias alternativas como si fueran tratamientos facultativos, como de quienes demandan estos remedios como sustitutos a los tratamientos médicos. En el caso de las Universidades, es una oportunidad de ingresar dinero.

Una voz crítica

Pero pese al hermetismo y la endogamia de un sector con tendencia al oscurantismo, siempre hay voces responsables que desencadenan la crítica y el debate.

Sandra Milán es una antropóloga con consulta abierta como “educadora nutricional”, que ha vivido desde dentro durante años el complejo ambiente de la “medicina alternativa”. Un cajón de sastre donde, según ella, se mezclan terapeutas de buena fe y poco conocimiento, charlatanes y gentes de pocos escrúpulos. En un artículo que publicó el pasado 13 de marzo en el Diari de Terrassa, catalogó a parte del sector como “secta” y pese a la alarma social suscitada, sorprendentemente, el colectivo ha dado la callada por respuesta.

Informativos.net ha hablado con ella. En su entrevista en vídeo/TV, Sandra Milán no pretende cargar las tintas contra las terapias alternativas, pero sí poner cada cosa en su lugar. Porque por mucho que usted se lo crea, a pesar de las ingentes cantidades de dinero que invierta en ello e incluso aceptando que su terapeuta tenga las mejores intenciones, no conseguirá curarse una enfermedad real, si no es mediante el procedimiento médico-científico.

Artículo que desató la polémica

Reproducimos a continuación el artículo citado de Sandra Milán, donde puede observarse la denuncia que hace de todo el mundo de las terapias alternativas, aunque también hace gala de su ateísmo y desde su experiencia renuncia a todo lo que suene a espiritual.

Confieso que he cambiado

Este artículo se escribirá, probablemente, en unos 40 minutos. Usted lo leerá en cinco. Y yo me habré pasado una semana –desde el viernes pasado después de publicado el anterior– sopesando temas que nos interesen a ambos y de los que yo pueda escribir. No es fácil, tengo 30 años y pocas opiniones bien formadas sobre el mundo, de hecho, la mayoría de las que tenía y creía sólidas me las arranqué entre agosto y septiembre, cuando me hice atea, escéptica, antropóloga, darwinista, saqué de mi despacho los títulos que había y que me otorgaban supuestas competencias dentro del mundo de la medicina alternativa, puse a la venta mis Flores de Bach (nadie las ha comprado todavía), recorté mi currículum y salvé sólo aquello de lo que me sentía orgullosa. Estoy esperando que se acaben las tarjetas de visita que me definen como naturópata, escondo escritos antiguos en los que hablaba del alma, del gurú Yogananda y de un mundo espiritual que me ha tenido abducida, secuestrada.

No crean que no me cuesta escribir esto –incluso aunque me sirva de tema para este artículo que se resistía– porque salir de lo que yo hoy pienso que es una verdadera secta es también exponerte, avergonzada, a responder preguntas incómodas, a constatar que no eres tan inteligente como pensabas e incluso a desatender relaciones que estaban forjadas en las creencias que hoy repruebo públicamente, todavía con la expresión funesta de quien confesa un delito. No sé qué cara ponerle a los amigos que cuando me encuentran le siguen hablando a una Sandra que no existe, que se hizo querer escribiendo poemas metafísicos y parecía saberlo todo porque leía muchos libros que la convirtieron en una erudita de los disparates. Sirva este testimonio, medio humillación pública voluntaria, medio salida del armario, para alertar a los que siguen a charlatanes que, por suerte o por desgracia, no son malos ni avariciosos, sólo se creen lo que les han contado y se sienten poderosos, poseedores de una verdad salvífica, portadores de la voz de un dios moderno que se ha afeitado y que hasta pueda ser una mujer –porque el antiguo dogma ya perdió credibilidad y también tiene que haber paridad en el Olimpo. Cuidado con los expertos de la pseudociencia que además, y lamentablemente, copan espacios televisivos con mucha audiencia donde pronostican cánceres según si la menstruación te resulte dolorosa y los tratan con dietas milagro que suenan serias porque usan una jerga académica. Pero no es tan difícil desenmascararlos, sólo haría falta recuperar los apuntes de la asignatura de naturales de Educación Primaria, la antigua EGB. Insisto, no se dejen engañar, ni aunque su situación sea desesperada, porque el consuelo que les pueda ofrecer pensar que existe vida más allá, que podemos revertir nuestra enfermedad con pensamientos positivos o que hay ángeles que nos cuidan y sólo nos pasa lo que merecemos o necesitamos para seguir aprendiendo no convierte todas estas afirmaciones en verdad. Nos gustaría creerlo, reconforta pensarlo, pero no hay nada que lo demuestre y hay que ser consecuente porque les aseguro que si es duro aceptarlo, más dura es la caída de quien se cae de castillos que construyó en el aire. (Publicado en el Diari de Terrassa el 13 de marzo de 2015).

1 comentario:

  1. Claro que va a decir un meduci, cuando la nueva medicina lo rekwga a un segundo plano donde el paciente es su propio jefe y medico a traves del autoconocimiento y teniendo el conocimiento profundo de que nuestro cerebro tiene la llave de la sanacion y que una enfermedad no es otra cosa que una emocion, un conflicto no resuelto.

    ResponderEliminar