"La humanidad no encontrará la paz hasta que no vuelva con confianza a mi Misericordia" (Jesús a Sor Faustina)

domingo, 7 de julio de 2013

Qué es la Nueva Era o New Age y por qué es condenada por el papa Francisco



Por Claudia Peiró 
En sólo tres meses de pontificado, el Sumo Pontífice se ha referido ya varias veces a esa corriente que llamó "panteísta", movimiento radicalmente contraria a la doctrina cristiana.

El 20 de junio pasado, el Papa fustigó en una homilía al “dios cósmico” de la “moda politeísta”, que llega con “la cultura light”. “Ni Jesús hubiera creído en el dios New Age” de hoy, dijo. “La oración no es magia”, remató.

No es la primera vez que Francisco se refiere al tema. Ya lo había hecho en la reunión con un grupo de religiosos chilenos, que trascendió por su referencia a un “lobby gay” en el Vaticano. Es evidente además que busca retomar la iniciativa para frenar el avance de estas corrientes. En este marco, el 16 de mayo pasado tuvo lugar en la Casa Santa Marta, precisamente donde reside el Papa, un encuentro de expertos sobre los Nuevos Movimientos Religiosos, convocado por el Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso. En el centro de las preocupaciones: el neopentecostalismo y la New Age, entre otros.

Todavía no han trascendido las conclusiones de esta reunión, pero es evidente la preocupación del nuevo pontífice por afirmar las verdades del Evangelio y de la doctrina católica de modo claro y discernible para poner límite a ciertos sincretismos que se han filtrado incluso en algunos ámbitos católicos y a los que considera más peligrosos que una secta de contornos definidos.

“No se puede definir a la New Age como una religión, sino como una corriente de espiritualidad, difusa y bastante inaprehensible porque toma elementos heterogéneos de diferentes lugares; es como una constelación, y de ahí la dificultad de identificarla”, dijo a Infobae Roberto Bosca, autor del libro New Age, la utopía religiosa de fin de siglo, publicado hace más de 20 años.

“Además -agrega Bosca, quien es profesor en la Universidad Austral-, la New Age no necesariamente se presenta como tal: adopta distintas formas y nombres, por ejemplo, la revista Uno mismo es una de las más importantes de esta corriente y la mayor proporción de elementos de New Age no está en los libros o revistas específicos sino fuera de ellos, podríamos encontrar en cualquier publicación contenidos New Age”.



¿Cómo se explica la expansión y persistencia de este fenómeno?

Cuando publiqué mi libro, yo decía que la New Age era una moda cultural, entonces me preguntaban ¿esto va a pasar? Y yo respondía que las modas culturales no son de una temporada para la otra como las de la ropa. Sino que pueden durar años y hasta décadas. Son procesos muy largos. Hemos visto cómo un fenómeno, que fue creciendo desde los años 60, sobre todo en círculos intelectuales y expandiéndose en los 80 en los Estados Unidos, hacia fines de los 90 ya se había difundido a toda la sociedad y lo que he visto en los últimos años es que ha dejado de ser un asunto de núcleos reducidos para ser ahora un “patrimonio”, por llamarlo de algún modo, de toda la sociedad. Lo que antes era cosa de algunos intelectuales, ahora está en la góndola de los supermercados. Y la gente lo compra como lo más natural.

¿Sin saber de qué se trata?

Me pasó una vez, dando una charla, que cuando terminé de explicar lo que era la New Age, algunas chicas me dijeron: “yo soy así”, “lo que usted está explicando es cómo soy yo”. Y no tenían la menor idea de lo que era la New Age. Pero la respiraban porque es algo vaporoso, que uno no percibe pero que se respira en la cultura, porque la New Age recoge elementos de culturas ajenas a ella y los integra. La autoayuda, por ejemplo, es un elemento que existe independientemente de la New Age pero ésta la toma y le da una forma de espiritualidad, una forma de entender el hombre y su relación con el mundo.

En referencia a la infiltración de esta corriente en la propia Iglesia Católica, el Papa comentó hace poco que había sabido de una superiora que alentaba a las hermanas de su congregación a no rezar en la mañana, sino a darse un baño espiritual en el cosmos…

Y en una librería católica yo podría señalar los libros New Age que están allí expuestos, y que algunos curas y monjas y catequistas usan encantados. En algunos casos hasta hay retiros espirituales imbuidos de esos elementos. Una vez en una clase definí la misa como sacrificio y dije que no es una fiesta aunque tenga un aspecto de celebración. Y al rato una estudiante me pide aclaración diciéndome que era catequista y que enseñaba eso a los niños. Y así te podría dar muchos ejemplos de influencia new age en la catequesis.

¿Hay también sincretismo?

Sí, hoy sucede que hay personas que van a la Iglesia Católica pero también participan de ritos umbanda o creen en la reencarnación. Massimo Introvigne, un experto en estos temas, habla de una doppia pertenenza: una doble pertenencia: uno no tiene que dejar de ser católico para ser budista, por ejemplo.

Pero la Iglesia no lo permite…

No, claro que no, pero actualmente estamos viviendo una cultura que es la de la posmodernidad, sincretista, y eso que hace unos años era impensable, hoy es bastante frecuente. Se da el caso de que personas que se enamoran de la doctrina budista no sienten que deban dejar de ser católicos por eso. La Iglesia no acepta eso, no se puede ser panteísta y católico al mismo tiempo, pero en la cultura posmoderna caben los círculos cuadrados o sea que la mentalidad actual no tiene ese principio de no contradicción, vuelve conciliable lo contradictorio.

¿La New Age es una exaltación del individualismo?

Sí, una de las características de esta corriente que menciono en mi libro es el subjetivismo, yo lo definía como un autismo espiritual, la New Age la espiritualidad del hombre light, recoge lo que ya está, puede decirse que es la principal religión porque recoge la sensibilidad que está en la mentalidad del hombre y la mujer contemporáneos, la expresa religiosamente, por eso encaja tan bien.

¿Qué falla en la Iglesia para que esto penetre tan fácilmente?

Bueno, viene un poco del período posconciliar [por el Concilio Vaticano II], ahí empezaron a aparecer estas cosas y, pese a que en los últimos pontificados, con Juan Pablo II y Benedicto XVI, hubo esfuerzos por enderezar las cosas y en algunos casos se hicieron las cosas muy bien, quedó mucho de eso. Hay un documento vaticano sobre este tema, “Jesucristo, portador de agua viva. Una reflexión cristiana sobre la New Age” [ver más abajo], en cuya redacción participó Benedicto incluso antes de ser Papa, en 2003, que es muy bueno y muy completo. Pero cuando el jardín no está bien cultivado, crece cualquier yuyo.

¿Es optimista sobre lo que pueda hacer Francisco?

Veo este pontificado con enorme optimismo, va a tener una serie de consecuencias muy importantes para la Iglesia, para el mundo y para la Argentina también.

Karma, Zen, reencarnación… hay de todo en el supermercado de la fe

En la New Age se encuentra de todo: espiritismo, reencarnación, astrología, eros tántrico, medicina alternativa, macrobiótica, yoga, umbanda, Tarot, budismo Zen, ovnis, karma, cábala, etc.

Su difusión es facilitada por la expansión de la red global, que permite un vínculo virtual y light entre grupos con preocupaciones y temas comunes.

Es evidente también que existe una búsqueda de respuestas a inquietudes trascendentales que, en algún momento, las iglesias tradicionales dejaron de dar. En palabras de Roberto Bosca, “los conversos de la New Age parecen preocupados por la búsqueda de lo sagrado, una búsqueda abandonada por una teología primariamente preocupada por los problemas seculares, con un cierto descuido por la vida litúrgica y la oración, lo que ha dado lugar a una búsqueda en otras fuentes”.

En cierto modo, lo que el Papa Francisco dice es que las respuestas a esa búsqueda están en la doctrina católica, pero, para decirlo, no hace concesiones doctrinarias a la moda neopanteísta, como se han visto tentados a hacer algunos dentro de la propia Iglesia.

Pero no todos se dejan confundir: las declaraciones del músico Bono sobre el carácter de su fe y su convencimiento de que la llegada de Jesús pone fin a un mundo regido por el karma están en la línea exacta de lo que el Papa Francisco quiere afirmar cuando dice que quienes adhieren a estas modas “se saltan la encarnación”, es decir Dios hecho hombre. El llamado papal a ir a las periferias, geográficas y existenciales del mundo, está en las antípodas de la autocontemplación de moda.



El documento vaticano contra el nuevo gnosticismo

Publicado en el año 2003, es un texto que busca alertar sobre el “narcisismo espiritual” mediante “una presentación buena y profunda del mensaje cristiano”. El objetivo es destacar los puntos en los cuales esta espiritualidad contrasta con la fe católica.

Estas corrientes surgen en un mundo en el cual “muchas personas oscilan entre certeza e incerteza” y “miran dentro de sí mismas en búsqueda de sentido y de fuerza”, volviéndose “incluso hacia instituciones alternativas, en la esperanza de que puedan satisfacer sus necesidades más profundas”. La New Age resulta “atrayente sobre todo porque mucho de lo que ofrece satisface aspiraciones, frecuentemente no satisfechas por las instituciones oficiales”, admite el documento.

Los elementos de este movimiento “están perfectamente en sintonía con los modelos de consumo de sociedades en las cuales la diversión y el ocio tienen tanta importancia”.

El documento considera a esta corriente más engañosa y preocupante que todas las demás sectas, porque no está realmente organizada para hacer proselitistas y permite por lo tanto a muchos creer que es posible mezclarlo con el cristianismo.

Al presentar el documento, en enero de 2003, el cardenal Paul Poupard, citaba un ejemplo: “La fe en la resurrección de los muertos es sustituida por la ‘fantaciencia’, con el contacto con los seres queridos desaparecidos y la existencia de una vida suspendida entre cielo y tierra”. “Es un fenómeno típico de la cultura posmoderna, basada en el pensamiento débil, el relativismo ético y el consumismo”, agregó.

El Vaticano subrayaba en aquel entonces la dificultad para combatir la New Age, por no ser ésta ni una religión ni una verdadera filosofía, sino más bien un “conjunto de creencias y prácticas místico-esotéricas” que se presenta como un “ancla de salvación para todos los insatisfechos y desilusionados que denuncian la crisis ecológica, la crisis de la ciencia y la del racionalismo deshumanizante del mundo occidental”.

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