"La humanidad no encontrará la paz hasta que no vuelva con confianza a mi Misericordia" (Jesús a Sor Faustina)

lunes, 15 de julio de 2013

El Papa Francisco advierte sobre el atractivo actual de la gnosis en su primera encíclica


por Luis Santamaría 

Acaba de hacerse pública la encíclica Lumen fidei, primera del Papa Francisco, precisamente en este Año de la Fe que inauguraba hace unos meses el ahora Papa emérito Benedicto XVI. En el número 47 de la carta, el obispo de Roma reflexiona sobre la unidad e integridad de la fe, señalando que “la unidad de la Iglesia, en el tiempo y en el espacio, está ligada a la unidad de la fe”. Vincula la unidad en la verdad con la experiencia del amor entre los hombres y con la misma unidad del Dios en el que se cree.
A continuación, hace otras afirmaciones muy interesantes acerca de la unidad de la fe, debida a que “se dirige al único Señor, a la vida de Jesús, a su historia concreta que comparte con nosotros”. Y en este punto recuerda que “San Ireneo de Lyon ha clarificado este punto contra los herejes gnósticos. Éstos distinguían dos tipos de fe, una fe ruda, la fe de los simples, imperfecta, que no iba más allá de la carne de Cristo y de la contemplación de sus misterios; y otro tipo de fe, más profundo y perfecto, la fe verdadera, reservada a un pequeño círculo de iniciados, que se eleva con el intelecto hasta los misterios de la divinidad desconocida, más allá de la carne de Cristo”.
Francisco continúa diciendo que “ante este planteamiento, que sigue teniendo su atractivo y sus defensores también en nuestros días, san Ireneo defiende que la fe es una sola, porque pasa siempre por el punto concreto de la encarnación, sin superar nunca la carne y la historia de Cristo, ya que Dios se ha querido revelar plenamente en ella”.
Y, por eso, afirma el Papa, “no hay diferencia entre la fe de ‘aquel que destaca por su elocuencia’ y de ‘quien es más débil en la palabra’, entre quien es superior y quien tiene menos capacidad: ni el primero puede ampliar la fe, ni el segundo reducirla”. En este punto cita la célebre obra Adversus haereses (contra las herejías), I, 10, 2: SC 264, 160.

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